No he hecho últimamente
viajes musicales, pero ya saben que, por distintas vías, se pueden escuchar (e
incluso ver) conciertos y representaciones. Aunque casi nunca, ay, con la
calidad de sonido que nos suelen deparar las publicaciones en soporte físico
-CDs o Blu-rays-. El gran enemigo es la compresión dinámica, presente en la
mayor parte de retransmisiones por televisión u otros medios. ¡Una auténtica cruz,
que tantas veces me amarga!
Elgar y otros en los Proms
Apenas la hubo en las
transmisiones televisivas de la BBC Four de los dos conciertos de los pasados 15
y 16 de julio en los que Barenboim dirigió las dos Sinfonías de Elgar, hasta el punto de que se pueden apreciar casi a
la perfección las interpretaciones. En el primero de esos conciertos Lisa
Batiashvili demostró por enésima vez que es una violinista consumada, dotada de
una técnica alucinante hasta el punto de ser de todo punto intachable su ejecución
del enormemente expuesto Concierto de
Sibelius. Pero si esta seguridad me impresionó, no lo hizo menos su intensa,
lírica y apasionada, interpretación. Como en el CD de Deutsche Grammophon con misma Batiashvili, Barenboim demostró que,
pese a lo poco que ha frecuentado a Sibelius, dirige esta obra con la mayor
lucidez. Una gloria. También lo fue la Primera
Sinfonía de Elgar, ciertamente muy parecida a la del disco de Decca con la
misma Staatskapelle Berlin. Si acaso, algunas aristas del disco, seguro que
intencionadas, han quedado ligeramente suavizadas, y profundizado su humanismo.
Algo similar diría de la interpretación de la Segunda Sinfonía, en la que volvió a llamar la atención la
extraordinaria maleabilidad y la asombrosa belleza de sonido de la orquesta,
que, por lo que se ve, se sigue superando día a día. Antes tuvo lugar el
estreno en Inglaterra de Deep Time de
Harrison Birtwistle, obra encargada por la Staatsoper Unter den Linden al gran
compositor británico y estrenada en Berlín por Barenboim el 7 de junio de este
mismo año 2017. Aunque no soy un experto en música contemporánea, creo que se
trata de una composición magistral, construida con gran pericia y magníficamente
orquestada. Fue muy evidente cómo se emplearon a fondo no ya en su compleja
realización, sino también en desentrañarla. Si el primer día Barenboim y sus
músicos tocaron de propina, tan bella como sentidamente, el excelso Nimrod de las Variaciones Enigma, el segundo día, tras el discurso de Barenboim,
en el que sin nombrarlo criticó duramente el Brexit, los fanatismos,
aislacionismos y demás plagas nacionalistas y xenófobas (a propósito: no
existe, por definición, nacionalismo que no sea xenófobo), tras el
aplaudidísimo discurso, digo, ofrecieron la Marcha
No. 1 de Pompa y circunstancia más extraordinaria que he escuchado en mi
vida. Si la sección central estuvo cantada de modo inenarrable, las secciones extremas
habitualmente grandilocuentes fueron imbuidas de fuego y entusiasmo: un acierto
total, más sorprendente aún en quien 44 años antes había grabado (con la London
Philharmonic, Sony) una versión completamente fallida.
Bruckner en París
Tras dirigir en enero las
tres primeras Sinfonías de Bruckner,
el 9 y el 10 de septiembre ha ofrecido, en la misma sala de la Philharmonie de
París, las dos últimas (no recuerdo ahora si entre unas y otras dirigió las centrales).
Esta vez las retransmisiones han sido bastante buenas. Como es frecuente, no
siempre se parecen del todo dos interpretaciones que se le escuchen a Barenboim
de la misma obra, aunque las haga muy seguidas: la Octava es algo distinta de la que hizo en agosto en la Philharmonie
de Berlín (la grabación que tengo suena tan mal que no me puedo pronunciar a
fondo sobre ella) o la del blu-ray de Accentus, siempre con su Staatskapelle. Esta versión parisina
me ha gustado un poco más en su primer movimiento, mientras que en el Adagio el enorme clímax no me pareció
tan formidablemente bien resuelto como en las otras dos. Pero la Novena es, probablemente, la mejor que
le he escuchado a él hasta ahora, lo que significa que es una de las más
impresionantes que haya escuchado nunca. Si el primer movimiento se parece
bastante a las últimas versiones escuchadas -tanto la del blu-ray como la del
Carnegie Hall de Nueva York el pasado enero- lo que la sitúa para mi gusto por
encima de ambas es la apocalíptica coda. El scherzo
vuelve a ser, como en ambas, de una incisividad demoníaca. Pero es el Adagio final lo que la eleva hasta esas
alturas que comentaba. Me parece que es la interpretación más emotiva y
sobrecogedora que he escuchado jamás. Opinión que han compartido los varios
amigos -buenos conocedores de la discografía- que la han escuchado conmigo. Tal
vez no tan perfecta e inatacable como la justamente famosa grabación de Giulini
para DG con la Filarmónica de Viena (que está tomada en estudio), pero, sí, más
conmovedora aún. Cuando ocurre un evento de esta magnitud el público suele
apreciar la excepcionalidad de la ocasión, y, así, la tormenta de aplausos
recibida fue algo muy, muy especial.
