sábado, 14 de octubre de 2023

Las "Variaciones sobre un tema de Paganini" de Brahms

 

               Gran música y virtuosismo trascendental

 

No suele asociarse el nombre de Brahms al virtuosismo pianístico, como sí ocurre con Liszt, Rachmaninov, Ravel o Prokofiev. Sin embargo, es de dominio público que algunas de sus composiciones pianísticas más importantes –como los dos Conciertos o las Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel– son de una dificultad técnica tremenda. Pero son obras que no buscan la exhibición, sino que por encima de todo están guiadas por criterios musicales; el caso es que, a la postre, resultan ser terriblemente difíciles: es lo que les sucede también a varias Sonatas de Beethoven (la “Waldstein”, la “Appassionata”, la “Hammerklavier”...) y a sus Variaciones Diabelli. ¿Ocurre esto igualmente con las temibles Variaciones sobre un tema de Paganini? No exactamente, pues, sin dejar de ser una obra ante todo musical, Brahms mismo la denominó “estudios para piano” y en ella se plantea cómo resolver diversos problemas técnicos de ejecución. Y, en efecto, puede adscribirse a la ilustre lista de composiciones de gran enjundia musical (de Chopin, Liszt, Scriabin, Rachmaninov, Bartók...) que sirven además como estudios, no para perfeccionar la técnica pianística al modo de los ejercicios para estudiantes, sino para obtener y demostrar un dominio absoluto del teclado. Por otro lado, estas Variaciones no deben ser entendidas como los estudios de Chopin o Liszt, que pueden tocarse aisladamente: cada uno de los dos cuadernos de que consta constituyen un todo continuo y unitario.

La obra fue compuesta en 1862 y 1863, cuando Brahms ya había alumbrado sus tres Sonatas, las 4 Baladas op. 10 y todas sus series pianísticas de variaciones: sobre Schumann, op. 9; sobre un tema original, op. 21/1; sobre una canción húngara, op. 21/2, y sobre Haendel, op. 24. Esta última suele estar considerada la cima brahmsiana del género. Es curioso constatar que en los 16 años siguientes a las Paganini Brahms no escribió nada para piano solo.

El tema de estas Variaciones, op. 35, como es bien sabido, procede del tema del Capricho No. 24 y último de Nicolò Paganini, que es en sí mismo una pequeña colección de variaciones. Este Capricho es la pieza que mayor número de variaciones ha generado en la historia de la música: además de la transcripción libre de Franz Liszt, las series de variaciones de Brahms, Sergei Rachmaninov, Karol Szymanowski, Luigi Dallapiccola, Witold Lutoslawski, Boris Blacher, Nathan Milstein o Andrew Lloyd Webber.

Cada uno de los dos cuadernos de la Op. 35 de Brahms consta de catorce variaciones; el tema se interpreta no sólo al principio del primero, sino también del segundo. Cuando se tocan ambos seguidos, el tema al comienzo del segundo cuaderno suele omitirse. La base de la obra no es tanto la melodía del Capricho como su esquema armónico; Brahms se quejaba en una carta, en 1876, de que la variación había dejado últimamente de sustentarse en la armonía para convertirse en una “variación-fantasía”; pero él mismo recurre en esta obra más o menos a este tipo en la variación XIV de cada uno de los cuadernos, y si acaso también en la VI del segundo. El origen violinístico del tema se detecta en algunas de las variaciones, como en la III del primer cuaderno y en la VIII del segundo. Cada una de las 28 variaciones explora una dificultad técnica particular: octavas, sextas, ritmos superpuestos... Pero también hay piezas en que el virtuosismo no es aparente, sino que prima ellas la delicadeza y la expresividad (cuaderno I: V, XI y XII; cuaderno II: II, XII o XIII).

