lunes, 30 de diciembre de 2013

Mis mejores discos de 2013 y (algunos de) los peores

 
He visto últimamente listas de algunas revistas y organizaciones que han escogido los, según ellos, mejores discos del año que está a punto de terminar. Algunas son tan surrealistas (léase, casi siempre, PEDANTES) como las películas premiadas por ciertos festivales, pero otras, claro, me han parecido sensatas, esté o no completamente de acuerdo con ellas. Pero, sinceramente, escoger entre los mejores la Norma con la Bartoli y Antonini o la Segunda Sinfonía de Schumann por Abbado me parecen, como mínimo, bromas de mal gusto.
Bueno, voy a intentar pergeñar una lista de los 20 discos (y DVDs/Blu-rays) que más me gustado en los últimos meses, advirtiendo a mis lectores que, al no haberlos escuchado (como es natural) todos, se me habrán pasado algunos que me habrían parecido excelentes. Intentaré, incluso, un orden dentro de ellos:
1º) VERDI: Requiem – Harteros, Garanca, Kaufmann, Pape. Coro y Orquesta de La Scala, Milán. Barenboim (CD/DVD/Blu-ray Decca)
2º) BEETHOVEN: las 9 Sinfonías – Samuil, W.Meier, M.König, Pape. Coro Juvenil Nacional de Gran Bretaña. Orquesta del West-Eastern Divan. Barenboim (DVD Decca)
3º) BARTÓK: Concierto para piano No. 2. PROKOFIEV: Concierto No. 3 – Lang Lang. Orquesta Filarmónica de Berlín. Rattle (Sony)
4º) DVORÁK: Cuarteto No. 12 “Americano”. SMETANA: Cuarteto No. 1 “De mi vida” – Cuarteto de Tokio (Harmonia Mundi)
5º) MAHLER: Sinfonía No. 6 “Trágica” – Orquesta del Concertgebouw. Maazel (DVD/Blu-ray Concertgebouw)
6º) BRUCKNER: Sinfonías Nos. 4 “Romántica” y 5 – Staatskapelle Berlin. Barenboim (DVD/Blu-ray Accentus)
7º) MAHLER: Sinfonía No. 9 – Orquesta del Concertgebouw. Haitink (DVD/Blu-ray Concertgebouw)
8º) WAGNER: Das Rheingold – Pape, Rügamer, Soffel, Larsson, Kränzle, Ablinger-Sperrhacke, Samuil. Orquesta de La Scala, Milán. Barenboim. Cassiers (DVD/Blu-ray Arthaus)
9º) BRAHMS: Concierto para piano No. 2 – Grimaud. Orquesta Filarmónica de Viena. Nelsons (Deutsche Grammophon)
10º) CHOPIN, DEBUSSY: Obras para piano – Perianes (Harmonia Mundi)
11º) BRAHMS: las 3 Sonatas para violín y piano – Sergey & Lusine Khachatryan (Naïve)
12º) PUCCINI: Tosca – Gheorghiu, Kaufmann, Terfel. Coro y Orquesta del Covent Garden. Pappano. Kent (DVD/Blu-ray Decca)
13º) BRAHMS: Los 3 Tríos para piano, violín y violonchelo. Trío para piano, clarinete y violonchelo – Bashkirova, Vengerov, Pergamenschikov, Fuchs, Schwalke (DVD EuroArts)
14º) ZIMMERMANN: Die Soldaten – Muff, Aikin, Baumgartner, Konieczny, Benackova. Orquesta Filarmónica de Viena. Metzmacher. Hermanis (DVD/Blu-ray EuroArts)
15º) WEINBERG: The Passenger – Breedt, Kelessidi, Saccà. Coro Filarmónico de Praga. Orquesta Sinfónica de Viena. Currentzis. Pountney (DVD/Blu-ray Neos)
16º) BLOCH: Sonata para violín y piano No. 2 “Poema místico”. JANACEK, SHOSTAKOVICH: Sonatas para violín y piano – Midori, Özgür Aydin (Onyx)
17º) MOZART: Conciertos para violín Nos. 3 y 4. Sonata para violín y piano K 305 – Ray Chen. Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein. Christoph Eschenbach (Sony)
18º) “(R)EVOLUTIONS”: Obras para cuarteto de cuerda de SCHÖNBERG, BERG y WEBERN – Cuarteto Quiroga (Cobra Records)
19º) RACHMANINOV: Las Campanas. Danzas sinfónicas – Orgonasova, Popov, Petrenko. Coro de la Radio de Berlín. Orquesta Filarmónica de Berlín. Rattle (EMI)
20º) BACH: los 2 Conciertos para violín. Concierto para violín y oboe. Sonatas para violín y clave Nos. 3 y 4 – Janine & Jan Jansen, Ramón Ortega, etc. (Decca)

