miércoles, 8 de octubre de 2025

Los "Cuadros de una exposición" de Mussorgsky y Ravel

 

MODEST MUSSORGSKY: Cuadros de una exposición (orquestación: MAURICE RAVEL)

Paseo – Gnomo – El viejo castillo – Paseo – Las Tullerías – Bydlo, la gran carreta – Paseo – Ballet de los polluelos en sus cascarones – Samuel Goldenberg y Schmuyle – Paseo – El mercado de Limoges – Catacumbas (Sepulcrum romanum) – Cum mortuis in lingua mortua – La cabaña de Baba-Yaga sobre patas de gallina – La gran Puerta de Kiev

Los Cuadros de una exposición, originales para piano, surgieron como homenaje al arquitecto y pintor Viktor Alexandrovich Hartmann, fallecido en Moscú el 23 de julio de 1873, a los 39 años. Muerte que afectó hondamente a su amigo Mussorgsky (“¡Qué cosa tan terrible: esos perros y esos gatos siguen vivos, mientas criaturas como Hartmann han de morir!”). La exposición-homenaje con dibujos y pinturas de Hartmann fue lo que impulsó a Mussorgsky a componer su obra, en cuya primera página del manuscrito se lee: “Dedicado a Vladimir Vasilievich Stassov*. Cuadros de una exposición. Como recuerdo de M. Mussorgsky a Viktor Hartmann. Para ti, organizador de la exposición de Hartmann, en homenaje a nuestro querido amigo Viktor. 27 de julio de 1874”.

Estas pinturas se diseminaron y no han sido recopiladas (y no todas) hasta fechas relativamente recientes, gracias a la tenaz búsqueda de Alfred Frankenstein. Al parecer, varios de estos cuadros son muy decepcionantes después de conocer la música que se inspiró en ellos, que es de valor artístico muy superior y de carácter muy diferente: según ha escrito Martin Last, “mientras la música de Mussorgsky constituye un alarde de inspiración grotesca, los dibujos de Hartmann son delicados y ligeramente ingenuos”.

La partitura de Musorgsky, que ha tardado mucho en ser comprendida (también en ser publicada: 1886, un lustro después de su muerte), es de una audacia armónica y rítmica extraordinaria, y de una fantasía y originalidad fascinantes. Lo cual debe sorprendernos aún más teniendo en cuenta que Mussorgsky pretendía tan solo ilustrar, describir los cuadros, a los que -tal vez sin ser consciente- transformó radicalmente por medio de su propia sensibilidad en una visión por entero distinta y mucho más interesante. Esta visión del compositor, que se ha asociado más de una vez, y con acierto, al universo poético de E.T.A. Hoffmann, responde, en palabras de Karl Schumann, a un “realismo radical”, a un “naturalismo feroz y sarcástico: estilo expresivo denso y esplosivo; humor y extravagancias, minuciosa descripción naturalista, atmósfera latente demoníaco-fantástica, salvajismo e impetuosidad rusas, densa melancolía”. Esta marcada personalidad de Mussorgsky aquí omnipresente se manifiesta también en los paseos, ese singular hallazgo suyo que sirve de enlace entre un cuadro y el siguiente (aunque algunos se unen directamente), y acerca de los cuales Stassov escribió: “Mussorgsky se representó a sí mismo en estos paseos, andando unas veces con lentitud y otras con viveza, para acercarse a un cuadro que le llamaba la atención, pero siempre con tristeza al recordar al amigo muerto”.

Cuadros de una exposición se escucha, incluso hoy, con menor frecuencia en la redacción original para piano, lo que se debe por una parte a la gran dificultad que entraña su ejecución al teclado, y por otra al formidable trabajo de orquestación llevado a cabo por Maurice Ravel en 1922. Porque, además, como ha escrito Mario Calcovoressi, “es una música que está pidiendo a gritos orquestación”. Por ello, no es casual que varios músicos la hayan orquestado: Mikhail Tuchmalov, Walter Goehr, Lucien Cailliet, Sir Henry Wood, Sergei Gortchakov, Leo Funtek, Leonidas Leonardi, Leopold Stokowski, Vladimir Ashkenazy, Elgar Howarth… y, por supuesto, Maurice Ravel, labor que abordó a instancias de Sergei Kussevitzky, que se hallaba por aquellos años en la capital francesa. Este ilustre director ruso (1874-1951) estrenó los Cuadros orquestados por Ravel en la Ópera de París el 19 de octubre de 1922 al frente de la Orquesta Sinfónica de Boston, formación que le nombraría director titular dos años más tarde (y junto a la que permaneció hasta 1949).

El trabajo de Ravel -quien orquestó magistralmente muchas composiciones suyas para piano- sigue constituyendo hoy el ejemplo más acabado y genial de orquestación de una obra de otro compositor; al escucharlo, Henry Wood retiró el suyo. La enorme divulgación alcanzada por los Cuadros de una exposición se debe, por tanto, más al autor de La Valse que al de la partitura original.

Y no dejan de sorprender la perfección y el equilibrio del resultado, pues, como escribe Karl Schumann, “el radical expresionismo de Mussorgsky era totalmente opuesto a los sentimientos formalistas del hombre de mundo que era Ravel. Lo cierto es que este ha sido mucho más respetuoso con el autor ruso que otros orquestadores de su música, como Rimsky-Korsakov o Borodin. Quienes, con las mejores intenciones e indudable maestría, suavizaron sus audaces asperezas.

En la época en que Stravinsky componía sus primeros ballets, Ravel había colaborado con él en la orquestación de Khovanchina y quedó fascinado por la personalidad de Mussorgsky. Ravel, pues, puso toda su ciencia y su imaginación al servicio de la música del autor de Boris Godunov, sirviéndola con admirada determinación. Pero, como era inevitable en un creador de su talla, dejó bien impresa también su huella: “La orquestación de Ravel […] hace aún más evidentes las extravagancias, […], el realismo demoníaco y el humor […] de la música de Mussorgsky. El procedimiento para lograrlo consiste en un refinamiento impresionista, con algunos toques de ironía estampados sobre la paleta sonora” (Karl Schumann). Y el encuentro, la suma de ambas personalidades da lugar a un resultado cautivadorn: se produce el milagro de que Mussorgsky no deja de ser él, pero es a la vez también Ravel: el producto final es indivisible, pertenece a ambos al mismo tiempo.

*Influyente musicólogo y crítico de arte (1824-1906)

En la próxima entrega añadiré la discografía de las versiones pianística y orquestal

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