jueves, 30 de diciembre de 2010

Boulez dirige Szymanowski

Otra crítica que aparecerá en “Ritmo”, de un disco que nadie debería perderse:

SZYMANOWSKI: Concierto para violín núm. 1. Sinfonía núm. 3 “Canto de la noche”. Christian Tetzlaff, violín. Steve Davislim, tenor. Coro de la Asociación de Amigos de la Música y Orquesta Filarmónica de Viena. Dir.: Pierre Boulez.

Deutsche Grammophon 4778771

48’44” + 46’46”

DDD

Universal Music Spain

* * * * R S A

Este CD, que podría ser un poco más generoso en duración, reúne las que quizá son las dos obras orquestales más importantes de Szymanowski, el más grande compositor polaco de la primera mitad del XX. Ambas son de la misma época: el Primer Concierto fue compuesto en 1916, el mismo año en que concluyó, tras dos años de trabajo, la Tercera Sinfonía. Ni qué decir tiene que ambas partituras merecen ser mucho más conocidas de lo que son. Inscritas en el impresionismo, son deudoras también del mundo expresivo de un Scriabin. Obras de tan feliz inspiración como magistral hechura, son ciertamente fascinantes. El Concierto, en versión algo más “concreta” y menos “evanescente” que las del especialista Konstanty Kulka (en EMI y Naxos), es no menos extraordinario en manos de un hiperlírico Tetzlaff y de un Boulez con un sentido tímbrico de veras asombroso. En cuanto a la Sinfonía, partíamos de la sensacional versión de Dorati (Decca 1981), pero ésta de Boulez nada tiene que envidiarle en cuanto a elocuencia, grandiosidad y sentimiento de alguna manera “místico”, contando además con un tenor, un coro y una orquesta superiores, por no hablar de la suntuosa toma sonora. El 2º CD, bonus, contiene tres entrevistas (en inglés, alemán y francés) con Boulez sobre Szymanowski y la música del s. XX.

martes, 28 de diciembre de 2010

“Werther” con Kaufmann, Koch y Plasson

A falta últimamente de conciertos, adelanto alguna otra de las críticas que saldrán más adelante en Ritmo. Este “Werther” me parece de no perdérselo.

MASSENET: Werther. Jonas Kaufmann, Sophie Koch, Ludovic Tézier, Anne-Catherine Gillet. Coro y Orquesta de la Ópera Nacional de París. Dir.: Michel Plasson. Dir. escena: Benoît Jacquot.

Decca 0743406, 2 DVDs

162’

DDD

Universal Music Spain

* * * * R A

He aquí, por fin, un gran, grandísimo Werther en DVD. La de Jonas Kaufmann no es la voz que uno se imagina para el rol titular de esta ópera: aquí está más dramática y oscura incluso que la de Plácido en el momento de grabarla con Chailly (D.G. 1979), pero no importa; diría que ni siquiera queda mal, ni mucho menos, sobre todo dentro de esta concepción interpretativa que propone Plasson, tan tremendamente atormentada, rebelde y sombría: ¡chapeau a este director, que en su grabación con Kraus (EMI 1988) no se apartaba de la ortodoxia “francesa”, y ahora conmueve mucho más! Kaufmann encarna al joven poeta con enorme autenticidad y convicción, resultando impresionante (no se olvide que el tenor del estreno, Ernst van Dyck, cantaba Lohengrin, Parsifal y hasta Tannhäuser). Y no canta mal precisamente; ni siquiera acusa problemas técnicos relevantes. Más aún, que ya es decir, me ha conmocionado la tremenda, sobrecogedora interpretación de Sophie Koch, a la que tengo ya como mi Charlotte predilecta. También están estupendos Ludovic Tézier como Albert y Anne-Catherine Gillet como Sophie (no así Alain Vernhes como Burgomaestre). Por si fuera poco, la escena de Jacquot es sobria, bella y esencial, y un acierto pleno la realización. Un Werther, pues, redondo.

martes, 21 de diciembre de 2010

No todo el Haydn de Harnoncourt es igual

Tras mis grandes elogios aquí a su “Orlando paladino”, adelanto mi crítica que saldrá en “Ritmo” (el de febrero de 2011, creo) para que nadie de quienes se fían de mí se lleve a engaño con esta grabación, que me ha parecido horripilante:

HAYDN: Il mondo della luna. Dietrich Henschel, Bernard Richter, Vivica Genaux, Christina Landshamer, Anja Nina Bahrmann, Maite Beaumont, Markus Schäfer. Concentus Musicus Wien. Dir.: Nikolaus Harnoncourt. Dir. escena: Tobias Moretti.

