El pasado martes 17 de
junio moría, a los 94 años de edad, uno de los pianistas más destacados de las
últimas décadas.
De entrada, me gustaría
destacar algunas de sus cualidades y de recomendar algunas de sus grabaciones. Siempre
llaman la atención su musicalidad intachable, inagotable, su sensibilidad y la
belleza de su sonido.
En cuanto a su
repertorio, sus escasos acercamientos a Bach me parecen magistrales. Una
de sus labores más encomiables es la especial atención -rara avis entre
sus colegas- que prestó a las Sonatas de Haydn. Pese a relativos
altibajos, varias de sus Sonatas y de sus Conciertos de Mozart
me parecen modélicos (entre estos últimos destacaría los núms. 15 y 25);
en unas y otros suele destacar más la belleza musical que los tintes dramáticos
de estas obras (Marriner y, tardíamente, el Mackerras historicista no
fueron los colaboradores más acertados). Caso especial me parece su sensacional
Quinteto con viento K 452.
También en Beethoven
se le dieron mejor, por lo normal, las composiciones más serenas o clasicistas
que las de mayores turbulencias; de nuevo el Quinteto con viento (op.
16) es memorable. Algunas de sus Sonatas de su ciclo de finales de
los 70 (3, 7, 20 y 25, sobre todo) me parecen magistrales, así
como las 5 Sonatas para cello con su hijo Adrian, pero en la cúspide
están quizá sus Bagatelas (piezas por cierto nada insignificantes o
banales, a las que seguramente les perjudica su título. Como defendía Tranchefort,
si se les hubiese denominado “Momentos musicales” o algo así, otro gallo les
cantaría, y mayor número de grandes pianistas se habrían acercado a ellas).
Su Konzertstück de
Weber me parece el mejor que conozco.
Siempre fue un schubertiano
de raza, acaso el compositor al que más tiempo dedicó -Beethoven aparte- y al
que defendió con mayor ahínco. Sus primeras grabaciones para Philips (las
analógicas) fueron pioneras en el redescubrimiento de un maravilloso legado
pianístico no muy conocido (sobre todo las Sonatas) hasta entonces.
Extrañamente, algunas de sus últimas grabaciones del autor de Rosamunda
supusieron un leve paso atrás. Recomiendo muy especialmente el álbum de 5 DVDs
del sello EuroArts (filmaciones de 1977) con las obras tardías del compositor,
en el que explica las obras en introducciones extraordinariamente lúcidas e
interesantes.
En Schumann
destacó en el Concierto (sobre todo con Sanderling), en las Escenas
de niños y en un maravilloso disco poco conocido: piezas para oboe y piano
con Heinz Holliger. Curiosamente, a Chopin no le dedicó especial atención.
De Franz Liszt hizo
especialmente bien los Conciertos y Totentanz, las 2 Leyendas
y las piezas de última época.
En mi opinión, en Brahms
sobresalió en el Segundo Concierto con Abbado, en las 4 Baladas y
en las Variaciones Haendel.
La música del siglo XX no
interesó especialmente a Brendel; aun así, son grandes logros suyos algunas
piezas de Busoni, el Concierto de Schönberg (sobre todo
con Michael Gielen) y la Sonata de Alban Berg. En realidad,
Brendel se limitó casi por completo al cultivo del Clasicismo y el Romanticismo
centroeuropeos.
Hombre de profunda
cultura, su libro Sobre la música (Acantilado, 2007) me parece sumamente
interesante y esclarecedor. Y está muy bien escrito.
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