viernes, 19 de octubre de 2018

La música "enlatada"


La revista "Ritmo" cumple en noviembre 90 años. Para ese número me han pedido que escribiese un artículo "personal". Para que los lectores de mi blog que no leen "Ritmo" puedan conocerlo, aquí lo cuelgo.

He estado escribiendo en "Ritmo" desde 1975, debutando con la crítica de la Aida de Verdi dirigida por Muti (EMI, con la tristemente hace poco desparecida Caballé, Domingo, Cossotto, Cappuccilli y Ghiaurov, nada menos). Aunque, por supuesto, también he comentado conciertos, representaciones de óperas y otras cosas, creo que he sido el colaborador de larga duración más ligado al mundo del disco (y no solo por haber trabajado 17 años en la industria fonográfica). También fui -perdón por la inmodestia- el único ganador, en las tres ocasiones en que fue convocado, del Premio Nacional de Crítica Discográfica, allá por 1980, 1981 y 1989 (certamen que, lástima, desapareció pronto).

Expansión, edad de oro del disco
Cuando llegué a "Ritmo", el disco LP de música clásica estaba en plena expansión: por aquellos años se habían hecho últimamente, se hacían y seguirían haciéndose por bastantes años, muchas, muchísimas, de las grabaciones más importantes y admiradas que todavía hoy disfrutamos los melómanos.
A lo largo de estos años la evolución del disco y similares me cogió de lleno. Por entonces, a mediados de los 70, las tomas de sonido solían ya ser muy buenas: era lo que nos parecía a muchos, sobre todo por comparación con las de dos o tres lustros antes. Por cierto, los LPs eran a menudo, casi siempre -hoy lo sabemos fehacientemente- traicioneros: no daban idea de lo estupendas que eran muchas de las tomas de sonido de aquellos años, ¡ya desde la segunda mitad de los años 50! (Hoy lo sabemos gracias a los mejores reprocesados, que redescubren algunas tomas de sonido que parecían flojas en los discos de vinilo de entonces. Ejemplo: la Cuarta Sinfonía de Mahler por Klemperer, grabada en 1961, se la hice escuchar en un digital remastering francés de 2011, sin decir qué versión era, a un amigo melómano y fan de la alta fidelidad, y creyó que era una grabación que acababa de publicarse, DDD y de las buenas).
Pero como decía, el prensado de los LPs era por aquellos años con frecuencia deficiente, más aún en algunas de las fábricas españolas. Por eso nos comprábamos cuando podíamos salir al extranjero discos fabricados en Alemania o en el Reino Unido. Pero los surcos finales de cara solían distorsionar, incluso a veces en estos buenos prensados foráneos: aquello constituía para muchos, entre los que me incluyo, una verdadera cruz. También había aficionados que -por economía, por comodidad o por otros motivos- preferían las cassettes, que llegaron a vender la mitad, o casi, de ejemplares que los discos de vinilo. Para escuchar en el coche sí que las cassettes eran muy socorridas, muy útiles. Solo el CD acabaría con ellas, de plano, para este menester.

Avances técnicos
El LP de tomas digitales supuso un avance indudable, pero fue efímero, pues dio paso muy pronto al compact disc. A su llegada, el disco compacto fue -hoy se suele olvidar- muy controvertido: había quienes sostenían que sonaba artificial, falso, que era demasiado perfecto (¡!), otros hasta aseguraban echar de menos los ruidillos (o ruidazos) de fondo de los LPs ("¡me he acostumbrado a ese refrito y lo echo de menos en el CD!"), otros afirmaban que los CDs producían un sonido de plástico frente al de cristal de los discos leídos por una aguja (léase diamante), etc. Yo tuve más de una y más de dos discusiones con algunos conocidos, sosteniendo siempre la supremacía del CD, que no distorsionaba en los finales de cara, que no tenía ruido de fondo (en las grabaciones digitales de origen), que no se estropeaba ni se desgastaba por el contacto con la aguja... Lo indudable es que todos estos aguafiestas se fueron batiendo en retirada y hoy no quieren recordar ni que les recordemos aquello que andaban diciendo. Pero bueno, este tipo de personas a los que yo considero retrógradas no desaparecen: son los padres de quienes ahora están volviendo a los LPs, a los vinilos, más caros y muy vulnerables, por mucho que puedan sonar mejor que los de antes. Son los que están convencidos de estar a la última moda (el otro día, en la tienda de la FNAC de Callao, en Madrid, escuché lo siguiente a dos chicos jóvenes: -"Ah, ¿es que lo quieres comprar en vinilo?"-"Sí, es más fashion..."). La única ventaja, en mi opinión, de estos nuevos vinilos pueden ser las portadas, grandes, anden o no anden...

