martes, 29 de diciembre de 2009

El “Trittico” de Puccini con Chailly en La Scala

Hardy acaba de publicar un doble DVD con el genial Tríptico pucciniano, filmado en La Scala en 2008. En vista de lo poco que hay para escoger en este soporte, ésta es una opción francamente recomendable, aunque con sus más y sus menos. De entrada, la calidad técnica es algo inferior a lo habitual en estos tiempos. Sí lleva subtítulos en castellano.

Los elencos son bastante dispares: Il Tabarro es la que sale peor parada, pues Miroslav Dvorsky es un Luigi pálido e insuficiente, con una voz no lo bastante dramática y serios problemas de emisión en el paso. También Paoletta Marrocu, Giorgetta, carece de la envergadura vocal debida, y su registro alto no es precisamente brillante. Ni uno ni otro dan la talla como intérpretes, a diferencia del veterano Juan Pons, espléndido en todos los aspectos como Michele, de no ser porque la voz ya acusa serios síntomas de fatiga, resultando fallida la nota más alta de su parte.

 

Suor Angelica está encomendada a dos grandes cantantes, que la levantan claramente: es lo mejor que le he escuchado a Barbara Frittoli, que no se achanta en absoluto en el aterrador registro agudo y que compone una Angelica totalmente creíble. Marjana Lipovsek le da adecuada réplica como la Tía Princesa, en una composición feroz que de veras sobrecoge. Y la troupe de monjas tiene buen nivel.

Gianni Schicchi, con el también veterano Leo Nucci, tampoco está nada mal servido: ¡hay que ver cómo este barítono, que nunca fue gran cosa, está aguantando años y años, e incluso mejorando! A su lado sobresalen también el Rinuccio del joven y promisorio tenor lírico Vittorio Grigolo y la espléndida Lauretta de Nino Machaidze (triunfadora en Romeo y Julieta de Gounod en Salzburgo, junto a Villazón y bajo la batuta del fulgurante Nézet-Séguin). Buen nivel también de los papeles menores.

 

En cuanto a la dirección musical, Riccardo Chailly convence sin entusiasmar en la primera (le falta fuego y esplendor), mejora notablemente en la segunda (aun quedando por debajo de Pappano o Bartoletti en sus grabaciones) y triunfa plenamente en Schicchi, claramente la ópera de la trilogía que más le motiva. Aquí la orquesta le suena realmente muy bien.

También hace un trabajo serio y cabal en las tres el director de escena Luca Ronconi, que en Angelica llega, me parece, al nivel de excelencia. En resumen, la única competencia seria en DVD viene del Schicchi de Vladimir Jurowski en Opus Arte, con Alessandro Corbelli en el rol titular y la espléndida escena de Elizabeth Arden.

P.D.: el “Concierto de Navidad” de La Scala, con el programa Verdi dirigido por Barenboim, se celebró el 22, no el 24 de diciembre, que fue el día de la emisión por la RAI Uno Televisión.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Concierto de Navidad de Barenboim

La mañana del 24 de diciembre Barenboim dirigió en La Scala, con el Coro y la Orquesta de la casa, un programa “navideño” totalmente atípico, y a mucha honra: dos grandes páginas no operísticas de Verdi: el Cuarteto ampliado a orquesta de cuerda y las Cuatro Piezas Sacras. Creo que era la primera vez que dirigía uno y otras.                                        

El Cuarteto, en Mi menor, es una página maestra poco frecuentemente tocada del autor de Aida, que data de 1873, dos años posterior, por cierto, a esta ópera. Tras los dos minutos iniciales, en los que se produjo alguna vacilación en algunos violines (con los correspondientes desajustes, o casi), la ejecución de las cuerdas de La Scala, fue impecable, lo que no es poco en una obra de esta dificultad. Es más, la sonoridad de los instrumentos de arco fue de una gran riqueza, belleza y pastosidad.

