Jan Lisiecki se enfrenta a los 21 Nocturnos de Chopin
Deutsche Grammophon ha registrado una importantísima colección pianística -nada menos que los 21 Nocturnos de Chopin- en una operación que yo denominaría “de alto riesgo”. Pues ha encomendado tan difícil y comprometida empresa a un pianista muy talentoso, sí, pero bisoño. Me refiero a Jan Lisiecki (Canadá, 1995). Este joven se ha metido -o lo han metido- en una gran camisa de once varas. Me explico: toca muy, muy bien, tiene buen gusto y parece poner la mejor voluntad. Pero mi impresión es que solo unos pocos de los Nocturnos los ha entendido a fondo. El Primero (Op. 9/1), los tres últimos y, sobre todo, el Octavo (Op. 27/2) los ha comprendido en profundidad y, en mi opinión, los redondea muy satisfactoriamente. Pero hay varios otros en los que lo encuentro muy perdido (sobre todo el 5º y el 17º), en los que a menudo toca una nota tras otra sin lograr conectarlas entre sí. La verdad, no me ha sorprendido mucho, pues solo un músico superdotado -y Lisiecki no llega a tanto- o un pianista de bandera con larga experiencia puede llegar a dominar la colección de principio a fin. Son muy pocos los que lo han logrado -Rubinstein, Arrau y Barenboim, en mi opinión- y, aun así, ninguno de ellos da lo mejor de sí en todos y cada uno de los nocturnos. Lisiecki podría haber salido airoso en otro proyecto no tan complicado, pero al parecer no ha sabido calibrar sus fuerzas musicales. La toma de sonido es extraordinaria.
Otro Concierto para violín de Beethoven
El sello Peral acaba de dar a conocer el Concierto para violín de Beethoven a cargo de Michael Barenboim y de su padre dirigiendo a la Orquesta del West- Eastern Divan. Es la sexta vez que Barenboim padre graba esta obra excelsa (con Stern, Zukerman, Perlman en CD, Perlman en DVD y en la versión pianística del propio Beethoven, tocando y dirigiendo), demostrando siempre en ella su magnífica estatura beethoveniana. Mi versión favorita de las suyas (¡y de todas!) es la de Zukerman con la Sinfónica de Chicago para DG, pero esta de ahora, registrada para conmemorar el vigésimo cumpleaños de la orquesta de jóvenes israelíes, árabes y andaluces, es diferente a las anteriores, seguramente la visión más clásica de todas ellas por parte de esta batuta. Pero absolutamente admirable y con una respuesta de la orquesta genuinamente beethoveniana, “de libro”.
En cuanto a Michael, a quien hace ya años le escuché en Ibermúsica una muy notable interpretación junto a la Sinfónica de la Radio Bávara y Lorin Maazel (vapuleada, cómo no, en Scherzo) y otra más madurada con su padre en Sevilla hace unos tres años, ha continuado ahondando en desentrañar esta obra en la que muy pocos violinistas han dado lo mejor de sí. Michael demuestra en esta grabación ser un músico a carta cabal, que supera incluso con nota muy alta la comprometidísima (desde el punto de vista artístico) sección central del primer movimiento. Su sonido, algo delgado, no es comparable al de sus colegas muy ilustres, pero lo único que yo le achacaría son algunos detalles aislados aquí y allá, en particular algunos portamentos (ninguno muy exagerado) que juzgo innecesarios. La cadenza del movimiento inicial no es la habitual de Fritz Kreisler, sino una de su propia cosecha, moderna pero que quizá no desentona. “Moderna”, quizá por ser Michael intérprete muy estimable de importantes obras del siglo XX, incluso de páginas de vanguardia: podría ser. La soberbia toma de sonido, a cargo de ingenieros del Estudio Teldex de Berlín, parece ser que fue realizada en público (según indagación de Fernando López Vargas-Machuca) en Buenos Aires el 31 de julio de 2019.
