sábado, 18 de mayo de 2013

Versiones comparadas de la Sinfonía 88 de Haydn

 


Ningún otro compositor de la historia de la música tiene tal cantidad de sinfonías magníficas, muchas más incluso que Mozart, y no digamos que otros músicos. La No. 88 es quizá la más famosa de todas las Sinfonías de Haydn carentes de sobrenombre conocido (tenerlo, lo tiene: “Letra V”, pero se usa poco). Porque, por desgracia, sólo son algo conocidas (¡ni una sola lo es mucho!) las que tienen un nombre, la mayoría de las veces espurio.
De los numerosos grupos en que suelen ser divididas las Sinfonías de Haydn
(y que no siempre coinciden según los comentaristas), el segundo grupo que tiene un nombre específico, tras las Sinfonías “Sturm und Drang”, es el de las Sinfonías “de París”, que son de la 82 a la 87: 7 Sinfonías (compuestas en 1785 y 1786) en las que dio un gran paso en su ascendente trayectoria sinfónica. El gran éxito obtenido en París por estas obras le animó a componer las dos siguientes, la 88 y 89. Que finalmente no fueron a parar a la capital francesa.
Pero no cabe duda de que la Sinfonía 88, en Sol mayor, del año siguiente, 1787, continúa en esa línea. Añadiendo, por supuesto, nuevos golpes de originalidad y mostrando un dominio magistral de la forma sonata, que a la vez que Haydn iba fijando, iba modificando sin cesar.
Esta Sinfonía posee unos rasgos muy particulares: aunque cuenta en su instrumentación con trompetas y timbales, insólitamente no aparecen en el primer movimiento, un “Allegro” pletórico de vida, precedido por una brevísima introducción “Adagio”.
Más insólito aún es que aparezcan en el movimiento lento, que es en extremo lento: un “Largo” meditativo con momentos muy claramente prerrománticos.
El Minueto (“Allegretto”) posee un trío de clara inspiración rústica, y la verdadera joya de la Sinfonía es el “Allegro con spirito” conclusivo, principal responsable de su fama: un acierto total que explica por sí solo cómo Haydn es el compositor de mayor sentido del humor y de mayor alegría de toda la historia de la música (lo que, por descontado, no le impide ser hondo y trágico en diversas ocasiones).
Como una de las sinfonías favoritas que es de numerosos grandes directores (ya lo fue en su día de Beethoven), fue una de las primeras de su autor en grabarse completa: a 1929 se remonta la de Clemens Krauss con la Orquesta Filarmónica de Viena, editada en CD por Preiser; diez años posterior es la de Arturo Toscanini con la Orquesta Sinfónica NBC para RCA, quien tuvo el mérito histórico de apartarse del nefasto tópico de “Papá Haydn”, comunicándole vitalidad y chispa, si bien hoy resulta bastante mecánico y apenas atento a otros aspectos más hondos del genial compositor.

  

