viernes, 10 de diciembre de 2021

Beethoven y Rossini · Beethoven y Klemperer · ¿Historicismo para Beethoven?


La visita de Rossini a Beethoven

He conocido nuevos detalles del encuentro entre Beethoven y Rossini, que tuvo lugar en Viena el año 1822, con motivo de una visita que hizo el autor de La gazza ladra a la capital austríaca. La situación era la siguiente: Beethoven era admirado como el mayor compositor vivo… por una élite de conocedores, entre los cuales se hallaba Rossini, admirador sobre todo de las Sonatas para piano y los Cuartetos del Gran Sordo. Pero la fama, la popularidad mundial se la llevaba de calle Rossini, 22 años más joven que el autor de la Sinfonía “Heroica”. En su biografía (1824) de Rossini, Stendhal escribió: “Durante los doce últimos años no ha habido un hombre que haya sido el centro de mayor número de conversaciones, de Moscú a Nápoles, de Londres a Viena, de París a Calcuta”. En Viena, el de Pésaro causaba furor, siendo disputada su presencia por los principales salones aristocráticos.

Rossini quería conocer a su genial colega, quien por su parte había confesado a sus amigos que el italiano tenía mucho talento y más facilidad para parir bonitas melodías a raudales, pero que su música se dejaba llevar por la frivolidad de la época, afirmando desdeñoso: “Para componer una ópera necesita tantas semanas como años necesitamos los alemanes” (algo de envidia por esa increíble facilidad parecen esconder esa palabras). Rossini pidió a su editor Domenico Artaria que le acompañase a casa de Beethoven. Allá que fueron, pero este se hallaba sufriendo una de las frecuentes indisposiciones motivadas por su frágil salud, y no pudo recibir a los visitantes. Rossini insistió en verse con él, y el segundo intento tuvo éxito. La sordera casi total del de Bonn impidió una conversación normal, pero Beethoven le felicitó por El barbero de Sevilla, que “seguirá interpretándose mientras exista la ópera italiana”. Pero le advirtió, sin pelos en la lengua: “No compongáis nada que no sean óperas bufas; sería contrario a vuestro temperamento” [Ahí Beethoven se equivocaba, aunque solo en parte, como se ha podido comprobar tras la considerable rehabilitación reciente del Rossini serio]. Al despedirse de él, Beethoven insistió: “¡Escribid más Barberos!”

Rossini pudo sentirse un tanto incómodo por ese menosprecio hacia dramas suyos como Tancredi, Otello o Maometto secondo, pero, lejos de enfadarse con el autor de la Sonata “Appassionata”, salió compungido de la modesta y caótica vivienda de Beethoven y, en su visita esa misma noche al palacio del príncipe Metternich, rogó a los aristócratas allí congregados que ayudasen, apoyasen “al mayor genio de nustra época”. Ruego que cayó en saco roto, ante la indiferencia y la incredulidad de la élite política y económica de Viena.

 

Respeto al pie de la letra a la letra de Beethoven

Otto Klemperer fue, en mi opinión -parece que cada vez más extendida- el mayor intérprete de Beethoven después de Furtwängler. Con “después de” me refiero a la sicesión cronológica, porque no estoy seguro de que Furtwängler estuviese como intérprete del Gran Sordo por encima de Klemperer. ¡Son, además, tan distintos! Y, de algún modo, complementarios.

Pero, a lo que iba, y es a un par de casos en los que el respeto a la letra de lo escrito por Beethoven llevó a Klemperer a separarse de casi todos sus colegas. Y son estos: en el “Sanctus” de la Missa Solemnis, tras la severa introducción sobre el texto “Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth!”, a cargo del cuarteto solista y un discreto soporte orquestal, normalmente entra el coro a plena voz cantando “Pleni sunt caeli et terra gloria tua”. En este breve pasaje, antes de la entrada del violín solista que anticipa el “Benedictus”, la densa escritura orquestal hace pensar que es el coro el que debe escucharse por encima de la orquesta. Pero Beethoven, probablemente por error, anotó que debía ser -seguir siendo- el cuarteto vocal solista. La mayoría de los directores están convencidos del “olvido” o “error” del compositor y hacen esa breve página con el coro. Menos Klemperer, que en su mítica, inalcanzada grabación para EMI de 1966, se limita a los cuatro esforzados cantantes, que logran no ser engullidos por el contingente instrumental.

