viernes, 29 de enero de 2016

Los mejores discos de 2015



Un lector me pide que haga, como hice años anteriores, una lista con los -según mi criterio- mejores discos aparecidos en 2015, y también con los peores. Accedo, pero con varias cautelas: con toda seguridad han salido discos muy buenos que no he escuchado, así que tómese como los mejores de 2015 que han llegado a mis manos, oídos y ojos.
En cuanto a los peores, no me atrevo, porque seguro que se me han escapado la mayoría, y apenas me he topado con horrores que no esperase, así que me van a perdonar los lectores que esta vez no haga esa segunda lista. Vamos allá con los que más me han gustado, teniendo en cuenta no solo altura de las interpretaciones, sino también el interés de la aportación al repertorio. El orden es alfabético de compositores:

ARENSKY: Quinteto con piano. Cuarteto No. 2. Trío con piano No. 1. Spectrum Concerts Berlin (Naxos)

BEETHOVEN: los 6 Cuartetos op. 18. Cuarteto de Jerusalén (Harmonia Mundi)

BERNSTEIN: West Side Story. Silber, Jackson, Vosk, Vortmann, Bullock. Coro y Orquesta Sinfónica de San Francisco. Michael Tilson Thomas (San Francisco Symphony)

BRAHMS: los 2 Conciertos para piano. Daniel Barenboim. Staatskapelle Berlin. Gustavo Dudamel (Deutsche Grammophon)

BRAHMS: Serenata No.2. Rapsodia para contralto. Sinfonía No. 2. Sara Mingardo. Coro de la Radio Bávara. Orquesta del Festival de Lucerna. Andris Nelsons (DVD y Blu-ray Accentus)

BRUCKNER: Sinfonía No. 9. Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim (DVD y Blu-ray Accentus)

CHOPIN, RACHMANINOV: las Sonatas y piezas para violonchelo y piano. Alisa Weilerstein, Inon Barnatan (Decca)

CHOPIN: los 4 Scherzi. TCHAIKOVSKY: Las Estaciones. Lang Lang (CD, DVD y Blu-ray Sony)

DOWLAND: "Mister Dowland's Midnight" - Christoph Denoth (Signum)

DVORÁK: Rusalka. Fleming, Beczala, Zajic, Magee, Reylea. Coro y Orquesta del Metropolitan, Nueva York. Yannick Nézet-Séguin (DVD y Blu-ray Decca)

FAURÉ: Sonata para violín y piano No. 1. R. STRAUSS: Sonata para violín y piano. Itzhak Perlman, Emanuel Ax (Deutsche Grammophon)

GRANADOS, TURINA: los Quintetos para piano y cuarteto. Caliope. Javier Perianes, Cuarteto Quiroga (Harmonia Mundi)

GRIEG: Concierto para piano. 12 Piezas líricas. Javier Perianes. Orquesta Sinfónica de la BBC. Sakari Oramo (Harmonia Mundi)

HINDEMITH: los Cuartetos. Cuarteto Amar (Naxos)

MOZART: Sonata para 2 pianos K 448. SCHUBERT: Variaciones a 4 manos D 813. STRAVINSKY: La consagración de la primavera (2 pianos). Martha Argerich, Daniel Barenboim (CD Deutsche Grammophon, DVD y Blu-ray EuroArts)

MOZART: Don Giovanni. Mattei, Netrebko, Terfel, Filianoti, Frittoli, Prohaska, Kocan, Youn. Coro y Orquesta del Teatro de La Scala, Milán. Daniel Barenboim. Robert Carsen (DVD y Blu-ray Deutsche Grammophon)

MOZART: El rapto en el serrallo. Damrau, Villazón, Seig, Prohaska, Schweinester, Quasthoff. Vokalensemble Rastatt. Orquesta de Cámara de Europa. Orquesta de Cámara de Europa. Yannick Nézet-Séguin (Deutsche Grammophon)

RIMSKY-KORSAKOV: La novia del zar. Peretyatko, Rachvelishvili, Kränzle, Cernoch, Kotcherga, Schabel, Rügamer, Tomowa-Sintow. Coro de la Ópera Estatal y Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim. Dmitri Tcherniakov (DV y Blu-ray BelAir)

