lunes, 1 de julio de 2013

RATTLE CON LA FILARMÓNICA DE BERLÍN Y BRAUNSTEIN: SABOR AGRIDULCE




         

Beethoven no es, ni mucho menos, uno de los fuertes de Sir Simon Rattle: lo deja bien patente en su grabación del ciclo sinfónico, en una interpretación de la Novena Sinfonía en un campo de concentración nazi y en la que acaba de hacer en Madrid (y que le escuché, no entera, en la retransmisión de Radio Clásica).

Sorprende, pues, la crítica laudatoria de Juan Ángel Vela del Campo en “El País” (27 de junio; aunque lejos de echar las campanas al vuelo, como otras veces con este director): “¡Qué hermosura de interpretación! [...] Fue espontánea, alegre, ligera de sonido, virtuosa y fresca en el 2º movimiento, de una emoción sosegada en el 3º. Sin cargas filosóficas a lo Furtwängler, sin densidades sonoras a lo Thielemann, sin tendencias analíticas a lo Abbado, sin dominio estructural a lo Klemperer”. Estos calificativos ya nos ponen la mosca detrás de la oreja, pues varias de esas características no parecen las más adecuadas para hacer justicia a la Novena de Beethoven ¿no creen? ¿Cómo pudo, entonces, ser una “hermosura de interpretación”?

Por cierto, dos de los directores citados no son, qué le vamos a hacer, grandes intérpretes beethovenianos: Thielemann, en su ciclo con la Filarmónica de Viena (¡en CD, DVD y Blu-ray!), teóricamente dentro de una gloriosa tradición germana, salpica sus versiones de ocurrencias (¡no de ideas!) y de detalles de gusto dudoso por su amaneramiento (¡pecado mortal en Beethoven!). Y Abbado no ha hecho aportaciones destacables a la interpretación del Gran Sordo, lo siento mucho. De todas las grabaciones de este autor que le recuerdo, sólo me parecen realmente muy bien un “Emperador” con Barenboim y un Tercer Concierto con Brendel, ambos en DVD. Ni una sola de sus Sinfonías me ha gustado mucho, y varias me producen auténtica grima. Y, claro, no deja de ser curiosa la ausencia en esa lista de directores del mayor beethoveniano de los últimos lustros, Barenboim (del que, por cierto, por fin sus 9 Sinfonías salen también en DVD: Decca publica hoy mismo, 1 de julio –no aún en España– en un álbum de 4 DVDs, las que dirigió en los “Proms” de Londres en 2012 y de las que he hablado maravillas en este blog).

Bueno, pero vamos a lo único que le he escuchado en directo a Rattle y los Berliner Philharmoniker en esta última visita a Madrid: el concierto de ayer, 30 de junio, con un programa más bien extraño: una Obertura de La flauta mágica con una introducción un poco a lo instrumentos originales seguida de un allegro sin rastro de ese enfoque. La afinidad del de Liverpool con Mozart me dio la impresión de que es mínima: varios pequeños hallazgos fuera de lugar, nada naturales, y una ejecución ¡¡no impecable!! (¿falta de ensayos?...)Siguió un Blumine (episodio felizmente descartado por Mahler como 2º mov. de su Primera Sinfonía) sencillamente ideal, sin apenas asomo del lirismo empalagoso al que la pieza se halla abocada, y de una excepcional sutileza tímbrica. Magnífico el solista de trompeta, como toda la orquesta.

Lo mejor y más sustancioso de la velada fue el bellísimo y emocionante Concierto para violín de Alban Berg con el que, al parecer, Guy Braunstein, primer concertino de la Filarmónica desde 2000, se despedía de la orquesta para dedicarse de lleno a la tarea de solista y camerista. La verdad, tras escucharle, además de varias obras de cámara, el Concierto de Brahms (con Nelsons) y el de Berg, estoy convencido de que este joven es un violinista de primer orden: son obras a las que sólo un gran violinista y, a la vez, un gran músico puede hacer justicia. Con un sonido que recuerda no poco al de su maestro Pinchas Zukerman –redondo, grande, muy hermoso– y un mecanismo más que suficiente (armónicos y sobreagudos de gran seguridad), Braunstein demostró saber bien qué se traía entre manos con este Concierto en particular, totalmente en estilo y transmitiendo con intensa emoción su peculiar mundo interior. En los últimos días me he escuchado las grabaciones de Grumiaux y Markevitch, Menuhin y Boulez, Perlman y Ozawa, Chung y Solti, Zukerman y Boulez (mi versión favorita), y puedo afirmar que ninguna de estas ilustres batutas me ha gustado más que Rattle ayer, totalmente en su elemento en este mundo, cuyas connotaciones con Wozzeck me parece que puso muy de relieve.

