Una cabezadita y un disfrute
“No es malo echarse una cabezadita durante una
Sinfonía de Bruckner”: esta confesión le habrá encantado a Martín Llade.
Lo malo es que procede de Max Richter, un “maltratador de Vivaldi”
(escúchense sus New Four Seasons), un compositor que va de moderno, pero
que me parece -por lo poco que le he escuchado, y no voy a insistir en conocer más
cosas suyas: Ich habe genug, Ya tengo bastante- superficial, cuentista,
pedante, carente de imaginación; en fin, insoportable, y, claro, muy o bastante
comercial, porque muchos de sus oyentes se convencen escuchándolo de que “les
gusta la música clásica de vanguardia”, ya que no entienden a Messiaen,
a Berio, a Lutoslawski ni a Luis de Pablo.
A fin de cuentas, Max Richter solo demuestra con esa
frase su falta de gusto y su desprecio (no es casual que ponga a Bruckner como
ejemplo de aburrido, porque no pone a Brahms o a Mahler),
sí, desprecio, por uno de los más grandes compositores. Su confesión tiene para
mí el mismo nulo valor que si le oyese decir al hortera batutero superventas André
Rieu que Furtwängler o Klemperer son unos directores coñazos.
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La maravillosa Tercera Sinfonía “Escocesa” de Mendelssohn es mi favorita de su autor, y la tengo por composición a la que es especialmente difícil hacer justicia, hasta el punto de que no me satisfacen la mayor parte de las versiones discográficas, incluso de algunas batutas de gran prestigio. Pues bien, me acabo de encontrar con una interpretación que es la que más me ha satisfecho desde hace 65 años, es decir desde la inmortal grabación de Klemperer con la Philharmonia. Se trata del reciente CD de Warner por Lahav Shani y la Orquesta Filarmónica de Rotterdam (aquí en estado de gracia).
Interpretación genuinamente mendelssohniana, bellísima, entrañable,
conmovedora y nada ampulosa. El CD, de magnífico sonido, se completa con una
excelente versión de la obertura Mar en calma y viaje feliz, así como
con tres Romanzas sin palabras orquestadas por el propio Shani. Creo que
con gran acierto: por ejemplo, la famosa nº 34, op. 67/4 “Spinnerlied” o “Canción
de la hilandera”, me suena tal y como si la hubiese orquestado su autor.
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