SCHUBERT: Fierrabras. Schade, Kleiter, Bernheim, Röschmann, Werba, Zeppenfeld, Kálmán. Coro de la Ópera Estatal y Orquesta Filarmónica de Viena. Ingo Metzmacher. Stein (DVD y Blu-ray C Major)

SCHUMANN: Amor y vida de mujer. Liederkreis op. 39. BERG: 7 Lieder tempranos. Dorothea Röschmann, Misuko Uchida (Decca)

R. STRAUSS: Así habló Zaratustra. Macbeth. Las travesuras de Till Eulenspiegel. Orquesta del Concergebouw, Amsterdam. Andris Nelsons. (DVD y Blu-ray C Major)

SZYMANOWSKI: El Rey Roger. Kwiecien, Jarman, Pirgu, Begley, A.Ewing, Zwierko. Coro y Orquesta de la Royal Opera House, Covent Garden. Antonio Pappano. Kasper Holten (DVD y Blu-ray Opus Arte)

VERDI: Aida. Harteros, Kaufmann, Semenchuk, Tézier, Schrott, Spotti. Coro y Orquesta de la Academia Santa Cecilia, Roma. Antonio Pappano (EMI)

VERDI: Nabucco. Domingo, Monastyrska, Kowaljow, Carè, Pizzolato. Coro y Orquesta de la Royal Opera House, Covent Garden. Nicola Luisotti. Daniele Abbado (DVD y Blu-ray Sony)

WAGNER: Tannhäuser. Seiffert, Petersen, Mattei, Prudenskaya, Pape, Sonn. Coro de la Ópera Estatal y Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim. Sasha Waltz (DV y Blu-ray BelAir)

martes, 26 de enero de 2016

Thielemann intenta seguir los pasos de Carlos Kleiber en "Der Freischütz"



 
El cazador furtivo que Carlos Kleiber grabó en Dresde para DG el año 1973 es una de esas escasas grabaciones míticas de ópera, que nadie se atreve a discutir. En mi opinión su genialidad es indudable, pero también me parece que esa forma de interpretar la famosa ópera de Weber es cuando menos discutible, pues está presidida por esa típica efervescencia tremendamente nerviosa del mítico director alemán, del que tantos adoran sin paliativos todo lo que dejó grabado, hasta llegarse a la grotesca situación de incluir entre esas maravillas sus grabaciones de la Tercera Sinfonía de Schubert o de la Sinfonía "Pastoral", dos versiones banales y hasta frívolas. 

Bueno, volviendo a Der Freischütz, la interpretación de Kleiber hijo posee magnetismo, consiguiendo de algún modo que algunos de sus desenfrenados tempi nos puedan seducir y arrastar. Porque esos arrebatos furibundos hasta lo convulso (el primer número que sigue a la obertura o el coro de cazadores que abre el último cuadro de la ópera) nos transmiten la impresión de que están motivados por un temperamento desbordado, de que son sentidos así, que son sinceros, es decir que el director no está montando el número de exhibir mero virtuosismo. A mí me atrae mucho su versión, pero me parece que las grabaciones de Rafael Kubelik (Decca 1980) y de Colin Davis (Philips 1991), muchísimo menos reputadas, son sin embargo interpretaciones más razonables y más indiscutibles. 

El cazador furtivo no estaba hasta ahora bien representado en DVD/Blu-ray, pues la grabación dirigida de modo más bien gris por Ingo Metzmacher (Arthaus 1999), con un reparto discreto, está lastrada por una horrible escena de Peter Konwitschny, y la de Harnoncourt (TDK 1999), con un elenco sobresaliente, tampoco me convence ni por la batuta (¡mucho más centrada en el CD Teldec de 1996!) ni por la escena de Ruth Berghaus. Así que cuando vi que C Major lanzaba en DVD y Blu-ray (es la primera filmación ene este soporte de alta definición) otra grabación, dirigida por Thielemann, me lancé a por ella pese a que el elenco me ofrecía varias dudas. Representada también en Dresde (abril-mayo de 2015), parece que Thielemann ha intentado emular la mítica gesta que Kleiber llevó a cabo en el mismo teatro y con la misma orquesta. Pero lo cierto es que, por temperamento, Thielemann suele ser muy diferente de aquél. Y la sensación de que Thielemann fuerza las cosas para parecerse a él es inevitable. Esos tempi aquí y allá casi desquiciados (a veces incluso más veloces aún) suenan forzados; lo que en Kleiber era ardor casi incontrolado movido por el fuego y el entusiasmo, aquí no resulta igual de creíble; el coro de cazadores, por ejemplo, suena demasiado militar y cuadriculado. Es lástima, porque muchos momentos de la ópera están muy bien llevados, y la orquesta es una gloria (el coro, que también es espléndido, tiene tendencia a cantar aquí demasiado fuerte). La obertura, esa magnífica página, está en general muy bien, y sería una de las grandes versiones de no ser por algún que otro hallazgo (breves, pasajeros, por suerte) un poco fuera de lugar (Thielemann parece empeñarse en hacer este tipo de puntuales aportaciones, vengan o no a cuento) y en hacer que, en la coda, el timbal aporree a base de bien.