El disco, instrumento de formación
Bueno, antes de seguir: ¿por qué siempre he estado yo especialmente vinculado al disco? Pues bien: recuerdo que uno de los primeros libros musicales que cayó en mis manos, allá por Jaén a mediados de los 60, trataba de intérpretes, y eso de la interpretación musical me llamó poderosamente la atención. Me empecé a comprar discos protagonizados por los directores, instrumentistas o cantantes que más elogiaban allí, y en general me interesé por comparar versiones discográficas (sobre todo con discos que tenían algunos amigos) y desde muy pronto me fascinó el hecho de que había diferencias considerables sin que cambiase una sola nota. Por supuesto, la mayor parte de las versiones de los músicos más encumbrados por aquel libro y otras lecturas me parecieron estupendas, pero también me llevé algún chasco, lo que me llevó enseguida a desconfiar de ciertos juicios. Arturo Toscanini y Jascha Heifetz cayeron enseguida para mí de sus pedestales. (El Concierto de Beethoven por Heifetz y Munch me pareció horripilante, sobre todo tras conocer el de Menuhin y Furtwängler. Y una anécdota: en Radio Jaén había por entonces un programa, creo que diario, de música clásica -algo impensable hoy- y aquel locutor anunciaba siempre: "Van a escuchar tal obra cantada, tocada o dirigida por tal músico". Pero si ese tal intérprete era Toscanini, ¡y solo si era él!, decía con gran énfasis: "...por el gran maestro Arturo Toscanini"). 
Así que me fui volviendo escéptico, y crítico. Muy pronto me di cuenta de que, por ejemplo, la Sinfonía "Pastoral" de Beethoven por Furtwängler y la Filarmónica de Viena (la de EMI) me gustaba muchísimo más, ¡hasta parecía música mucho mejor!, que la primera versión que había yo conocido, la de Willem van Otterloo con la Sinfónica de Viena (un disco que yo no me compré, sino que me habían regalado). De modo que pronto fui consciente de lo importantes que son los intérpretes para hacer que suene una composición musical (y mientras no suene no es música, sino papel). Solamente los discos te permitían comparar varias versiones de la misma obra, una tras otra. Y todo este asunto nunca ha dejado de apasionarme.
No perdamos de vista que los discos, junto con Radio Clásica (antes Radio 2), han constituido durante más de medio siglo el mayor medio de difusión de la música clásica, para más del 90% de los interesados en ella, puesto que para escuchar decentemente música en directo había que vivir en una gran ciudad... y disponer de dinero para ir al auditorio o al teatro de ópera.

Las escuchas a ciegas
A este respecto, una de las actividades más interesantes que promoví en "Ritmo" fueron las "discotecas básicas a ciegas" que organicé y que los lectores de hace años recordarán: consistían en reuniones de varios críticos a los que se les hacía escuchar sin revelar los nombres de los intérpretes, varias grabaciones de una misma obra. Obras que, lógicamente, no podían durar más de 15 o 20 minutos. Fueron una experiencias muy reveladoras, porque mostraron algunas ciertas diferencias de criterios o puntos de vista entre unos críticos y otros, pero, sobre todo, grandes coincidencias en señalar las mejores y las peores versiones. Invité a críticos de otras revistas, la mayoría de los cuales, por cierto, rehusaron asistir. Por varias razones aquellas reuniones no duraron mucho tiempo: uno de los motivos principales fue porque algunos críticos (debo decir en justicia que más los invitados de fuera que los de "Ritmo") quedaron en evidencia al juzgar como versiones malas algunas que habían comentado antes elogiosamente, y viceversa. ¡Escuchando de ese modo desaparecían por fuerza todos los prejuicios, y eso a algunos no les convenía en absoluto! Ni ellos, ni otros que habían comprobado lo que podría pasarles, volvieron a aceptar intervenir. Nunca olvidaré cómo se enemistó conmigo un crítico que había puesto a parir un disco que a mí me entusiasmaba: al cabo de unos meses se lo grabé en una cassette y le engañé diciendo que se trataba de otros intérpretes; la escuchó y me dijo que le había gustado muchísimo. Desde que le conté que le había tendido una buena trampa, no me volvió a dirigir la palabra.

