jueves, 31 de diciembre de 2015

Una ópera sin suerte en DVD: "Idomeneo"




Me decepciona la versión de Nagano (Blu-ray de EuroArts)

Idomeneo me gusta mucho, incluso más que la mucho más tardía y generalmente más considerada Clemenza di Tito. Pese a que quizá es demasiado larga y a que presenta ciertos altibajos, creo que atesora algunos de los mejores momentos de todo el Mozart operístico, y, pese a que la hechura de La clemenza es más madura y perfecta (es diez años posterior: 1791 frente a 1781), la encuentro un poco de cartón piedra, y mucho menos auténtica y sincera que aquélla: como hecha de encargo y sin ganas, y no creyendo un pimiento en su argumento, mientras que el de Idomeneo sí que es evidente que le motivó y despertó su inspiración.  

Pues bien, me interesaba tener una grabación en vídeo y hasta ahora, tras haber picado un poco hace tiempo en la de Levine (DG), la descarté: Pavarotti estaba fuera de lugar y de estilo, y Levine también, aunque quizá no tanto; además, se veía y oía no muy bien. Hay otro DVD (Decca) que no he llegado ni a probar, pues no me fío un pelo de Roger Norrington, responsable de la Sinfonía 39 más grotesca de la historia del disco. Pero como es un director tan desconcertante, a lo mejor resulta que no está mal, quién sabe... Tal vez algún lector pueda orientarme.   

Me he atrevido a comprarme la que dirige Kent Nagano, que no es de ahora mismo, sino publicada (por EuroArts) en 2008, el mismo año en que fue filmada en el pequeño y precioso Teatro Cuvilliés de Múnich, la ciudad del estreno. Pero me ha decepcionado bastante. Aunque el estadounidense de origen japonés suele ser muy fiable, no lo es aquí. Con una orquesta (como el coro, los de la Ópera Estatal de Baviera, estupendos) muy reducida, lo que me parece inconveniente, no es que caiga en los presupuestos de los directores asiduos de los instrumentos de época en lo que se refiere al sonido, a la articulación, ausencia de vibrato, etc., pero sí los sigue en cuanto a raquitismo sonoro y a velocidades a menudo excesivas. Aun así, no carece de buenos momentos, pero el conjunto me parece endeble. Lejísimos, por tanto, de los Böhm o los Schmidt-Isserstedt en sus grabaciones de audio, que sí hacen plena justicia a la partitura. La escena de Dieter Dorn, aunque no siempre la entiendo, sí me parece interesante y acertada, además de bella plásticamente.

Pero el elenco vocal es algo flojo y, además, un poco incoherente: el protagonista, que es quizá el tenor menos lírico, más spinto de Mozart, recae sobre el muy lírico John Mark Ainsley, que es un buen cantante y un intérprete creíble, pero que posee una voz de muy escasa entidad y nula belleza tímbrica. Mucho más agradable es la voz, también lírica como debe ser la de Idamante, de Pavol Breslik, pero las dificultades de su parte (en particular las agilidades) rebasan las posibilidades técnicas del aún joven y hasta hace algún tiempo muy prometedor tenor de Bratislava, que pasa en algunos momentos por serios apuros. Quizá las intérpretes de Ilia (Juliane Banse) y Elettra (Annette Dasch) habrían rendido mejor de haber intercambiado sus papeles. En esos años la Banse ya poseía una voz bastante ancha, mientras que Ilia se ha encomendado siempre a una lírica-lírica (Mathis, Rothenberger, Hendricks, Popp, Cotrubas...). Elettra, en cambio, parece pedir una dramática de o al menos con agilidad (Varady, Edda Moser, Behrens...) y la Dasch era entonces una lírica sin más. Ahora bien, una y otra están correctas, aunque en mi opinión un poco fuera de sus sitios. Aceptables, no más, los tres restantes papeles, muy breves. La versión, eso sí, suena y se ve estupendamente, y posee (¡incluso!) subtítulos en castellano.

jueves, 24 de diciembre de 2015

"Tannhäuser" por Barenboim en DVD/Blu-ray



Disponía ya en mi videoteca musical de cuatro versiones de Tannhäuser, ninguna de las cuales me satisfacía de veras. Son éstas: 

-DG 1983: Cassily, Marton, Troyanos, Weikl, Macurdy/Met/Levine/Schenk
-Arthaus 1995: Kollo, Secunde, W.Meier, Weikl, Rootering/ÓperaBaviera/Mehta/Alden
-EMI 2003: Seiffert, Kringelborn, Kabatu, Trekel, Muff/ÓperaZúrich/Welser-Möst/J.D.Herzog
-Arthaus 2008: Gambill, Nylund, W.Meier, Trekel, Milling/OSinfAlemanaBerlín/P.Jordan/ Lehnhoff (Blu-ray)

Todas ellas adolecen de elementos bastante mejorables, por decirlo finamente. La de 1983, casi todo; la de 1995, el vetusto Kollo, la algo agria Secunde y la pseudomoderna y trasnochada escena; y la de 2008 un Gambill muy insuficiente. 

La que ahora publica BelAir (Blu-ray de extraordinaria calidad de imagen y sonido: ¡benditos Estudios Teldex de Berlín!) es, a distancia, la más satisfactoria. Ahora bien, advierto antes de nada: es posible que a muchos melómanos les tire para atrás la escena, con multitud de episodios danzados. La directora escénica es la reconocida coreógrafa Sasha Waltz (Karlsruhe 1963; estaba predestinada: su apellido significa "vals"), que ya había escenificado, por ejemplo, Dido y Eneas de Purcell (Berlín, 2005), Romeo y Julieta de Berlioz (París, 2007), Medea de Pascal Dusapin (Luxemburgo, 2007) y Jagden und Formen de Wolfgang Rihm, (Frankfurt, 2008). Disto de ser un experto en coreografías, pero sí puedo decir dos cosas: primera, que salvo en algunos pasajes en los que creo que sobra o estorba el baile, me ha parecido acertado que lo haya y cómo es (sobre todo en la Entrada de los invitados y toda la escena del Concurso de canto). Y segunda: que la problemática escena del Venusberg es la primera vez que no me parece bochornosa o ridícula. Además, Waltz demuestra ser mucho más que una coreógrafa: creo que es también una muy lúcida directora de escena; la escenografía y la iluminación, como la dirección de actores, me han gustado mucho. 

En el lado musical, esta versión -que sigue la de París-, filmada en el Teatro Schiller de Berlín en abril de 2014, da sopas con honda a las cuatro anteriores. Por lo pronto, la dirección de Barenboim está a años luz de las demás (pese al empuje y al talento de Mehta y Jordan hijo), lo que a nadie sorprenderá (bueno, sí, a los -cada vez menos- irreductibles). La clarividencia wagneriana es absoluta, y el fuego y el entusiasmo que surgen de la batuta galvanizan a todos los intérpretes. Espléndido el coro y sensacional la orquesta. 

A cargo del endemoniado papel de Tannhäuser está un Peter Seiffert algo mayor, lo que se le nota en las notas altas prolongadas, en las que asoma el casi inevitable trémolo de quien tiene 60 años cumplidos y ha cantado incluso Tristán. Pero las virtudes del tenor que ha sido esposo de dos sopranos (primero Lucia Popp y ahora Petra Maria Schnitzer) son muy potentes, pues es un gran cantante, extremadamente musical, y un gran intérprete, muy creíble en su personaje (físico aparte: ¿cómo Venus queda prendada de un señor tan corpulento?). No está, lógicamente, tan pletórico y restallante como en su grabación de audio, con el mismo director (Teldec 2001: han pasado trece años), o como en Zúrich dos años después, pero me resulta preferible a cualquiera de los otros tannhäuseres escuchados en las últimas dos décadas. 

No conocía a la soprano danesa Ann Petersen, pero ha sido para mí un agradable encuentro: es una lírica ancha muy centrada en Wagner y en particular en el papel de Elisabeth, que evidentemente conoce a fondo y domina sin problemas vocales. El timbre es más bello y cálido que espectacular, y su encarnación de la sufrida y valiente enamorada del protagonista es muy intensa, soñadora y ardiente, desterrando toda traza del sentimentalismo o la dulzonería en los que caen algunas de sus colegas. Me encantaría escucharla en otros papeles. 