Cmajor 703508, 2 DVDs

167’ + 25’

DDD

Ferysa

* A

La única estrella de la calificación es una media entre dos a la versión musical y cero a la escénica. Filmada en el Theater an der Wien de la capital austriaca en 2009, el director ya octogenario ha estado en esta ocasión (en otras es todo lo contrario) por las sonoridades ásperas y rudas, totalmente descuidadas, al frente de un Concentus Musicus, del que no es fácil saber si es que es malo sin contemplaciones o se le está pidiendo que toque mal adrede. Los cantantes tienen un nivel bajo (muy inferior al de la grabación en CD de Dorati, Philips 1978: Trimarchi, Auger, Mathis, Von Stade, Valentini...): aunque las voces y el canto de Dietrich Henschel, Bernard Richter y Maite Beaumont (esta mezzo navarra es, con diferencia, lo mejor del reparto) son buenos, y no más que aceptables los de Christina Landshamer y Anja Nina Bahrmann; el resto no pasan la ITV. Pero todos cantan bastante despendolados, exagerando hasta caer en la caricatura barata; en los recitativos, ni uno solo se salva. La escena me parece una patochada llena de despropósitos, con innumerables ocurrencias del peor gusto, buscando a toda costa la risa más facilona. Creo desde luego que en España el público de un teatro de ópera no se reiría, sino que sentiría vergüenza ajena.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los 2 Tríos de Mendelssohn por Ax, Perlman y Ma

Hace tres o cuatro meses vi en una tienda un CD de Sony con los 2 Tríos con piano de Mendelssohn por Ma, Ax y Perlman, pero no me atreví a comprarlo antes de que alguien de mi confianza me dijese si de verdad merecería la pena: ¡se les ve tan mayores en la foto de portada!... Al pianista y al volinista como dos casi abueletes, y al cellista no mucho más joven. “¡Cómo han envejecido!”, pensé. “¿Estarán aún en buena forma?”...

Bueno, pues me he hecho con el disco y, nada más ponerlo, me he dado cuenta de que no sólo están en perfecta forma, sino de que son tres intérpretes de tal categoría que redescubren las dos obras.

Emanuel Ax, que en realidad sólo tiene 61 años, está perfecto de dedos (en unas obras, sobre todo el Primero, op. 49) que le exigen mucho, y demuestra por enésima vez que, además de un gran pianista, es un magnífico músico de cámara. Esa es una cualidad que llama mucho la atención en este disco: la enorme compenetración y la capacidad de diálogo entre los tres amigos.

En cuanto a Itzhak Perlman, de 65 años, conserva su bellísimo sonido, su técnica es más que suficiente, la afinación es impoluta... y sigue siendo un enorme artista y un consumado camerista. (O sea, salvo estas últimas cualidades, lo contrario de lo que le pasó al pobre Isaac Stern en sus últimas grabaciones).

Y Yo-Yo Ma, que no es tan mayor (55 años), parece que ha perdido un ápice de su opulenta sonoridad –no estoy seguro–, pero sin duda nada de su extraordinaria musicalidad.

A la luz de estas bellísimas interpretaciones, no tengo más remedio que concluir que todas las que había escuchado anteriormente, incluyendo algunas tan extraordinarias como las del Primer Trío por Horszowski, Schneider y Casals o por Previn, Chung y Tortelier, eran, por comparación con éstas, bastante menos creativas y más deudoras del virtuosismo. El virtuosismo sigue estando, por descontado, en la que ahora se publica, pero es menos evidente y menos un fin en sí mismo, y la creatividad es ahora mucho mayor, y sobre todo el lado tan humano, cálido, lírico y entrañable tan característico de Mendelssohn aflora con mucha más extensión e intensidad.