Más avances. Presente y ¿futuro?
Pero siguiendo con el devenir de los diferentes soportes para música (y para música con imágenes), el vídeo VHS (el sistema que se impuso frente a competidores que algunos consideraban superiores) fue pronto mejorado por el laser disc, unos discos con aspecto de LP (30 cm de diámetro) pero metálicos, mucho más pesados y bastante más caros, que además requerían un reproductor específico. En su día nos parecieron un avance importante: albergaban hasta una hora por cada cara, se veían mejor que los VHS y podían sonar bastante bien. Pero fueron muy efímeros, hasta el punto de que muchos aficionados jóvenes ni siquiera han oído hablar de esos discos láser. Porque pronto el DVD arrasó con ellos. Este permitía, en un espacio más pequeño y manejable, mayor duración (una ópera mediana puede caber en uno), una calidad de imagen y de sonido bastante superior, subtítulos en varias lenguas, ausencia de desgaste e incluso un precio más bajo. Todavía hoy el CD y el DVD son los soportes más habituales para escuchar y ver música. El DVD ha sido muy mejorado por el Blu-ray, pero, extrañamente, muchos melómanos lo desconocen y ni siquiera saben que todos los reproductores de Blu-ray leen también DVDs y CDs. Lo que no se imaginan esos es que su calidad técnica puede y suele ser formidable, mucho mayor que la del DVD, y que hasta a menudo salen más baratas ciertas grabaciones, pues hasta las más extensas óperas de Wagner caben en un solo disco, mientras que su publicación en DVD exige dos o tres.
También hubo intentos, efímeros, de sustituir la cassette analógica por una digital, y el CD por el DVD de audio, intentos no -o apenas- más duraderos que el laser disc, y otros que aún perduran pese a su escasa implantación, como el super audio CD (SACD) o el Blu-ray de audio. Para que se hagan una idea, la en justicia famosa Tetralogía completa de Wagner por Solti, convenientemente reprocesada, cabe en un solo disco de este último sistema, y además sale más barata que la caja con los 14 CDs correspondientes...

No debemos olvidar que escuchar y ver un buen concierto o una estupenda ópera en estas condiciones que ofrece el Blu-ray sigue constituyendo realmente un sueño para quienes durante tanto tiempo hemos padecido los soportes antiguos.
Bueno, pues todo esto que les he contado está hoy patas arriba, debido a las posibilidades que ofrece la informática -con los discos duros- e internet de escuchar y ver todo desde casa. Veremos cuál es el porvenir de los soportes físicos. Pero eso debería ser tema de otro artículo, y además yo no estoy preparado para escribirlo.

10 comentarios:

  1. ¡¡¡¡¡Cómo hecho de menos aquélla Revista Ritmo!!!Gracias.AMCSánchez

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  2. Hola, Ángel:

    Parafraseando a Alberti, diré que yo nací, ¡perdonadme!, con el Compact Disc. Así que la nostalgia por el vinilo me parece una incomprensible parafilia de rockeros tronados y psicoanalistas viciosos.

    Además que sus medidas reducidas han perjudicado decisivamente la difusión del músico más importante de la historia, incluso entre profesionales de la música. Me refiero obviamente a Wagner.

    Estupendo artículo en el que sólo falta una mención a Spotify. Entiendo que sea una lacra para la industria discográfica, que tanto bien ha hecho, pero a los que estamos a dos velas es una fuente inapreciable de democracia musical.

    Saludos cordiales.

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  3. Muy interesante artículo, Ángel, excelente resumen de qué significa la crítica discográfica y también de la historia de la grabación musical en los últimos cuarenta años. En ambas cosas tienes experiencia y excelencia sobradamente demostradas.

    Con no poco atrevimiento, me animo a continuar donde lo dejas. Como sabes, pasé ya hace unos diez años mi colección de música (en audio y video) a disco duro y la manejo a través de iTunes. Desde entonces, compro música tanto en descarga digital (cada vez más) como en CD (cada vez menos), DVD o Blu-Ray. Los contenidos de los soportes físicos los incorporo inmediatamente al ordenador. Además, desde hace unos pocos años soy suscriptor de Apple Music, alternativa a Spotify y otros servicios. Por una cuota de alrededor de 10 euros al mes puedo oír cuantas veces quiera cualquier grabación musical en audio de un catálogo que supera en mucho la totalidad del que puede ofrecer o haya ofrecido nunca cualquier tienda en España. Por supuesto siempre hay alguna grabación que no se puede encontrar (entre otras cosas, porque su buscador tiene que mejorar bastante), pero la cantidad y variedad son abrumadoras. La suma de contenidos en propiedad (música comprada, hasta cien mil pistas) y accesibles por suscripción está al alcance de los usuarios, mediante los servicios en la nube, en cualquier lugar del mundo donde haya una conexión a internet y se tenga un teléfono móvil de tipo smartphone a mano. Dicho de otro modo, mi colección de música de más de 6.000 álbumes, más todo lo alcanzable por suscripción me acompaña allá donde vaya salvo lugares especialmente remotos. Obviamente, no sólo Apple, sino otras empresas como Amazon o Google ofrecen servicios similares.

