jueves, 8 de septiembre de 2011

“Liszt. My Piano Hero”: Lang Lang sí, Gergiev no

Con una portada bastante hortera, Sony lanza el primer CD monográfico de Franz Liszt por Lang Lang, con el título pretendidamente comercial “My Piano Hero”. Por suerte, el disco no es del todo lo que parece, sino un recital a base de nueve piezas (grabadas en el Teldex Studio de Berlín, en abril de 2011, con sonido maravilloso) bastante o muy conocidas, casi todas musicalmente muy valiosas, más el Concierto No. 1, grabado en público con la Filarmónica de Viena en la Musikverein, dos meses más tarde y con sonido no tan bueno, aunque suficiente.

En el recital, Lang alterna piezas lentas, intimistas e introspectivas con otras rápidas o de exhibición virtuosística. Tiene el valor de comenzar la exquisita romanza “Pourquoi donc”, tocada con una delicadeza extrema. La Campanella se va al otro extremo, y el pianista chino da en ella rienda suelta a su deslumbrante mecanismo, en una de las versiones más soberbias que recuerdo (sólo tal vez Gavrilov, en su disco EMI, es más electrizante). En la Consolación No. 3, una de las páginas más poéticas de Liszt, Lang deja claro que ha asimilado la recreación que de ella hace uno de sus principales descubridores y colaboradores, Barenboim. Baste decir que en ella se sitúa a similar nivel.

El Gran Galop cromático exhibe sus dedos y su sentido lúdico: perfecto. Su Sueño de amor No. 3 es uno de los más delicados, refinados y ensoñadores, antes que de los más apasionados; nadie le negará su poesía de buena ley. Pues Lang no cae nunca en este recital en la cursilería o el empalago. En las Rapsodias húngaras 6 y 15 (ésta en la versión de Horowitz) retorna al exhibicionismo, bastante justificado en estas páginas cuyo principal propósito debía de ser justo ése. Entre una y otra, desgrana con dulzura, elocuencia y expresividad Un sospiro. El recital termina con la transcripción del Ave Maria de Schubert, tocada también con contención y unción. O sea, que Lang Lang vuelve a mostrar sus mejores caras, derrochando talento y sensibilidad, y haciendo alarde (sin irritar) de su apabullante dominio del instrumento.

Gallo de otro cantar es el Primer Concierto: tal vez desorientado por un Valery Gergiev altisonante, pretencioso, que suena a falso y desde luego a muy antiguo (¡qué molesto ese insistente, exagerado y afectado vibrato de las cuerdas en el “Quasi adagio”!). Lang nos deleita con frases muy bien cantadas, nos impresiona con su poderío, nos deja boquiabiertos con la nitidez con que resuelve pasajes intrincados. Pero tiene aquí y allá salidas de tono: tengo la sensación de que no tiene una idea clara de la obra, que suena carente de unidad y de criterio. Algunos de los clímax de la obra no están bien planteados ni se llega a ellos con naturalidad y lógica; también, cómo no, se deja emborrachar en alguna frase por un exhibicionismo vacuo (para comprobar una cosa y otra, escúchese, por ej., entre 1’50” y 2’00” del primer movimiento). Conociendo sus dotes, estoy convencido de que con otro director habría sabido dar mucho más de sí mismo.

2 comentarios:

  1. Me alegro de que el balance final sea bueno. A veces hay portadas que echan atrás, y esta es una de ellas. J.S.R.

    ResponderEliminar