Reinauguración de la Staatsoper Unter den Linden
Tras siete años de reforma, a
fondo, el 3 de octubre ha reabierto el mítico teatro de la Ópera Estatal de
Berlín. Como se recordará, durante esas temporadas las funciones han tenido
lugar en el Teatro Schiller. "Se ha mejorado el confort y la visibilidad
de los espectadores, se ha añadido una maquinaria escénica informatizada y
completamente silenciosa en una caja escénica muy ampliada", así como una
sala de ensayos para la orquesta que permite recrear la misma acústica del
teatro. Una galería superior eleva la altura del techo cuatro metros, con lo
que la sonoridad ha mejorado ostensiblemente, según su director musical.
La reinauguración estaba
previsto realizarla con el estreno de la ópera Saul de Wolfgang Rihm, pero una repentina enfermedad del compositor
ha obligado a sustituirla en tiempo récord por las Escenas de Fausto de Schumann, aprovechando los decorados ya construidos
para Saul. Partitura difícil de
captar y sin duda con altibajos, pero en conjunto importante, creo que es
bastante más valiosa que sus otras dos extensas obras sinfónico-corales: El paraíso y la Peri y El peregrinaje de la rosa. Varios de los
cantantes previstos para la ópera se han incorporado al oratorio schumanniano.
Barenboim, que al parecer nunca lo había dirigido, lo ha preparado en muy pocos
días. El todavía intendente de la Staatsoper, Jürgen Flimm, de 76 años (que en
2018 será sustituido por Matthias Schulz) ha sido el director escénico, para lo
que ha contado con actores que han recitado y escenificado a Goethe y que se
han repartido los personajes junto a
los cantantes. El espectáculo ha resultado, me parece, un poco largo y
farragoso, con demasiadas peripecias en el escenario. La retransmisión televisiva
por Arte ha gozado de buena imagen, pero de un sonido muy deficiente -más en la
orquesta que en las voces-, por lo que no puedo juzgar a fondo la
interpretación. Los tres cantantes protagonistas han rayado a muy alto nivel:
el barítono Roman Trekel (Fausto), la soprano Elsa Dreisig (a la que no
conocía, como Margarita) y el bajo René Pape (Mefistófeles). Entre los
restantes roles han destacado el tenor Stephan Rügamer y la mezzo Katarina
Kammerloher. Muy bien el coro y, parece ser, también la orquesta, nada bien
recogida como digo (cosas de la televisión, pues el ingeniero de sonido ha sido
nada menos que Friedemann Engelbrecht, de los Estudios Teldex). Así que no
puedo juzgar a plena satisfacción la labor de la batuta, pero me da la
impresión de que ha sido excelente. He aprovechado para reescuchar las dos
grabaciones que tengo de este particular Fausto:
la admirable de Britten (Decca 1973), con Fischer-Dieskau, Elizabeth Harwood y
John Shirley-Quirk, en la que solo el primero aventaja a la versión que
comento. Y la también sobresaliente de Bernhard Klee (EMI 1982), con, de nuevo,
Dieskau, así como con Edith Mathis y Walter Berry. Quizá de entre ellas la
Margarita ideal sea Mathis, mientras Pape es el Mefisto más destacado.
Cuatro días después, el 7,
Barenboim dirigía en la Bebel Platz de la capital alemana la Novena Sinfonía de Beethoven. Una
interpretación al nivel que puede esperarse de él, conocedor como nadie,
traductor como nadie hoy día, del compositor alemán, que en esta ocasión ha
contado con un cuarteto de lujo: Diana Damrau (¡qué pasmosa facilidad para afrontar
la terrible tesitura!), Okka von der Damerau, Burkhard Fritz y René Pape. En
esta ocasión me han parecido especialmente formidables los dos movimientos centrales.
He podido escuchar (y visionar) la novena de Beethoven al aire libre. Creo que has sido muy tímido: ¡nunca he escuchado un scherzo tan increíble! ¡Y cuento con los dedos de una mano los adagios tan fabulosamente bellos! Carlos J. J.
ResponderEliminarPuede ser, sí, creo que tienes razón. La volví a escuchar el viernes junto a unos amigos (a mayor volumen que la primera vez, que fue muy flojito) y he llegado a esa misma conclusión. También me ha agradado especialmente la tremenda carga dramática del primer movimiento, quizá mayor que en las otras (no sé cuántas) Novenas que le he escuchado.
ResponderEliminar