    Para mis muy modestas orejas la diferencia de calidad entre un CD y las descargas digitales es básicamente inapreciable. He oído a mucha gente inteligente decir que esa diferencia es algo así como insoportable. Ni de chiste se me ocurre negar que en su caso sea así, pero sí puedo asegurar que me alegro de no contarme entre ellos, porque gracias a este sistema disfruto diariamente mucho más de mucha más música que nunca antes.

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    1. Gracias, Ignacio, por haber completado mi artículo. Creo que a muchos lectores les habrá abierto mucho los ojos. Y aunque no dudo de que haya diferencias en la calidad de sonido, hay muchos que sobreactúan y dicen no solo apreciarla, sino que la más floja les resulta, como tú dices, "insoportable". Pero aunque esa calidad de sonido sea en efecto, como seguro que lo es, menor, al menos permite conocer -ya que no disfrutar al 100%- muchas otras grabaciones. Un abrazo.

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  4. Estimado Sr. Carrascosa:

    Nunca me había animado a comentar nada en su blog aunque hace años que lo sigo. Sus críticas en Ritmo las empecé a leer allá por los años 80 cuando me aficioné a ir a la Biblioteca Pública todos los meses para leer puntualmente los últimos números de Ritmo, Scherzo y CD Compact. Aprovecho la mañana de este domingo para saludarle y darle la enhorabuena por todos los años de trabajo y por supuesto las gracias por toda la sabiduría transmitida.
    Próximo como estoy a superar la barrera de los 50 años este artículo ha sido en cierta manera un mirar atrás para ver la distancia recorrida. Me veo hace treinta años tratando de encontrar algunos de los discos que ensalzaban ustedes y me veo también mirando estantes de discos a precios prohibitivos para un adolescente a mediados de los 80. Por esa razón en aquellos años me acostumbré a frecuentar el entrañable circuito asilvestrado, costumbre que a día de hoy mantengo.
    Hoy todo ha cambiado mucho y cuando veo los tickets con el precio que guardo dentro de los discos me asombro de la situación a la que hoy ha llegado el disco. Tengo mas discos que nunca y menos tiempo que antes para escucharlos. Enormes cajas con docenas de discos a poco más de un euro cada uno han hecho que mi discoteca rebase con creces los 15000 discos compactos y que muchos de ellos no los haya podido escuchar aún.
    En los finales de los 80 y principios de los 90 me afanaba por encontrar volúmenes de la integral de las cantatas de Bach o de la integral Bartok en Hungaroton. Si encontraba alguno de segunda mano por 1000 pesetas cada uno lo atesoraba y escuchaba hasta desgastarlo. Miraba con envidia en 1990 la publicidad de la integral Mozart en Philips y sus 45 volúmenes que se acercaban al precio de un coche de segunda mano, sabiendo que eran inalcanzables.
    Hoy he comprado la última integral Mozart en Universal con 200 CD's por 225 € y aún no he tenido tiempo de ponerme a escucharla en profundidad. Imagino que o me pasará a mi solo.
    Permítame que disienta en cuanto a su valoración del vinilo. No compro vinilos actuales porque su precio es estrafalario pero si que compro todo lo que puedo en el circuito de segunda mano de mi ciudad. Acumulo más de 5000 vinilos de los que no pienso desprenderme y que me proporcionan alegrías y enfados cuando sucede lo que Vd. bien describe: distorsiones, saltos, alabeos, frituras, finales de cara con enormes distorsiones. Pero también calidez, cercanía y un sonido de enorme definición...ciertamente esto último ocurre solo en el 10 % de los casos y la cantidad de vinilos mal grabados y peor prensados es abrumadora, pero entiendo que la búsqueda compensa y pagándolos como máximo a un euro creo que merece la pena.
    Por cierto, y para terminar, en mis estanterías docenas de esos vinilos de la casa hoy Deutsche Grammophon llevan un comentario, traducción o adaptación firmada por el señor Carrascosa Almazán.
    Un cordial saludo desde Valladolid

    Jesús A. Esteban

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    1. Gracias, Jesús. Puede que tengas razón en todo lo que dices. (Tengo, qué coincidencia, otro amigo llamado Jesús en Valladolid).

