viernes, 12 de junio de 2015

Pianos varios: Leonskaja ¡no llena la sala!; el nuevo piano de Barenboim; dos Benjamines: Grosvenor y Moser

 

La gran Elisabeth Leonskaja (Tbilissi, 1945) está ofreciendo en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional todas las Sonatas de Schubert, alternándolas (porque el ciclo en el que se inscribe se llama "Contrapunto de verano") con piezas de Schoenberg, Berg y Webern. Seis recitales ¡que no se están llenando, a pesar de que la sala es pequeña y de que los precios son reducidos! Estamos hablando de uno de los dos más grandes intérpretes de Schubert de hoy, el compositor que para mí mejor ha interpretado (con permiso de Brahms). Y estamos hablando de obras maravillosas -no todas: las más juveniles no llegan a tanto- que además se tocan, vergonzosamente, muy poco. Esto dice bastante (y malo) del bajo nivel de juicio del público melómano de Madrid, buena parte del cual acude solo al Teatro Real, solo al ciclo de Ibermúsica o a la temporada de las dos principales orquestas, importándole el resto -no me pregunten por qué- bien poco.

Las interpretaciones (a las que he podido acudir) de la pianista -la ausencia más clamorosa de la "Edición Philips de Piano", cosa que afeé ya en su día- que ahora reside en Viena están teniendo un nivel artístico casi siempre exepcional. Aún queda un recital: el del día 30 de junio, que concluirá con la más apreciada (es difícil afirmar que sea la mejor) de las Sonatas de Schubert, la en Si bemol mayor, D 960.

Curiosamente, estos días atrás también acaba de tocar (en Londres) las Sonatas de Schubert Daniel Barenboim, aunque él, como en su grabación, no ha incluido las Sonatas inacabadas, que son unas cuantas (de ellas sólo es extraordinaria la D 840, a veces llamada "Reliquia"). Por cierto, en ese ciclo ha estrenado en público el piano especial que el bonaerense ha encargado, un piano cuyas cuerdas están en línea con las teclas (no en diagonal, como suelen) y que, tras no pocos esfuerzos (y dinero: 450.000 €), le ha construido la famosa firma Steinway & Sons.

Inspirado en un piano que perteneció a Liszt en sus últimos años y que Barenboim descubrió en Italia, la nota oficial publicada explica lo siguiente: Además, en el piano de Barenboim, el puente -que es doble- y el bastidor están especialmente diseñados, los martillos de las cuerdas han sido reposicionados, y todo esto es lo que hace que el instrumento suene completamente distinto “y también que haya que tocarlo de forma distinta”, explicó Barenboim, “la relación entre el movimiento de los dedos y las teclas es diferente”.  “También hay algo con relación a los pedales”, dijo, “la enorme transparencia del sonido me hace repensar el uso de los pedales”. En cuanto al sonido, Barenboim afirmó que “es tan claro, tan transparente que es como una escala de colores”. El instrumento combina a la perfección la calidad de los pianos Steinway modernos con los registros de sonido de los instrumentos del siglo XIX”. "Lo que me pasa con este piano es como cuando te enamorás de alguien nuevo", dijo Barenboim, "querés ir con esa persona a todas partes... yo quiero tocarlo todo en él".

La verdad, siento enorme curiosidad por escuchar este instrumento. Espero que grabe pronto algo con él.

Finalmente: acabo de escuchar en disco a dos jóvenes pianistas que no conocía (al primero de ellos solo de nombre): Benjamin Grosvenor y Benjamin Moser. El primero, nacido el Reino Unido en 1992, posee un mecanismo formidablemente seguro y limpio, pero, en los dos discos Decca que he escuchado, en los que un denominador muy común es el espasmo, utiliza los Scherzi de Chopin para demostrarlo a toda costa y en el menor tiempo posible, olvidándose de la Música. Mejor en algunos Nocturnos, pero atento sobre todo al sonido mucho más que al trasfondo; las dos Polonesas que incluye carecen de sentido épico, y reduce al Scriabin juvenil y a Granados a una especie de Chopin superficial, casi frívolo. Su Liszt es igualmente banal, atento en exclusiva al virtuosismo, y su Gaspard de la nuit carece por completo de significado: le basta con dar las notas con entera nitidez. O sea, un pianista que, si no madura, me interesa bien poco (porque son legión los que tocan de maravilla, los que dan pulcramente todas las notas). Los británicos, dotados de potentes altavoces mediáticos en el ámbito de la música clásica, lo han puesto por los cuernos de la luna. Pero, francamente, no es ni mucho menos para tanto. Como fue en su día con "el violinista de los violinistas" según algunos ingleses (¿¡¡quién era ese!!?: Nigel Kennedy...)

El segundo pianista, en cambio, Benjamin Moser (Múnich 1981), premiado en el Concurso Tchaikovsky de Moscú en 2004 y primer premio en el Artur Schnabel de Berlín tres años después, ha tenido la valentía de agrupar en un disco del sello CAvi-music la última Sonata (No. 32, op. 111) de Beethoven y la última (D 960) de Schubert, dos obras hipercomprometidas por sus valores musicales en las que, sin hacer grandes aportaciones ni nada por el estilo, es tan cabal y sensata su forma de abordarlas y de ponerlas en sonidos, que sitúa en mi opinión a este pianista muy por encima del anterior. Y es posible que nos depare grandes alegrías de aquí en adelante. A ver...

1 comentario:

  1. El hecho de que no se llenen los conciertos de Leonskaja se debe a que las fechas coinciden con los exámenes: en universidad, hay que preparar el acceso a la PAU, exámenes den bachillerato/ESO. Por tanto, la franja de 18-28 está bastante ocupada. Por otro lado, un nutrido grupo de melómanos se dedican a la enseñanza, de tal forma que los conciertos de la georgiana han coincidido con uno de los momentos "pico", laboralmente hablando.
    Un saludo
    @MiguelShostak

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