El otro director más famoso de la primera mitad del siglo XX (si bien mucho más genial que Toscanini), que es, como se sabe, Wilhelm Furtwängler, también grabó la Sinfonía 88 (una de las pocas de Haydn que se conservan dirigidas por él), haciéndole plena justicia. Es particularmente admirable su interpretación del “Largo”. La grabación, de D.G. y del año 1952, es, por desgracia, tímbricamente muy pobre. Desconozco la versión del gran Sir John Barbirolli con su Orquesta Hallé de Manchester, un año posterior. Le sigue la de Fritz Reiner con la Orquesta Sinfónica de Chicago (RCA 1960), interpretación memorable y realmente modélica, y dos años más tarde, en 1962, la de Bruno Walter con la Orquesta Sinfónica Columbia (para CBS, hoy Sony), visión particularmente amable. De ese mismo año es la algo irregular grabación de Eugen Jochum con la Filarmónica de Berlín (DG), quien acierta sobre todo en el “Largo”, y lo contrario en un finale demasiado rápido y grueso.
En 1965 publica EMI la grabación de Otto Klemperer con la Orquesta New Philharmonia. Aparte de ser uno de los más grandes directores de orquesta del siglo XX, fue particularmente lúcido y convincente en Haydn, del que grabó 8 Sinfonías, que van desde lo estupendo a lo sublime. Como novedad en su interpretación, la rusticidad del trío en el minueto y la portentosa realización del finale. Por la indicación “con spirito” no entiende, como muchos otros, más rápido, sino más “espirituoso”, como liberado y efervescente tras una moderada ingesta de alcohol. Hay en su visión de este episodio una notable dosis de sarcasmo, de humor que pasa por diferentes estadios, hasta incluso una cierta insolencia. Un momento magnífico es cuando, tras larga vacilación, como si se le hubiese olvidado momentáneamente, retoma el tema inicial de movimiento.
De 1972 es la versión de Antal Dorati, dentro de su grabación del ciclo sinfónico completo de Haydn para Decca con la Philharmonia Hungarica. Una de las empresas más ambiciosas de la historia del disco culminada con un nivel interpretativo medio muy elevado, pero que en el caso de esta sinfonía le sitúan por debajo de varios de sus colegas: la interpretación es enérgica y voluntariosa, pero el “Largo” es un poco apresurado y el impetuoso finale, algo monocorde, falto de los contrastes que otros directores logran desentrañarle.
Más creativa, original e interesante es la de Karl Böhm con la Filarmónica de Viena (D.G., un año posterior). Ya a la sencilla introducción logra sacarle un especial partido, lo que se confirma en el “Allegro” que ésta abre, plagado de hallazgos. El “Largo” es bellísimo: grave, quasi religioso y con ramalazos de honda melancolía. Calmoso pero enérgico, entusiástico y elegante a la vez el Minueto. Y en el finale demuestra que con un tempo considerablemente lento (4’01”) se puede conseguir tan acusado efecto “espirituoso” como con otro normalmente veloz: combina humor (particularmente socarrón) y elegancia de modo admirable. Maravillosa, como no podía ser menos, la Filarmónica de Viena.

Leonard Bernstein ha sido uno de los más grandes intérpretes de Haydn, y posee en vídeo una maravillosa interpretación de la Sinfonía 88; su grabación discográfica para D.G., sin embargo, no supera lo que podríamos llamar “rutina de altura”; ninguno de los 4 movimientos alcanza el nivel esperable de tamaño maestro, y el finale, por ejemplo, rápido y enérgico (al modo de Reiner: le dura 3’25”, dos segundos menos aún que a éste) no posee la variedad de acentos y matices lograda por aquel director húngaro.
Frans Brüggen lleva a cabo para Philips en 1990, con la Orquesta del Siglo XVIII, una versión con instrumentos originales. El en otras ocasiones magnífico intérprete de Haydn esculpe una versión nítida, bien perfilada y articulada, con una ausencia de vibrato que la deseca un tanto, pero no logra imprimirle un sello personal, resultando incluso algo insípido en el “Largo”. El único ciclo completo disponible hoy, después del de referido de Antal Dorati y tras la descatalogación del desigual de Christopher Hogwood para L’Oiseau-Lyre con la Academy of Ancient Music, es el también con altibajos pero globalmente espléndido de Adam Fischer, con la Orquesta Austrohúngara Haydn y para Nimbus (hoy en Brilliant). Concretamente en la sinfonía que nos ocupa Adam Fischer acierta de lleno, con un primer movimiento ágil y dinámico, un segundo precioso y sumamente elegante y espiritual, un Minueto muy rubateado y de marcada articulación, admirable en suma, y un finale delicioso y de extrema fluidez narrativa. La actuación de la orquesta en esta grabación de 1991 constituye una agradabilísima sorpresa.
Dos años posterior a esta última es la de Sándor Végh con la Camerata Academica de Salzburgo, tomada en público y publicada por Orfeo. Versión excelente, de gran frescura y fervor, con un humanista y entrañable “Largo”, un Minueto de acentuada rusticidad y un finale enérgico y socarrón. La grabación de la Sinfonía 88 publicada en octubre de 2007 corre a cargo de un director que ha afinado mucho sus interpretaciones de Haydn desde las primeras que realizase hace una década: Sir Simon Rattle, que al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín y para EMI ha registrado en público en febrero de ese año las Sinfonías Nos. 88 a 92. Versiones casi camerísticas y muy personales, que en la 88 sorprende un tanto debido a que en cierto modo invierte el carácter habitualmente asignado a los movimientos 1º y 4º: hace más elegante el 1º y más enérgico el 4º, esa maravillosa página que tanto juego da según a qué director se le escuche. Con Rattle suena, al igual que el Minueto, algo más rápido de lo normal, particularmente rústico, casi rudo, con un humor aldeano, como bailado o casi pateado con zuecos.

