domingo, 10 de julio de 2022

Historicismo cuestionado y palos de ciego

  

Qué poco se habla de quienes han abjurado del historicismo

 

Acabo de escuchar y ver en Digital Concert Hall el programa Mozart que en noviembre de 2008 hizo Trevor Pinnock con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Una excelente Sinfonía 25, dirigida desde el clave, un Concierto 9 con Maria Joao Pires -mucho mejor ella que hace años, nada de cajitas de música, aunque tampoco toca fondo en el movimiento lento- y una magnífica Sinfonía 40, decididamente dramática, hecha con auténtica rabia, y haciendo el primer movimiento como prescribe la partitura, un “Molto allegro” que a menudo no se respeta y que da pleno sentido a esa tremenda tensión emocional que hace de esta la más genial Sinfonía de su autor.

 

Sin rastro de historicismos ni nada por el estilo, la orquesta no fue precisamente escuálida en la K 550. He reescuchado las grabaciones de Pinnock (1994, 1995) de ambas Sinfonías con el English Concert y, además de abandonar en 2008 del todo aquellas sonoridades un poco “a lata”, ¡menuda diferencia!: ahora el clavecinista y director no tiene dudas del contenido dramático de ambas Sinfonías (¡las dos de Mozart en el significativo Sol menor!), hasta el punto de que -escuchado sin verlo- podría confundírsele con Karl Böhm en la 25 o con Barenboim en la 40.

 

Pinnock dejó palpablemente claro en este concierto que es un gran músico -siempre lo ha sido, aunque no siempre fue un gran director, como puede apreciarse en algunas de sus grabaciones con el English Concert-, y que ha abjurado en toda regla de sus posiciones de antes. No es la única vez que lo compruebo: ahí están interpretaciones suyas o bien con la Sinfónica de Chicago, o bien con la Kammerakademie Potsdam… Entonces, en los años 90, intuía en buena medida lo que quería, pero no del todo cómo conseguirlo.

 

No es el único músico que ha dado un volantazo en ese sentido: lo hicieron también, entre otros, Christopher Hogwood e incluso Nikolaus Harnoncourt, si bien este irónico polemista no terminó de abandonar los postulados pomposa, arrogantemente llamados “históricamente (bien, se entiende) informados”. Pero es cierto que, en sus últimos años, Harnoncourt reconoció que en realidad no sabemos cómo se tocaba en el siglo XVIII, y que fue consciente de que, “haga lo que haga, incluso cuando sé que lo hago mal, tengo unos seguidores que me admiran ciegamente; todo lo que hago les parece bien”.

 

Sin embargo, ¡qué poco se habla de esto! Es más cómodo, en primer lugar para los propios músicos, seguir chupando del bote mientras ocultan tras el cuento del historicismo sus carencias como músicos-intérpretes. No quiero generalizar, pero ¡hay tantos casos de estos! Puede que alguna vez caiga en desgracia esta moda, este engaño que se ha extendido como una gran mancha de aceite.

 

Los palos de ciego de la industria fonográfica

 

Deutsche Grammophon acaba de publicar un doble CD con las dos últimas Sinfonías de Schubert por Herbert Blomstedt y la Orquesta Gewandhaus de Leipzig. La publicación requiere dos CDs (87’) a causa de las múltiples repeticiones llevadas a cabo por el anciano maestro sueco, que el 11 de julio cumple 95 años. Porque hay varias ocasiones en que, sin esa multiplicidad de repeticiones, ambas Sinfonías caben en un solo disco. (Los más de 15 minutos del tercer movimiento de la me parecen innecesarios, redundantes…)

 

La publicación me ha parecido decepcionante, porque Blomstedt, magnífico intérprete de otros compositores (Nielsen y Sibelius, entre ellos) no tiene mucho de bueno que aportar a estas dos admirables partituras schubertianas: una “Inacabada” muy serena, apenas rebelde, aunque con un segundo movimiento tan hermoso como emotivo. La Novena “La Grande” no me parece, ni de lejos, una de las (pocas) interpretaciones memorables existentes en disco: el primer movimiento, con la introducción y la coda demasiado rápidas, es bastante plano y carente de tensiones y de los oscuros nubarrones que asoman en él. Correcto el 2º, con un clímax no muy escarpado. Cómodo, amable el scherzo, y de nuevo bastante sosegado el finale. Para colmo, la toma de sonido es algo plana, lejana, carente de pegada y de presencia; está claro que, ni con Nelsons ni con Blomstedt, los ingenieros de DG están acertando en Leipzig.