Los tres siguientes personajes de este reparto son simplemente sensacionales: la mezzosoprano Marina Prudenskaya, de hermosísimo color lírico, pero de volumen nada desdeñable, es una Venus particularmente voluptuosa, maravillosamente cantada. Queda, para mi gusto, muy cerca de la sensacional Waltraud Meier. El barítono-bajo sueco Peter Mattei es, por este Wolfram o por su Don Giovanni, uno de los mejores cantantes de nuestros días. Dotado de una voz muy bella y de una técnica asombrosa -qué emisión, que legato- es para mí el mejor Wolfram que he escuchado desde Fischer-Dieskau (Weikl, Andreas Schmidt, Hampson y Trekel incluidos). Y René Pape vuelve a repetir, sin el menor desgaste vocal, su incomparable proeza de la grabación audio con Barenboim: es, de lejos, el Margrave más convincente que he escuchado, tanto por el canto como por la interpretación. A destacar dos breves papeles que me han llamado la atención: el más que impecable (¡milagro!) Pastorcillo de la portuguesa Sónia Grané y el Walther de un tenor lírico de libro: Peter Sonn. Me imagino que ella puede ser una extraordinaria Pamina y él un estupendo Tamino. 

Una deficiencia de esta publicación: ¿sabe usted alemán, inglés o francés?... Pues ya puede ir aprendiendo, porque con esto de tantas descargas ilegales cada vez menos óperas se publican con subtítulos en español.

martes, 22 de diciembre de 2015

DISCOGRAFÍA DE LAS SINFONÍAS DE SCHUMANN

Interpretación/Sonido



Sinfonía No. 1 "Primavera"
1960 Sony       Szell/OCleveland                    8,5/7
1964 DG         Kubelik/OFilBerlín                 8/7
1966 EMI        Klemperer/ONewPhilharm.    10/7,5
1972 DG         Karajan/OFilBerlín                  8,5/7,5
1973 EMI        Sawallisch/StaatskDresden      8/5
1977 DG         Barenboim/OSinfChicago       9,5/8
1979 EMI        Muti/OPhilharmonia               7,5/7
1979 Sony       Kubelik/OSinfRadioBávara    8,5/8
1985 Philips    Haitink/OConcertgebouw       8,5/8,5
1985 DG         Bernstein/OFilViena               7,5/8
1990 Decca     Chailly/OConcertgebouw        9/9,5
1994 Philips    Muti/OFilViena                       8/8,5
1995 DG         Sinopoli/StaatskDresden         8,5/9
2003 Teldec    Barenboim/StaatskBerlin        9,5/10
2010 Orfeo     Luisi/OSinfViena                    8/9
2013 BerlinerP  Rattle/OFilBerlín                 7/9

Sinfonía No. 2
1960 Sony       Szell/OCleveland                    9/7
1964 DG         Kubelik/OFilBerlín                 7,5/7
1969 EMI        Klemperer/ONewPhilharm.    8/8
1972 DG         Karajan/OFilBerlín                  8/7,5
1973 EMI        Sawallisch/StaatskDresden      7,5/5
1977 DG         Barenboim/OSinfChicago       9,5/8
1979 EMI        Muti/OPhilharmonia               8/7
1979 Sony       Kubelik/OSinfRadioBávara    8/8
1984 DG         Sinopoli/OFilViena                 8,5/8,5
1985 Philips    Haitink/OConcertgebouw       8/8,5
1985 DG         Bernstein/OFilViena               8,5/8
1995 DG         Sinopoli/StaatskDresden         9/9
2003 Teldec    Barenboim/StaatskBerlin        9/10
2010 Orfeo     Luisi/OSinfViena                    8/9
2010 Tritó       Noseda/OdeCadaqués             6/7
2013 DG         Abbado/OMozart                    7/9
2013 BerlinerP  Rattle/OFilBerlín                     6/9

Sinfonía No. 3 "Renana"
1960 Sony       Szell/OCleveland                    8/7
1964 DG         Kubelik/OFilBerlín                 8/7
1968 Decca     Solti/OFilViena                        8/7,5
1970 EMI        Klemperer/ONewPhilharm.     9,5/8,5
1972 DG         Karajan/OFilBerlín                  9/7,5
1973 EMI        Sawallisch/StaatskDresden      8,5/5
1977 DG         Barenboim/OSinfChicago       9/8
1979 EMI        Muti/OPhilharmonia               7,5/7
1979 Sony       Kubelik/OSinfRadioBávara    8,5/8
1985 Philips    Haitink/OConcertgebouw       9/8,5
1985 DG         Bernstein/OFilViena               8/8
1988 EMI        Celibidache/OFilMúnich         10/8
1994 Teldec    Harnoncourt/OCámEuropa     5/8
1995 DG         Sinopoli/StaatskDresden         8/9
*1998 Arthaus  Sinopoli/StaatskDresden         8/9
2003 Teldec    Barenboim/StaatskBerlin        9,5/10
*2006 Arthaus  Nagano/OSinfAlemanaBerlín 7,5/9,5
2010 Orfeo     Luisi/OSinfViena                    9/9
2013 BerlinerP  Rattle/OFilBerlín                  7/9      

Sinfonía No. 4
1953 DG         Furtwängler/OFilBerlín           10/6
1955 EMI        Cantelli/OPhilharmonia           7/6
1960 Sony       Szell/OCleveland                    7/7
1961 EMI        Klemperer/OPhilharmonia      9,5/8
1964 DG         Kubelik/OFilBerlín                 7,5/7
1968 Decca     Solti/OFilViena                       7/7,5
1972 DG         Karajan/OFilBerlín                  8/7,5
1973 EMI        Sawallisch/StaatskDresden      7,5/5
1977 DG         Barenboim/OSinfChicago       8/8,5
1977 EMI        Muti/ONewPhilharmonia        8/7,5
1979 Sony       Kubelik/OSinfRadioBávara    8/8
1980? DG       Böhm/OFilViena                     9,5/8,5
1985 Philips    Haitink/OConcertgebouw       7/8,5
1985 DG         Bernstein/OFilViena               9/8
1986 EMI        Celibidache/OFilMúnich         8/8
1990 Decca     Chailly/OConcertgebouw        8/9,5
1990 DG         Karajan/OFilViena                  9,5/9
1994 Philips    Muti/OFilViena                       9,5/8,5
1994 Teldec    Harnoncourt/OCámEuropa** 4/8
1995 DG         Sinopoli/StaatskDresden         7/9
2003 Teldec    Barenboim/StaatskBerlin        10/10
2010 Orfeo     Luisi/OSinfViena                    7/9
2013 BerlinerP  Rattle/OFilBerlín**                4/9

*grabación en vídeo
**versión original

martes, 15 de diciembre de 2015

Los Quintetos de Granados y Turina por Perianes y el Cuarteto Quiroga





Sorprende que, con la crónica escasez de música de cámara española que hemos padecido, hayan estado marginadas, olvidadas, dos partituras tan destacadas en este género como las dos principales de este disco. Hay que agradecer efusivamente a Harmonia Mundi que haya publicado este disco (HMC 902226), grabado con extraordinario acierto, y perfecto equilibrio entre el piano y el cuarteto de cuerda, en, una vez más, los Estudios Teldex berlineses.

El Quinteto para piano y cuerda en Sol menor, op. 49 de Enrique Granados, data de 1894. Es una concisa partitura (dura unos 16') en tres movimientos en la que apenas hallaríamos referencias hispanas; suena más a Fauré, a Saint-Saëns o a otro compositor de esos años, francés desde luego. Pero también podrían hallarse en él ecos de Grieg, quizá el compositor con el que Granados, por su expresión, tiene, en conjunto, más puntos de contacto. Más, creo yo, que con Chopin, al que más frecuentemente se le asocia. Es una obra melódicamente hermosa, fluida y admirablemente bien escrita; anuncia, sin duda, al que pronto se confirmaría como gran compositor.

El Quinteto de Joaquín Turina también está en Sol menor y, tras su escucha, uno se queda pasmado al comprobar que lleva el 1 como número de opus. Data, en efecto, de 1907, cuando el compositor sevillano contaba 25 años y se hallaba en París estudiando en la Schola Cantorum. Hay, sí, en este Quinteto algo o bastante la escuela de César Franck, pero llama poderosamente la atención la ambición de la partitura, en cuatro movimientos, una disposición inusual (comienza con una Fuga lenta, sigue un movimiento rápido, un scherzo precedido de una introducción lenta y concluye con otro indicado, de manera parecida, Lentement - Assez vif) y, sobre todo, la solidez estructural no reñida con una considerable originalidad, y cómo Turina cuela discretamente guiños andalucistas, nada evidentes ni literales, en los dos últimos movimientos. En efecto, la obra parece poner de manifiesto su dilema interior entre los férreos preceptos recibidos de la Schola y los consejos de Albéniz, que le animaba a ser más espontáneo, más libre... y nacionalista. En todo caso, me parece claro que se trata de una obra excelente incomprensiblemente olvidada, que dura más de 31'.
El disco -no muy generoso: 51'20"- se completa con la preciosa pieza Calíope, para la misma combinación instrumental, perteneciente a la admirable colección titulada Las musas de Andalucía, op. 93, de instrumentación muy variada y de plena madurez (1942), seguramente una de las cimas de su extenso catálogo, en la que se aprecian, estupendamente integradas, huellas de la Schola, de Albéniz y del Impresionismo francés.