Y ahora sólo cinco de los PEORES, escogidos no entre los de intérpretes desconocidos o de segunda fila, sino precisamente porque son grandes chascos a cargo de músicos bien importantes, o al menos bien conocidos:
1º) R. STRAUSS: Die Frau ohne Schatten – Solistas, Coro y Orquesta del Teatro Mariinsky, San Petersburgo. Gergiev. Kent (DVD Mariinsky)
2º) BRAHMS: Concierto para violín – Batiashvili. Staatskapelle Dresden. Thielemann (Deutsche Grammophon)
3º) BELLINI: Norma – Bartoli, Osborn, Jo, Pertusi. International Chamber Vocalists. Orquesta La Scintilla. Antonini (Decca)
4º) CHOPIN: Polonesas Nos. 1-6. Polonesa-fantasía – Blechacz (Deutsche Grammophon)
5º) SCHUMANN: Sinfonía No. 2 – Orquesta Mozart. Abbado (Deutsche Grammophon)



























jueves, 26 de diciembre de 2013

“Giulio Cesare” de Haendel en DVD, con Zazzo, Dessay y dirección de Haïm y Pelly


     

La ópera más conocida, y acaso la mejor, de Haendel, sigue sin una interpretación a plena satisfacción en DVD, pero ésta que no hace mucho ha publicado Virgin es bastante destacada, tal vez la que más hasta ahora. Su principal baza es la dirección musical de Emmauelle Haïm, una mujer de un talento, una musicalidad y un atractivo y encanto indudables. Con una orquesta espléndida de instrumentos originales –Le Concert d’Astrée– nada fundamentalista, sino que suena fracamente bien y no se regodea en los maullidos de las cuerdas agudas, y por cierto no precisamente escuálida sino bien nutrida, su dirección está llena de interés y palpitante de vida, no resultando mecánica en momento alguno. Y ¡milagro! no se espanta, sino que se emplea a fondo, en la profunda expresividad (¿prerromántica?) de Haendel en sus arias más conmovedoras, ¡y hay unas cuantas de éstas en esta ópera extraordinaria, genial! Haïm deja muy, muy atrás, a Michael Hofstetter en la producción (¡interesantísima!) de Herbert Wernicke en el Liceu (2004, TDK), con una orquesta muy inferior (la de la casa).

La escena de esta representación de la Ópera de París (Palais Garnier, febrero de 2011), a cargo de Laurent Pelly, puede ser discutible, pero me parece interesante y básicamente respetuosa con la ópera y su argumento: transcurre en el almacén del Museo Egipcio de El Cairo y en el de una pinacoteca de la misma ciudad, y, salvo algunas licencias quizá innecesarias, creo que es no sólo admisible sino hasta acertadamente imaginativa. Lo que más llama la atención es la frivolidad y ligereza de cascos con que se presenta a Cleopatra, que va evolucionando hacia una mujer sinceramente enamorada. No me convence el que convierta a Nireno en un tipo totalmente ridículo.