 

¿Por qué no le habrá grabado DG a Blomstedt un programa Nielsen, por ejemplo? ¡Porque no vende mucho! Es cierto. Pero ¿va a vender más un doble CD con dos Sinfonías que cuentan con una discografía extensa y abundante en nombres egregios? Por eso titulo este texto con eso de “palos de ciego”: las grandes discográficas graban últimamente muy poco, pero es que además yerran en no pocos de los discos que publican. Así nos va: haciendo discografías es palpable que la mayor parte de los discos que es obligado incluir son de hace ya bastantes años. Por suerte, desde finales de los 50 hay tomas de sonido que aguantan bien el paso de los años, y no digamos desde en torno a 1980, ¡hace más de 40 años!

10 comentarios:

  1. Precisamente ayer escuché del disco de Blomstedt la versión de la Grande. ¡Qué esquivas que son estas dos obras sublimes! Acertar plenamente en ellas está al alcance de un grupo muy selecto de directores. Sin ser tampoco referencias, creo que me gustan más las versiones de Dresde y de San Francisco.
    Muchas gracias por sus artículos. Tanto su discografía como las de Machuca me han sido muy útiles para estas dos cimas del género sinfónico.

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  2. No parece que la corriente historicista sea una moda pasajera, son ya muchos años y no se vislumbra ningún final en estas prácticas. Reconocer, guste o no, que quizá el historicismo supuso la mayor revolución interpretativa del siglo XX. Desafectos como Harnoncourt, Hogwood, Pinnock, tienen su némesis en Abbado, Chailly o Nagano. A veces la naturaleza humana anhela lo que no tiene. Javier

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    1. No soy un adivino para saber cuánto durará esta moda, sí, moda, porque en definitiva no se sabe cómo se tocaba entonces, y MUCHO MÁS IMPORTANTE, no hay por qué copiar cómo se haría. ¿Alguien copia hoy al sensacional pianista que fue Rachmaninov tocando sus propios Conciertos? ¿O a Ravel dirigiendo su Bolero? Ente otros muchos ejemplos...

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    2. Estoy de acuerdo con usted, Ángel. No podemos saber exactamente como sonaban aquéllas músicas pretéritas. Pero sí creo que en la música barroca se ha conseguido cierto grado de aproximación a través de la recuperación de instrumentos de época, afinaciones históricas y recursos expresivos. El problema es prácticamente no tener alternativa a la hora de acudir a una sala de conciertos para escuchar música de Monteverdi, Purcell, Haendel o Bach. El historicismo, moda o no, terminó devorando dichos repertorios .

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  3. Algunas orquestas historicistas parecen empeñadas en tocar con el sonido más embrutecido y desagradable posible para ser más fieles a cómo se interpretaban originalmente estas piezas. Yo les invitaría a que también dieran muchas más notas falsas y desafinaran más, ya que la técnica instrumental sí ha avanzado muchísimo a lo largo del tiempo. Algun@s parecen preferir estos sonidos a los de las orquestas modernas. En fin...

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    1. Como se interpretaban originalmente estas piezas?. No imagino a Veracini, Tartini o Corelli, virtuosos del violín, desafinando como si no hubiese mañana. Ni a Hotteterre y Philidor produciendo sonidos desagradables en sus traversos y oboes. Ni tampoco a Bach dando notas falsas una y otra vez en el órgano. De la orquesta de Lully las crónicas cuentan maravillas. Que podemos hacer con el repertorio de viola de gamba, chirimía, flauta de pico o vihuela ? Transcribirlo para guitarra eléctrica ...

