martes, 14 de julio de 2015

Kirill Petrenko y Andris Nelsons: el nombrado y el desdeñado

 

Un amigo me ha pasado un blu-ray grabable con unas cuantas interpretaciones (unas de vídeo, otras solo de audio), de varias óperas y algunos conciertos dirigidos por el nombrado para suceder a Rattle al frente de la Filarmónica de Berlín. Como conocía poquísimas interpretaciones de Kirill Petrenko, ya tengo más elementos de juicio. Y por suerte no suelen ser tan decepcionantes como eran aquel Tercero de Beethoven y aquella Segunda de Elgar. Me ha gustado mucho en dos óperas modernas pero tan dispares como Lulu de Alban Berg y Die Soldaten de Bernd Aloys Zimmermann (tal vez la ópera más importante no representada hasta ahora en el Teatro Real). Algo menos me ha convencido, pero también bastante, Die Frau ohne Schatten de Strauss, en la que quizá su fuerte no sea la evocación de atmósferas que logra la fabulosa orquestación straussiana. Las tres son representaciones recientes de la Ópera Estatal de Baviera, de la que es director musical. En la última, por cierto, he descubierto a otra gran voz y gran cantante procedente de Rusia (y van...), la soprano dramática Elena Pankratova en el endemoniado papel de la Mujer de Barak. ¿Encuentro algún denominador común en ellas? Tal vez: tempi ágiles, brillantez y efectismo, espléndida respuesta orquestal. De estos parámetros creo que se sale su Clemenza di Tito, también en Múnich, que he encontrado bastante plana e incluso un poco rebuscada, y con una respuesta orquestal menos lograda. Lucia di Lammermoor, que también está contenida en el disco, por desgracia no se puede reproducir debido a algún extraño problema técnico. Lástima: hubiera sido muy interesante juzgar a Petrenko en un título del belcanto italiano. Me falta por terminar de escuchar nada menos que El anillo del nibelungo de Bayreuth 2014, pero esto me va a llevar su tiempo, claro. Algo más en común en las óperas que llevo escuchadas (unas veces más que en otras): Petrenko no parece ocuparse gran cosa de los cantantes, más bien los deja ir a su aire, lo cual me parece una limitación en un director de ópera, que es, debe ser, el responsable no solo de orquesta y coro, sino también de cómo enfocan sus personajes los cantantes.

En el ámbito sinfónico, poca cosa: un Concierto para violín de Stravinsky con Vadim Repin realmente certero (como el solista), una admirable, voluptuosa y envolvente Tercera Sinfonía de Scriabin, aunque algo nerviosa -en todo caso, lo mejor de todo lo que le escuchado a este hombre- y una Metamorfosis de Strauss decepcionante: apresurada en su tramo central, no bien planificada en sus tensiones (que decaen aquí y allá) y tocada deficientemente por una Orquesta Filarmónica de Radio Francia en baja forma. (Algunas otras cosas grabadas no encuentro el modo de reproducirlas). Mientras no se me demuestre lo contrario, mi conclusión (provisional) es que Kirill Petrenko es poco director para la Filarmónica de Berlín, y poco adecuado por su repertorio, mayormente operístico y con enormes lagunas entre las obras orquestales más importantes de la historia de la música.
Otro amigo me ha pasado un par de DVDs de audio con numerosas interpretaciones de Andris Nelsons con la orquesta de la que es titular desde hace unos meses, la Sinfónica de Boston. En repertorios tan diversos el nivel interpretativo resulta ser muy, muy alto, con solo alguna excepción, como es el caso del Concierto para violín de Beethoven (con un Tetzlaff que tampoco contribuye precisamente a elevar los resultados); pero el mismo Nelsons no ha dado con el clima espiritual de esta obra capital. Sin embargo, una Octava Sinfonía del mismo autor, versión de corte muy clásico, es estupenda. Como lo es la Sinfonía 90 de Haydn, en la que personalmente echo de menos una sonoridad más rústica. La Tercera de Brahms (¡y van tres: me falta por conocerle solo la Primera!), de nuevo muy en el espíritu otoñal de Giulini, es una pura maravilla. De Dvorák vienen dos obras decisivas, el poema sinfónico La bruja de mediodía -sensacional- y una de las mejores Octavas Sinfonías que he escuchado jamás: es acaso, el mayor entre todos estos aciertos. Sin llegar a estas alturas, la Séptima de Bruckner -bastante parecida a la que le he escuchado recientemente en Madrid- es muy hermosa, e implacable y tremenda Sexta de Mahler. Súmense tres estupendos Tchaikovsky: Hamlet, Capricho italiano y la Sinfonía "Patética", con un finale particularmente sobrecogedor. No menos admirable es la Segunda de Sibelius, magnífica, más cerca de Barbirolli que de Bernstein. Magistral y bastante revelador Don Quijote de Strauss con un cabal Gautier Capuçon. Más que irreprochables Passacaglia de Lady Macbeth y Décima de Shostakovich (sinfonías de este autor es lo próximo que va a grabar para DG: ¿no han tenido mejores ideas los del sello amarillo?), lo mismo que la Sinfonía concertante de Prokofiev (con un magistral Yo-Yo Ma). Perfectos, finalmente, Pinos de Roma, tan atmosféricos como sabiamente planificados. Alguna reserva tengo, en cambio, con respecto a la primera parte de La consagración de la primavera, demasiado circunspecta; no así la contundente segunda. Obra -la única entre todas estas- en la que se ponen de manifiesto ciertas limitaciones de la orquesta,

La creatividad bien entendida de Nelsons, que le aleja toda rutina, la extraordinaria claridad en la realización (para lo que ayuda la transparente sonoridad de la estupenda orquesta) y la musicalidad o buen gusto a prueba de bombas son las cualidades que, globalmente, más me han llamado la atención en este músico aún joven y ya extraordinariamente maduro. Sí, los músicos de la Filarmónica de Berlín han desdeñado a un valor seguro, segurísimo, comprobado en muchos autores muy diversos e importantes, y han optado por otro director al que conocen por experiencia propia mucho menos (solo tres conciertos muy distanciados entre sí), mucho menos destacado por el momento y cuya evolución futura es un enigma. Ojalá no se hayan equivocado demasiado: algo, seguro que sí; ya han errado, porque Nelsons es una realidad, y Petrenko (aún) no. Hoy por hoy y, salvo cuando acudan a la Filarmónica de Berlín batutas consagradas y reconocidas, en Boston se podrán escuchar muchas más interpretaciones verdaderamente grandes que en el corazón de Europa.




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