El elenco no es extraordinario, a decir verdad (sin ir más lejos, el del Teatro Real en 2002 me pareció superior en conjunto: Jennifer Larmore, María Bayo, Catherine Wyn-Rogers, Laura Polverelli, Brian Asawa), si bien la dirección de Alessandrini, con la inexperta en estas lides Orquesta del Real, me decepcionó. Yo prefiero, sin duda, una buena contralto (o mezzo) a un contratenor para el rol protagonista. Por razones muy simples, y que me perdonen los historicistas: las voces femeninas suelen ser mucho más bellas, suelen cantar mucho mejor y poseen mejores armas para interpretar y expresar los sentimientos de su personaje. Así, donde estén Janet Baker o Jennifer Larmore (también en CD con Jacobs), lo siento, pero que se quite el mejor de los contratenores conocido...

Lawrence Zazzo hace lo que puede: desde un comienzo vacilante y de sobreactuación va mejorando, pero posee una coloratura limitada y acusa fuertes cambios de color; en todos los aspectos, Cesare puede dar mucho más de sí. Pese a que tiene al menos un aria con bastante coloratura, creo que una soprano lírica con algo de agilidad es preferible a una ligera, que es lo que es Natalie Dessay. Pero como esta señora posee una técnica excepcional y es una gran artista, su intervención aquí me parece admirable, y eso que la voz ha perdido algo de belleza en la zona alta, habiéndose vuelto más mate. De las Cleopatras que he escuchado, sólo Montserrat Caballé y Beverly Sills me han parecido aún superiores.

Agradable sorpresa la Cornelia de Varhudi Abrahamyan, una voz de mezzo grave, casi contralto, de calidad con una estupenda línea de canto; sólo echo de menos en ella algo más de intensidad expresiva (Bernarda Fink, Ewa Podles...). Muy notable también, tras un comienzo algo gris, la mezzo lírica Isabel Leonard como Sesto, a la que puede achacarse también un poco lo que a la anterior. El contratenor que encarna a Tolomeo, Christophe Dumaux, es un hiperlírico, el equivalente a un tenor ligero. Aquí no pasa, para mi gusto, de la discreción. No llega a eso el mucho más conocido Dominique Visse, que hace aquí un Nireno insufrible: no sólo hace el payasete todo lo que puede (culpa del director de escena), sino que también canta como tal, con multitud de viciosos portamentos y otros tics a cuál más desagradable. Nathan Berg, Achilla, es un bajo de buena voz pero tosco a base de bien (destroza el aria “Dal fulgor”: lo mismo, por cierto, que Furio Zanasi con Jacobs). Aimery Lefèvre, en cambio, es como Curio un bajo ya espléndido en plena juventud.

La edición es completísima, llegando a durar 217 minutos (con aplausos) y contiene subtítulos en castellano. El sonido es bueno, pero la imagen es francamente mejorable: y de edición en blu-ray, ni trazas. ¡Cómo están las grandes compañías disco/videográficas de reticentes con este soporte, que permite una calidad técnica asombrosa! Sólo las menores que se ocupan de música con imágenes se lo están tomando en serio...





sábado, 21 de diciembre de 2013

“Il Trovatore” muniqués con Jonas Kaufmann y Anja Harteros

 

El pasado 6 de julio se representó en la Ópera Estatal de Baviera un Trovatore con dos de los cantantes más importantes de nuestro tiempo. Una oportuna retransmisión ha permitido ver y escuchar esta interesante función, de la que algunos aspectos han sido altamente disfrutables. Pero no todo lo fue, sino todo lo contrario: el irresponsable (de responsable, nada) de la producción, Olivier Py, es en mi opinión un verdadero terrorista escénico. Quien me haya leído unas cuantas veces sabrá que no estoy en contra de puestas en escena creativas, por principio, ni mucho menos. Pero de ahí a tragar con cualquier cosa que se le ocurra a un pretencioso pedante sin ideas que se crea un genio va un buen trecho.