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  5. Buenos días.
    ¿Es peor una descarga digital que el correspondiente CD?.- Pues mire Vd, depende.
    Con la misma fuente de origen un archivo digital que haya sido sometido a una compresión con pérdidas (tipo mp3) va a ser claramente inferior que el correspondiente CD.
    Un archivo digital a 16 bit 44.100 Hz (frecuencia de muestreo) obtenido de la misma fuente de origen que el CD, no va a ser ni inferior ni superior a ese CD. Y los mismo si se somete a una compresión sin pérdidas (tipo FLAC, APE o ALAC).
    Un archivo digital obtenido de la misma fuente de origen del CD y que contenga un número de bits superior al los 16 del CD, u obtenido con un número de muestras por unidad de tiempo superior al las 44.100 del CD, va a ser netamente mejor que el CD. Y tanto mejor cuanto más bits y cuanta mayor sea la frecuencia de muestreo.
    Pienso que lo que más se aproxima a la calidad de un vinilo microsurco ideal son los archivos digitales a 24 bit y 96.000 Hz------ Por encima de estas cifras teoricamente son mejores, pero la verdad es que poca gente es capaz ya de apreciar la diferencia.
    En cuanto a las copias de un CD, va a depender ya de: la calidad del reproductor desde el que se copian, la calidad y exactitud del programa de copiado y de la posible compresión a mp3 o cualquoier otro formato con pérdidas. Luego también influyen la calidad del reproductor musical de tu PC y la calidad del DAC que utilices, suponiendo igualdad en el amplificador y transductores (altavoces).

    Perdón por el "royo", pero algunas cosas de las escritas pueden dar lugar a falsas interpretaciones

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  6. No hay que olvidar que el sónido es analógico. Como tal es emitido por el productor y como tal es percibido por nuestros oídos. Y además está absolutamente limitado en el tiempo. Todo lo demás no son más que distintos medios de conservación y transporte, que se ven afectados por cualquiera de sus etapas de elaboración. Y el CD no es más que uno de estos medios, un "apaño" ampliamente superado en la actualidad por los archivos digitales el alta definición.

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  7. Interesante articulo y comentarios.Con el tema vinilo tuve 2 epocas: cuando pude acceder a comprar alguno de clasica, era la epoca que estaba abierta la tienda Real Musical, y cuando veia las portadas de los discos de la Deustche con el 'banner' amarillo, me parecia algo mitico e inalcanzable. Una vez cada 2,3 meses me compraba alguno de la serie Privilege, mas baratos.
    La segunda epoca fue cuando pude comprar un equipo de musica decente y tambien mas discos, y me tope con un giradiscos que solo me daba problemas. Que si capsula Shure,Ortofon...nada... Que si tenia que quitar la tapa de plastico porque se acoplaba el sonido..uff....Algunos vinilos estaban doblados o mal prensados y se negaban a cambiartelos a veces en las tiendas. Aparecia la fritura en la segunda reproduccion...
    Aunque dicen que los platos de ahora por unos 500 euros, equivalen a los high-end de los 70-80

    Por eso cuando aparecio el CD fue algo magico para mi, y resolvio muchos de mis problemas con los equipos, sonidos, etc. Y que decir ya mas en la actualidad de los archivos digitales y las plataformas como Tidal, Spotify, Deezer...Te permite acceder a casi todo. Alguna vez lo pienso y para los que nos gusta la musica es algo como de ciencia ficcion.
    Ahora me dan tentaciones de comprar un buen giradiscos, pero como algo testimonial. Afortunadamente me lo puedo permitir como capricho.
    Lo que no puedo recuperar, son los vinilos que compre en su dia en el antiguo Discoplay de Gran Via a precio superoferta de la sovietica Melodiya. Como me encantaria volver a tenerlos, sobre todo una version del pianista Igor Zhukov del primer concierto de Tchaikovsky.

    Gracias por tu blog por poder tener la oportunidad de poder expresar mis reflexiones, de alguien como yo que lleva mucho escuchando clasica, pero que no se acerca mi conocimiento ni de lejos a ti Angel y muchos de los que opinan aqui en el blog

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    1. Yo, para mi última mudanza, conseguir vender (muy baratos) los LPs que me quedaban. Y qué quieres que te diga, no los echo de menos en absoluto (me había pasado previamente a CD algunas interpretaciones que me gustaban mucho y no habían sido pasadas por las discográficas a ese soporte. Luego muchas de ellas han acabado saliendo en CD, no todas).
      Estoy de acuerdo contigo en que los LPs eran una pesadilla.
      Por eso alucino con la moda del retorno de esos artilugios. Pero como decía el torero Belmonte al preguntarle a Ortega y Gasset a qué se dedicaba y contestarle este que era filósofo; después de explicarle qué era eso de filósofo, Belmonte exclamó: "¡Es que hay gente pa tó!"

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