El elenco es algo desigual: Michael König es un Max bien encaminado, pero su atractiva voz de tenor spinto deja ver aquí y allá deficiencias técnicas. Sara Jakubiak es una soprano algo más dramática de lo ideal para Agathe, con agudos un poco destemplados, cierta incomodidad al apianar y hasta problemillas de afinación; además es muy mala actriz. Georg Zeppenfeld es un bajo cavernoso de voz muy timbrada y con notable agilidad; para Marke sería muy inadecuado pero no así para el malvado Kaspar. Más que correctos la Ännchen de la lírico-ligera Christina Landshamer y el bajo-barítono Albert Dohmen (Kuno), espléndido el joven barítono Sebastian Wartig como Kilian, flojo el Ottokar de Adrian Eröd y muy deficiente el Eremita de Andreas Bauer: vozarrón de bajo, de feo timbre y ruda, casi inexistente, técnica. 

La escena, con escenografía adecuada, es convencional y está algo recargada con detalles innecesarios; los coros no están bien movidos y lo cantantes, dejados un poco a su aire, quedando en evidencia las carencias actorales de varios de ellos. Soberbios imagen y sonido, y subtítulos en castellano.

viernes, 22 de enero de 2016

"El Rey Roger" de Szymanowski por Pappano en blu-ray

Dos "Sires": Mark Elder y Antonio Pappano



Una de las óperas más interesantes de la primera mitad del siglo XX, El Rey Roger (1926), está adquiriendo por fin una posición acorde con sus méritos: de ser casi desconocida fuera de Polonia, en los últimos años se está representando con cierta frecuencia y hasta grabando y filmando en más de una ocasión. La grabación de audio de Rattle (EMI 1999) en Birmingham empezó a ponerla en el mapa. En DVD y Blu-ray apareció el año 2010 una versión de interés, del sello C Major, filmada en el Festival de Bregenz con la Sinfónica de Viena, dirección musical de Mark Elder y escénica de David Pountney. La he vuelto a ver para compararla con la que acaba de salir, y ahora, por contraste, me ha gustado algo menos que la primera vez. Elder convence, pero no tanto como Rattle, y bastante menos que Pappano. Su reparto es notable -Scott Hendricks como Roger, Olga Pasichnyk como Roxana, Will Hartmann como el Pastor-, pero pincha claramente por el Erdisi de John Graham-Hall. Bastante bien la orquesta y espléndidos los coros, lo que deja que desear no poco es la escena de Pountney, muy esteticista al modo de Robert Wilson, y en la que se produce indebidamente una orgía de sangre, cuando debía ser de sexo. Una indudable ventaja de esta versión es que posee subtítulos en castellano, de los que carece la que acaba de lanzar Opus Arte, con sonido e imagen aún más refinados.

