En agosto de 2016 la Orquesta del West-Eastern Divan ofreció con su fundador y director un apasionante concierto que despertó el delirio del ya de por sí entusiasta, ardoroso público de los Proms londinenses. Ahora EuroArts acaba de publicarlo en Blu-ray (y supongo que también en DVD*). El presente Blu-ray posee una calidad técnica extraordinaria: llama la atención lo bien que han llegado a grabar el sonido de una sala tan gigantesca y problemática. Un tirón de orejas a EuroArts: Widmann se escribe con dos enes, lo que no han tenido en cuenta en la portada (sí en la trasera y en el libretillo).
Widmann, Liszt y Schubert
El programa comenzó con una
composición extraordinariamente atractiva y bien escrita -como suele- de Jörg
Widmann, Con brio (2008),
magníficamente -salta a la vista- interpretada y tocada con enorme virtuosismo,
en primer lugar por el timbalero. En el Primer Concierto de Franz Liszt
demuestra Martha Argerich que se halla en impresionante buena forma y que su
limpísima pulsación o, como se le llama a menudo, digitación, siguen intactas como en sus mejores tiempos. Ahora
bien, para mi gusto a veces se deja llevar en exceso por el virtuosismo puro
-algo en lo que nunca cae mi modelo supremo en esta obra: Claudio Arrau-, un
sambenito del que cuesta mucho librar al compositor húngaro. Por otra parte, abundan
las frases líricas o cantables realmente memorables en la interpretación de la
pianista argentina. La atenta batuta, que suena a Liszt a más no poder y recrea
sobre todo el "Quasi adagio" de modo memorable, se compenetra a la
perfección con la solista (curiosamente, en la grabación de Barenboim tocando
junto a Boulez, la concepción es considerablemente diferente; algo similar
habíamos apreciado en el Primer Concierto
de Bartók tocado por él también con Boulez en 2008, muy distinto al que
Barenboim le dirige a Yefim Bronfman en 2011. ¿Quién decía que las
interpretaciones de las obras maestras de la música deben ser únicas?). La propina de Argerich fue un
acierto y un regalo impagable: el excelso Rondó
D 951 de Schubert a cuatro manos con su amigo y paisano: una página de doce
minutos casi desconocida y que no solo es maravillosa, sino que fue tocada
-Barenboim estaba en parte aguda del teclado- con una delicadeza y una
sensibilidad supremas.
Wagner
La segunda parte del programa
fue una maratón Wagner: una maratón, sí, una durísima prueba para la Orquesta
del Diván, especialmente para sus metales. Por cierto, la orquesta, en la que
ya no está Michael Barenboim como concertino, sino el exconcertino de la
Filarmónica de Berlín Guy Braunstein, contaba esa tarde no solo con varios
músicos maduros invitados y procedentes de la mítica orquesta berlinesa y de
otras, sino con algunos instrumentistas de los comienzos del conjunto juvenil
árabe-israelí-andaluz, a los que no les veíamos las caras desde hace tiempo. Es
de no dar crédito la respuesta orquestal, a un nivel realmente estratosférico,
tanto por sus solistas (¡la chica de la trompa en el Viaje de Sigfrido, o la oboísta Cristina Gómez
Godoy en la Marcha fúnebre, entre
otros!). Evidentemente, la agrupación está formada por músicos de alta competencia,
pero la alucinante repuesta no se explica más que por el fervor con el que
tocan y por la pasmosa claridad que la batuta logra en los intrincados pasajes
de la frondosa orquestación wagneriana. La Obertura de Tannhäuser fue ya de diez: honda, ardiente, voluptuosa, solemne,
grandiosa sin grandilocuencia, imponente sin efectismo alguno. Sin duda, la
mejor que le he escuchado al primer intérprete wagneriano de nuestro tiempo.
El Amanecer y Viaje de Sigfrido por
el Rin ha sido siempre especialidad de la casa -todas sus grabaciones son
formidables- y aquí no lo es menos. La Marcha
fúnebre, sin llegar al impresionante tremendismo de su registro en Chicago,
es de una sinceridad y veracidad apabullantes. Parecía increíble que alcanzase
de nuevo Barenboim el auténtico prodigio de su grabación del Preludio I de Los maestros cantores con la Orquesta de
París, un hito que no había logrado repetir... hasta esta velada de los Proms:
solemnidad, entusiasmo, lirismo envolvente, humor, grandeza sin excesos, y todo
con una transparencia pasmosa; un hito memorable, que se repitió en el
enormemente introspectivo y doliente Preludio III. Como propina, un fulgurante,
incandescente, casi desbocado Tercer Preludio de Lohengrin.
*Soporte que
inexplicablemente sobrevive, pese a la existencia del que lo supera con creces
en calidad de imagen y de sonido; y apenas en precio. No comprendo cómo algunos
melómanos siguen sin pasarse al Blu-ray: ¿alguno creerá todavía erróneamente
que los reproductores de BR no leen
también los DVDs? ¡Todos los leen!
Bueno, donde se ponga el Rheinfahrt de Toscanini ;):
ResponderEliminarhttps://open.spotify.com/track/06imyqmjw39v8SRYPYqn1o?si=J3tnXeTPTuS2wOvl_1fXsw
Sí que me gusta de Barenboim su ya añeja versión orquestal del final del "Ocaso" (en la estela de Solti):
https://open.spotify.com/track/54cElxd1zaplsRbGzPGpP9?si=J6lyjnOmQcWBZWwmI89p2A
Por cierto, que me ha sorprendido la Escena de la Inmolación por Bernstein, tan tibiamente wagneriano, recientemente reprocesada:
https://open.spotify.com/track/5GSo3A5i36cd9khqUPrw0z?si=fJXG0xorTP-sFsC8wjJBUA
Saludos.
No es que los bluray cuesten poco más que los dvd, es que en algunas grabaciones sale más barato el bluray, sobre todo si una ópera va en dos dvd y en un solo bluray: hay muchos casos en los que pasa esto. Roberto
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