Barenboim padre e hijo y Soltani en Salzburgo
El concierto al que me refiero en el encabezamiento ha tenido lugar la pasada semana (el 11 o el 12 de agosto) en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo, dentro de la programación del festival de verano. Comenzó con la Obertura de Prometeo de Beethoven, que Barenboim probablemente dirigía por primera vez. Interpretación ejemplar de principio a fin, con una Orquesta del Diván en magnífica forma y de "sonido Beethoven" ideal. Vino luego el Concierto para violín y violonchelo de Brahms a cargo de Michael -espléndido aquí, salvo un poco logrado portamento a los 2’37” del comienzo del tercer movimiento- y del sencillamente extraordinario Kian Soltani, no “uno más” de los muy buenos cellistas surgidos últimamente. La dirección de Barenboim me ha recordado su inflamada, dramática y vehemente labor en su grabación, en Chicago junto a Perlman y Yo-Yo Ma, si bien ahora hay algo más de poso e introspección. Ardiente, arrebatador el primer gran tutti del Allegro inicial. Michael y Kian, aplaudidísimos, ofrecieron como regalo una bonita y breve pieza de Reinhold Glière, la Canzonetta op. 39/4.
Desde su grabación con la Orquesta de París (DG 1976) no había vuelto, me parece, a la Sinfonía de César Franck, la más extraordinaria del repertorio francés (aunque no sea lo que entendemos habitualmente por música francesa). No fue una de las cosas más grandes que se le han escuchado a este director, si bien era versión más que notable. La de este mes en Salzburgo (la han hecho también estos días en Colonia, Rheingau, Hamburgo y Berlín) tampoco pasará a la historia, pero fue una interpretación importante. Empezó para mi gusto un poco apresurada, un pelín crispada y con acentuados contrastes particulamente dramáticos, pero pronto cogió “velocidad de mar en calma y viaje afortunado”, es decir mayor amplitud y grandeza. El lento fue sencillamente excelso, y muy en su sitio el final, con un pasaje meditativo maravilloso antes de la coda, en la que, justo en los últimos segundos, los trompetas se desmandaron un poco, en cantidad de sonido y quizá no exactamente ajustados: un pequeño accidente que no pasa de ser una anécdota, aunque muy visible. La propina de rigor fue un introspectivo y hermosísimo Nimrod de las Variaciones Enigma de Elgar.
Lo de Lisiecki es francamente curioso. Es como si quisieran promocionar su carrera demasiado rápido, haciéndole grabar ciclos de gran compromiso muy pronto. Recordemos que antes de estos Nocturnos de Chopin, había grabado ya los conciertos para piano de Beethoven. Y eso que hay repertorios que posiblemente Lisiecki podría hacer mejor y que se han explorado mucho menos. Pienso en las canciones sin palabras de Mendelssohn, por ejemplo; la competencia ahí sería mucho menor, porque la única grabación de un pianista de los grandes es la de un Daniel Barenboim que, me temo, no dio lo mejor de sí en todas las piezas…
ResponderEliminarSería una buena idea que Lisiecki grabase ese precioso ciclo de Mendelssohn, tan poco transitado... Sí, pese a que algunas de las Canciones están interpretadas maravillosamente, Barenboim ha dicho en alguna ocasión que no está muy satisfecho de esa grabación, pues hubo de prepararla casi sin disponer de tiempo.
EliminarPara quien quiera ver el concierto de Barenboim en Salzburgo, está disponible en la página web de Arte hasta el 12 de septiembre. https://www.arte.tv/es/videos/104805-000-A/daniel-barenboim-y-la-west-eastern-divan-orchestra/
ResponderEliminarSaludos.
Hablando de lanzamientos recientes de DG, me parece de considerablemente más interesante el último disco de Alice Sara Ott, titulado "Echoes of life", que contiene como plato fuerte los Preludios de Chopin.
ResponderEliminarSaludos.
Con ese título, pensé que sería un batiburrillo de piececitas. Procuré escucharlo.
EliminarTambién me dio esa impresión: hay que agradecerle a lo genios del marketing por la brillante idea de darles nombres en clave a los discos en vez de señalar las obras y/o compositores interpretados.
EliminarDicho lo anterior, Ott me parece una pianista de indudable talento: en verdad me apena saber que padece de esclerosis múltiple. Ojalá que los síntomas de tan horrible enfermedad no se manifiesten tan pronto.
Saludos.
Sí, sabía lo de la esclerosis múltiple de Alice Sara Ott: una gran pena.
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