El Cuarteto Quiroga, el más pujante grupo camerístico español de los últimos años, y Javier Perianes, en estrecho entendimiento, ofrecen unas interpretaciones sencillamente pasmosas por su belleza sonora, su impecable empaste, su hondo entendimiento de las obras. Hasta tal punto que tiene uno la impresión de que existiera una gran jurisprudencia interpretativa sobre ellas (que no hay) y que llevasen años y años tocándolas juntos y profundizando en ellas. Servir unas músicas casi ignotas con tal clarividencia es algo a lo que, por desgracia, no asistimos con frecuencia.

domingo, 13 de diciembre de 2015

"Tosca" de Magee, Kaufmann, Hampson, Carignani y Carsen en Blu-ray





Con motivo de su reciente lanzamiento en Blu-ray de esta versión filmada por Decca el año 2009 en la Ópera de Zúrich, he vuelto a verla y escucharla. No me duelen prendas en admitir que ahora me ha gustado bastante más que cuando la escuché en DVD en su día. De entrada, debo decir claramente que la intérprete del papel titular, Emily Magee, me parece muy superior a Angela Gheorghiu en la versión que recomendé en este blog como la más lograda en conjunto (con Kaufmann, Terfel y Pappano, Blu-ray EMI de 2012). Magee me resulta bastante más creíble y sincera -musical y actoralmente-, además de poseer una voz más adecuada, bastante más carnosa y dramática. ¡Hay que ver cómo, con qué inteligencia, ha ido evolucionando esta soprano neoyorkina (nuera, por cierto, de Luana DeVol) desde que en 1997 grabase la Elsa del Lohengrin con Barenboim!: entonces era una lírica un poco ancha, y ahora es una dramática que, creo, podría cantar sin problema Isolda. Y en este proceso no ha perdido belleza o brillo, ni firmeza en el registro agudo, que, por descontado, es ahora más poderoso. Así se aprecia en esta Tosca y, más reciente aún, en la Rusalka que he comentado hace poco (junto a la Fleming). La considero una de las mejores cantantes de la actualidad, y es una pena que no se meta de lleno en Verdi, de cuyos papeles dramáticos (tal vez no de los dramáticos de agilidad) creo que podría ser una gran intérprete.

Jonas Kaufmann será, de seguro, el mejor Mario de nuestros días, y me resultan admirables su musicalidad y su talento interpretativo. Pero no me suena muy italiano, la verdad (lo que son, en su modo más elogiable, dos españoles: Domingo y Carreras -con C.Davis-), si bien su refinado canto, sus medias voces, su legato casi liederístico, no me parecen fuera de lugar como opinan algunos. Porque quizá estamos demasiado acostumbrados a los latinos que deslumbran por su timbre pero no matizan mucho que digamos (Del Monaco, Di Stefano, Corelli, Pavarotti, Alagna...)

Comprendo que el interesantísimo personaje que es Scarpia haya tentado a Thomas Hampson, pero es evidente que su voz de barítono lírico (sí, de color lírico, pese a su considerable volumen y espléndida proyección: hay que escucharlo en directo para darse cuenta de cuánto) no es la ideal para un papel de barítono-bajo. Aun así, recordemos que uno de los más reconocidos Scarpias, Tito Gobbi, era también un barítono lírico. Aparte de la voz, la interpretación de Hampson no me convence todo el tiempo, sino que le encuentro altibajos; ahora bien, su clase de gran cantante y de artista de alto nivel me parecen indiscutibles.

El no muy conocido Paolo Carignani lleva a cabo con la batuta un espléndido trabajo, sobre todo por la sorprendente clarificación de la compleja escritura orquestal pucciniana, en la que escuchamos multitud de texturas nuevas. Encuentro que esto es lo más meritorio de su labor, porque a veces se echa de menos un poco más de pulso dramático. Y tanto el coro como la orquesta, que no son del otro mundo, le rinden mejor que de ordinario (mucho mejor que al habitual en ese foso Welser-Möst).

Finalmente, la escena de Robert Carsen es, como de era de esperar, muy interesante, pero también controvertida. Apartándose de la tradición figurativa y con una gran economía de medios escenográficos, no cae en extravagancias, pero propone alguna cosa poco comprensible, como el ultimísimo plano del Acto I (que prefiero no revelar a quienes no lo hayan visto). Muchos detalles sí me parecen muy acertados y bien traídos (por ejemplo, cuando Scarpia aplaude irónicamente tras escuchar a Tosca preguntarle retóricamente a Dios por qué se porta tan mal con ella, ¡con lo buena que siempre ha sido!). Puntos fuertes son también, sin duda, la actuación escénica de los personajes y la iluminación. Y del Blu-ray, la perfección técnica de imagen y sonido, así como el hecho de que tenga subtítulos en español.

viernes, 11 de diciembre de 2015

El ciclo sinfónico Schumann de Rattle: un buen chasco




Grabado y editado por el sello de la propia Filarmónica de Berlín en 2013, este ciclo no va a figurar, de ningún modo, entre los grandes de la discografía. En líneas generales, es apresurado, blandito, tirando a ñoño, juguetón, rozando a veces la frivolidad, inconsistente y carente casi por completo de tensión. El lirismo schumanniano (Rattle solo ofrece atisbos), que debe ser hondo, sincero y conmovedor, es aquí siempre tímido, pequeñito, alicorto. La Primera "Primavera" y la Tercera "Renana" me han parecido las más salvables, si bien se hallan lejos de entusiasmarme. Un detalle: el enlace entre la introducción Andante un poco maestoso y el Allegro molto vivace de la Primera está abiertamente mal resuelto, tan emborronado y confuso que no puedo comprender cómo no han repetido la toma. La "Renana" carece por completo de fuego, de entusiasmo, de grandiosidad en el Feierlich ("solemne"). La Segunda sigue postulados similares, pero cae de lleno en lo melifluo y empalagoso en el sublime Adagio espressivo, después de haber realizado al final del scherzo un accelerando tan bien trazado como desprovisto por completo de tensión. Y la Cuarta, para la que Rattle ha escogido la muy -¡muy!- inferior versión original, es flojísima: apática, abúlica, sin pulso, y su finale cae de lleno en lo pimpante y amanerado. Mis calificaciones serían: 1ª: 7. 2ª: 6. 3ª: 7. 4ª: 4. No más. La toma de sonido no me ha seducido especialmente.
Como ciclos, me parecen sólidos los dos de Kubelik (Berlín, DG, y Radio Bávara, Sony), Karajan, Barenboim (Chicago, DG, y sobre todo, Staatskapelle Berlin, Warner: el más equilibrado). El de Klemperer es extraordinario en la 1ª, la y la , pero no así en la ; el de Haitink destaca por la , el de Bernstein/Viena es algo variable incluso dentro de una misma sinfonía, pero es de conocimiento obligado, y los de Muti/Philharmonia y Sinopoli/Dresde son algo decepcionantes. Del ciclo de Szell interesa la , y del de Luisi/Sinfónica de Viena (Orfeo), la . Como versiones aisladas obligatorias: la "Renana" de Celibidache en EMI, y las Cuartas de Furtwängler/Berlín, Böhm/Viena y Karajan/Viena (DG las tres).
Es una lástima que Rattle se empeñe en grabar música que no le va o no le gusta (ambas circunstancias se dan aquí, para mí), mientras se va a ir de la Filarmónica de Berlín sin haber registrado más música del siglo XX, el ámbito en el que, sin duda, da lo mejor de sí.  

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El blu-ray de “Lucrezia Borgia” con Renée Fleming

 

No me parece Lucrezia Borgia una de las mejores óperas de Donizetti, un compositor especialmente variable. ¿Será verdad que varios de sus títulos más flojos -entre los que quizá tampoco se halle éste- son en buena parte de su taller...? En cualquier caso, esta y otras óperas donizettianas sobreviven gracias al lucimiento que permite a sus intérpretes. Habiéndolo visto a buen precio, me he animado por fin (antes había dudado más de una vez) a hacerme con el blu-ray del sello EuroArts protagonizado por René Fleming, Michael Fabiano, Elizabeth DeShong y Vitalij Kowaljow en la Ópera de San Francisco (2012), con dirección musical de Riccardo Frizza y escénica de John Pascoe.

Disco de espléndida calidad técnica -tanto imagen como sonido- pero sin subtítulos en castellano. No es para correr a comprárselo, pero tampoco está mal. La soprano norteamericana está aquí muy bien de voz y luce una técnica de primer orden; yo le achacaría solo cierto rebuscamiento en algunos momentos, sobre todo en el aria de entrada, en la que se entrega un tanto a reguladores de gusto dudoso (lejos, de todos modos, de la insufrible Edita Gruberova, con la que el gusto no me parece dudoso, sino -para mí- intolerable). Fleming está también admirablemente dotada para el bel canto de los Rossini, Bellini y Donizetti, pero no siempre su gusto me parece el más impecable. En cualquier caso, mejor quitarse de la cabeza la casi sobrenatural recreación de la Caballé en la ópera que la lanzó de la noche a la mañana al estrellato internacional (tanto la grabación pirata de su debut neoyorkino como la grabación que hizo poco después para RCA junto a Kraus, Verrett y Flagello, con dirección de Perlea).