En definitiva, un disco maravilloso que parece haber pasado sin pena gloria... ¡qué tiempos, en los que tan a menudo se ensalzan, sin embargo, otros que no valen un comino!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Otros tres discos escuchados a ciegas, sin conocer sus intérpretes: Frey, Harnoncourt y Giulini

Haydn: Sinfonías 41, 44 y 47. Versiones, sí, “historicistas”, que aquí significa que suenan tan mal y están tan miopemente interpretadas como pudieron o debieron de serlo en su tiempo. Nada original propone este director, pero sí recoge lo peor de lo peor que se ha podido escuchar en los últimos años: convulsiones, metalatos y timbalazos (no saben sonar más que fuerte o muy fuerte, y tratando de asustar al personal), tempi absurdos (el 2º mov. de la 44 resulta delirante, el “Un poco adagio, cantabile” de la 47 no respeta ni por aomo la indicación, el finale de ésta es tan veloz que no se entienden dibujos de los violines...) y caprichos de todo tipo, como fuertes e injustificados tirones, brutalidad generalizada... ¿Es la “rusticidad” de Haydn excusa para estas “burreces”? (3-4/8)

Este Requiem Alemán me ha parecido un poco monótono y mortecino. Algo plasta. Demasiado resignado todo el tiempo. Sin llegar a blando o llorón, lo es casi casi. Apenas hay drama, ni rastro de rebeldía (escúchense, en el otro extremo, las fugas, en los números 3 y 6, de la primera versión, que acabo de repasar). Las sonoridades orquestales me parecen poco brahmsianas, y demasiado pulidas; si bien muy atentas al detalle –la claridad de texturas es uno de los puntos fuertes de esta versión– pierden de vista el sentido general: más los árboles (algunos árboles) que el bosque. La gran fuga del nº 6 carece de impulso, de progresión, y, algo marcial a ratos, se desinfla al final.

La orquesta parece muy, muy buena, pero suena un tanto impersonal (si es una de las grandes, como es posible, no logro reconocerla por sus rasgos propios) y el coro es, sin duda, extraordinario, aunque tampoco me parece que suene mucho a Brahms, sino con bastantes resabios arcaizantes. El barítono, sin duda Thomas Hampson, está muy bien,

aunque creo que con algo menos de ímpetu y gallardía que con Barenboim II. La soprano no la he localizado, aunque canta muy bien. Muy lírica (puede que lírico-ligera), resulta (¿contagiada de la batuta?) algo monocroma y, ya que no ñoña, sí algo tristona, casi bobalicona. En resumen, versión bastante errada de un, quizá, gran director al frente, desde luego, de importantes medios. Me convence más bien poco (7/8,5)

El programa Ravel/Debussy se debe a un enorme director, sin la menor duda. No puede ser uno más el que dirige con esa poesía, esa ternura y esa sensibilidad tímbrica Mi madre la oca, sin duda lo mejor del concierto. Una versión de entre 9,5 y 10. El Concierto para la mano izquierda tiene de entrada la ventaja de que se entiende cómo comienza: no surge, como sucede tan a menudo, de un marasmo indiscernible. Luego se ve perjudicado por la compresión dinámica en los mayores ff. Pero me parece que está muy bien dirigido. El pianista carece de toda la potencia debida, y las notas más graves en ff le suenan un tanto huecas. Pero extrae momentos de un lirismo interesantes, que, me parece, no resultan fuera de lugar. Se parece poco a las versiones más tremendas, que me parecen lo más idóneo, pero aun así le pondría al conjunto un 7,5 o un 8.

Y en cuanto a El Mar, otra gran interpretación, que aunque está muy atenta a la tímbrica debussiana, me parece que mira aún en cierto modo al romanticismo (maravillosa cantabilidad de algunas melodías, lo que tampoco me parece fuera de lugar). El tercer número, se esté o no del todo de acuerdo con el enfoque, es sensacional. Gracias, en buena parte, a una orquesta extraordinaria. Le pondría un 9. Me cuadraría mucho que fuese Giulini. El sonido, en público, es bastante bueno (7)

Soluciones:

Haydn: Heidelberg Sinfoniker. Dir. Thomas Frey (Hänssler 2007)

Brahms: Gena Kühmeier, Thomas Hampson. Coro Arnold Schoenberg. Orquesta Filarmónica de Viena. Dir.: Nikolaus Harnoncourt (RCA 2010)