   
















14 comentarios:

  1. Me pregunto cuál es la necesidad, señor Carrascosa, de sacar a relucir cada vez que puede, la dicotomía absurda (y ya superada por la crítica especializada y por la mayoría de los melómanos) entre Toscanini y Furtwängler, rematada con la fórmula simplista "si bien mucho más genial que ...". Sin menoscabo de la grandeza del maestro alemán (que debe ser, justamente, apreciada por las nuevas generaciones de aficionados), quisiera preguntarle cuál es la razón de este mecánico desprecio hacia el director parmesano. ¿Se ha tomado la molestia, acaso, de examinar cuidadosamente la amplísima discografía de Toscanini, en contexto con la mayoría de los registros de la época (para juzgar contrastes estilísticos), de manera tan escrupulosa como lo hace con la de nuestro contemporáneo Barenboim (sin hablar de otros artistas a los que admira)? La respuesta a esta pregunta nos dirá mucho de su ecuanimidad. Ni Toscanini, ni Furtwängler, ni Barenboim merecen ser elogiados o rechazados con dos o tres frases multiuso.
    Espero que este comentario sea publicado. En otras ocasiones he comentado críticamente en su blog y mis mensajes no han aparecido.
    Saludos cordiales.

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    1. No conozco la discografía de Toscanini tan bien como la de otros directores que me interesan y me gustan más. Pero créame si le digo que la mayor parte de las grabaciones suyas que escucho de nuevas siguen sin convencerme. No se lleve las manos a la cabeza; cada uno tiene sus gustos. Me temo que en el caso de Toscanini, los vencedores de la segunda guerra mundial lo elogiaron por encima de sus méritos musicales por su admirable postura antifascista, mientras que la conducta de Furtwängler con respecto a los nazis siempre ha suscitado dudas. Creo que de aquí puede arrancar la fama de uno y otro, aunque las tornas, evidentemente, se han ido inviertiendo a favor del alemán.
      Le diré más: en cuanto a las sorprendentes alabanzas que han hecho de Toscanini grandísimos directores como Solti o Giulini, no hay más que escuchar las interpretaciones de estos dos para comprobar lo poco que le han seguido en sus presupuestos interpretativos (bueno, el primero algo más que el segundo). Mientras que la mayor parte de los directores que elogian a Furtwängler parecen haber tenido más en consideración su ejemplo y sus enseñanzas.