Los tres principales cantantes que rodean a Fleming son muy inferiores a los que disfrutó la soprano barcelonesa en RCA: el tenor Michael Fabiano (Gennaro) es un lírico de bonita voz y buenas intenciones musicales que técnicamente está un poco verde (mucho me temo que pueda ser otra de las innumerables promesas que no se sustancian más que unos pocos años). La mezzo Elizabeth DeShong (Maffio Orsini) es en extremo lírica y su caudal parece mínimo; el timbre es agradable y tampoco canta mal, pero... el recuerdo de la Verrett no le hace el menor favor. Y Kowaljow posee una hermosa voz de bajo-barítono, pero me temo que no es el belcantista el terreno en el que mejor pueda desenvolverse (mucho mejor rinde en Wagner); también Ezio Flagello le da aquí sopas con honda. Bien tanto el coro como la orquesta en un cometido en el que Frizza se desenvuelve con indudable competencia; tampoco parece que se pueda hacer mucho más. La escena, tradicional, es correcta aunque insípida, y se ve lastrada, para mi gusto, por un vestuario inadecuado. Pero en dvd/blu-ray no hay precisamente mucho donde escoger...

viernes, 4 de diciembre de 2015

Lady Macbeth sin Macbeth

 

Una gran decepción me he llevado viendo y escuchando el doble DVD del Macbeth de Verdi que acaba de editar Deutsche Grammophon. Sobre el papel, tenía buena pinta. Pero esta versión, filmada en el Met el 11 de octubre de 2014, tiene serios inconvenientes, empezando por una escena (cuyo responsable, Adrian Noble, ha sido cuidadosamente ocultado en la portada) fea, absurda, rancia (con patéticos visos de modernidad: algunos vestidos, los cananas repletas de balas, fusiles, un jeep...) y con numerosos efectos especiales bastante infantiles (por no decir algo peor): las apariciones de Banco ensangrentado al final del acto II y al principio del III son penosas; las brujas no dejan de hacer el payaso... En fin, parece mentira lo que le cuesta al Met sacudirse la costra, y eso que Nueva York es una de las ciudades más progresistas de Estados Unidos. Otro grave defecto es el protagonista, un Zeljko Lucic en lamentable estado vocal -la emisión muy abierta- y con una línea de canto muy precaria. De la propia batuta esperaba mucho más: no sé a qué se debe que varios de los maestros italianos que fueron excelentes verdianos en sus comienzos vayan dejando de serlo con el tiempo. Fabio Luisi, con momentos de garra dramática y otros endebles o rutinarios, parece poco convencido de lo que hace; el coro y la orquesta no suelen estar muy finos (que Dios me perdone: para mí rara vez lo están en esa casa).

Esa falta de convicción se aprecia también en los cantantes, que actúan mal y aparentan creerse bien poco sus personajes. La que mejor parada sale en este aspecto es justo quien mejor canta, una Anna Netrebko (aquí absurdamente teñida de rubia) que ya posee la voz idónea para la endemoniada parte de Lady Macbeth, sin haber perdido su privilegiado esmalte: ¿quién habría dicho hace diez años que podría abordar con tal solvencia la Leonora de Il trovatore o Lady Macbeth? Solo emborrona un poco la coloratura en la última frase de la terrible cabaletta del acto I ("Or tutti sorgete"); impecable, en cambio en "Si colmi il calice" y soberbio el agudo en piano al final de "Una macchia è qui tuttora". El breve papel de Banco está magníficamente servido por Pape -hermoso, pastoso caudal, admirable legato- y solo correctamente el de Macduff por Joseph Calleja, que no se libra de un vibrato algo desagradable.

Los subtítulos están también, menos mal, en castellano... o algo parecido, pues no son precisamente ideales: unos a otros se llaman a veces de usted. Para colmo, el DVD posee un sonido mediano y una imagen bastante borrosa, lo que es a estas alturas tan frecuente como inadmisible, sobre todo en publicaciones de Universal. Seguramente el Blu-ray esté mucho mejor (suele ocurrir), pero es rarísimo que lo envíen para crítica. Es decir, que seguimos sin un Macbeth en imágenes como se merece esta estupenda ópera (aunque no carente de altibajos, como es bien sabido). Seguiremos conformándonos con el DVD del mismo sello (Nucci, Verrett/Chailly), notable película -no representación- de Claude d'Anna (1987).

lunes, 30 de noviembre de 2015

Blu-rays en las rebajas del “Black Friday”

 

Pelly recrea La fille du régiment

No tenía en especial estima esta ópera de Donizetti. En parte lo explico porque la había visto hasta ahora en puestas en escena poco convincentes y porque le tenía (y le tengo: ¡perdón!) un poco de manía al aria de los nueve Dos, que es lo que el público suele aplaudir más de toda la obra. Pero dado que salía en Blu-ray y a buen precio con el descuento circunstancial, me he comprado la versión de Natalie Dessay, Juan Diego Flórez, Felicity Palmer y Alessandro Corbelli, dirigida por Bruno Campanella y con escena de Laurent Pelly (antes solo DVD Virgin, ahora también blu-ray Erato. Covent Garden 2008). Es tan estupenda la interpretación, y sobre todo tan preciosa, inteligente, divertida y hasta un punto gamberra, la escena -ahora veo que muchas veces repuesta en importantes escenarios- que me reconciliado abiertamente con la ópera.

La Dessay grita un poco en los sobreagudos (no como la dominadora Damrau), pero su Marie es deliciosa, encantadora, con mucha personalidad y, muy importante, la soprano ligera francesa es una magnífica actriz, también cómica. Flórez es simplemente perfecto como Tonio, y no es la increíble perfección de sus nueve Dos lo que más me ha gustado de él, sino la conmovedora intensidad con la que, al final de la ópera, canta su súplica a la Marquesa de Berkenfeld para que le devuelva a su Marie: una íntima y profunda emoción que no suele ser una de las cualidades que más suela llamar la atención en el tenor peruano. Por cierto, la Marquesa está insuperablemente cantada y actuada por parte de Felicity Palmer. Y también Corbelli, flojeándole la voz (no tiene la de Carlos Álvarez), hace de Sulpice con extremada gracia. Cabal dirección de Campanella y, repito, escena certera y desternillante. Estupenda calidad técnica y subtítulos en castellano.

Mozart y Chopin por Lang Lang en Londres

Tampoco tenía este blu-ray, Sony, con el recital que Lang Lang ofreció en el Royal Albert Hall en noviembre de 2013. La primera parte contenía, extrañamente, dos Sonatas mozartianas muy juveniles -la K 282 y la K 283- antes de la magnífica K 310. Con unos tempi casi siempre muy lentos, un precioso sonido, pulcro y refinado, y multitud de aportaciones personales, este Mozart resulta tan interesante como discutible, pudiendo parecer incluso un pelín rebuscado, pero nadie le puede negar su musicalidad intimista, su delicadeza y sensibilidad. Llama la atención que la K 310 le suene un tanto soñadora, frente al dinamismo y el dramatismo de la versión de Barenboim. Son, pues, interpretaciones atípicas, muy creativas y de las que se puede discrepar, pero no podrá negárseles su estatura musical.

Las Baladas de Chopin impresionan por la abrumadora perfección de la ejecución y anuncian al gran y renovador intérprete del polaco que ha mostrado ser después en los doce Estudios op. 25 y, más aún, en los cuatro Scherzi recientemente publicados en CD, DVD y Blu-ray (siempre Sony). Abundan las Baladas en momentos de hermosa cantabilidad y alta poesía, pero en ciertos momentos -contados, por suerte- se deja llevar (¿a causa del vivo?) por una vacua exhibición virtuosística. En las ocho propinas hubo un poco de todo: mucha gracia e intención en el Primer intermezzo de Manuel Ponce, en ...Y la negra bailaba de Lecuona y en la más bien banal Danza del alga de Zuqiang y Mingxin. La tan ridiculizada en las redes versión que ofrece de la Marcha turca de Mozart es, en efecto, hiperhumorística y hasta disparatada, pero me imagino que el compositor la pudo tocar en una fiesta en ese plan (no olvidemos la faceta cachonda del salzburgués, autor del canon a seis voces Chúpame el culo, K 231). Sensibilísima, preciosa Davidsbündlertanz op. 6/14 de Schumann, absurdamente frivolizado Vals "del minuto" de Chopin, mientras su Nocturno op. 55/2 se eleva poéticamente. El largo recital concluyó con una interpretación abrumadora, alucinante, insuperable, del Estudio op. 8/12 de Scriabin.