No voy a entrar en detalles ni a perder tiempo –me niego– tratando de entender lo que ese señor haya querido decir: creo que nada que valga un ápice; hacer un esfuerzo, que seguramente no llevará a parte alguna, para intentar comprenderlo sería hacerle un favor que no se merece. Es una producción horrorosa, repugnante incluso, sin pies ni cabeza, plagada de ocurrencias o estupideces caprichosas e incoherentes. Y para colmo, seguro que muy cara (¡qué forma de tirar el dinero para nada!). Fíjense sólo en un par de detalles: Leonora es ciega, y todo lo que se ve en el escenario, todo, es gris o negro. ¡Qué grandes aportaciones, qué gran originalidad! Desconozco si Py ha hecho alguna vez algo que merezca la pena, pero este Trovador basta para que lo incluya en un lugar destacado de mi lista negra.

La dirección musical de Paolo Carignani me pareció bastante desigual: a ratos con pulso y garra, otros decaída y desvaída. Apenas se excita de veras salvo en los finales de acto (efectismo le llamo a esto); el sonido orquestal en los f o ff sólo a veces suena genuinamente verdiano (la presencia de las trompetas suele ser demasiado parca).

De los cinco cantantes principales, dos son excepcionales, dos más que buenos y uno deficiente. Este último es el Conde de Luna de Alexei Markov, voz baritonal robusta pero de técnica primaria y nulo estilo verdiano, que naufraga por completo en “Il balen del suo sorriso”. Francamente bien, en cambio, el Ferrando de Kwangchul Youn. Voz importante la de Elena Manistina, Azucena de grandes altibajos, pues no siempre la domina o la controla; a los cambios de color se le ha de sumar una dudosa sintonía con Verdi.
De Jonas Kaufmann sólo me ha disgustado el recitativo “Quale d’armi fragor”, en el que apiana en exceso produciendo unos sonidos poco canónicos; el aria “Ah! sì ben mio” que le sigue es, sin embargo, admirable desde todo punto de vista. También “Di quella pira”, valiente, en la que repite la estrofa, es excelente, pese a que el agudo final no es todo lo rutilante que uno esperaría. Pero todo su largo y duro papel lo borda por acierto en la caracterización, entrega, inteligencia, pasión y fuerza (de seguir así, creo que no tardará en abordar Otello sin mayor peligro).

Lo más extraordinario de la función fue, aun así, la Leonora de Anja Harteros. Tanto tiempo quejándonos (con razón) de que no había grandes sopranos verdianas; pues bien, ahora hay una capaz de dar completa réplica a uno de los papeles más exigentes de su autor: dramatismo vocal suficiente, agilidad, belleza de timbre, línea de canto magnífica por legato y capacidad de apianar, musicalidad excelsa, conmovedora expresividad... Por favor, que esta señora grabe (o filme) cuanto antes todo lo que pueda y le dé tiempo, para que no ocurra lo que con su última gran predecesora, Julia Varady, que apenas ha dejado testimonios de su arte en óperas completas de Verdi o Puccini. De Harteros tenemos por ahora sólo, en estos autores (es decir, además de su sensacional Elsa, de la Alcina haendeliana, de la Elettra de Idomeneo), Violetta de La Traviata, Maria/Amelia en Simon Boccanegra y sus dos Requiem verdianos (Pappano y, mejor aún, Barenboim). ¿A qué se espera, diantres?



martes, 17 de diciembre de 2013

Otro joven y gran violinista: Ray Chen

 

Tal vez Chen sea un apellido muy común en ciertas zonas de Asia; lo cierto es que cuando vi que un tal Ray Chen había firmado en exclusiva para grabar en Sony me acordé de haberle escuchado (sin saber quién era: el típico disco que me pasa algún amigo sin revelar los nombres de sus intérpretes) un Concierto de Beethoven realmente magnífico a otro Chen, un tal Robert Chen, que resultó ser concertino de la Orquesta Sinfónica de Chicago.

