domingo, 5 de octubre de 2025

Barenboim se eleva a lo más alto de sí mismo

 

El concierto de ayer pudo celebrarse

Ayer, sábado 4 de octubre, dirigió Daniel Barenboim a la Filarmónica de Berlín un programa Weber/Schubert/Beethoven que quedará en los anales de la gloriosa Orquesta como uno de los mejores de su historia. Hasta pocos días antes no se sabía si podría dirigir, dada la precariedad de su salud. En efecto, al salir al escenario de la Philharmonie berlinesa se pudo comprobar su fragilidad física. Pero dirigió sin partitura, y en pie, sin llegar a subirse a la silla alta que habían situado junto al podio.

La Obertura de Oberon que abrió el programa sonó nueva (“un estreno absoluto”, como ha escrito Xabier Armendáriz en este mismo blog), pues ya su introducción, bastante más lenta de lo habitual -también lo fue la bellísima melodía de la sección central-, reveló detalles desconocidos, iluminando los menores detalles de su escritura. La sección rápida disipó toda duda de si el director iba a ser moroso o carente de vigor. Todo lo contrario: con gestos mínimos, Barenboim transmitió a la orquesta un empuje y entusiasmo quizá inesperados. Dejó bastante atrás sus espléndidas grabaciones de 1979 (DG, Sinfónica de Chicago) y 1996 (DVD EuroArts, Filarmónica de Israel).

No sé cuántas veces había escrito yo que la Sinfonía “Inacabada” de Schubert muy rara vez me convence, incluso en las grabaciones de muy ilustres directores, pues esta obra sublime (no le cabe otro calificativo menos elogioso) es de una belleza y ternura supremas y, a la vez e inseparablemente, trágica y desoladora en el más alto grado. Es poco menos que imposible dar plena satisfacción, compatibilizar ambos extremos. Pues bien, ayer, por fin, se produjo esa cuadratura del círculo. Tan hermosa, bella, tierna y consoladora, más aún que las que más (Klemperer/Viena 1968, Giulini/Chicago 1978, Böhm/Viena 1980…) y tan dramática como las que más (Furtwängler/Berlín 1952, Klemperer/Philharmonia 64, Kertész/Viena 64…). La conclusión de la Sinfonía no puede resultar más desolada y conmovedora. Curiosamente, de las varias grabaciones de Günter Wand, hay una (NDR Hamburgo 2001, DVD TDK) que es quizá la que mejor había equilibrado ambos extremos. Pero esta de Barenboim de ayer es incluso superior a esa, así como a las anteriores del propio Barenboim (Berlín, Sony 1985, Berlín DVD EuroArts 1992 y Diván, Unitel, blu-ray 2019), que se inclinaban mayormente hacia el drama. Lo diré sin ambages: la interpretación más admirable y emotiva que conozco. 

Todas las versiones que le recuerdo a Barenboim -en disco, DVD o en concierto- que le he escuchado de la Séptima Sinfonía de Beethoven me han parecido excelentes, pero seguramente la de ayer ha sido la más lograda de todas. Nada morosa (salvo la introducción del primer movimiento), alcanzó cotas sublimes en el conmovedor a más no poder movimiento lento. Pero ¿faltó energía o entusiasmo en el finale? De ningún modo: desencadenó un fuego perfectamente controlado. Fue una interpretación absolutamente redonda, de principio, una de las dos o tres más admirables que recuerdo. Y tuve una fuerte impresión al escucharla: creo que Barenboim logró una inimaginable síntesis entre el humanismo y las libertades de Furtwängler con el rigor absoluto de Klemperer. Otra cuadratura del círculo.

La Filarmónica de Berlín estuvo increíble, todo sonó con una total precisión, transparencia y empaste, belleza sonora, cantabilidad excelsa de sus grupos y sus solistas… entre estos destacaría, por señalar a un par de ellos, al primer trompa, un oriental cuyo nombre no encuentro, y al oboe invitado, el español Juan Pechuán Ramírez. Actuó como concertino invitado Wolfram Brandl, primer violín de la Staatskapelle Berlín, y reapareció la violista y violinista Madeleine Carruzzo, ya jubilada de la Filarmónica, que quiso volver a tocar bajo la batuta de su viejo amigo Barenboim. 

En suma, en mi opinión, el Barenboim más personal y más genial es el de estos últimos años, tras la irrupción de su enfermedad de Parkinson. No sé si el sentirse más cerca de su final vital le ha aportado la suprema madurez y lucidez que ahora le caracteriza.

Duraciones del día 4 (hubo dos conciertos anteriores, el 2 y el 3):

Weber: 11’18

Schubert: 17’48 (con la repetición) + 12’48

Beethoven: 14’52+9’43+8’46+8’03


2 comentarios:

  1. Mientras Daniel Barenboim siga en activo, hay que escucharle todos los conciertos que se pueda. No sabemos cuánto tiempo nos queda de actuaciones suyas y, aunque luego puedan salir grabaciones desconocidas, como esas Tres piezas para orquesta de Alban Berg de las que hablaste el otro día, lo cierto es que cuando él no esté ya nada será lo mismo.
    Por cierto, durante el intermedio la Filarmónica de Berlín emitió un reportaje en el que distintos músicos de la Filarmónica de Berlín hablaban sobre sus recuerdos de Barenboim. Supongo que en algún lugar de la Digital Concert Hall se podrá seguir viendo. Quienes sepan alemán podrán disfrutarlo y comprobar la manera en la que los músicos hablan de él y le reconocen su capacidad de trabajo y su dominio de un repertorio tan amplio como el que ha manejado el Barenboim director.


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    1. De acuerdo, Xabier.
      Creo recordar que ayer ponía en Digital Concert Hall un rotulito que decía que esas declaraciones se podrían encontrar en la pestaña de "Entrevistas".

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