Pero con Schumann volvieron mis reservas: en la Sinfonía “Renana”, una obra en la que es más difícil atinar de lo que puede parecer, no me convenció gran cosa, pese a pasajes y hasta movimientos muy logrados (el Scherzo en concreto). De entrada, la sonoridad, antes que bien empastada y equilibrada, me pareció más brillante (y hasta hiriente) de la cuenta, resaltando a veces en exceso ciertos instrumentos (las flautas en muchos momentos, por ejemplo). El primer mov. fue más rápido que apasionado, el tercero, algo apresurado, apenas hizo las funciones de lento meditativo, lo que desplazó más bien al 4º, que sin embargo estuvo hecho como a cachos, con frases a veces un poco inconexas; aun así, tuvo pasajes de religiosidad a lo Mendelssohn muy emotivas. Y en el 5º predominó una alegría tal vez demasiado extravertida con discutibles momentos jocosos, concluyendo en una coda demasiado acelerada y ruidosa. No faltaron, como digo, frases muy hermosas y delicadas, así como una encomiable transparencia en toda la obra, pero ésta careció de unidad y el idioma schumanniano no terminó de cuajar. En cuanto a la orquesta, pese a la intervención de solistas y grupos (las trompas) extraordinarios, no me entusiasmó por falta de equilibrio entre las familias y por una sonoridad con tendencia a los excesos.

En resumen: confirmo mi opinión de que Rattle es, en muchos autores, particularmente del siglo XX, una auténtica autoridad, pero ni mucho menos lo es en otros compositores muy importantes (Mozart, Beethoven y Schumann entre ellos: al parecer, la Segunda del día anterior convenció menos que la “Renana”). Compositores que, por cierto, han sido históricamente base del repertorio natural de la Filarmónica de Berlín, institución que tiene una gran responsabilidad con la gran tradición musical centroeuropea. En estos autores, otras batutas la hacen sonar con mucha más propiedad. O sea, ¡mejor!

6 comentarios:

  1. Coincido con gran parte de lo que dices. En la "Renana" aprecias falta se equilibrio. A mi me dio la impresión en algunos momentos que faltaban instrumentos de cuerda para compensar el viento metal

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    1. Por cierto, no dejéis de consultar en el blog de F. L. Vargas Machuca ("Ya nos queda un día menos") la crítica que hace a la Novena de Beethoven de Rattle hace unos días en la Waldbühne de Berlín.

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    3. ¡Y tanto que es cuestión de gustos! De gustos con mejores o peores bases y criterios. También es cuestión de gustos, mejores o peores, que guste más Carmina Burana de Orff o la Octava Sinfonía de Bruckner. Etc., etc.

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  3. ¡Menudo asunto! Los gustos se sustentan por la evaluación personal de una serie de factores bastante objetivos. Otra cosa es que algunos sean difícilmente definibles. Me imagino que es difícil cuantificar la valoración del final del Carmina Burana o el tema inicial de la 7 de Bruckner. Pero al escuchar una interpretación se valoran factores como afinación, sonido, tempo, fraseo, etc. Cada uno tiene un gusto pero se sustenta en pormenores sobre los que hay bases "consensuadas" y una educación por la experiencia musical de cada uno. No hablo de profesionales, que lo tendrán más claro. Los gustos, en mi opinión, son personales pero no enteramente subjetivos. Se me ocurre como argumento que esos gustos se afinan con el tiempo. Lo que no impide apreciar variables opciones. Y cada uno evalúa contra su gusto cada una de ellas. Las opiniones serían la expresión de esos gustos o el cotejo contra los mismos. Si ello es así los gustos también tienen mejores o peores bases.
    Afortunadamente no nos gustan exactamente la misma mujer. Pero suele haber consenso sobre las que calificaríamos de guapas.

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