El otro caso no ha logrado tal unanimidad entre los directores de orquesta: se trata del primer movimiento de la Quinta Sinfonía. La imponente, impactante peroración de las trompas en fortissimo (las famosas cuatro notas iniciales más las dos que les siguen) hay una ocasión, la siguiente al famoso solo de oboe, en que es sustituida, en la partitura, por los fagotes. ¿La razón? A las trompas de la época no les daba tiempo a cambiar su posición desde su intervención inmediata anterior, inconveniente que no existe para las trompas posteriores. Casi todos los directores hacen sonar también esa vez a las trompas, porque es fácil y comprensible opinar que los fagotes quedan un tanto “pobres” frente a las sonoras trompas. Pero Klemperer no está entre ellos (en su grabación de 1959, la incluida en su ciclo de las nueve, esto se aprecia en el minuto 6’10”). A propósito de este asunto, recuerdo una curiosa anécdota: en la filmación (Decca 2013) de las nueve Sinfonías de Beethoven por Barenboim con la West-Eastern Divan Orchestra (Proms londinenses de 2012) el estupendo realizador, Jonathan Haswell, siguiendo la partitura, enfoca en ese momento (6’14” del visor del reproductor de DVDs) a los fagotes, pero los que tocan (para su consternación, supongo) son los trompas.

 

¿Historicismo para Beethoven?

Y una “perla” para los partidarios del fortepiano en la ejecución de la música de Beethoven: “Lo que Beethoven siempre quería de los pianos era más: construcción más robusta, mayor plenitud de sonido, un mayor espectro de volumen, una gama mayor de notas. Tan pronto como fueron añadidas más notas a ambos extremos del teclado, las usó, haciéndolas necesarias para quien quisiera tocar sus obras” (Jan Swafford: “Beethoven”).

El compositor escribió al constructor de pianos Johann Andreas Streicher, en 1796: “Recibí anteayer vuestro fortepiano, que es un instrumento excelente. Cualquier otro querría quedárselo, pero […] os engañaría si no os dijera que es demasiado bueno para mí. ¿Por qué? Porque me priva de la libertad de producir mi propio sonido”. (Conclusión: ¿qué es más historicista, o sea, hablando en serio: qué es ser más fiel al espíritu de Beethoven, volver a los pianos de los que disponía o utilizar los que anhelaba?)

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo.Yo lo tengo claro. Cada uno que elija el instrumento que prefiera.Pero,así como ningún violín moderno supera a un "Stradivarius", si creo que cualquier buen piano moderno supera tecnológicamente y, por tanto, musicalmente a cualquier fortepiano.
    Creo que, en cada época, lo "natural" es utilizar el mejor instrumento que la tecnología, de esa época ,nos pueda proporcionar.

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  2. Muy interesante su nuevo artículo descubriendo la fidelidad de Klemperer a las partituras de Beethoven, cuando el movimiento historicista ni siquiera existía. Hay más ejemplos; Lili Kraus quiso grabar su integral de conciertos para piano de
    Mozart (1964) con un fortepiano del siglo XVIII, no pudiéndolo hacer ante la negativa de Epic Records (Columbia); quedaron perplejos y llenos de estupor ante tal petición. Por aquella época los historicistas comenzaban a interpretar música barroca con instrumentos modernos y afinación convencional ( grabaciones del Quadro Amsterdam), desechando el estilo legato que el musicologo alemán Hugo Riemann (siglo XIX) había impuesto para la interpretación de la música del siglo XVIII, (la idea era tocar con mayor articulación). El cambio a los instrumentos originales, afinaciones históricas y técnicas de interpretación pretéritas se produjo progresivamente a principios de los años 70. (En cuanto a las cuerdas se dieron cuenta que la verdadera revolución estaba más en los arcos que en los instrumentos). Respecto a la interpretación de Beethoven con fortepiano cada cuál elija según su propio criterio y gusto personal, pero lo evidente es que los instrumentos históricos son limitados y ofrecen menores posibilidades; el traverso ( denominado perverso por músicos que lo tocan) no da ciertos semitonos, el clavecin no posee dinámica, el fortepiano ofrece una sonoridad reducida y es pobre en matices ( con razón no convencía a Beethoven). La obra de Beethoven dió un impulso extraordinario a la historia de la música, tanto que algunos instrumentos se le quedaron " pequeños".

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  3. Hola. Muy respetuosamente les comparto la segunda entrada a mi blog:
    https://grabacionesmusicaclasica.blogspot.com/2021/12/la-ultima-palabra-de-barenboim-sobre.html

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  4. Respecto a la advertencia de Beethoven a Rossini sobre escribir más "Barberos", adjunto un párrafo del libro de Philip G. Downs,(La era de Haynd, Mozart y Beethoven):
    Sus críticas a Rossini, Weber y Spohr tienen su explicación en la visión de sí mismo como compositor serio de sinfonias y de Misas. Rossini debía porfiar en el género de la ópera cómica, Weber no debía escribir más que óperas sin pulirlas demasiado, y la vena melódica de Spohr era demasiado cromática. Estos juicios rápidos muestran precisamente, dónde residía la lealtad de Beethoven, al advertir a aquellos hombres de "segunda" que se mantuvieran al margen de su terreno.*

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