Barenboim, ¡que dirigió la obra sin partitura!, confirió a la página una insólita hondura, una intensidad expresiva y una pasión insospechadas. Por otra parte, “explicó” su estructura como difícilmente lo haya hecho algún cuarteto en una grabación: nunca había entendido tan bien esta obra. Ha sido casi una revelación en toda regla.                                                                                                                                                                                                              Las Piezas Sacras (1898, cinco años después de Falstaff y por lo tanto su obra postrera) tienen bien poco de navideño: una bella, sentida y transparente Ave Maria a capella, un doloroso Stabat Mater, dirigido con un dramatismo y una desazón muy superiores a los de las versiones de Giulini (las dos) y a la de Solti (mis favoritas), un Laudi alla Vergine de gran unción (también a capella) y un impresionante Te Deum, adusto, severo, sombrío, que más que celebrar a Dios lo teme de modo reverencial, y que deja un sabor de indudable amargura.                                                                                                                                                                                                       Características éstas que acentuó Barenboim en su versión, convirtiéndolo en la alabanza a Dios de un agnóstico próximo al fin de sus días. La Orquesta estuvo espléndida, expresiva, brillante y poderosa, y el Coro, muy ajustado: éste es mucho mejor de lo que parece cuando canta ópera en escena, y los desajustes, casi inevitables cuando sus componentes actúan, prácticamente desaparecen cuando cantan quietos y juntos. La entrega e implicación de ambos conjuntos fueron evidentes.

                                                                                                        Con frecuencia se ha señalado el parentesco de las Piezas Sacras verdianas con alguien tan aparentemente alejado de Verdi como Bruckner. El argentino, gran conocedor de este último, no dejó de manifestar todo lo posible estas afinidades, así como con la última Misa (D 950) de Schubert. Lo mismo que el Cuarteto traía a la mente en algún momento la Noche transfigurada de Schönberg, 26 años posterior.                                                                                                                                                                                                        Creo que Barenboim es, también, un espléndido intérprete de Verdi, a juzgar por su Requiem, por su Otello, y por su Aida (sólo conozco la antigua en Berlín, con Varady y Pavarotti), por no hablar de las oberturas de I Vespri Siciliani (Berlín, 1993: alucinante) y La forza del destino (la grabada con la Orquesta del Diván, sencillamente la más genial que haya yo escuchado). A falta de conocer su Traviata, se añaden ahora este Cuarteto y estas 4 Piezas. Y pronto podremos conocer su Simon Boccanegra, con Plácido Domingo como protagonista…

martes, 15 de diciembre de 2009

Recientes hallazgos discográficos

Los 2 Conciertos de Liszt y Totentanz acaban de salir en un disco de Naxos (8.571273), a cargo de la pianista turca Idil Biret y la Orquesta Sinfónica de Bilkent (una ciudad del mismo país) dirigida por Emil Tabakov (grabaciones de 2004 y 2007). Pues bien, para mí estas versiones de los Conciertos, inesperadamente, se sitúan sólo por detrás de las geniales de Claudio Arrau, la London Symphony y Colin Davis (Philips). Versiones tan reputadas como las de Berman/Giulini, Zimerman/Ozawa, Richter/Kondrashin o Brendel/Haitink me gustan claramente menos que ésta. No os la perdáis.                                                                                                                                                                                                                                                                                              

El programa Ravel que acaba de lanzar EMI (9663422), con la Segunda Suite de Dafnis y Cloe, los Valses nobles y sentimentales, La Valse y Mi madre la oca, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Rotterdam y su director, Yannick Nézet-Séguin, es estupendo. Atención a este joven director canadiense, parece que fichado por EMI. Lo primero que le escuché fue el DVD de Romeo y Julieta de Gounod en D.G.; en la crítica para “Ritmo” escribí (marzo de 2009): “Tomen nota del nombre de este director. Estoy convencido de que se hablará mucho de él… es muy evidente que tiene un talento muy por encima de lo habitual”, etc. Pues bien, el programa Ravel reafirma este gran talento. Pero esto no es nada: mi amigo Fernando López Vargas-Machuca me ha pasado una reciente retransmisión de una Séptima de Bruckner al frente de la Filarmónica de Londres (de la que ha sido nombrado principal director invitado) que es impresionante, gloriosa, lo mismo que unos fragmentos de la Octava del mismo compositor que pueden escucharse en su página en internet. Y estas obras ya son palabras mayores. Seguiremos atentos la carrera de este hombre.

Pentatone (PTC 5186126) publicó hace unos meses una sinfonía de Haydn por Colin Davis inédita en CD: se trata de una maravillosa versión de la No. 88, grabada en 1975 al frente de la Concertgebouw de Amsterdam. Estamos ante una de las dos o tres mejores de las que tengo recuerdo: sencillamente ejemplar, una pura maravilla. Y suena muy, muy bien. Lástima que haya sido acoplada con una –la 99- que ya estaba en CD y con una correcta pero insulsa Primera de Beethoven, con la Sinfónica BBC.

