La flauta mágica dirigida el año
1997 por Barenboim
Tina Kiberg (Pamina), Endrik Wottrich
(Tamino), Roman Trekel (Papageno), ¿Laura Aikin? (Reina de la noche), John
Tomlinson (Sarastro), René Pape (Orador), Pär Lindskog (Monostatos), ¿Anke
Herrmann? (Papagena), Simone Nold (Primera dama). Director de escena: August
Everding. Coro de la Staatsoper y Staatskapelle Berlin. Tokio, 13 de noviembre
de 1997.
He podido ver y escuchar, con sonido
monofónico regular y una imagen muy pobre, esta Zauberflöte por la que sentía curiosidad, sobre todo tras sugerirle
a Barenboim que viniera al Teatro Real (donde yo entonces trabajaba), el año
siguiente al de su última aparición, a dirigirla. Me contestó: "No volveré
a dirigir La flauta mágica", lo
que me dejó helado. No quise preguntarle por qué. Le sugerí hacer esa ópera
porque ya se rumoreaba (y él lo confirmó) que, tras sus triunfales apariciones
en Real con los conjuntos de la Ópera Estatal de Berlín interpretando títulos
de Wagner, Beethoven y Strauss, el gobierno madrileño de Esperanza Aguirre, que
subvencionaba estas representaciones, se negaba a que el año siguiente dirigiese
Moisés y Aarón de Schoenberg (que
nunca se había representado en Madrid), temiendo que no se llenara el Real.
Bueno, esta retransmisión tiene todos los
títulos en japonés, por lo que no me ha sido posible reconocer a todos los
principales intérpretes. Pamina no me parece muy adecuada para la excelente
soprano Tina Kiberg, una voz demasiado voluminosa para ella, lo que en algunos
momentos de su musical interpretación le pasa factura. Lástima que no se
contase ese día con Dorothea Röschmann, que se había alternado con ella en
Berlín. Quien menos me convenció de los principales papeles fue el discreto
(para Tamino) Endrik Wottrich; lástima, de nuevo, que no pudiera ser otro de
los Taminos berlineses, Peter Schreier: ¡otro nivel! Roman Trekel, a pesar de no
ser lo que se dice una gran voz, y además un poco lírico de más, hizo pese a
ello un soberbio Papageno, muy inteligentemente cantado y actuado (¡y
hablado!). John Tomlinson, al que a menudo se le etiqueta de barítono, es en
realidad un bajo-bajo, espléndido como Sarastro (y con un imponente registro
ultragrave). En Berlín se alternaba con él René Pape, que en Tokio cantó,
maravillosamente, el breve pero fundamental papel de Orador. La Reina de la
Noche, tal vez (no estoy seguro) Laura Aikin, posee una voz muy pequeña, pero
una extraordinaria agilidad y, salvo el Fa de su primera aria, estuvo
impecable. Pero, claro, lo ideal para este incisivo personaje, sería una
soprano dramática de agilidad, algo casi imposible. Muy bien Pär Lindskog como
Monostatos. La escena, bien conocida y totalmente tradicional, si bien poco
estimulante, es la de August Everding. En cuanto a la dirección de Barenboim,
se decantó curiosamente más hacia el lado lúdico que hacia el digamos
trascendente, restándole solemnidad. La verdad, no es una de sus tantas
magníficas aportaciones a Mozart. Excelente el coro, y soberana la orquesta.
Los cuentos de Hoffmann con Dmitry
Korchak, Olga Peretyatko y Luca Pisaroni
Director musical: Frédéric Chaslin. Director
de escena: Andrei Serban. Hoffmann: Dmitry Korchak. La Musa, Nicklausse: Gaëlle
Arquez. Lindorf, Coppélius, Miracle, Dappertutto: Luca Pisaroni. Olympia,
Antonia, Giulietta, Stella: Olga Peretyatko. Andrès, Cochenille, Frantz,
Pittichinaccio: Michael Laurenz. Voz de la madre: Zoryana Kushpler. Crespel:
Dan Paul Dumitrescu. Ópera Estatal de Viena, septiembre de 2019.
Confieso que la ópera de Offenbach me gusta
menos que a la mayor parte de los operófilos con quienes lo he comentado; pese
a momentos muy inspirados, buena parte de ella me suena a opereta, y otros
momentos, poco inspirados o algo pretenciosos. En esta versión -que celebraba el segundo
centenario del nacimiento del compositor- se me ha hecho especialmente larga y
cuesta arriba. Un poco debido a la insulsa dirección de Frédéric Chaslin, que
mejoró en el acto de Venecia, y un mucho, muchísimo, debido a la para mí
horrible escena de Andrei Serban, en el fondo tradicional aunque a ratos
intente disimularlo, y con los defectos típicos de quien no tiene nada que
decir: acumulación de objetos y de hechos innecesarios, soluciones de antigua
función de curso de colegio (el acto de Olympia se lleva la palma). La
escenografía, horrorosa.
Como actor -actriz- el único cantante que se
salva es Olga Peretyatko; cuando esto ocurre, lo más normal es que el director
de escena no se haya ocupado gran cosa de dirigir a los cantantes. También es
ella quien me ha gustado como cantante: la soprano que empezó como casi una
ligera ha ensanchado algo la voz, sin ¡milagro! perder en el registro más agudo
y en la coloratura. Por ello, aunque Olympia es el rol que mejor se adapta a su
voz, como Antonia logra un considerable patetismo, y sensualidad como
Giulietta. ¡Qué gran cantante, qué gran artista! Dmitry Korchak, que empezó
como tenor ligero rossiniano, ha ensanchado también algo su voz, pero creo que
no lo suficiente para Hoffmann, que le sigue viniendo grande. Su timbre es
agradable y canta bastante bien (creo que no hace bien en añadir sobreagudos no
escritos, que además no suelen quedarle cómodos), pero es un intérprete más
bien insípido, o un poco melifluo. En el papel de los "malos" me ha soprendido
agradablemente la voz y la línea canora de Luca Pisaroni, pese a que es
preferible una voz algo más grave y dramática. Para los papeles de tenor
ligero, Michael Laurenz muestra una voz demasiado voluminosa, y además tiende a
cantar demasiado fuerte. Sorpresa muy agradable, finalmente: soberbia la mezzo
Gaëlle Arquez como Musa/Nicklausse. Una cantante a seguir.
Y después de escuchar esa Flauta Mágica de Tokio, ¿tienes ya idea de por qué no quería Barenboim volver a dirigirla?
ResponderEliminarROSA.
La verdad es que no. Sigo intrigado. Porque si la razón es que no quedó muy satisfecho de su propia labor (cosa que entendería), la solución sería intentar mejorarla...
ResponderEliminarHablando de Flauta Magica, ¿ha tenido la oportunidad de escuchar la grabacion en la que canta Rolando Villazón ?
ResponderEliminarNo he tenido oportunidad y, la verdad, no tengo gran interés en conocerla: Klaus Florian Vogt me suele gustar regular, y me temo que Villazón haga no poco el ganso como ¡Papageno! En todo caso, estoy a la espera de leer una crítica de alguien de quien me suela fiar.
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