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  4. Respecto a lo de la industria discográfica que decías, Ángel, hay un caso sobre el que reflexionaba John Bercky hace pocos días en abruckner.com y que, desde luego, me parece revelador. ¿Necesitamos cuatro ciclos de sinfonías de Bruckner (tres en vídeo y uno en audio) por Thielemann? Este director ha venido haciendo las sinfonías con la Filarmónica de Múnich, la Staatskapelle de Dresde y ahora la Filarmónica de Viena. La novedad de este último ciclo es que también va a tener las sinfonías no numeradas, pero ¿acaso Thielemann no puede hacer otra cosa? Fui bastante admirador de Thielemann en los primeros años, pero creo que sobre todo desde ese fallido Anillo vienés en DG está bajando bastante…

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  5. Para mí, los que más me gustan y suelen fallar más bien poco en esos menesteres historicistas son Pinnock y Haïm (una lástima que esta última no tenga tantas grabaciones). Por otro lado, los que más detesto son Harnoncourt (que no le resto su trayectoria y calidad), Norrington y a veces Gardiner. Mención a parte Heras-Casado cuando se pone en este plan, sus conciertos con fortepiano de Beethoven son nauseabundos.

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  6. Este es el primer comentario que escribo en su blog, D. Ángel. Desde que descubrí esa estupenda revista (más antes que ahora) llamada Ritmo, nada menos que en la hemeroteca de la Universidad hace ya más de dos décadas, le he seguido en todas sus reseñas discográficas y artículos. Casi con ansia, deseaba que transcurriera el mes para tener entre mis manos el siguiente número. Eran tiempos en los que los colaboradores de Ritmo me enseñaban la música clásica (Raúl Mallavibarrena, Luis Gago, Jesús Trujillo, el añorado Gonzalo Badenes...) Por no hablar de los excedentes libros en se publicaban en su etapa de editor en el Teatro Real.
    Me gustaría ofrecer mi opinión a propósito de la llamada interpretación historicista; desde que leí su entrada me viene rondando por la cabeza hasta que finalmente me he decidido a compartir mi criterio: ¿Por qué no admitir ambas formas de hacer música? Para ser sincero, me apasiona la interpretación con instrumentos antiguos, pero con ciertas condiciones, no me vale todo. Lo primero y fundamental: música y seriedad. Tan insoportables me resultan los Conciertos de Brandeburgo por Munch / Orquesta de Sinfónica de Boston como aburridísimos los de Harnoncourt / Concentus musicus Wien y, casi al nivel de éste, Savall / Le Concert des Nations. Pero, por suerte, existen otras muchas versiones estupendas.
    Y viceversa, me suelen decepcionar (algo, mucho o muchísimo) las grabaciones de Alan Curtis de Händel y adoro las de Leppard ("musicazo" donde los haya, qué ganas de que editen una caja con sus grabaciones completas, puesto que muchas están descatalogadas).
    Segundo límite: el temporal. Desde mi humilde opinión, Haydn, Mozart y, sobre todo, Beethoven, piden orquestas modernas. Sobre todo a este último le resultaría irrisoria la orquesta de su tiempo si hubiera podido conocer la actual. Por eso me da grima todas las grabaciones de sinfonías del genio de Bonn por orquestas fundamentadas en criterios historicistas, por muy "revolucionarias y románticas" que sean. (¡Ay! cuando se anuncia un disco de Biondi / Europa Galante sobre Mendelssohn). Y se atreven con Brahms, Bruckner...
    En fin, respeto todas las opiniones, como no puede ser de otra manera, pero creo que pueden disfrutarse, bajo ciertas condiciones de calidad, de ambas formas de interpretar.
    Un saludo desde Cubas de la Sagra y gracias por su blog.

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    1. “Hayd, Mozart y, sobre todo, Beethoven, piden orquestas modernas. Sobre todo a este último le resultaría irrisoria la orquesta de su tiempo si hubiera conocido la actual”. Nuevo ejercicio de música-ficción ya bostezado hace años en decenas de foros. ¡Eso sí! En esa ficción la música no se cambia, con los instrumentos actuales (y las plantillas orquestales actuales) Haydn, Mozart y Beethoven seguirían haciendo la misma música, desaprovecharían la mitad del piano actual porque sabemos que Mozart era lerdo. Y no digamos Beethoven que se salió de madres con lo que tenía, no digamos si les damos a los dos instrumentos modernos y una falange. Lo dicho: música ficción.

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