Rusalka con Fleming, Beczala y Nézet-Séguin

La ópera más reputada de Dvorák ya había sido filmada -además de grabada: Decca, 1998, con magnífica dirección de Mackerras- por su gran especialista, Renée Fleming, el año 2002 en la Ópera de París (TDK, con la algo discreta batuta de James Conlon). Ahora, en 2014 (Blu-ray de Decca) la soprano norteamericana vuelve a sus 55 años a acertar de lleno en su interpretación, si bien la voz ha perdido parte de aquel maravilloso brillo plateado, aunque no la seguridad y el vigor en el registro agudo. Pero ahora el resto de los elementos son superiores a los del DVD de TDK, empezando por la dirección de Yannick Nézet-Séguin, rutilante y de gran sensibilidad tímbrica para realzar la admirable orquestación dvorakiana; y ello pese a que la Orquesta del Met no me parece el colmo de la depuración. El Príncipe está ahora también mejor servido: un Piotr Beczala en estupenda forma y con la voz apreciablemente más ancha que hace años frente a un algo deteriorado Sergei Larin. Si en 2002 Larissa Diadkova daba la talla como Jezibaba, la gran Dolora Zajick impresiona aún más por hallarse en perfecta forma a sus 62 años. El Espíritu de las aguas que en 1998 y en 2002 encarnaba con no poca rudeza Franz Hawlata resulta ahora mucho más convincente en la voz del espléndido bajo John Relyea. Y, para citar solo a los intérpretes principales, Emily Magee es todo un lujo como Princesa extranjera, un papel no menor y muy comprometido en el que sobrepasa de lejos a Eva Urbanova (1998 y 2002).

La escena de Robert Carsen en TDK es, como de costumbre en él, muy bella, creativa e interesante, pero yo, sinceramente, prefiero esta propuesta vintage del Met, antigua pero nada rancia, debida al hace décadas muy reputado Otto Schenk, preciosa y extremadamente sugerente con el apoyo de los preciosos decorados de Günther Schneider-Siemssen. Da gusto que se repongan logros tradicionales tan destacados como éste. Un solo inconveniente, no menor: los subtítulos en español del DVD de TDK no aparecen en el presente Blu-ray de Decca.

Daniel Harding apenas convence en su homenaje a Schumann

2010, año del centenario del nacimiento de Schumann, se celebró en la imponente Frauenkirche de Dresde (iglesia por su nombre, pero también sala teatral por su aspecto) un concierto en homenaje al gran compositor que Arthaus filmó en DVD y Blu-ray. Este último es el que yo he visto y escuchado ahora, con casi un lustro de retraso desde su publicación. Llama la atención lo bien que los técnicos de sonido han resuelto el problema de la fuerte reverberación de la gran sala, molesta en otras ocasiones. El programa fue original y atípico, mezclando obras conocidas y consagradas con rarezas. Con una orquesta, la soberbia Staatskapelle Dresden, demasiado camerística en todo el programa, débil en su cuerda grave (solo cuatro contrabajos), la Obertura de Genoveva suena en manos de Daniel Harding delicada en su introducción y muy apresurada y hasta pimpante en su allegro. Este director, que en sus primeras manifestaciones grabadas me gustó poquísimo, últimamente parece haber madurado ostensiblemente. Pero eso aún no se aprecia en esta ocasión (tal vez ha ocurrido después). Siguieron tres raras piezas: un Scherzo en Sol menor y una Abendmusik reconstruidos por Joachim Draheim -dos curiosidades, no más- y un admirable Nachtlied, op. 108, para coro y orquesta, que me parece además la mejor interpretación de la velada. El algo conocido Requiem por Mignon op. 98b no estoy seguro de que sea una de las partituras más logradas de Schumann, pues bordea la blandenguería meliflua, y la batuta de Harding, con el estupendo Coro de Radio Leipzig y cuatro niños del Dresdner Kreuzchor, no hizo por disimularlo. Bernhard Klee (EMI 1984) sortea mucho mejor ese peligro. Cerró el concierto la Sinfonía "Renana", en versión ligera en todos los sentidos, algo desigual pero con tendencia a lo insustancial y lo frívolo; en DVD, me parecen muy preferibles Sinopoli y Nagano, ambos en el mismo sello. Este Blu-ray no ofrece subtítulos, en ninguna lengua: otro fallo.

... y sustitución de DVDs por Blu-rays

Tenía anteriormente en DVD El barbero de Sevilla por Pappano -el mejor Barbiere, para mi gusto, de la historia del disco-, El Conde Ory por Benini -del que afirmo otro tanto-, el excelente Elixir de amor con Netrebko y Villazón en Viena (otra joya de Otto Schenk) y el Tristán e Isolda de La Scala con el supremo tándem Barenboim/Chéreau, que ahora han ganado en imagen e incluso en sonido al pasar a Blu-ray. Recomiendo vivamente este último soporte frente al anterior en todos estos títulos.

domingo, 22 de noviembre de 2015

La “Kurt Sanderling Edition” de Hänssler

 

Beethoven, Brahms, Bruckner y Rachmaninov

El sello alemán en el que tanto ha grabado Helmuth Rilling ha editado a muy buen precio una caja de 11 CDs con algunas grabaciones, la mayoría poco o nada conocidas, del gran y longevo director germano-ruso (Arys, 1912-Berlín, 2011) que fue titular de la Filarmónica de Leningrado y de la Sinfónica de Berlín.

Toda la música contenida en el álbum es alemana o rusa. Incluye, por ejemplo, un ciclo sinfónico Brahms grabado en Berlín el año 1990, que confirma a Sanderling como un intérprete sólido y de una pieza del hamburgués, si bien puede reprochársele una cierta falta de imaginación y personalidad y un casi permanente aire de seriedad introspectiva. Puede recordar en algo a Barbirolli, a Celibidache o al último Giulini por su belleza en el fraseo, morosidad y serenidad, pero no alcanza la tensión interna, más o menos soterrada, de esos tres maestros. El sonido Brahms que Sanderling extrae de la Sinfónica de Berlín (conjunto fundado en 1952 y que ha contado entre sus titulares, además de Sanderling, a Herbig, Smetacek o Flor) es genuino cien por cien. Destacan, quizá, una hermosa Segunda y una imponente Tercera, así como unas Variaciones Haydn de libro; menos interés tiene en cambio la Rapsodia para contralto, con la bella voz de una correcta Annette Markert. La grabación, aunque es buena, podría haber sido más nítida y brillante. De 1985 es el Concierto doble del mismo autor con un demasiado delicado, poco brahmsiano, Thomas Zehetmair, y un sin embargo espléndido y bien centrado Antonio Meneses. Muy bien la Orquesta Sinfónica WDR de Colonia al servicio de una batuta tal vez en exceso solemne.

De Bruckner aparece solo una Cuarta "Romántica" de gran empaque, a la que le achacaría una excesiva lentitud en el movimiento inicial, que resulta un pelín letárgico. Excelente prestación de la Sinfónica de la Radio Bávara en 1994; en cualquier caso, la versión no me entusiasma tanto como su apenas conocida y sin embargo magnífica Tercera con la Gewandhuas de Leipzig (Berlin Classics, soberbia toma sonora de 1965), una de las indudables cimas discográficas de esta obra.

Beethoven está representado por una antigua (no aparece fecha) y enérgica Fantasía coral, con un excesivamente expeditivo Sviatoslav Richter, la Gran Orquesta Sinfónica de la Radio-Televisión de la URSS y el Coro de la Academia Estatal Rusa... ¡cantando en la lengua de Pushkin! Pero, amigos, hay otro Beethoven, y esta vez sensacional y antológico: una inmensamente bella y poética Sinfonía "Pastoral", estupendamente grabada en 1985, con una Orquesta de Radio (WDR) Colonia en estado de gracia: una interpretación superior incluso a su formidable grabación de 1981 con la Philharmonia para EMI, dentro del ciclo de las nueve. Solo por esta "Pastoral" me habría merecido la pena este álbum, creedme. Realmente, no tiene que envidiar a una sola de mis versiones favoritas, o sea Furtwängler/Viena (1953), Klemperer/Philharmonia (1958), Giulini/New Philharmonia (1970, EMI las tres) y Barenboim/Staatskapelle Berlin (Teldec 2000), situándola incluso por delante de esa otra suya, de Böhm/Viena (1971), Kubelik/Orquesta de París (1976), Giulini/Los Ángeles (1981, DG las tres) o Barenboim/Diván (DVD Decca 2013). Por si a alguien le cabe duda de la estatura de Sanderling, me parece indudable que lograr tal elevación en esa genial y dificilísima partitura no está al alcance más que de un artista excepcional.