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  2. Señor Carrascosa:
    Ante todo, le agradezco su contestación. Igualmente, veo que ha respondido mi pregunta reduciendo el tema a una simple cuestión de gustos, con una argumentación bastante débil. No tengo intención de pontificar: simplemente considero enriquecedor el debate. Aquí le doy mi respuesta:
    1) El gusto es meramente subjetivo y es, en numerosas ocasiones, una respuesta puramente emocional -y en modo alguno, objetable- del individuo. La crítica musical, a mi juicio, trata de cosas más concretas y menos banales que el gusto. Se ocupa, puntualmente, de establecer criterios históricos y estéticos, fundados en principios, pero también en conocimiento empírico de la cultura y la técnica musical. Por lo tanto, no es de importancia para esta conversación -ni es objeto de reproche por mi parte- que a usted le guste o le disguste Toscanini u otro músico.
    2) Continúa su comentario haciendo referencia al nacimiento del "prestigio" o “fama” (como tendencia social cuestionable desde un punto de vista revisionista) de Toscanini y de Furtwängler en un par de sentencias que mezclan música, política y opinión ligera. Entienda que, más de sesenta años después de la Guerra, podemos hacer abstracción de los componentes ético-políticos para centrarnos en los puramente musicales. Olvida usted que la gravitación de Toscanini en el mapa musical de Occidente se remonta a las últimas décadas del siglo XIX (así como la de Furt arranca en las primeras del siglo XX): omitimos así, aun sin mencionar el período post-1939, la labor del parmesano en la Scala, Viena (triunfo en el Festival de Salzburgo de 1937), Berlín, New York y Buenos Aires. Todo esto cuando no hemos hablado todavía de la metodología interpretativa de Toscanini y de su relevancia histórica con respecto a la de la mayoría de sus colegas, su relación con la obra de Verdi y de Puccini,... Atribuir el reconocimiento (nótese que no hablo de “prestigio” o de "fama" en el sentido antes detallado) de Toscanini únicamente a la propaganda aliada no sólo es excesivo, sino que es falso. De la misma manera, es inexacto que la crítica actual haya revitalizado el “prestigio” de Furtwängler en desmedro del de Toscanini: basta echar un vistazo a las páginas web de revistas musicales disponibles en este momento, para darse cuenta de lo erróneo de este planteamiento egocéntrico, ya rechazado en mi primer mensaje. Cabe destacar, para acabar con este punto, que este mismo tipo de razonamiento es el que yo aplicaría para defender el “peso musical” de la figura de Furtwängler si éste fuera el sujeto de nuestro intercambio.

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    1. Siempre he admitido la importancia de histórica de Toscanini, que aportó objetividad (o intento de la misma) en un panorama bastante "laxo" en ese aspecto (me remito a las grabaciones más antiguas conservadas de varios directores muy famosos de principios del XX). Pero, visto desde las últimas décadas, me parece difícilmente cuestionable que a Toscanini le interesaron mucho más las notas, la precisión, la claridad, que el contenido de la música. Aquello fue una aportación indudable, pero escuchar una gran parte de sus grabaciones resulta poco gratificante; hay muchos directores, grandísimos y no tan grandes, mucho más sustanciosos. Ésta es mi opinión, y no trato ni de imponerla ni de demostrarla (lo cual me parece, por lo demás, imposible). Si quiere usted, no me considere un crítico musical, sino un aficionado a la música que hace recomendaciones a otros aficionados con menos experiencia y que conocen menos grabaciones que yo. Y del que, una vez comprobadas varias de estas recomendaciones, ven si coinciden poco, mucho o nada con mis preferencias.
      Muchas gracias por su interés.

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  3. Ángel, ¿no recuerdas que escuchamos la interpretación de la 88 de Sir Colin Davis en tu casa, hará hace un par de años, en la edición en SACD de Pentatone? Era una grabación de 1975 que nunca se había publicado. Una versión además magnífica. J.S.R.

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  4. Además de la versión de Sir Colin Davis, te falta una que tú mismo has comentado en tu blog, Ángel, la de Maris Jansons:

    http://angelcarrascosa.blogspot.com.es/2013/02/mariss-jansons-dirige-haydn-en-sacd-y.html

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    1. Cuando escribí este programa para Radio Clásica no conocía aún la versión de Colin Davis (Concertgebouw, Philips 1976), al parecer nunca traída a España por PolyGram, hoy Universal. La acabo de escuchar y es, en efecto, una delicia: lúdica, juguetona pero sin atisbo de frivolidad, y con un Largo muy hermoso y de expresión entrañable. Maravillosamente tocada por la Orquesta de Amsterdam, me parece, en suma, una de las grandes interpretaciones grabadas.
      De la versión de Jansons con la Radio Bávara, bastante posterior a la emisión del programa, ya he hablado, en efecto, en este blog. Y resulta que no sólo está en DVD, sino también en CD, editado por la propia Bayerischen Rundfunks.