Antonio Pappano es un director operístico casi todoterreno (en Mozart me ha gustado mucho menos: Le nozze di Figaro) de un nivel sostenidamente muy alto. Lo mismo que Levine en los 70, Pappano dirige una gran parte de las óperas que se filman en estos últimos años. Excuso decir cuánto hemos ganado con el cambio, trátese de los italianos o de Wagner, entre otros compositores. Pues bien, en El rey Roger Pappano hace un trabajo excepcional, deslumbrante y fascinante. Atina de lleno en con la atmósfera del acto I, de resonancias sacras remotas, y en los dos restantes con su tensión, lirismo, pasión y voluptuosidad. Pocas veces la Orquesta del Covent Garden le ha sonado tan rematadamente bien. El reparto de esta versión es bueno, con una excepción: de nuevo el intérprete de Erdisi, no tan deficiente como el de Elder, pero sí algo endeble, pues Kim Begley está bastante mayor (¡cómo se echa de menos al de Rattle, nada menos que el desaparecido Philip Langridge!). El rol titular está, en cambio, magníficamente servido por su gran especialista actual, Marius Kwiecien, quizá uno de los más destacados barítonos hoy. Francamente bien Georgia Jarman (Roxana) y Agnes Zwierko (la Diaconesa), y correctos Saimir Pirgu (el Pastor) y Alan Ewing (Arzobispo). La escena, visualmente muy poderosa, constituye, creo, un gran éxito de su responsable, Kasper Holten. Me parece una versión muy recomendable, sobre todo porque parece poco probable que aparezcan más en los próximos años. Lástima la ausencia de subtítulos en español.

jueves, 21 de enero de 2016

Mompou por Volodos: recomendación urgente



 
Amazon tiene al precio de ¡tres euros! un disco absolutamente maravilloso, que no conocía y que me he comprado en esta increíble oferta. En unas notas que incluye el CD (también en español) Arcadi Volodos revela su enorme admiración por la música para piano de Mompou; la música, desde luego, merece esos elogios (llevo años pensando que alguna vez se apreciará a Mompou mucho más que hasta ahora), pero es que, en su interpretación, Volodos deja patente que no exagera, y da lo mejor de sí. Nunca le había escuchado a este pianista algo tan extraordinario, tan increíblemente inspirado. El disco, de Sony (2013), para colmo, está estupendamente presentado y suena que da gloria. ¡No os lo perdáis! (¿Qué contiene? Las Escenas de niños, 8 piezas diversas -entre ellas dos transcripciones hechas por Volodos- y 11 piezas de la Música callada, esa cima del piano del siglo XX, no ya de España sino de cualquier país).

jueves, 14 de enero de 2016

Rudolf Serkin interpreta Beethoven



Uno de los numerosos álbumes blancos, tantos de ellos interesantes, que Sony/BMG está publicando, a precio muy reducido, es la recopilación de grabaciones con música de Beethoven realizadas por el pianista austriaco-estadounidense Rudolf Serkin (1903-1991). A primeros de los 80 grabó algunas sonatas más, de última época, para Deutsche Grammophon (que, claro está, no se recogen aquí). Creo que, de todas estas interpretaciones, solo conocía algunas pocas sonatas de las 18 (17 diferentes, entre ellas dos versiones de la No.31) que contiene, además del Concierto "Emperador".
 
Confieso que, aunque le tengo mucho respeto, son pocas las grabaciones que haya escuchado hasta ahora a Serkin que de veras me hayan entusiasmado. Lamento adelantar que, de los 11 CDs de este álbum, siguen siendo pocas las que me parecen de veras extraordinarias. Pero por descontado que no me arrepiento de haberlo escuchado e incorporado a mi colección, pues es, sin duda, un artista a conocer. Su mecanismo es pulquérrimo, muy nítido y transparente, si bien su pulsación es muy poco variada, casi siempre breve e incisiva, resultando de ella un sonido más metálico de lo que suele ser mi gusto. 

Los cuatro primeros Conciertos (1962-65) se ven lastrados por la batuta nada beethoveniana y bastante superficial de un despistado Eugene Ormandy con su Orquesta de Filadelfia; con tempi casi siempre muy rápidos, el movimiento inicial del Tercero es un completo fiasco: se esfuma toda su carga dramática. Curiosamente, el concierto normalmente más problemático, el Cuarto, sale mejor parado en una versión bastante paladeada. El "Emperador" (1962) por suerte, lo dirige Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York; aun siendo de mayor nivel que los anteriores, también me resulta un tanto expeditivo. Bernstein vuelve a dirigir con nervio una Fantasía coral tocada a todo correr; claramente superior es otra versión, 19 años posterior (1981), ahora en público en el Festival de Marlboro, de la misma Op. 80 dirigida -muy bien- por su hijo, Peter Serkin. ¡Curioso! Es lo único que le he escuchando empuñando la batuta a este notable pianista (n. 1947). 