El resto del álbum es Rachmaninov: los dos primeros Conciertos con Richter, un No. 1 registrado en 1955 muy brillante y ardoroso, algo crispado y -también con la Orquesta Sinfónica Estatal de la URSS- un Segundo cuatro años posterior, de una belleza melódica cegadora e inmensa poesía, tan prodigioso en su batuta como por su ejecución pianística: realmente, de sonar mejor, sería una opción insuperada.

Las tres Sinfonías del autor de La isla de los muertos datan de fechas muy dispares: de 1951 la Primera, importante contribución -acaso la mayor en su momento- a la interpretación de esta algo fallida obra. La Segunda, también con la Filarmónica de Leningrado y de 1956, es una visión muy dramática y tensa, casi opuesta a la expansiva y contemplativa grabación que 33 años después realizó Sanderling para Teldec con la Philharmonia (los 17'50" del primer movimiento pasarían a ser 26'07"). La Tercera, tomada en público en Hamburgo (con una Sinfónica NDR en estupenda forma) en 1994, es un acierto pleno.

martes, 17 de noviembre de 2015

Rotundo acierto de Barenboim y Carsen en “Don Giovanni” (DVD/Blu-ray D.G.)

 

De una de las tres o cuatro óperas más importantes de la historia, Don Giovanni, seguíamos hasta ahora desprovistos de una interpretación de altura en imágenes; no es ya momento de seguir aferrados a la versión de Furtwängler, de 1954 y con una escena antediluviana. Aun no libre de alguna deficiencia (el Don Ottavio de Giuseppe Filianoti), la versión que acaba de publicar Deutsche Grammophon en los dos soportes videográficos, procedente de La Scala milanesa el 7 de diciembre de 2011, es por fin una versión del más alto nivel en lo que se refiere a la dirección musical y a la escénica. Respecto a esta última, creo que es uno de los mayores aciertos del quizá más genial director de escena actual, Robert Carsen (Toronto, 1955). Trasladada a varios momentos del siglo XX -la historia es de las más intemporales de cualquier ópera-, con una iluminación fascinante, es una propuesta muy creativa, pero alejada a la vez por completo de lo gratuito, en extremo inteligente y coherente, en la que la más mínima reacción de los personajes está justificada y resulta creíble, aun en los múltiples detalles que nunca habíamos visto resueltos de ese modo. La mano del regista canadiense se percibe a la perfección en la estupenda actuación de todos los cantantes. Magnífica idea la del cierre de la obra.

En cuanto a la labor del entonces maestro scaligero, Barenboim, mozartiano insigne como todo el mundo sabe, responde a todos los registros presentes en la partitura -lo dramático y lo jocoso del subtítulo de la obra-. Con una orquesta bastante nutrida (y en magnífica forma), Barenboim canta las melodías con una expresividad y una belleza arrebatadoras e infunde a toda la obra una pasión incandescente. Se dice a menudo que Barenboim se ha giulinizado mucho en los últimos años, y es verdad, pero no es toda la verdad, pues no hay más que escucharle algunas recientes interpretaciones, sean varios de sus Bruckner, su Vida de héroe, su Sinfonía 40 de Mozart o este Don Giovanni, entre otros ejemplos. Mientras en sus grabaciones de audio (dos veces Don Giovanni y Las bodas de Fígaro, una vez Così) ha atendido más lo estrictamente musical, en las videográficas (unas Bodas y un Così, pero no Don Giovanni hasta ahora) es cierto que tiene mucho más en cuenta el elemento teatral; no el dramático, siempre presente, sino justamente el teatral, y sobre todo en esta representación escalígera esto es enormemente evidente.

El reparto reunido en Milán ha sido magnífico, pero repito, no es a pedir de boca todo él, pues Filianoti no posee el impecable estilo mozartiano de sus compañeros de reparto ni una especial elegancia en el fraseo, si bien salva con gran dignidad "O mio tesoro". Tampoco el papel menor del reparto, el Masetto de Stefan Kocán, un barítono-bajo algo engolado, es para tirar cohetes. Todos los demás son estupendos, cuando no antológicos. Es el caso del protagonista, el barítono-bajo sueco Peter Mattei, de hermosa voz, nobilísima línea de canto y arte consumado, que ofrece por ejemplo la serenata ("Deh, vieni alla finestra") y el canto al vino mejor cantados que recuerdo. Algo similar debo decir de Anna Netrebko, la Donna Anna más expresiva, intensa y bellamente cantada que he escuchado (¡y aún oigo alguna vez decir que debe su fama a su belleza!...): arrebatadoras, inolvidables sus dos arias ("Or sai che l'onore" y "Mi tradì").

Aun sin alcanzar, como estos dos, la estratosfera, el no siempre del todo fiable Bryn Terfel está espléndido en un papel que como el de Leporello le va a que ni pintado, y no solo por la vocalidad. Barbara Frittoli, a la que quizá no había escuchado en Mozart, está sencillamente modélica desde cualquier punto de vista como Elvira (por cierto, aquí Barenboim ha invertido la vocalidad con respecto a su grabación de Erato 1992: Waltraud Meier, Elvira, es más dramática que Lella Cuberli, Anna. Pues la Netrebko ya lucía en 2011 una voz a medio camino entre lírica y dramática, sin haber perdido un ápice de su increíblemente hermoso timbre). Y en cuanto a Anna Prohaska, una lírico-ligera de preciosísima materia prima, en esta ocasión no se acerca ni de lejos a la cursilería o a lo pizpireto. Finalmente, Kwangchul Youn es un Comendador, ya que no impactante (o sea, Salminen en su disco Erato), sí de hermoso timbre y muy noblemente cantado. El clavecinista del continuo, James Vaughan, merece una especial mención por sus imaginativas intervenciones.

La filmación -no tengo muy claro, entre tantos nombres, a cargo de quién: ¿Patrizia Carmine?- me parece ejemplar, y los certeros subtítulos en castellano, firmados por Jorge Luis Wic, están cuidadosamente colocados abajo o arriba, en el centro o en un lado, para no tapar lo esencial de las imágenes en cada momento. ¡Qué maravilla, tantos cuidados!...

sábado, 14 de noviembre de 2015

Andris Nelsons triunfa en Ibermúsica con la Orquesta del Festival de Lucerna

 

Mozart 36 y Mahler 5

El viernes 13 de noviembre, a las 22.30, mientras en París ocurrían los terribles atentados terroristas al grito de "¡Alá es grande!" [en pleno siglo XXI siguen siendo las religiones una abultadísima causa de sufrimiento en el mundo], el letón Andris Nelsons volvía a dejar patentes dos cosas: que es el director menor de 50 años musicalmente más dotado del mundo, y que la Orquesta Filarmónica de Berlín es profundamente estúpida al no haberlo elegido su próximo titular (habiendo estado a punto de hacerlo). El dilatado programa del concierto concluyó ¡a la una menos diez!, con la inestimable ayuda de quienes, en el intermedio, no daban pie con bola colocando las sillas de los músicos y sus atriles.

La Sinfonía 36 "Linz" de Mozart que ocupaba la primera parte no fue una versión más, sino una muy enérgica y casi contundente realización de su Allegro spiritoso, un Andante ligeramente apresurado (para mí, la única leve pega que le pondría) o un finale de extraordinaria vivacidad y vitalidad. Todo ello aderezado con una enorme transparencia y un muy sutil juego de dinámicas. Imprescindible citar al maravilloso oboe Lucas Macías (antes en la Concertgebouw) y al atentísimo timbalero Raymond Curfs (de la Radio Bávara), con un instrumento de acertada sequedad. Por lo demás, y pese a las peculiaridades citadas, este Mozart se inserta en la mejor tradición, ajena a las versiones que se hacen llamar a sí mismas historicistas.

La Quinta Sinfonía de Mahler, de la que ya existían dos versiones anteriores con Nelsons más o menos divulgadas en imágenes, fue apabullante. A veces hasta el exceso, pues creo que el director no calibró del todo al principio que la acústica del Auditorio Nacional no soporta bien tal cantidad de decibelios: el primer movimiento sonó aquí y allá algo emborronado por tamaño despliegue. Creo que Nelsons debió de percatarse de ello, pues no volvió a aparecer ese problema. Toda la interpretación, muy personal en multitud de pasajes, generalmente esclarecidos hasta resultar aquí y allá reveladores, fue apasionante y no cayó jamás en la rutina. A mí me gustaron sobre todo los movimientos 2º y 5º, y reconozco que el scherzo fue también toda una creación, pero opino que es un episodio demasiado estirado, un tanto fallido por parte de Mahler (¡que nadie me crucifique, por favor!). Pero en todos los movimientos, salvo quizá en el finale, hubo algunas frases -pocas, por fortuna- para mi gusto algo excesivamente melosas o decadentes, y en el Adagietto abusó un poco de los reguladores dinámicos. Pero aunque yo discrepe un tanto de ese enfoque (mi ideal en esta obra sigue siendo Barbirolli), reconozco que el talento de Nelsons es abrumador. Y la técnica, pues la inmensa mayor parte de la obra fue expuesta, en su tremenda complejidad, con una claridad pasmosa.