Termino con un Blu-Ray (también ha salido en DVD) que me ha dejado “tocado”: la ópera Orfeo y Eurídice de Gluck, cantada en alemán (versión “autorizada” por el compositor), muy bien por cierto (Maria Riccarda Wesseling, Julia Kleiter y Sunhae Im) y soberbiamente dirigida por Thomas Hengelbrock, con un dramatismo y emoción impactantes. Pero lo más singular de esta publicación, lo que hace de ella una auténtica obra de arte, es la coreografía de la genial Pina Bausch, que data de 1975 pero que no ha pasado y dudo que llegue alguna vez a pasar de moda. Baila el Ballet de la Ópera de París (en 2008), con tres solistas extraordinarios: Yann Bridard, Marie-Agnès Gillot y Miteki Kudo. La marca de esta joya es BelAir, y el nº de catálogo, BAC444.  

martes, 8 de diciembre de 2009

“Carmen” en La Scala con Barenboim

La apertura de esta temporada en el mítico teatro milanés se producía con la obra cumbre de Bizet en una versión muy esperada. La función del estreno, el 7 de diciembre, no ha defraudado en absoluto, si bien un aspecto importante -la escena, a cargo de Emma Dante- ha suscitado una fuerte división de opiniones.

Lo más aplaudido ha sido, sin duda, la dirección musical, a cargo del “maestro scaligero”, Daniel Barenboim. Parece que se oyeron unos pocos abucheos (no es fácil asegurarlo), insignificantes frente a los intensos aplausos, pero incluso lo primero no sería de extrañar en un teatro en el que algunas posturas (y prejuicios) se manifiestan con enorme vehemencia (por decirlo finamente). Tampoco es de extrañar demasiado: la versión del Director de la Ópera Estatal de Berlín no ha sido precisamente convencional. Y desde luego muy alejada de lo que se suele entender tópicamente por “lo francés”: suave, delicado, elegante y perfumado. Ésta ha sido una versión hiperdramática, negra, fatalista, agreste y hasta áspera, casi sin concesiones a lo sensual o a lo españolista.

Lo que he leído sobre la Carmen que hacía el inmenso Otto Klemperer (de la que por desgracia no hay testimonios grabados) me lo ha recordado la versión de Barenboim. Escribía Friedrich Herzfeld: “En 1949 [Klemperer]montó en Berlín Carmen de Bizet junto con el director de escena Walter Felsenstein, dando de tan magnífica partitura una visión muy diferente de de las usuales por su carácter incisivo y por la dureza de sus acentos trágicos. La interpretación que hacia la misma época dio a esa ópera Leo Blech resultaba graciosa y amable. No cabía mayor contraste entre una y otra”.

Creo que lo que se dice de la versión de Klemperer puede aplicarse a esta del 7 de diciembre, transmitida por la cadena televisiva franco-alemana Arte y a través de numerosas salas de cine de todo el mundo.

Si bien los dos primeros actos me parecieron admirables por su pasión y su tremenda fuerza, los dos últimos fueron aún superiores, con verdaderos hallazgos, como un preludio del acto III no precisamente apacible sino más bien inquietante (adelantando a fin de cuentas lo que viene a continuación: la escena de las cartas, la atemorizada aria de Micaela, la pelea entre José y Escamillo, el anuncio de que la madre de José se muere). La referida pelea estuvo subrayada desde la orquesta de forma memorable, como igualmente lo fue el exultante preludio IV.

Los coros (incluyendo el infantil) estuvieron muy bien, y aún mejor la orquesta, que respondía de maravilla a tanta furia, y que tuvo solos destacadísimos, alguno vitoreado explícitamente por la batuta.

Lo más discutible fue la escena, sin referencias andalucistas, con cosas incomprensibles, otras deliberadamente feístas, exageradas o hasta demagógicas. También hubo hallazgos acertados, como el traje de novia de Micaela, las cuerdas con las que Carmen es prendida por don José y que acaban prendiendo a éste, la actitud de chulería y superioridad con que Escamillo se comporta en el acto III, o el intento de violación antes de dar muerte a Carmen.

Barenboim, ante el chaparrón de abucheos que caía sobre Emma Dante (también recibía aplausos, quizá no menos, pero en estos casos se oyen más las protestas), no la dejó sola y salió a recibirlos a su lado, lo que sin duda le honra.  

¿Y los cantantes? La protagonista era una incógnita: la joven mezzo Anita Rachvelishvili, a la que la Dante no le dejó ser en absoluto seductora, sino si acaso mujer fatal, ha resultado ser una voz importante, grande, con metal y filo un tanto demasiado incisivo. Hizo un personaje nada convencional, muy de acuerdo con las direcciones musical y escénica, y plenamente convincente, ¡lo que no es poco! Salvo la habanera de entrada (puede que estuviese algo nerviosa frente a la enorme responsabilidad), todo el resto estuvo magnífica, con mención especial para la sobrecogedora escena de las cartas.