El último CD contiene otro Cuarto Concierto (Marlboro 1974, en público) interpretado con poso por el pianista, pero con una dirección algo blanda y sentimentalona de Alexander Schneider, así como un notable Concierto triple (Marlboro, 1960) junto al violinista Jaime Laredo y al cellista Leslie Parnas, y dirigido con más acierto por Schneider.  

Las Sonatas datan de entre 1962 y 1977 y en ellas, con notables altibajos, aprecio un sonido poco beethoveniano, de escaso cuerpo y pulsación casi invariablemente incisiva y percutiente; rara vez canta Serkin las melodías con delectación, resultando apresurado -la música no suele respirar lo suficiente-, frío y poco comprometido: más ejecutante que intérprete, vaya, pues se le escapa en buena parte el trasfondo de la música. La "Patética", la "Claro de luna"  y la "Hammerklavier" están entre las que menos me han gustado. Pero hay un par de sorprendentes aciertos, tan sorprendentes que no parecen realmente debidas al mismo músico: una bellísima "Waldstein" de 1975 y una de las dos Nos. 31 (la de 1960), interpretación honda, poética y lúcida.  

El CD restante contiene una floja versión de las Variaciones Diabelli (¡qué partitura tan difícil, no solo de escuchar y de tocar, sino sobre todo de desentrañar! ¡Cuántos pianistas importantes se han columpiado en ella! Una vez más hay que afirmar que Barenboim ha sido, de lejos, el más lúcido de todos en sus cuatro grabaciones), en la que son apreciables algunas variaciones, mientras otras están realmente mal (las Nos. 21, 23, 27 y 28 están ejecutadas bajo mínimos). Se completa el disco con unas correctas, algo insípidas 11 Bagatelas op. 119 y con una desigual, a ratos atropellada, Fantasía op. 77. Extrañamente, casi todas las tomas de sonido están por debajo de los estándares de aquellos años; la de la "Hammerklavier" (1969-70) es insufriblemente chillona. 

sábado, 9 de enero de 2016

¿Las "tres vías" y la "cuarta" para la interpretación de Beethoven?



Las Sinfonías 5ª y 7ª por Manfred Honeck

En crítica de música clásica, "El País" -el periódico del que soy suscriptor- no levanta cabeza. Ahora Pablo L. Rodríguez (a quien no tengo el gusto de conocer), que había escrito con variable acierto sobre conciertos, empieza a escribir de discos. Y debuta con la crítica a un CD que contiene las Sinfonías 5 y 7 de Beethoven a cargo de Manfred Honeck dirigiendo la Sinfónica de Pittsburgh. Adelanto: no he escuchado este disco, y tampoco tengo mayor interés, pues Honeck es uno de los directores que menos me han gustado de los muchos que he escuchado en Ibermúsica a lo largo de los últimos años. Pero bueno, aun suponiendo que el disco fuese bueno, voy a comentar aquí algunas de las afirmaciones que hace Pablo L. R. en esta columnita: "Se dice -empieza escribiendo- que hay tres Beethoven sinfónicos en disco. [¡Ah! ¿Sí? ¿Solo tres? ¿Quién lo dice?] Uno expresivo y telúrico de Furtwängler; otro preciso y dramático de Toscanini, aunque especialmente representado por Karajan o Carlos Kleiber; y el tercero historicista y retórico de Harnoncourt". [¿Dramático el de Toscanini?¿Por qué lo dirá, porque era italiano y dirigía mucha ópera? De dramático, bien poco, y más inflexible y cuadriculado que preciso. Podría citar 20 o 30 directores que han legado en disco un Beethoven mucho más valioso que el de Toscanini. Otra cosa: ¿qué tienen que ver el Beethoven de Toscanini y el de Karajan? Poquísimo, para quien conozca ambos. Y, por cierto, tampoco el Beethoven de Karajan es de los grandes, por mucho maketing que hiciese con él la Deutsche Grammophon. ¿Y Carlos Kleiber? ¡Qué bien quedan muchos citándolo! Pero ¿cuál es el legado beethoveniano de Kleiber hijo? Una espléndida Cuarta, una magnífica Quinta, una horrenda Sexta (sí, de las peores de la historia del disco), una destacada Séptima y... ¡para de contar! Nada de la Primera, de la Segunda, de la "Heroica", nada de la Octava ni de la Novena. ¡Vaya un eminente director beethoveniano! En cuanto al de Harnoncourt, es -o mejor, quiere ser- historicista, esa palabra que queda tan bien, signo inequívoco de autenticidad (los que no son historicistas yerran), pero ¿qué tiene de retórico? No lo entiendo]. 