Capítulo aparte merece la Orquesta (cuyo sonido, más alemán, me agrada mucho más que el que solía extraerle Abbado), formada a base de músicos de primera o primerísima categoría de orquestas muy diversas, casi todas alemanas y ¡curioso! italianas. Es una de las mejores agrupaciones del mundo, pese a no tener quizá la personalidad de las cuatro o cinco cimeras. Ayer asombraron unos cuantos componentes de fábula: además de los citados, el trompeta Reinhold Friedrich, el flauta Jacques Zoon (antes en la Concertgebouw), el clarinete Alessandro Carbonare (de la Academia Santa Cecilia), el fagot Guilhaume Santana (de la Radio del Sarre) o el tuba Thomas Keller (de la Staatskapelle Berlin). Éxito arrollador.

martes, 3 de noviembre de 2015

Barenboim dirige en Granada las tres últimas Sinfonías de Mozart

 

Mozart es, después de Beethoven, el compositor al que Daniel Barenboim ha dedicado la mayor parte de su actividad. De él ha grabado todas sus obras pianísticas y numerosas páginas orquestales, así como las principales óperas (con la curiosa excepción de La flauta mágica, que sin embargo ha dirigido en teatro). Pero sus registros de las Sinfonías, solo de las doce últimas, se remontan a 1967-1970 (para EMI, con la English Chamber). Desde entonces, extrañamente, sólo ha hecho una "Júpiter" con la Orquesta de París (1984, ¡no en CD!) y, en DVD/Blu-ray, las núms. 35 "Haffner" y 36 "Linz" con la Filarmónica de Berlín (EuroArts 2006).

Sin embargo, en los últimos años ha tocado insistentemente las tres últimas Sinfonías con la Filarmónica de Viena, creo que también con la Staatskapelle Berlin y, ahora, con la West-Eastern Divan Orchestra. Así ocurrió el 28 de octubre en el Auditorio Manuel de Falla de Granada, al día siguiente en Málaga y el 31 en Ginebra, conciertos celebrados en memoria de Edward Said (Jerusalén 1935-Nueva York 2003), que hubiera cumplido ahora ochenta años, y con presencia de su viuda.

La expectación por escuchar estas tres obras cumbres a uno de los más grandes intérpretes mozartianos de que hay memoria era, lógicamente, muy grande. Las expectativas se vieron sobradamente cumplidas. Ajeno a las aportaciones de las versiones (no siempre interpretaciones) historicistas, Barenboim se inscribió de nuevo en la tradición de las más admiradas batutas mozartianas de las últimas décadas. Esto se apreció sobre todo en la Sinfonía 39, absolutamente canónica, en la que si acaso sobresalió el vigor y la exaltación del Allegro que sigue a una especialmente solemne y sombría introducción Adagio. El introspectivo Andante dio paso a un pujante minueto (cuyo trio no fue todo lo extático que puede resultar: véase la sublime lectura de Böhm en Viena) y a un fogoso e irresistible finale.

En la Sinfonía 40 Barenboim siguió a pie juntillas la indicación Molto allegro tan pocas veces atendida, pues resulta en extremo difícil dotar al movimiento de su tremendo pathos con ese tempo. Cuando se logra, como ocurrió esa noche, el efecto es demoledor. Doliente Andante, intenso minueto y angustioso, hiperdramático Allegro assai. Es la interpretación más arrebatadora y genial que recuerdo de esta Sinfonía en Sol menor que Mozart, en palabras de un importante musicólogo francés, "parece haber escrito no con tinta, sino con su propia sangre".

Quizá no tan personal y radical como la 40 pero más que la 39, la 41 "Júpiter" destacó por la grandeza y el entusiasmo con que sonó su Allegro vivace, mientras que en el sombrío Andante cantabile el director hizo, extrañamente, tocar a los violines con sordina -experimento que no me convenció-. Pero lo más llamativo de la versión fue la asombrosa claridad con que expuso la enorme complejidad contrapuntística del finale, en el que hizo las repeticiones hasta desplazar hacia él el centro de gravedad de la obra. Claridad que no ocultó una acentuada y singular ambivalencia expresiva: sonó triunfal pero no exento de un palpable sentimiento trágico.

La Orquesta del Diván, ni escuálida ni demasiado nutrida, volvió a demostrar extraordinaria precisión, tersura y flexibilidad en sus cuerdas (que no impidió dos o tres desajustes en el movimiento inicial de la 39), una asombrosa capacidad de matización en sus maderas y un admirable empaste de trompetas y timbales. Aunque la cadena de televisión Classica ha transmitido el concierto de Ginebra, al parecer la acústica de la sala (cuyo techo fue pintado por Miquel Barceló) es muy problemática. Sería una lástima que no quedase un documento bien grabado (¡mejor, filmado!) de estas apasionantes interpretaciones.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Harteros, Kaufmann, Semenchuk y Pappano: la mejor “Aida” de los últimos cuarenta años

 

La Aida grabada por EMI en 1974 con Caballé, Domingo, Cossotto, Cappuccilli, Ghiaurov y Muti fue todo un hito que situó esta interpretación, en la que todos los elementos principales estuvieron a pedir de boca, en la cima de la discografía. Que una grabación operística se mantenga cuatro décadas largas en el punto más alto no es cosa frecuente; no me atrevo a decir que ese lugar de privilegio haya llegado a su fin, pero sí que la versión que Warner (EMI) acaba de lanzar, bajo la batuta de Sir Antonio Pappano es la primera en cuarenta y un años que podría acercarse a aquélla. Porque han reunido prácticamente a las mejores voces posibles en la actualidad para los cuatro papeles más destacados. Vamos a repasarlos: Anja Harteros es la soprano verdiana por antonomasia de nuestro tiempo, y por suerte está grabando -en audio o en vídeo- los papeles que más convienen a su voz, como deseaba yo en voz alta desde que tanto me gustase en Simon Boccanegra (Scala 201, DVD/Blu-ray). Su Aida es lírica, lo que me parece un acierto, pues este papel me parece mucho más adecuado para ella (como para Caballé) que para una Caniglia o una Nilsson: al personaje se le exigen multitud de momentos de gran delicadeza y sensibilidad, más que los de fuerza que también existen en la partitura. La esclava etíope de Harteros es más dulce y vulnerable de lo acostumbrado, lo que no está nada mal, pero por otra parte, posee pasión y temperamento suficientes para esos pasajes que así lo demandan. Y sus graves, preciosos, no cambian de color. Por descontado, el Do agudo de "O patria mia" no consigue emitirlo en pianissimo, hazaña que solo ha logrado Caballé. Pero a lo largo de toda la ópera triunfan su sensibilidad, inteligencia y musicalidad, aliadas a una voz muy bella y a una técnica excelente.

El caso de Jonas Kaufmann es más discutible: es también un gran músico y muy sensible y penetrante, pero su voz resulta algo más oscura de lo que parece pedir la italianità verdiana (en ópera alemana y francesa suele convencerme más), y su técnica -sin duda extraordinaria pese a poseer zonas veladas- o la fisiología de su aparato fonador le lleva a emitir ciertos sonidos poco ortodoxos. Aunque puede resultar un poco rebuscado en su aria de salida, "Celeste Aida" (cuyo Si bemol emite en piano, como está escrito), prefiero cien veces su interpretación de Radamès a la de un -zafio y carente de toda elegancia en el fraseo- Roberto Alagna, por citar a uno de los Radamès más nombrados de los últimos tiempos. Pero, claro, el recuerdo de los sensacionales Caballé y Domingo (con Muti) en plenitud hace palidecer a esta, la mejor pareja protagonista posible hoy.

Pese a que su voz es un poco más lírica de lo debido, Ekaterina Semenchuk me ha gustado como Amneris tanto como la que más de sus predecesoras, Bumbry, Obraztsova y Cossotto incluidas, por la impresionante hondura y sinceridad con que encarna el personaje más interesante de la genial ópera verdiana. Y no comprendo a quienes ponen por delante de toda consideración que la voz sea la ideal (Stignani, Barbieri, Simionato y casi ninguna otra, según ellos). Más que bien el Amonasro de Ludovic Tézier, del que también he oido decir que su voz no da la talla exigida. ¿Acaso lo interpretaban con más propiedad las voces que sí lo eran, los Bechi, Protti, Warren y no sé si alguno más? (solo, si acaso, para mí, Cornell McNeil). En cuanto a Ramphis, Erwin Schrott no pasa de la corrección; es una pena que, ya puestos, no hayan convocado a un René Pape. Correcto igualmente Marco Spotti como el Rey de Egipto, lo mismo que el Mensajero de Paolo Fanale, y un lujo la Sacerdotisa de Eleonora Buratto.

