Los reprocesados de
grabaciones antiguas
Algunas de las calificaciones de sonido que pongo en mis listas de
grabaciones pueden llamar la atención; en varias ocasiones he tenido que subir
la nota, tras escuchar algunas remasterizaciones hechas por expertos, o incluso
simplemente al publicarse en soportes que permiten mayor calidad (DVD audio, SACD,
Blu-ray audio). Ojo, no todos estos procesos son para mejor; en algunos casos
los resultados son cuando menos discutibles, según la subjetividad del oyente,
según el equipo de música en el que se reproduzca, etc. Bueno, está claro que
un soporte de mayor capacidad no va a empeorar nada, pero sí que ciertos
reprocesados me han gustado menos que las versiones precedentes de las mismas
grabaciones. Pero, por suerte, esto último es la excepción. Estas revisiones se
están extendiendo mucho últimamente, si bien no siempre las aplican a
interpretaciones que merezcan la pena (y se olvidan de otras que sí).
Se me ha ocurrido traer esto a colación a raíz de escuchar un reprocesado
(realizado por Tower Records) del poema sinfónico Don Quijote de Richard Strauss por Tortelier y Kempe (EMI 1974). Lo
tengo por, quizá, la interpretación más maravillosa que recuerdo del enorme
violonchelista francés y, sin duda, por el mejor Strauss de Kempe. Pues bien,
aunque siempre sonó bien en CD (no así en el LP español que recuerdo, donde lo
escuché por primera vez), ahora ha ganado en transparencia, limpieza y
definición tanto que me ha dejado pasmado. Y me ha alegrado muchísimo que una
interpretación tan excelsa pueda sonar ahora mucho, mucho mejor que hasta
ahora.
La interpretación historicista
de la música barroca
Ya he hablado en varias
ocasiones de cómo no veo por qué hay que tocar hoy la música de tiempos pasados
como se hacía en su tiempo. No solo no se sabe cómo se tocaba, sino que,
además, de poderse saber, no encuentro razón para copiarlo. ¿Se imaginan que
por arte de magia apareciera una grabación del estreno de la Sinfonía
“Heroica” de Beethoven? ¿Tendríamos que imitar hoy aquella interpretación?
¿Tendríamos que renunciar a lo que le han mejorado los instrumentos desde
entonces y a lo que han aportado al menos lo que ha llegado hasta nosotros en
grabaciones: Weingartner, Furtwängler, Walter, Erich Kleiber, Klemperer, Fricsay,
Barbirolli, Böhm, Sanderling, Kubelik, etc., hasta llegar a los grandes
directores más recientes? No tendría sentido, ¿no creen? Renunciar a esos
avances sería como negarse a representar hoy una comedia de Lope de Vega o de
Shakespeare con luz eléctrica y a no poder contar con los mejores actores
actuales. Hacerlo ¿es una traición a esos escritores?
Varias veces también lo he
señalado: nadie imita hoy las interpretaciones grabadas por Rachmaninov de sus
propios Conciertos, ¡y estamos hablando de uno de los primerísimos pianistas de
su tiempo! De esto hace, además, menos de un siglo. Imagínense cómo debieron de
sonar los últimos Cuartetos de Beethoven en vida del autor. Etcétera.
Pero hay otra cosa que me llama
mucho la atención y de la que creo no haber escrito: cuando un experto señala
en un gran pintor antiguo, sean Grünewald, Caravaggio, Velázquez, Rembrandt o
Goya, anticipaciones de estilos muy posteriores, por ejemplo del Impresionismo
o hasta del Expresionismo, lo celebran mucho, sin duda con toda la razón. Pero,
ay, cuando un gran intérprete musical moderno hace el Adagio de la Sinfonía
concertante para violín y viola de Mozart, el Adagio del Cuarteto
“Amanecer” (Op. 76/4) de Haydn o los movimientos lentos de los Conciertos
para violín de Bach, por ejemplo, con una expresión prerromántica, lo
denuncian como algo indebido, o hasta aberrante. ¿Por qué? ¿Y por qué los intérpretes
historicistas huyen como de la peor peste de caer por un instante en el, según
ellos, terrible error de que una
composición del siglo XVIII suene por un momento a prerromántica, o siquiera se
les escape un rasgo de expresividad, de emotividad, de lirismo, que pudiera emparentarse
con el romanticismo? A menudo tengo la sensación de que hacen ímprobos,
patéticos esfuerzos para evitar que les vaya a sonar a algo así, ni por un instante
(no siempre lo consiguen, por cierto). ¡Que alguien me lo explique!