Pues resulta que, según Pablo L. R., "Honeck, consolida ahora un cuarto acercamiento por combinación de los tres anteriores. No es el primero que lo intenta (Rattle, Thielemann...), pero sí el que lo consigue". [Bueno, ya no hay tres Beethoven, sino cuatro. ¡Qué bien! Pero veamos: Rattle no ha aportado absolutamente nada de interés a Beethoven, teniendo en su haber algunos de los mayores fiascos de los últimos tiempos. ¿Y Thielemann, qué ha aportado? Sigue exactamente la línea más ortodoxa, pero salpicando al genial compositor con, aquí y allá, algún hallazgo que consiste en un detallito que suena generalmente forzado, cursilón, frivolón, es decir, antibeethoveniano]. Y ¿qué ha sido de los grandes directores beethovenianos de los que se olvida? La lista es abrumadora: Walter, Böhm, Fricsay, Szell, Sanderling, Cluytens, Jochum, Solti, Giulini, Kempe, Wand, Schmidt-Isserstedt, Kubelik, Bernstein... Y, curiosamente, no cita (se ve que según él no aportan nada especial) a los dos más grandes beethovenianos desde Furtwängler hasta hoy: Otto Klemperer y Daniel Barenboim. 

"Honeck -afirma Pablo- es uno de los directores más interesantes del momento", tan, tan lúcido que, en las notas del libretillo, "propone mirar detrás de las notas". [¡Qué enorme descubrimiento! ¡A nadie se le había ocurrido nunca, hasta que ha llegado Manfred Honeck, que hay que mirar detrás de las notas! Pablo: exactamente todos los grandes intérpretes lo hacen; además, no basta con decirlo, ¡hay que hacerlo! Y muchos de los que lo dicen no saben cómo hacerlo]. 

El mismo día, el 2 de enero, Pablo L. Rodríguez publicaba en "El País" el artículo titulado "Los Strauss, con el mejor sabor", sobre el Concierto de Año Nuevo en Viena de 2016, en el que elogiaba sin tasa a Mariss Jansons, que no es precisamente uno de los más acertados intérpretes de este famosísimo concierto: sólido sin duda, pero irregular, algo plano y aburrido, y solo mediano conocedor del tan esquivo estilo straussiano. Dice Pablo, entre otras cosas, que ha sido "infinitamente superior a los escuchados en 2015 con Zubin Mehta o en 2013 con Franz Welser-Möst". Bueno, me parece que ha sido superior al de 2013, pero es claro que el de 2015 ha sido bastante mejor que el de 2016. Además, Mehta ha ido mejorando ostensiblemente su sintonía con los Strauss desde su debut vienés, mientras que Jansons sigue sin moverse ni avanzar en esa sintonía, en ese conocimiento.

En consecuencia: pobres lectores de "El País" no muy versados en música clásica: ¡vaya orientador que les ha salido!

jueves, 7 de enero de 2016

Pierre Boulez (1925-2016) como director



El legado discográfico de Pierre Boulez como director es ingente. En sus primeros tiempos, antes de empezar a grabar para CBS/Sony, se limitó casi solo a música del siglo XX, bien fuesen clásicos o compositores entonces muy recientes: la precisión de las interpretaciones de estos es incuestionable, y también aportó a aquellos, a los clásicos de la primera mitad del XX -de Stravinsky a Webern- un conocimiento profundo, una lucidez y una nueva forma de enfocarlos indudable. Sus quejas de que en su país (y no solo en él) los intérpretes no entendían la música de la Segunda Escuela de Viena parece que eran muy ciertas. El hecho de que él fuese compositor le ayudó no poco a comprender a fondo unas y otras músicas.