Ravel/Debussy: Michel Block, piano. Orquesta Filarmónica de Berlín. Dir.: Carlo Maria Giulini (Testament 2009. Grabación: 1978)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Stefan Schulz, el “rey” del trombón bajo

Nacido en Berlín (en la parte oriental, de la DDR) en 1971, estudió trompa antes de inclinarse por el trombón, en su ciudad natal y más tarde en Chicago. Desde 1993 y hasta 2002 fue miembro de la Staatskapelle Berlin (con Barenboim) y entre 1996 y 2002 tocó también en la Orquesta del Festival de Bayreuth. Desde 2002 es trombón de la Orquesta Filarmónica de Berlín, para la que obtuvo primeramente plaza como trombón y más tarde como trombón bajo, el instrumento en el que se ha especializado.

Ha asistido a clases magistrales de Leon Fleisher, András Schiff, Bruno Leonardo Gelber, Menahem Pressler, György Sandor, Fou Ts’Ong y Ferenc Rados.

Toca también regularmente en el Blechbläserensemble de la Berliner Philharmoniker, en el Ensemble German Brass y en el Daniel Schnyder Trio. Ha sido profesor en el Conservatorio de Hannover, profesor invitado en la Escuela Superior Hanns Eisler de Berlín y desde 2004 ostenta una cátedra de trombón en la Universidad de las Artes de su ciudad natal.

El compositor suizo Daniel Schnyder ha escrito para él la Suite de concierto roTor, habiéndola estrenado en diciembre de 2008.

¿Por qué el trombón de varas ha ganado la batalla al de válvulas, salvo en las bandas de música?

Desde que se perfeccionó, en la segunda mitad del siglo XIX, la construcción de trombones, se ha impuesto el de varas. En las bandas, sobre todo si tocan mientras caminan, es más cómodo el de válvulas.

Parece que mientras en los siglos XVIII y XIX se compuso más música solista para trompa o trompeta, en el XX el trombón ha conocido un período dorado, con muchos conciertos y composiciones de cámara. ¿Cuál es la razón?

En el XVIII abundan las partes destacadas de trombón –sin ir más lejos el solo del “Tuba mirum” en el Requiem de Mozart–, pero los compositores no solían conocer a fondo el instrumento y sus posibilidades, y apenas hubo trombonistas que fueran compositores de alto nivel. Esta situación mejoró en el XIX –ahí está la preciosa Romanza de Weber, aunque no es seguro que sea suya–, y mucho más en el XX, gracias sobre todo a la música de jazz, que ha contado desde hace un siglo con instrumentistas estupendos.

¿Toca usted jazz?

Me gusta, pero no suelo.

¿Cuáles le parecen los conciertos y obras para trombón y orquesta más destacados?

Los de Albrechtsberger, Leopold Mozart, Michael Haydn, Ferdinand David, Wagenseil, Franz Grüber, Alexei Lebedev, Nino Rota, Carlos Chávez, Henri Tomasi, Luciano Berio, Toru Takemitsu, Daniel Schnyder, Poul Ruders...

¿Le parece una combinación adecuada la de trombón y piano? ¿Es en estas piezas el piano un igual del trombón, o un mero acompañante?

En algunas piezas el trombón es solista y el piano sólo acompaña, pero sobre todo últimamente se han compuesto obras en las que ambos instrumentos tienen un papel de similar importancia.

¿Por qué no hay ninguna o casi ninguna obra para trombón solista que forme parte del repertorio bien conocido, como sí ocurre con algunos de trompa o de trompeta? ¿Acaso no existe una sola obra maestra?

Por lo que le dije antes de que los compositores importantes, durante décadas, no han conocido a fondo las posibilidades del instrumento, pero esto ha cambiado mucho en las últimas décadas: creo que entramos en una edad de oro del instrumento, en parte también porque hay bastantes instrumentistas de alto nivel.

¿Qué opina de la transcripción? ¿Es una buena salida para disponer de más repertorio?

Es necesaria por el escaso repertorio original que existe. Pero no se imagina la cantidad de música que puede transcribirse cómodamente al trombón, incluso al trombón bajo: escuche, por favor, los Cuatro Cantos Serios de Brahms (que están en mi primer CD), o, esta noche en el recital que ofrezco, varias canciones del Amor de poeta de Schumann.

¿En ambos casos la voz se corresponde con el trombón, y el piano queda tal cual?

