jueves, 29 de marzo de 2012

Sensacional “Le comte Ory” en DVD: Flórez, Damrau, DiDonato y Benini en el Met

Esta, la penúltima de las óperas de Rossini y la última de las cómicas, es una pura delicia no demasiado conocida. Original en francés –la versión que hoy se hace siempre–, tiene de galo no sólo el lenguaje, sino también algunas características musicales. Pese a que el libreto de Scribe y Delestre-Poirson es tan disparatado e inverosímil (lo que no es demérito en una ópera bufa) como atrevido e irreverente, su música no suele ser de un humor tan descarnado o del sal gorda como en Il barbiere, lo que ha mermado un tanto su popularidad en Italia. Pero la maestría del último Rossini (1828) es patente.

En CD había al menos un par de versiones de entidad (Gardiner, en Philips, y López Cobos, en D.G.), pero la única –que yo sepa– en DVD (Andrew Davis, Warner) dejaba mucho que desear. Esta que ahora publica Virgin (EMI) es un triunfo total, en todo y por todo, dejando atrás todo lo que se había oído (o visto y oído). El trabajo que realiza Maurizio Benini es toda una revelación: es evidente que esta ópera le entusiasma, y esto lo transmite al coro, a la orquesta (que está bastante por encima de lo habitual) y, desde luego, al público. El del director de escena, Bartlett Sher, no se queda muy atrás: medios escasos frente a originalidad, inteligencia e imaginación largas. El público ríe a sus anchas, y no es para menos.

Pero ¿y los cantantes? ¡Un acierto total! Nunca se había reunido, ni de lejos, un elenco tan idóneo y tan extraordinario: Juan Diego Flórez ya estaba en la versión de D.G. (2004), y aquí repite proeza (¡qué decir de su intervención, de tanta gracia como perfección!), pero añade la vis cómica que demuestra en escena, y que no es mérito menor. Si asombrosa es su interpretación, vocal y escénica, me atrevería a afirmar que la de Diana Damrau (la Condesa Adèle de Formoutiers) es aún (un poco) más sensacional aún. ¡Qué dominio, qué plenitud vocal, qué técnica, qué intensidad, qué talento como actriz bufa! Y de Joyce DiDonato (Isolier) es bien conocida su estatura casi sin parangón, que aquí demuestra una vez más. Pero es que se cuenta además con un barítono-bajo vocalmente espléndido e igualmente buen actor: Stéphane Degout como Raimbaud, un más que solvente Michele Pertusi como Gobernador y una estupenda Susanne Resmark como Ragonde. Como además la realización está muy cuidada, se ve y se oye muy bien y tiene subtítulos en castellano, la verdad, es muy raro encontrar una función operística en la que todo funcione tan bien y alcance este nivel: no puede pedirse más. Bueno, sí, ¡que la editen también Blu-Ray!

lunes, 26 de marzo de 2012

Dos pianistas. ¿¡Dos!?…

El otro día, concretamente el 20 de marzo, subí al coche poco después de las 8 de la tarde, puse Radio Clásica y sonó, recién comenzado, un Primer Concierto de Beethoven. El pianista era un virtuoso-virtuoso, empeñado en dar las notas a toda mecha y con la mayor limpieza posible. La verdad es que lo lograba. Pero la MÚSICA no aparecía por parte alguna. La cadenza de Beethoven –la versión larga– fue una verdadera borrachera de velocidad. El movimiento lento mejoró un pelín, pero al solista no se le movió un pelo, el lirismo meditativo de este Largo no afloró en absoluto. A poco de empezar el tercer movimiento, que seguía los derroteros del primero, tuve que dejar el coche, sintiéndome frustrado por no haberme enterado de quiénes eran los intérpretes (es un decir). Dado que el director, muy flojo y en aparente sintonía con el pianista, parecía afín a los instrumentos originales, y que la orquesta sonaba bastante mal, pensé en un fortepianista (la dinámica se movía sólo entre mezzoforte y forte) con un instrumento no del todo horrible y un director corrientito de los muchos que dirigen con instrumentos auténticos de época. ¡Ya miraría en internet para descubrir quiénes habían perpetrado la ejecución (de interpretación, bien poco)!

Volví al coche a los pocos minutos, justo para escuchar los dos últimos minutos de la Consolación No. 3 de Liszt. Inspirada, poética, muy bella interpretación. No pude reprimir decirle a mi acompañante en el coche: “¡Jolín (o algo parecido más fuerte), qué diferencia de pianistas! ¡El que tocaba el Primero de Beethoven era un aporreateclados y este es un artista! Momentos después terminaba la pieza de Liszt y decía el locutor algo así: “Stefan Vladar acaba de interpretar la Tercera Consolación de Liszt, ofrecida como bis tras su Primer Concierto de Beethoven, con la Orquesta Ciudad de Granada dirigida por Salvador Mas”. Aluciné. Me quedé de piedra. El último disco que me compré de Vladar, hace pocos meses, las cuatro últimas colecciones (Opp. 116-119) de Brahms, son versiones admirables, de primer orden. Pues bien, su juvenil Beethoven me pareció una nulidad.