Con el tiempo, fue ampliando su radio de acción, pero en mi opinión con diferentes grados de acierto. Por ejemplo, sus tempranos Wagner valen, sobre todo vistos desde hoy, bastante poco: su Parsifal para DG pretendió una desmitificación que dejó la partitura en el esqueleto, desprovista de gran parte de su belleza y su trascendencia (se esté o no de acuerdo con la teología parsifaliana); esa desmitificación sí la lograrían con éxito, sin devaluar precisamente la música, Solti y Barenboim. 
En cuanto al famoso Anillo del nibelungo, también en Bayreuth, que le filmó Philips/DG, creo que su notoriedad (en un principio recibió sobre todo furibundos ataques de los wagnerianos más conservadores) se debe a la rompedora y genial escena de Patrice Chéreau, pero musicalmente Boulez aportó bien poco que merezca la pena ser conservado, privándole de gran parte de la grandeza, la hondura y el tremendo sentido trágico que la música encierra. 

Pero Boulez grabó para CBS/Sony, con las Orquestas Sinfónicas de Londres y de la BBC, con la de Cleveland y la Filarmónica de Nueva York, multitud de obras de clásicos del XX realmente admirables, tanto de los tres grandes compositores de la Escuela de Viena como de Bartók, de Debussy y Ravel, de Scriabin, Falla, Varese, Messiaen, Carter, Kurtág o de su propia música. Las aportaciones artísticas de estas interpretaciones son globalmente muy importantes, aunque en algunos casos resulten controvertidas. Las etiquetas de frío, puramente analítico y cerebral que muchos le habían colgado desde que comenzó a dirigir pudo comprobarse que en demasiadas ocasiones, y cada vez más, resultaban simplificadoras o del todo impropias. Ya por entonces comenzó a interesarse por Berlioz y por Mahler, del que realizó un Das klagende Lied completo (más tarde lo haría sin su primera parte, Waldmärchen) y el Adagio de la Décima Sinfonía. También grabó por esos años para el sello Erato.

Su etapa más fructífera en cuanto a cantidad de grabaciones se la brindó en sus últimos años Deutsche Grammophon, con la que amplió la lista de orquestas a cuyo podio se subió, incluyendo las más grandes: Filarmónicas de Viena y Berlín y Sinfónica de Chicago. Volvió a incidir en sus compositores, pero abordó otros nuevos, como Bruckner,  Liszt, Janácek o Szymanowski, incluso algunos que él había antes denostado, como Richard Strauss (un intersantísimo Zaratustra en Chicago). Se convirtió, pues en -de alguna manera- en un intérprete menos radical y más clásico, y no solo por extender hacia el pasado su repertorio, sino también por su forma de entender la música, limando por así decirlo -solo en ciertos casos, no siempre- sus anteriores aristas. En estos años son muy numerosos los logros extraordinarios que ha dejado, sobre todo en una amplísima colección Béla Bartók y en su renovador, sobrio y ensencializado ciclo Mahler (todas las Sinfonías y los Lieder orquestales). En cambio, para mi gusto, algunos de los Stravinsky, los Debussy y los Ravel de esta etapa son menos interesantes y conseguidos que los suyos anteriores; algunos, recalco. 

Por suerte, en los últimos años se dejó también filmar en no pocas ocasiones; en ellas puede apreciarse su aparente impasibilidad, que suele desmentir lo que suena. Varios de estos filmes me parece que recogen muchos de los mayores logros de toda su carrera: su Pájaro de fuego (completo) con la Sinfónica de Chicago (TDK/EuroArts), su Primer Concierto de Bartók (Barenboim/Filarmónica de Viena, C Major), el Concierto para orquesta del mismo autor (Filarmónica de Berlín, Lisboa, EuroArts); Das klagende Lied (Filarmónica de Viena, C Major), la Sinfonía "Resurrección" (Staatskapelle Berlin, EuroArts), Des Knaben Wunderhorn más el Adagio de la Décima de Mahler (Orquesta de Cleveland, Accentus); Desde la casa de los muertos de Janácek escenificada por Chéreau (Orquesta de Cámara de Europa, Aix-en-Provence, DG), sus propias Notations I-IV (Filarmónica de Viena, Arthaus), y su última grabación: los dos Conciertos de Liszt (Barenboim/Staatskapelle Berlin, Accentus). 

En su nota necrológica sobre Boulez ("El País", 7-I-2016) Jorge Fernández Guerra afirma que la "reputación [de Boulez] se reservará a lo que siempre queda y atraviesa el tiempo: su música". De acuerdo, pero parece olvidarse de que un legado discográfico y videográfico también permanecerá, y el suyo es uno de los más extensos y decisivos.