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  5. Parte de mis argumentos se han perdido entre los bits. Aquí los reproduzco:
    3) En cuanto a la admiración y el posterior seguimiento -o imitación- por parte de directores más jóvenes hacia Toscanini o Furtwängler le aseguro que se trata de un asunto delicado que es difícil precisar: no es fácil hablar con propiedad ni siquiera de las llamadas “escuelas de dirección” (alemana e italiana, en nuestro caso), y menos lo es hablar de maestro y discípulo, modelo y epígono, etcétera. Se debe aclarar, además, que la admiración y el seguimiento no guardan una relación necesaria. Cae usted, también, en la falacia de confundir las partes con el todo, a la hora de citar sólo dos ejemplos como demostración de su conjetura (el de Solti, por otra parte, se parece más a un contraejemplo). Para concluir, no puede considerarse un detalle menor la pregunta acerca de si el arte de Furtwängler era realmente susceptible de enseñanza, en qué medida se relaciona esto con el de Toscanini, etcétera.
    4) Todo lo anterior tiene como objeto reforzar la idea de que el “fenómeno Toscanini” (así como el “fenómeno Furtwängler”) debe ser, por su propia naturaleza, estudiado por la crítica con amplitud y rigor, lejos de confusas dicotomías como las de subjetividad/objetividad e idealismo musical/racionalismo musical. En cuanto más abarcadores sean los objetivos de la crítica como disciplina (no científica, por supuesto), más amplia deberá de ser su mirada para, como he dicho antes, establecer criterios sólidos de aproximación a los fenómenos musicales. Decir que no debo escuchar a un intérprete sólo porque no me convence no es, en sí mismo, ni mejor ni peor: sólo contradice el imperativo de indagación que acabo de mencionar.
    Una vez más, le agradezco este espacio para expresar mis juicios de valor, sin querer ofenderle ni poner a prueba su paciencia.
    Saludos cordiales.


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  6. Toscanini alcanzó enorme fama en Estados Unidos gracias, probablemente, a sus emisiones de conciertos con la orquesta de la NBC, que emitía a todo el país. A través de la radio, llegó a millones de personas. Se convirtió en un personaje enormemente popular. Hoy nos quedan las grabaciones con esa orquesta (RCA publicó un gran cofre hace años), y esa imagen sonora está condicionada por la acústica seca del estudio donde se realizaban y por la naturaleza de la propia orquesta, formada por buenos músicos reunidos para la ocasión con lo que Toscanini tenía terribles peleas.

    Pero... Toscanini realizó otras grabaciones... con la orquesta de Filadelfia, ya que en 1941-42 Leopold Stokowski y él intercambiaron sus respectivas orquestas. La gran sorpresa viene tras las recientes redigitalizaciones realizadas por Sony/BMG (la anterior digitalización era de 1990): ahora suenan muchísimo mejor, además de ser más atmosféricas que las secas de la NBC, y la orquesta es muy superior. Este Toscanini de 1941-1942 en Filadelfia puede dar la medida de quien fue realmente.

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    1. Mire, Nemo: soy un poco escéptico al respecto. Toscanini parecía gustar de ese sonido seco y rácano, que se suele atribuir a la acústica de la sala de la NBC. Lo digo porque, sin conocer esos reprocesados, la magnífica Orquesta de Filadelfia sonaba en su Novena de Schubert, como decía mi amigo Roberto Andrade Malde, más bien a la Banda Militar de Filadelfia. Y en sus Sinfonías de Brahms con la sensacional Philharmonia la orquesta se acerca en sonido algo a la de la NBC ¿no cree?

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    2. Sí, desde luego. Los parámetros interpretativos son los que son, y no hay más que rascar ahí.

      Pero yo encontraba el sonido de las grabaciones de la NBC muy desagradable, para colmo. El de las grabaciones remasterizadas de Filadelfia es de más calidad y más agradable. Podríamos decir que es "escuchable". Eso sí, dirige Toscanini, claro. Cualquiera de los grandes "toscaninianos" le superaba ya en los años 50, en mi opinión.

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  7. Estimado Ángel:

    En el presente post usted hizo un repaso crítico/cronológico de las diferentes versiones de la maravillosa sinfonía 88, pero no dijo cuál era su favorita. Por tanto le pregunto, ¿cuál es su favorita en CD audio, ya que no me interesan las de DVD? Muchas gracias.

    Saludos cordiales desde Argentina,
    Mario

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    1. Posiblemente la grabación de Klemperer. Pero tanto la de Böhm como la de Végh están para mi gusto muy, muy cerca.

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