El Coro de la Academia Santa Cecilia está muy bien, y lo mismo hay que admitir de la Orquesta correspondiente -de la que Pappano obtiene lo mejor que se le ha escuchado a la formación romana-, si bien es cierto que cuesta quitarse de la cabeza a la New Philharmonia o a la Filarmónica de Viena. Pero lo que hay que reconocer es que Pappano, acaso el más fiable de los directores de ópera italiana de la actualidad, ha acertado tanto como en su reciente Don Carlo en DVD/Blu-ray, en un enfoque no tan unilateral (aunque fuese genial) del joven Muti, sino más atento a las tan diversas maravillas que atesora esta partitura, y desde luego sin caer en la excesiva pomposidad de algunos (Karajan en EMI, sobre todo). La toma de sonido es muy buena, pero quizá esperaba un poco más. Los tres discos del álbum podrían haberse reducido a dos, pues los dos primeros actos no llegan a 81 minutos, duración ya muchas veces albergada en un CD.

martes, 27 de octubre de 2015

Dos espléndidos discos de música de cámara

 

Arensky por Spectrum Concerts Berlin

Naxos acaba de lanzar un interesante CD monográfico (8.573317) con tres obras camerísticas de Anton S. Arensky (1861-1906), continuador de Tchaikovsky y eslabón hacia Rachmaninov. Dos de ellas son auténticas rarezas y, sin embargo, son partituras destacadas: el Quinteto para piano y cuerda, op.51, de 1900, es quizá la más germanizante de las tres, conteniendo ecos de Mendelssohn, Schumann y Brahms. El Segundo Cuarteto de cuerda, op. 35, data de 1894 y está compuesto en memoria de su admirado Tchaikovsky; es para la extrañísima combinación de violín, viola y dos violonchelos, lo que le proporciona una sonoridad particularmente oscura (existe otra notable versión de esta pieza a cargo del Raphael Ensemble, Hyperion 1993). La obra más conocida del programa, la única que goza de una discografía algo abundante, es el Primer Trío para piano, violín y cello, op. 32, también del año siguiente al de la muerte del autor de El lago de los cisnes y es quizá precisamente la que contiene más huellas de ese compositor. Se trata de una pieza realmente muy notable que merecería más presencia en el repertorio.

Los intérpretes del disco, que dura 80' y está estupendamente bien grabado, pertenecen al grupo llamado Spectrum Concerts Berlin, formado por instrumentistas de arco de alto nivel y por el conocido pianista Eldar Nebolsin, que perfeccionó su formación en la Escuela Reina Sofía. Con un papel muy relevante en la primera y la tercera de las obras, es un auténtico virtuoso que ha madurado visiblemente como músico en los últimos años. He comparado esta versión con las otras tres que tengo en mi discoteca -Trío Borodin, Chandos 1987; Bronfman, Lin y Hoffman, Sony 1994, y Trío Beaux Arts, Philips 1995- y para mí sólo cede un poco frente a la segunda, pudiendo convencer tanto como la del primer grupo y, sin duda, más que la del tercero.

Chopin y Rachmaninov por Weilerstein y Barnatan

El cuarto disco (4788416, para Decca, como los anteriores) de la sensacional violonchelista estadounidense Alisa Weilerstein, que se dio a conocer en una arrolladora interpretación del Concierto de Elgar junto a Barenboim y la Filarmónica de Berlín (DVD/Blu-ray EuroArts) y que es seguramente el mayor descubrimiento habido en años en su instrumento, contiene las Sonatas de Chopin y Rachmaninov, a las que añade (hasta alcanzar el CD los 81') el Estudio op.25/7 y la Introducción y polonesa op. 3 del primero y el conocido Vocalise del segundo. Al toparme con el disco me mosqueó que el pianista, que tiene un papel muy importante en ambas Sonatas, fuese un desconocido. Sin embargo, este músico israelí (Tel Aviv, 1979) ha superado la comprometida prueba con un notable alto. Lástima, en cualquier caso, que no esté al altísimo nivel de su partenaire. Es sin duda muy musical y toca con gran limpieza, pero quizá, intimidado por su compañera, parece situarse ligeramente en segundo plano -salvo en los momentos en los que su protagonismo es inequívoco-, sumando así esta grabación a las versiones de Rachmaninov en las que los dos solistas no se hallan al mismo nivel: la más desigual es sin duda la que enfrenta al algo monocorde cello de Heinrich Schiff el apabullante piano de Elisabeth Leonskaja (Philips 1986), sin duda el más logrado de la discografía. Por el contrario, Yo-Yo Ma y Emanuel Ax (Sony 1991) es quizá aquella en la que se hallan mejor equilibrados, tratándose quizá de mi opción número uno. Como para la Sonata de Chopin es la arrebatadora de Rostropovich y Argerich (DG 1980), seguida de cerca por Du Pré/Barenboim (EMI 1971) y Tortelier/Ciccolini (EMI 1968). Lo cierto es que el desempeño de Weilerstein en ambas Sonatas es impresionante por su sonido hermosísimo y torrencial, por su temperamento soñador y enormemente apasionado. En lo que este disco sobrepasa a todos sus rivales es en la sensacional toma de sonido (¿advinan de quién? Eso mismo, de los ingenieros del Estudio Teldex de Berlín).

domingo, 25 de octubre de 2015

Lang Lang apabulla en su última grabación: los Scherzi de Chopin y Las Estaciones de Tchaikovsky

 

Pese a tratarse de una versión llamémosle radical de las cuatro Scherzi de Chopin, y por tanto no exactamente modélica de la misma, no dudaría en calificarla de la más genial que haya escuchado hasta ahora. Y, desde luego, la mejor tocada: el mecanismo del pianista chino es verdaderamente diabólico y quizá no tenga hoy parangón: es absolutamente insultante la velocidad, la perfección, la limpieza y la nitidez con que ofrece las escalas más rápidas y difíciles. Pero su virtuosismo no resulta nunca, ni un momento, exhibicionista o como un fin en sí mismo, sino que está siempre al servicio de la expresión. Los Scherzi están entre la música más rebelde y desestabilizadora de su autor, eso es obvio, y Lang Lang lleva al límite de lo conocido hasta ahora esas características: su incisividad es tremenda, hasta rozar en algún momento (particularmente en el Primero) la agresividad. Pero esta actitud está perfectamente justificada y motivada, y la encuentro absolutamente sincera, nada exterior o numerera. Pero estas versiones no están precisamente desprovistas de lirismo, nada de eso; es más, por ejemplo la sección central del No. 1 es en ese sentido de un maravilloso y conmovedor carácter balsámico. En conjunto, este ciclo, que para mí se sitúa en primer lugar en la discografía, es un valiente alegato contra el Chopin de salón, bonito o banal. Es, sí, una visión extrema, pero probablemente más apropiada que las visiones al uso, que podrían sonar un tanto descafeinadas.

Me he repasado las versiones, buenas (Eschenbach) o muy buenas, que tengo en disco de Las Estaciones de Tchaikovsky (colección más bien poco conocida de doce piezas que debería titularse mejor "Los meses del año"): Postnikova (Erato 1992), Bronfman (Sony 1998/Newton) y Eschenbach (Ondine 2007), y salta a la vista que Lang Lang los deja en la cuneta, tal es la elevación de la poesía que logra el chino, que alcanza cotas excelsas en Junio (Barcarola) o en Octubre (Canción otoñal), justamente las dos piezas más maravillosas de la serie, que recrea con una certera libertad, con delicadeza, concentración y belleza -sonora y melódica- extremas. Por si alguien lo dudaba, Lang Lang ha alcanzado ya una madurez musical excepcional.

Sony ha publicado simultáneamente un doble CD magníficamente presentado que incluye, además de varias fotos, los poemas en que se inspiró Tchaikovsky para su docena de piezas (en ruso, inglés, alemán y francés) y un DVD con una selección del DVD/Blu-ray publicado aparte. La grabación en audio fue realizada en la Sala Liebermann de la Ópera Bastilla de París entre el 31 de mayo y el 4 de junio de 2015, mientras la grabación en vídeo tuvo lugar en la Gran Sala de los Espejos del Palacio de Versalles unos días después, el 22 de junio, con asistencia de un auditorio no muy numeroso; las interpretaciones no son, por tanto, idénticas, aunque sí muy parecidas. La realización es del original y muy personal Andy Sommer, quien ha alcanzado últimamente una considerable reputación. A modo de subtítulos, el vídeo también ofrece opcionalmente los referidos poemas, que se van sucediendo verso a verso (en las referidas lenguas, salvo el ruso) mientras suenan las piezas correspondientes. Para quien tenga dudas entre el DVD y el Blu-ray, les advierto que el segundo tiene una nitidez de imagen muy superior.