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jueves, 7 de abril de 2022

Más discos recientes: Cuarteto Belcea, Alexandre Kantorow, Klaus Mäkelä


Últimamente se graban pocos discos, sobre todo por parte de los sellos tradicionalmente más relevantes. Lo que permite que algunos de los pequeños se aprovechen de la situación para sacar la nariz y, de algún modo, plantarles cara. Estos, por lo general, evitan a los artistas más reconocidos -suelen ser muy caros- pero se valen de algunos no tan prestigiosos, y por lo tanto más accesibles, que a menudo dan muy buen juego. Además, la tecnología más avanzada, la que permite tomas de sonido de altos vuelos, también les suele llegar a estos sellos menores. 

 

Veamos, si no, dos discos aparecidos muy recientemente: 1º. Alpha ha publicado los dos Sextetos para cuerda de Brahms, dos composiciones pocas veces llevados al disco, en comparación con la mayoría de las restantes obras camerísticas de su autor. El Primero, op. 18 (1860), que a mí me parece superior al Segundo, op. 36 (1865), resulta ser aquí -Cuarteto Belcea, Tabea Zimmermann a la viola y Jean-Guihen Queyras al cello- una interpretación sensiblemente más serena (casi diría otoñal) que la apasionadísima y magistral de Menuhin, Aronowitz, Gendron y compañía (EMI 1964), en mi opinión la referencia absoluta hasta la fecha (lo mismo que el nº 2 que completa el CD). El segundo movimiento de ese Op. 18, “Andante, ma moderato”, uno de los lentos más hermosos de Brahms, es el que, transcrito a piano por el propio compositor nada más terminar el Sexteto, da lugar a las Variaciones sobre un tema original en Re menor, del que en 1973 Barenboim realizó una interpretación memorable para DG (junto a las Variaciones Haendel y las Schumann). Muy notable también la versión del del Sexteto nº 2 por el Belcea. Por cierto, este grupo y sus dos refuerzos son músicos, sin duda, de primera categoría. 

 

2º. Bis parece abordar la serie de los Conciertos para piano de Saint-Saëns con la grabación -técnicamente espléndida, como el disco Brahms comentado- de los dos primeros más una serie de páginas también para piano y orquesta: Africa, Allegro appassionato (op. 70), Rapsodia de Auvernia y Wedding Cake. Alexandre Kantorow (Clermont-Ferrand, 1997) es, pese a su juventud, un pianista de grandes dotes mecánicas y considerable madurez, lo que se aprecia claramente en su interpretación del magnífico Segundo Concierto, introspectiva y elocuente en el primer movimiento y exuberante en los dos restantes, con detalles de fraseo singulares pero creo que muy acertados. Versión que no queda lejos de las referencias discográficas, en primer lugar la formidable interpretación (DVD EuroArts) de Yefim Bronfman y Kurt Sanderling con la Filarmónica de Berlín. Jean-Jacques Kantorow, padre del solista, dirige en esta ocasión (sin que sirva de precedente) con muy buen sentido a una espléndida Tapiola Sinfonietta. 

 

3º. Klaus Mäkelä (Finlandia, 1996) está gozando de una muy intensa campaña de publicidad. Pero, por ahora, no me parece que sea el director joven más pujante: ahí está, sin duda, Lahav Shani, que ha demostrado insistentemente un talento fuera de serie. Pero se le ha publicitado mucho menos. A Mäkelä le acabo de escuchar el ciclo sinfónico de su compatriota Sibelius que ha lanzado el sello Decca -este no es precisamente pequeño- con la Orquesta Filarmónica de Oslo de la que es director titular desde hace dos años. La formación, por cierto, le suena estupendamente, y el joven director sabe cómo extraer de ella un genuino sonido Sibelius. Pero las interpretaciones las encuentro algo variables. Así, la Primera me parece, innecesariamente, muy violenta y presenta algunas excentricidades. Tampoco la Segunda, más ortodoxa, me ha entusiasmado; me da la impresión de que lo que tiene de herencia (post)romántica no es muy de su agrado. Mejoran las siguientes, si bien la Séptima no pasa de la estricta corrección. Tapiola está muy bien realizada, pero resulta un tanto fría y bastante desprovista de la inquietud y hasta el pavor que puede, y debe, transmitir. Como curiosidad, se añaden tres brevísimos fragmentos -creo que nunca antes grabados- de la Octava Sinfonía en la que se ocupó muchos años pero que no acertó a completar: 3’41” en total, o sea muy poca cosa. En definitiva: a seguir, sí, la carrera de Mäkelä, pero, de momento, en mi opinión, no es para echar las campanas al vuelo. Veremos.