Así es, exactamente.

Las transcripciones que suele tocar ¿son suyas?

Sólo algunas veces.

¿Existen trombonistas que sean permanentemente solistas, sin pertenecer a alguna orquesta importante?

Hasta ahora casi solamente Christian Lindberg –que tiene más discos grabados que ningún otro– ha hecho carrera como solista; la mayoría pertenecemos a orquestas o conjuntos de instrumentos de viento metal, y créame que hay muchos buenos intérpretes en las grandes orquestas de Europa y América.

Con tan sólo 22 años entró a formar parte de la Staatskapelle Berlin. ¿Fue requerido por Daniel Barenboim? Usted había estudiado también en Chicago, ¿le conoció allí?

No, en Chicago no le conocí, sino en Berlín, donde me seleccionó en unas pruebas. Y con la Staatskapelle he estado varias veces en España, incluyendo las óperas que la Staatsoper hizo en el Teatro Real dirigidas por él.

Usted da clases o las ha dado en varias instituciones de Berlín, en Hannover, en Shangai, etc. ¿Qué parte de su tiempo dedica a la enseñanza? ¿Qué le gusta más, tocar o enseñar? ¿Son fácilmente compatibles?

También doy clases en España, por ejemplo en el Musikene de San Sebastián y en el Conservatorio Superior de Zaragoza. Por cierto, tengo en España alumnos muy dotados. Me gusta mucho enseñar y le dedico todo el tiempo que puedo; no hay problema en compatibilizar esto con tocar en la Filarmónica de Berlín y con otros conjuntos. Hay tiempo para todo.

No es la primera vez que viene a España invitado por la Sociedad Filarmónica Madrid-Berlín. ¿Qué relación tiene con ella?

De profunda amistad, desde hace casi diez años, con su director, Ricardo Gassent. Hacen una labor espléndida y estoy encantado de venir a España invitado por ellos.

Su primer CD, que acaba de ser publicado, el “Berlin Recital” (BIS-CD-1824), es tal vez el primer programa grabado exclusivamente de trombón bajo. ¿Qué contiene?

Probablemente es el primero. Está grabado en público en la Sala de Cámara de la Philharmonie y contiene los Cuatro Cantos Serios de Brahms, la Sonata “Vox Gabrieli” de Stjepan Sulek, el Concierto núm. 1 de Alexei Lebedev, la Canción para Lotta de Jan Sandström y el Concierto SubZero de Daniel Schnyder.

Por cierto, usted forma parte del Trío Schnyder; es por el nombre de este compositor suizo ¿no es así?

Sí, pero no tiene una plantilla estable, puede cambiar de instrumentos. Él es un espléndido compositor, saxofonista y flautista suizo, que entiende el jazz tan bien como la música clásica. Algunas de sus obras pueden considerarse cross-over. Yo estrené su Concierto SubZero, que he tocado en Alemania, en Dinamarca, Suecia, Suiza y también en Madrid, con mucho éxito.

Creo que ha grabado un segundo CD, esta vez con orquesta.

Así es, con la Sinfónica de la Radio de Berlín, que aparecerá en mayo de 2011 bajo el mismo sello, Bis.

En el recital de esta noche (1 de diciembre, en la Escuela de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid, probablemente la escuela técnica más activa, gracias en buena parte a los desvelos de José Ramón Tapia), junto a la pianista japonesa Tomoko Sawano, su acompañante habitual, interpreta, entre otras, obras de Ledebev, Sandström y Schnyder, una Sonata de Telemann original para fagot y, de Robert Schumann, el Adagio y Allegro original para trompa, y lieder de Amor de poeta.

Sí, quiero intentar convencer de que un instrumento tan grave y en principio no muy maleable como es el trombón bajo es capaz de cantar como un barítono esas canciones de Schumann. Veremos...

El recital

La actuación de Stefan Schulz la misma tarde de la entrevista colmó todas mis expectativas: posee un sonido bellísimo, redondo, oscuro pero aterciopelado, una afinación rigurosamente infalible, una técnica extraordinaria que le permite, por ejemplo, regular la intensidad del sonido de forma asombrosa, además de un virtuosismo endiablado. Y por encima de todo, es un artista dotado de una musicalidad poco común y que, evidentemente, disfruta y se apasiona con la música.