Pues bien, el joven taiwanés Ray Chen (n. 1989) parece no tener nada que ver con Robert, también de Taiwan. Ray se ha formado en Australia, su país de adopción: tras obtener en él numerosas distinciones, resultó el vencedor en dos importantísimos concursos internacionales: el año 2008 en el Yehudi Menuhin, y al año siguiente en el Reina Elisabeth. Maxim Vengerov, miembro del jurado en el primero de ellos, quedó muy impresionado y se aprestó a dirigirle en varios conciertos.

El que acabo de escuchar es su tercer disco para Sony, pues ya había grabado dos que desconozco: uno titulado “Virtuoso”, que contiene música de Bach, Franck, Tartini y Wieniawski, y otro con los Conciertos de Mendelssohn y Tchaikovsky con la Sinfónica de la Radio Sueca dirigida por Daniel Harding.

Este tercer disco es un programa Mozart con los Conciertos Tercero y Cuarto (K 216 y 218) y la Sonata K 305: una verdadera joya en el que tiene no poco que ver Christoph Eschenbach dirigiendo la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein y tocando el piano. Ray Chen, que toca un Stradivarius, posee un sonido muy bello, redondo y sin estrechamientos ni estridencias, posee un legato admirable, una línea de canto muy hermosa, natural y fluida y un estilo mozartiano inmaculado, tan lejos de la quebradiza e insignificante dulzonería de algunos como de la excesiva robustez de otros (Oistrakh, nada menos). Las cadencias, suyas, son tal vez un poco prolijas pero no sacan los pies del plato lo más mínimo (otra prueba de sensatez).

La dirección de Eschenbach, al frente de una orquesta irreprochable (plagada, por cierto, de componentes de nombre hispano), es modélica desde cualquier punto de vista: si la versión del Concierto K 316 es impecable, la del K 218 es una auténtica maravilla. Es curioso: hace muchos años Eschenbach (cuando aún no dirigía) solía tocar un Mozart anticuado: rococó, levísimo, ingrávido (ahí están sus Sonatas para piano de D.G.); hoy no orilla las sombras y la hondura de su música, y eso que esta Sonata no es de las obras dramáticas del salzburgués. Perfectamente compenetrados de nuevo, Chen y Eschenbach ofrecen una versión que no tiene que envidiar a la de Perlman y Barenboim (D.G. 1984, dentro del ciclo referencial de estas Sonatas). Las tomas de sonido son también un acierto completo. Gran violinista, gran disco.(La fecha de edición prevista para España es el 14 de enero de 2014).



viernes, 13 de diciembre de 2013

Todo el Mahler de Pierre Boulez en Deutsche Grammophon

 
Deutsche Grammophon ha agrupado en una caja de 14 CDs todo el Mahler grabado para el sello amarillo por Pierre Boulez. Dado que se trata de una opción sumamente interesante y que su precio es ahora muy conveniente (unos 50 €), es una buena oportunidad para hacerse con la caja, que ocupa poco espacio (su lomo mide menos de 4 cm). Se trata de grabaciones recientes (de 1995 a 2012), todas ellas de alta o altísima calidad técnica.

En general, el Mahler de esta última etapa bouleciana es sobrio, contenido y mesurado, alejado de todo exceso (lo que es rara avis en unos tiempos de excesos de todo tipo con la música de Mahler): son las suyas interpretaciones objetivas, de una claridad excepcional y analizadas y explicadas por una mente musical privilegiada, que han contado siempre, en todos los casos, con cantantes de alto nivel y orquestas todas ellas magníficas.


          

Se han escuchado versiones más volcánicas y arrebatadas (Solti y, sobre todo, Tennstedt en su DVD de EMI, ambas con Chicago) de la Primera Sinfonía (Chicago Symphony, 1999) pero, aun así, estamos ante una interpretación ejemplar, difícilmente irrebatible. El disco se completa con el Totenfeier (Chicago, 1998), versión original del primer movimiento de la Segunda, que encuentro un tanto descomprometido.
Sensacional la “Resurrección” (Wiener Philharmoniker, 2006), si bien su versión en DVD/Blu-ray (EuroArts), del mismo año, me gusta aún un poco más. Extraordinarios no sólo la Orquesta, sino también el Wiener Singverein y las solistas: Christine Schäfer y Michelle De Young.