Jonas Kaufmann ha mejorado mucho en un par de años su don José desde la filmación dirigida por Pappano (muy bien) y Zambello (poco acertada): su voz es bella, dramática, potente y con squillo en el agudo, pero tímbricamente no muy idónea (a diferencia del don José de la historia, Plácido). Yo lo veo bastante más centrado en el repertorio alemán, y no me extrañaría que en diez años estuviese cantando Tristán. Ahora bien, y pese a algunos defectos canoros mayormente accidentales, su interpretación fue de una intensidad y fuerza expresiva realmente tremendas, a las que no fue posible sustraerse. Fue aplaudidísimo, como su partenaire.

Erwin Schrott posee una gran voz de bajo-barítono, muy adecuada para Escamillo, pero en su aria de entrada tuvo problemas de entonación que desaparecieron después. En cuanto a Adriana Damato, creo que es una magnífica voz de soprano lírica ancha (quizá demasiado ancha para Micaela), pero no estuvo todo lo emotiva que debe en este papel. Tal vez muy pronto, si no ya, la soprano lírica que hizo de Mercedes, Adriana Kucerova, es preferible para Micaela: ¡atentos al nombre de esta guapísima joven! Muy bien también la Frasquita de Michele Losier, bien Gabor Bretz (Zúñiga) y Rodolphe Briand (Dancairo), y algo mayor Francis Dudziak para Remendado, pues ha perdido agilidad.

“La Creación” por Solti en DVD


Un amigo me ha traído de Berlín (¡gracias, Antonio!) un DVD “oficial”, o sea no pirata, comprado en los almacenes Saturn, con buena calidad de imagen y de sonido, una Creación de Haydn de la que no tenía noticia. Su marca es “DigitalClassicsDVD”; el (P) de 1995, “BR/Craig Financiera”, y el número de catálogo, DC10005. Debe de ser de la misma época que su segunda grabación de audio para Decca, grabada en público en el Orchestra Hall de Chicago en octubre y noviembre de 1993 con el Coro y la Orquesta Sinfónica de esa ciudad.

El DVD es con el Coro y la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (cuya actuación apenas desmerece de los míticos conjuntos de la ciudad de Obama) y con el mismo cuarteto vocal, en el que el joven René Pape (Rafael) es sustituido en Múnich por Reinhard Hagen, que por cierto está sensacional: no sólo posee una hermosísima voz de bajo-barítono, sino que canta con una ductilidad realmente asombrosa. ¿Cómo es posible que este hombre, que aún canta, no haya hecho un carrerón impresionante? Algo debe de haber sucedido…

Los otros tres cantantes, los que coinciden con los del CD, están en mi opinión un poco mejor que en Chicago. La soprano Ruth Ziesak allí sonaba en algún momento un pelín relamida, pero aquí no ocurre eso; está admirable desde el punto de vista vocal y del expresivo. También al tenor, Herbert Lippert, espléndido, lo encuentro aquí un poco más comunicativo. Lo menos extraordinario del cuarteto es el Adán de Anton Scharinger, igual de correcto, no más.

Solti siempre ha dirigido muy bien Haydn: ¡hay que ver cómo son sus 12 Sinfonías Londinenses con la Filarmónica de Londres para Decca! Con los dos grandes oratorios de Haydn ha derrochado vitalidad, frescura y espontaneidad. En la presente Creación destaca además una muy resaltable claridad instrumental y coral: prácticamente se escucha “todo” desde el comienzo mismo, la enormemente sugerente “Imagen del caos”. Sólo le reprocharía a Solti que un par de coros, de carácter bastante solemne, los dirija con inconveniente celeridad, como el famoso dúo de Adán y Eva en la tercera parte (algo que, por otra parte, también le ocurre, quizá algo menos acentuado, en el CD de 1993).

Aun así, para mí una Creación en conjunto en primerísima línea entre todas las existentes en CD o DVD. La última gran versión aparecida en CD (sello LSO Live), y que ha sido transmitida por la BBC (con lo cual algunos la tenemos en DVD casero), la de Sir Colin Davis, está más o menos tan admirablemente dirigida, cantada y tocada por coro y orquesta, pero su trío vocal (Rafael y Adán lo hace el mismo barítono, Dietrich Henschel, con escasa fortuna) es inferior, salvo en el caso de la excelente soprano Sally Matthews (Gabriel, Eva). Porque el famoso Ian Bostridge no me acaba de gustar; prefiero sin duda al mucho menos conocido Lippert.