lunes, 10 de noviembre de 2014

“I Masnadieri” de Verdi y “Rienzi” de Wagner en Blu-ray

 
Un espléndido director verdiano: Nicola Luisotti
Hace poco he adquirido sendas filmaciones de estas dos poco frecuentes óperas, primerizas de sus respectivos compositores. Las versiones son suficientemente interesantes en dos títulos en los que hay bien poco donde escoger. Hay que recordar que I Masnadieri, estrenada en Londres el año 1847, a pesar de no hacer justicia a Die Räuber (Los bandidos) de Schiller en la que se basa, y a pesar de sus innegables altibajos musicales, es uno de los títulos más estimables de su primera época. Recordemos que en CD hay una estupenda versión: Caballé, Bergonzi, Cappuccilli, Raimondi, Coro Ambrosian, Orquesta New Philharmonia, Gardelli (Philips 1975).

La presente en imágenes, pese a ser notable, queda ciertamente lejos de ésta: es más bien imposible que otra cosa hallar una Amalia o un Carlo como aquéllos. No obstante, la venezolana Lucrecia García (n. 1986), que perfeccionó su formación en la Escuela Reina Sofía de Madrid, posee una voz importante que la acerca a lo que precisa ese endemoniado papel: una soprano drammatica d’agilità, algo que escasea en extremo. Aunque está un poco verde, resuelve las tremendas dificultades con apreciable solvencia. Aquiles Machado ha adelgazado tanto que está desconocido. Tras un comienzo flojo y tambaleante, se va afirmando conforme avanza la representación (Teatro San Carlo de Nápoles, ¿2011 o 2012?) y casi salva el personaje, cierto que con no pocas deficiencias (ahora, por desgracia, no puede pedirse mucho más: si otros tipos vocales están bien o muy bien servidos, el tenor verdiano casi no existe).

Mejor el bajo Giacomo Prestia, voz robusta y profunda más que bella o noble, como Massimiliano, y destacando quizá por encima de todos el notable Artur Rucinski como Francesco. Habrá que estar atento ante este cantante, pues tampoco abundan precisamente los barítonos verdianos. Correctos Massimiliano Chiarolla como Rolla y Dario Russo como Moser, pero impresentable el Arminio de Walter Omaggio: una elección incomprensible. Discreto el Coro y algo mejor la Orquesta del Teatro San Carlo. La dirección musical de Nicola Luisotti, totalmente en estilo del joven Verdi, encendida y un punto (intencionadamente) ruda, es lo mejor de la función, que goza (es un decir) de una puesta en escena –a cargo de Gabriele Lavia– difícil de calificar. Yo me abstendré de hacerlo, si bien creo que horrenda no es.


          

…Y otro excelente director infravalorado: Pinchas Steinberg
Tampoco, no hay que engañarse, es Rienzi, el último de los tribunos (Dresde, 1842) una ópera importante. El único morbo es el de conocer los comienzos de quien sólo poco después daría el salto hasta una obra maestra: El holandés errante. No sé si alguna vez se habrá interpretado completa (al parecer alcanza las cinco horas), lo cierto es que aquí, en esta representación (Toulouse, 2012) está (convenientemente) cortada hasta quedarse en un poco menos de tres horas. Aun así, y que Wagner me perdone, se hace larga, pues la música, grandilocuente y exaltada sin cesar (casi todo el tiempo forte o fortissimo), muy en el estilo del insufrible Meyerbeer, vale bastante poco, salvo la magnífica obertura, la bella y sentida Plegaria de Rienzi al comienzo del Acto V... y muy poco más.

La presente interpretación (Toulouse 2012) tiene un valor muy llamativo: la sensacional dirección del neoyorkino de origen germano-israelí Pinchas Steinberg (n. 1945), hijo de William (1899-1978) y uno de los directores más infravalorados de nuestro tiempo. Baste lo que voy a afirmar con toda rotundidad: jamás he escuchado obtener un rendimiento tan alto de la Orquesta Sinfónica de Madrid como cuando él dirigió La mujer sin sombra (comprometidísima partitura para la orquesta donde las haya) en el Teatro Real (2005) o cuando, creo que el año siguiente, hizo en el Auditorio Nacional los seis poemas sinfónicos de Mi País de Smetana. Pues bien, aquí ya la obertura es extraordinaria por su riqueza de matices (¡qué introducción!), su firme pulso y su obtención de una calidad inesperada de la sólo notable Orquesta del Capitolio de Toulouse. Y a lo largo de la obra, comprobamos cómo Steinberg la descarga de adherencias adiposas y acentúa su sentido dramático y su juvenil y a menudo desbordante pasión. ¿Cómo es posible que este director tenga tan pocas grabaciones? ¡No lo entiendo! En CD hay al menos un par de versiones de Rienzi con mejores elencos (Hollreiser, EMI 1976, y Sawallisch, Orfeo 1995), pero de ninguna manera tan bien dirigidas.

Sí, porque el reparto vocal no está a la altura: el protagonista, Torsten Kerl, tiene el mérito de aguantar toda la representación sin desfallecer con su robusta voz a prueba de bombas, pero dista de cantar bien. Aunque no sobran tenores wagnerianos, estoy convencido de que no ha sido la mejor elección (Burkhard Fritz, en el Real, estuvo bastante más entonado). Marika Schönberg (Irene) hace lo que puede con otro papel nada fácil, y quizá mejor resulta Daniela Sindram, quien sin embargo no da el tipo del joven Adriano, otra very demanding parte. Los barítonos Marc Heller (Baroncelli), Stefan Heidemann (Orsini) y Leonardo Neiva (Cecco) son aceptables, mientras que los bajos Richard Wiegold (Colonna) y Robert Bork (Orvieto) son un tanto engolados o rudos. Francamente bien, sin embargo, Jennifer O’Loughlin como Mensajero, un papel (lástima) muy breve. La sobria hasta la austeridad escena del reputado director argentino Jorge Lavelli creo que cumple muy bien su función, con una gran economía de medios. Mientras la ópera de Verdi tiene subtítulos en castellano, la de Wagner puede usted seguirla, si lo desea, en coreano. La calidad técnica es buena en ambos casos.






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