Puede que esta Tercera Sinfonía (Wiener Philharmoniker, Wiener Singverein, Niños Cantores de Viena, Anne Sofie von Otter), de 2002, sea mi favorita de cuantas conozco. (Sólo lamento, como anécdota, los tremendos portamentos del oboe en “O Mensch!”: ¿de dónde ha salido esta reciente moda? ¿Se ha revisado la partitura?: antes nadie lo hacía así...). El 2º CD se completa con la impresionante versión de Das klagende Lied (2012, sin Waldmärchen) con Dorothea Röschmann, Anna Larsson, Johan Botha, el Coro de la Ópera Estatal y la Filarmónica de Viena: la misma versión del DVD/Blu-ray C Major.

La Cuarta Sinfonía (Julianne Banse, ideal, y la Orquesta de Cleveland, 2000) vuelve a ser ejemplar. Creo que sólo Schwarzkopf/Klemperer, Te Kanawa/Solti y Battle/Maazel me gustan más aún. Parecidos parámetros siguen las impecables Quinta y Sexta (Filarmónica de Viena, 2000 y 1995), si bien comprendo que se puedan preferir interpretaciones más volcánicas o feroces.

La Séptima (Cleveland, 1996) es el gran pinchazo de la serie: no le encuentro justificación ni sentido (no me cansaré de decir que sólo Klemperer ha hecho justicia a esta extraña obra, en la que se han estrellado los más grandes, Solti y Bernstein incluidos). La Octava (Staatskapelle Berlin, 2007) es otro punto fortísimo de esta serie: se trata, sin duda, de una de las más grandes realizaciones y, tal vez, la mejor grabada. Los Coros son de muy alto nivel, y destacados la mayor parte de los solistas. Y la Novena (Chicago, 1998) es no sólo una de las mejor tocadas de la historia del disco, sino una versión de un rigor y veracidad desarmantes.

El duodécimo CD agrupa Des Knaben Wunderhorn (Magdalena Kozena, notable, y Christian Gerhaher, sobresaliente, con la soberbia Orquesta de Cleveland, 2010) y un modernísimo, esencial y antirromántico Adagio de la Décima procedentes del mismo concierto y editados juntos en DVD/Blu-ray por Accentus.
Modélicos igualmente los tres ciclos de lieder que, con la Filarmónica de Viena, grabó Boulez en 2004, con tres cantantes de primer orden: un acertadísimo Thomas Quasthoff en los Fahrenden Gesellen, una Violeta Urmana de hermosísima voz y depurado canto, pero de afinación levemente insegura (¡!) en algún momento de los 5 Rückert, y una conmovedora Von Otter en los Kindertotenlieder (en todo caso, ninguno de ellos puede hacer olvidar a Fischer-Dieskau en el primer ciclo y a Janet Baker en los dos restantes).
El álbum se cierra con una sobria, seca, klempereriana, admirable versión de La Canción de la Tierra (Michael Chance, Violeta Urmana, Filarmónica de Viena, 2001).

En resumen, este de Boulez me parece uno de los ciclos sinfónicos mahlerianos más recomendables, teniendo en cuenta que ni uno sólo de ellos es redondo de principio a fin: ni Haitink (algo periclitado: luego ha ido haciendo versiones aisladas muy superiores), ni Solti, ni Bernstein (D.G.; el de Sony está tan superado como el de Kubelik), Sinopoli o Chailly. Echo de menos la reedición por Sony del de Maazel (con la Filarmónica de Viena). Y, más aún, la edición en DVD/Blu-ray del de Christoph Eschenbach con la Orquesta de París, sólo visto hasta ahora por televisión. No sería descabellado pensar que, de estar comercializado, sería tal vez la opción más recomendable (o sea, por delante de Bernstein/DVD y del de la Concertgebouw en DVD y Blu-ray).











