Kaufmann, Willis-Sörensen,
Schager y Welser-Möst
Mi buen amigo Juan Ignacio Fernández
Bargues me acaba de pasar filmaciones (no publicadas comercialmente) de algunas
óperas que intentaré comentar desde estas páginas. En primer lugar, un Murciélago en versión semiescenificada
interpretada en la Semperoper el último día del año que hace poco ha terminado.
Pese a que varios de los cantantes principales me eran desconocidos, el reparto
ha sido globalmente muy bueno. Al menos con los dos principales tenores han
debido de gastar buena parte del presupuesto: Jonas Kaufmann como Eisenstein y
Andreas Schager como Alfred. Los dos tenores wagnerianos más pujantes de la
actualidad -el primero de voz más oscura y baritonal pero menos dramático que
el segundo, de color más claro pero con mayor squillo-. Ambos se desempeñaron a pedir de boca en dos papeles
mucho menos exigentes en lo vocal de los que suelen frecuentar.
Rachel Willis-Sörensen
fue una extraordinaria Rosalinde: voz lírica ancha -más de lo habitual en este
rol- muy bella y gran cantante e intérprete, no sufrió dificultades serias en
el registro más agudo y en los asomos de coloratura. Nikola Hillebrand fue una
sustitución de última hora para el papel de Adele: con una voz más próxima a la
lírica que a la ligera, cumplió con creces. Bien, aunque algo verde el Doctor Falke
del barítono Sebastian Wartig, y casi sopranil Elisabeth Kulman como Orlofsky, papel
que pide una mezzo con buen registro grave. Los cantantes actuaron con
desenvoltura y acierto en un pasillo que dividía a la orquesta. La narración de
una voz masculina y otra femenina me pareció innecesaria. Y fue una pena que se
suprimiese la escena en la cárcel. Lo más flojo fue la dirección de Franz
Welser-Möst, ruidosa (¡Die Fledermaus
no es de Richard, sino de Johann Strauss!), no mal encaminada en el estilo pero
efectista y de brocha gorda, que no evitó un serio desajuste en la famosa
Obertura, algo muy poco propio de una orquesta tan extraordinaria como la
Staatskapelle Dresden. Muy bien el coro de la Ópera sajona.
Kaufmann, Harteros, Finley y Kirill Petrenko
El mes anterior, en
noviembre, tuvo lugar en la Ópera Estatal de Múnich una de las interpretaciones
musicales de Otello más imponentes
que puedan ofrecerse hoy. Lástima que la escena, de Amélie Niermeyer, chirriase
tantísimo. No entiendo cómo el público de los teatros más exigentes transige
con tal cantidad de sandeces. Solo puedo salvar un pasable Acto IV; los tres
primeros estuvieron llenos de incongruencias y soluciones gratuitas. De
entrada, Otello irrumpe con su tremendo "Esultate!" en el dormitorio
de su casa; solo Desdemona lo ve, no la multitud que esperaba con ansiedad que
se salvase. La cama donde debía morir Desdemona (que es estrangulada en el
suelo, junto a ella) está presente desde el comienzo mismo ¡a lo largo de toda
la representación! También la esposa de Otello se halla presente en muchas
escenas donde su presencia no parece tener sentido. Cuando, en el Acto II,
llegan las jovencitas trayéndole flores, ¡Iago se viste como ellas! Etcétera,
etcétera, a qué seguir. La escenografía y el vestuario no pueden ser más
inadecuados: en nada ayudan a centrar al espectador en la acción. De no ser por
la profesionalidad de los cantantes, que hacen cuanto pueden por resultar
creíbles (pero, al menos los hombres, podrían hacerlo mejor), casi todo lo que
vemos sería lamentable.
Jonas Kaufmann ha mejorado en
todos los aspectos desde su debut en el durísimo y exigentísimo papel en el
Covent Garden. La voz se ha oscurecido y baritonalizado
más, pero no por ello ha perdido agudos, sino al contrario: aparece aquí más
valiente y seguro. También hila más fino en la psicología del atormentado
personaje. Su Otello no siempre es tan furioso como suele (véase, sobre todo,
el acto final), sino que aparece en ocasiones más deprimido que enfurecido: una
perspectiva interesante. No alcanza las alturas de Domingo en su plenitud, pero
al menos puede afirmarse que desde él no ha habido un Otello tan destacado. (En
una de las críticas que he leído, el firmante afirmaba que prefiere a Gregory
Kunde. La verdad, las manías -perdón: preferencias-
ofuscan a algunos críticos: ¡Kaufmann es otro nivel, como cantante y como
artista!). Lo mejor de la velada fue, sin embargo, Anja Harteros, en un momento
glorioso, desde todo punto de vista. Su personaje fue menos pasivo e ingenuo
(¡bravo!) de lo habitual. No nos engañemos: en pocos momentos a lo largo de las
últimas décadas ha habido una Desdemona tan admirable de arriba a abajo, de
cabo a rabo. Y por fin (no como en el Covent Garden) un Iago de primera clase, Gerard
Finley: no tan redondo y extraodinario como Carlos Álvarez (con Muti en La
Scala), pero espléndido, sobre todo por la materia prima de su voz. Posee una
técnica francamente buena y por suerte no exagera ni explicita en exceso la
maldad del personaje, pero debería afinar su actuación escénica... y su
pronunciación del italiano. Buenos todos los secundarios, con especial mención
al Cassio de Evan Leroy Johnson, menos ligero de lo habitual: puede ser un
tenor lírico a seguir.
La dirección de Kirill
Petrenko fue eficaz, intensa, dramática y teatral, quizá a menudo algo
expeditiva, y de brocha un poco gorda en algunos momentos. Como curiosidad, me
extrañó cómo pasó de largo, sin pena ni gloria, por la magnífica, acongojante
introducción del Acto III (por favor, para saber a qué me refiero compáresele con
Barbirolli). También acertó a ser íntimo, reflexivo y concentrado en "Dio
me potevi scagliar" (sensacional Kaufmann) o en la gran escena inicial de
Desdemona en el comienzo del Acto IV (igualmente sensacional Harteros). En
cualquier caso, se halla abiertamente por debajo de Barbirolli y de Solti (en
el DVD); alucino con los ditirambos que he leído sobre la labor aquí de una
batuta en la que nadie hasta ahora había reparado como "una de las más
grandes", "un director que nunca se equivoca" y cosas por el
estilo (por cierto: ¿conoce alguien a un director que nunca se haya
equivocado?): ¡qué legión de oportunistas que se suben al carro del vencedor desde que supieron que había
sido nombrado para suceder a Rattle como director de la Filarmónica de Berlín!
Destacadas las actuaciones tanto del coro como de la orquesta, que aunque no
alcanzan los más altos niveles en esa ciudad bávara, son uno y otra de los
mejores conjuntos operísticos de Alemania.