Carl Tausig (1841-1871), quizá el discípulo más dotado de Liszt, fue buen amigo de Brahms y sirvió de estímulo al compositor hamburgués para la concepción de su Op. 35. Al parecer, Tausig tocaba con notable holgura esta dificilísima obra, lo que da idea de su excepcional dominio del teclado. En su tiempo se las llamó con frecuencia –quizá por ocurrencia de Clara Schumann– Hexenvariationen (“Variaciones de brujas”), lo que da idea de que a esta partitura se la veía con ojos muy distintos que a las Variaciones Schumann o Haendel: se les atribuía un carácter romántico y de algún modo fantástico, frente al mucho más clásico de esas dos últimas series. No les faltaba parte de razón.

 

DISCOGRAFÍA

28 Variaciones sobre un tema de Paganini, op. 35

1930 Urania            Wilhelm Backhaus           16’23           6/5

1937 Naxos            Egon Petri                         17’58           7/6

1949 EMI               Michelangeli                     16’47           8/5

1954 Testament       Geza Anda                        21’55           8/6

1954 Sony?            Charles Rosen                  11’10+10’10   6/5

1957 DG?               Andor Foldes                   21’34             5/5

1965 Decca            Julius Katchen                  11’26+08’54   7/7

1969 Sony              Gray Graffman                 21’47             7/7,5

1975 Philips           Claudio Arrau                   13’58+11’24   9/8

1990 Naxos            Idil Biret                          13’33+11’05   8,5/8

1990 Erato              François-René Duchâble  12’44+10’42   6/7,5

1994 Philips           Sviatoslav Richter             13’17+10’30   9,5/8

1994 RCA              Gerhard Oppitz                 13’17+10’38   8,5/9

1998 RCA              Evgeny Kissin                  13’12+10’25   10/9,5

2006 Virgin            Nicholas Angelich            13’56+11’38   8/9

2007 HMundi         Olga Kern                        14’06+11’58   8,5/8,5

2014 Ondine           Tzimon Barto                   14’05+12’20   8/8,5

2015 Chandos        Barry Douglas                  12’54+10’28   8/8,5

2019 Alpha             Nelson Goerner                12’03+10’08   7/9

10 comentarios:

  1. ¡Cómo! ¿No es la de Barenboim la mejor versión? Imposible. Y si no grabó la obra da igual, seguro que, de haberlo hecho, sería de 10. O de 12 incluso. Corrija ese listado.

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    1. ¡Helo aquí! ¿Se dan cuenta de lo gracioso, lo ingenioso que es él?...

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    2. AGH fueron varias personas (¿dos, tres? Ni lo recuerdo). A una de ellas, lástima, ya no le puedo dar recuerdos.

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  2. La verdad es que no acabo de comprender estas cuestiones. Si a alguien no le gusta este blog, que no lo lea. Dicho esto, estas variaciones son tremendamente virtuosas, pero a mi juicio, el que más. musica extrae, el que ennoblece si cabe aun más la obra, es sin duda Arrau, por encima en ese sentido de Richter y Kissin, ambos de una brillantez insultante.

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    1. Es una opinión que me parece muy respetable, y que -quizá dependiendo del día- podría compartir.

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    2. Me ha encantado lo de "dependiendo del día". Cierto es que el estado de ánimo influye notablemente en una audición. Si se busca humanidad... Arrau. Si se busca brillantez..los otros. Ninguna de las dos se eliminan entre si.

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  3. Sería interesante conocer su opinión de la obra completa para piano solo con Barry Douglas (a quien ya vi que incluyó en este listado). Me parece que en líneas generales y sin ser perfecto pero sí correcto, es una buena primera aproximación dentro de las pocas integrales que hay o conozco en el mercado.

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    1. No he llegado a escuchar toda la Obra para piano de Brahms por Barry Douglas, pero por lo que he escuchado me parece muy en estilo y con un sonido muy propio para Brahms. Pero le falta, creo, un último grado de musicalidad y de inspiración para llegar a ser excepcional.

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    2. A parte de Barry Douglas, hay dos integrales de la obra para piano de Brahms bastante recientes:
      Geoffroy Couteau - La Dolce Volta
      Jonathan Plowright - BIS

      Ambas muy interesantes y con muy buen sonido.

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  4. Ahora si.
    Sus artículos del romanticismo son estupendos, disfruto mucho.
    Un abrazo

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