lunes, 9 de diciembre de 2013

Tres recientes discos de Deutsche Grammophon: Blechacz, Dudamel y Nézet-Séguin

 

Las 6 Polonesas habituales más la Polonesa-fantasía de Chopin por Rafal Blechacz es el primero de ellos, y es el único que he devuelto: con eso está dicho todo. Bueno, no todo: no me he quedado con él porque me ha gustado poquísimo, porque carece de fuerza, de elocuencia, de grandeza, de hondura, de humanismo: se trata de lecturas muy rápidas (¡el disco dura unos ocho minutos menos que el de Pollini, que no es precisamente parsimonioso!), atropelladas, en las que la música no respira, en las que frases no tienen trasfondo ni continuidad (transiciones hechas a tropezones). ¡Menudo chasco! No es que me haya entusiasmado un solo disco de este pianista (creo que, en general, sobrevalorado), pero al menos me había parecido serio, y notable, desde sus Preludios de Chopin hasta su programa Debussy/Szymanowski. Pero en las Polonesas ha metido la pata a base de bien: tiene toda la pinta de que las ha grabado no por iniciativa propia, sino porque se lo han pedido, ya que es la música más comercial de Chopin.

Mucho más disfrutable es el de tres poemas sinfónicos de Richard Strauss por Gustavo Dudamel con la Filarmónica de Berlín: Así habló Zaratustra es una versión sólida, muy en estilo, que empieza bien y va a más; Don Juan es caliente, sensual y apasionado sin descontrol. Till Eulenspiegel, en cambio, me ha parecido menos interesante, una versión más rutinaria aun dentro de un buen nivel, pues carece de la plasticidad de las grandes lecturas y es un tanto parca en incisividad. La formidable y tan straussiana orquesta ayuda no poco a que el disco resulte recomendable, si bien las tomas, en público, podrían ser un poco más transparentes; resultan un poquito espesas. El violín solista en el primer poema es el espléndido Daniel Stabrawa, y en los otros dos el sensacional Guy Braunstein. (Aprovecho para citar mis recomendaciones máximas: Maazel/Viena, DG, para Zaratustra; Sinopoli/Dresde, DG, para Don Juan, y Klemperer/Philharmonia, EMI, o Solti/Chicago, Decca, para Till).

        

El tercer disco es el primer registro de Yannick Nézet-Séguin como flamante director titular de la formidable Orquesta de Filadelfia, con la que ha tenido la loable idea de homenajear a su predecesor Leopold Stokowski, ya que éste estrenó en Estados Unidos la obra base del disco, La consagración de la primavera de Stravinsky, realizando, de nuevo con la misma orquesta, la primera grabación americana. El CD se completa con tres transcripciones para orquesta realizadas por Stokowski de otras tantas composiciones para órgano de J. S. Bach: la famosa Toccata y fuga BWV 565, la Fuga 578 y la Passacaglia y fuga 582.
La partitura stravinskiana conoce aquí una lectura un tanto desconcertante, pues en “La adoración de la tierra” el cuerpo orquestal queda como en segundo plano frente a los sucesivos solistas. No ocurre lo mismo, por suerte, en “El sacrificio”, que alcanza una lectura de primer orden. No sé muy bien cómo calificar la interpretación en conjunto: más que la violencia primitiva parece que se persigue ante todo la claridad orquestal. Yo diría que es una visión interesante, más que otra cosa.
En la Toccata y fuga 565 Nézet sigue los pasos de una grabación (la de Decca con la London Symphony) del propio Stokowski, con gran ampulosidad y acusadas libertades en el tempo. Espléndida y esplendorosa también la BWV 582, pero la joya del disco es para mí la Fuga 578, y no sólo porque la orquestación creo que es la más acertada, sino porque es toda una revelación. Impresionante siempre la Orquesta de Filadelfia, acaso la segunda más fabulosa de su país (después de la Chicago). Soberbia la toma de sonido (con la salvedad de ese extraño ¿desequilibrio? en la primera parte de Le sacre.



viernes, 6 de diciembre de 2013

Javier Perianes entusiasma en su disco Chopin/Debussy

 

    

Con el título “...les sons et les parfums”, Harmonia Mundi publica el sexto y último disco por ahora -¿y acaso el mejor?- del pianista onubense, de Nerva en concreto. Grabado en el estudio Teldex de Berlín por el reputado equipo Martin Sauer/Tobias Lehmann, la toma de sonido es en verdad ideal. El programa es sumamente original y establece paralelismos entre obras del polaco y del francés, presentándolas una tras otra, por parejas.
En el DVD que se adjunta (muy bien filmado por Josep Molina), Perianes y el musicólogo francés Yvan Nommick explican con acierto estas concomitancias, que son de índoles diversas. Aunque el disco tenga menos uniformidad que un ciclo de todos los Preludios o los Estudios de uno u otro compositor, por ejemplo, lo cierto que la escucha continuada del programa es sumamente agradable e interesante (máxime, insisto, si se leen los comentarios de Nommick, que ¡oh milagro! vienen también en español).
Quizá la Berceuse chopiniana que abre el disco, divinamente tocada y sonada, no tiene toda la fluidez y naturalidad de las versiones más excelsas. Con algún instante tal vez más vehemente de la cuenta (¡el niño se puede despertar!), queda claro que el pianista no es uno más ni se limita a la rutina; por el contrario, es una versión sumamente personal, lo que siempre se agradece (siempre que no sea algo caprichoso o arbitrario). Fascinante el Clair de lune del francés, que logra una delicadísima luz azulada, una dulce sensualidad y una belleza de sonido fuera de serie. ¡Antológico!
Curioso el parentesco entre el primero de los Estudios op. 25 de Chopin y el Undécimo (“Pour les arpèges composés”) de Debussy, a cuál mejor tocado y entendido (lo de menos es, por suerte, la dificultad técnica, de la que el oyente se olvida). La Cuarta Balada del polaco, repleta de hallazgos sutiles, alcanza una de las lecturas más poéticas y elocuentes que recuerdo, no desmereciendo al lado de las más eminentes. Se empareja con el Cuarto Preludio del Primer Libro (“Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir”), de carácter sin embargo muy diferente: quizá el parentesco más cogido por los pelos, pero que nos permite comprobar una vez más que las cualidades del pianista –y no sólo el sonido– se avienen de maravilla a la música del autor del Preludio a la siesta de un fauno.
El Vals No. 3, op. 34/2 (que no le dura 15’35” como dice el disco, sino, claro está, diez minutos menos) expresa una pudorosa melancolía sin que se resienta la elegancia; asoma, en él, incluso, una cierta coquetería: versión singular, creativa, acertada (que me trae a la mente la versión, filmada, de Barenboim en su recital de 2010 en Varsovia). La plus que lente, igualmente un vals lento, obtiene aquí una memorable recreación que la aproxima, a mi modo de ver, curiosamente, a Granados y a Ravel.
El brevísimo Primer Preludio de Chopin puede servir de eso mismo al también Primero del Libro I (“Danseuses de Delphes”) de Debussy: dos impecables lecturas. Intimista y recatada versión del Quinto Nocturno (op. 15/2) del polaco que da paso a una mágica puesta en sonidos de “La terrasse des audiences du clair de lune”, Séptimo Preludio del libro II.
La Barcarola chopiniana, pieza de mucha más enjundia de lo que su título haría pensar (¡tan diferente de las tiernas y melancólicas breves páginas de Mendelssohn!), es recreada por Perianes dotándola de toda la dimensión que encierra, sin caer en lo pretencioso: arte magistral, sin duda. También en L’isle joyeuse que cierra el disco hay referencias a la luminosidad de Italia: profusión de trinos en ambas piezas, hechos sin el menor mecanicismo, sino con una fluidez y flexibilidad admirables. Un deseo que me deja la audición de este disco es el de querer escuchar más Chopin, e incluso más aún, más Debussy grabados por Javier Perianes.