lunes, 17 de enero de 2022

Mozart y Beethoven a dos velocidades

 

La flauta mágica por Nézet-Séguin

La velocidad está de moda. Estos directores jóvenes (o aún un tanto jóvenes) que quieren dárselas de modernos, que nadie los tache de anticuados, optan por la rapidez: es su más llamativa aportación. Algunos menos jóvenes, como esos vejestorios que se siguen creyendo seductores, entre ellos Abbado en algunas de sus rachas y Chailly casi invariablemente en sus últimos tiempos, también han caído en la trampa de correr mucho en toda la música del Clasicismo y de casi todo, o todo, el siglo XIX. En concreto Yannick Nézet-Séguin, de enorme talento, es en general fiable y hasta admirable en la música del siglo XX, pero en la del XIX, particularmente de la primera mitad, me resulta bastante temible.

La serie de las óperas de Mozart que le ha grabado Deutsche Grammophon comenzó bastante bien en 2012 con Don Giovanni, con un gran elenco, pero ha ido degradándose hasta llegar a esta Flauta mágica que no es que sea rápida, es que resulta a ratos francamente frívola. Pese a contener abundantes y hasta largos diálogos, dura solo 133 minutos (como la más importante grabación que no los tiene: Klemperer). Esta ópera, como es bien sabido, oscila entre el lúdico cuento infantil y la solemnidad masónica; en esta versión, aparecida en 2019, apenas se tiene en cuenta este último y fundamental elemento. Algunas buenas versiones se decantan en mayor medida hacia una de esas dos vertientes, pero procuran no anular a la otra. Unas pocas las han equilibrado maravillosamente (Klemperer, Böhm, Solti, Colin Davis, Muti…). Ya en la Obertura, Nézet va a todo correr (5’59”), cayendo en la irrelevancia, lo mismo que en la introducción del segundo acto y en otros pasajes de indudable profundidad. (Curioso, o no tanto: fíjense en las duraciones de la Obertura de mis interpretaciones favoritas: Klemperer: 7’17”; Böhm DG: 7’14”; Solti I: 7’13”; Davis: 7’12”).

Nézet concierta con enorme pericia (no esperaba menos), gracias además al magnífico Coro RIAS berlinés y a la soberbia Orquesta de Cámara de Europa, pero a un director de tal talento habría que pedirle mucho más.

Confieso que no me atreví a escuchar antes esta versión a causa de un cantante del reparto que pensaba me daría grima: el (ex)tenor Rolando Villazón haciendo de barítono como Papageno. Pues bien, ¡ojalá fuera lo más decepcionante del elenco! Aunque su voz no es baritonal, pese a su color un tanto oscuro, se desenvuelve inesperadamente bien en esa tesitura y, lo que es más importante, en su interpretación musical y teatral convence gracias a su indudable perspicacia, gracia (impagable cómo dice “Eins… zwei… drei” cuando espera en vano la aparición de Papagena) e inteligencia. A quien, que dios me perdone, literalmente no puedo soportar, es a Klaus Florian Vogt (¡el tenor supuestamente wagneriano!) en el papel de Tamino: voz insoportablemente blanca, pegajosa blandura y monótona inexpresividad. Muy bien, en cambio, Christiane Karg como Pamina. Bien, quizá no lo bastante grave (de voz y de carácter), Franz Josef Selig como Sarastro. Albina Shagimuratova es una Reina de la Noche mejor en el sobreagudo que en la coloratura, que dista de ser limpia. Notables las tres Damas, los tres Muchachos y Papagena (Regina Mühlemann). Correctos el Orador (Tarek Nazmi) y Monostatos (Paul Schweinester) Espléndida toma de sonido para una interpretación claramente menor.

Los tempi de Beethoven

El reciente descubrimiento -que ha alcanzado enorme difusión y es difícilmente rebatible- por parte de un joven y una joven españoles según el cual Beethoven leía mal las líneas del metrónomo, al confundir la parte de arriba de la pesa con la de abajo, ha dejado claro uno de los motivos por los que los tempi que señaló para algunas de sus composiciones parecían a muchos tan veloces.

Antes de conocer el referido descubrimiento, Jan Swafford ya escribía en su justamente reputadísima biografía de Beethoven: “Las indicaciones metronómicas establecidas por Beethoven se convirtieron en un escollo histórico. Algunos de esos tempi son aceptables, muchos son demasiado rápidos y unos pocos son disparatadamente veloces. Un ejemplo célebre es el primer movimiento de la Hammerklavier. ¿Debían los intérpretes observar religiosamente estas indicaciones? […] Para cuando las anotó, solo podía oír música en su cabeza. Incluso el más sutil de los músicos no es capaz de oír con total precisión la acústica y el peso físico del sonido tan solo con el oído interno: son literalmente más livianos que el aire, sin peso alguno. No involucran arcos, labios y pulmones que muevan físicamente el aire […] Por este motivo, los tempi oídos solo en la cabeza suelen ser demasiado rápidos. El tempo que Beethoven fijó para el primer movimiento de la Sinfonía Pastoral no es el de unos ‘apacibles sentimientos al llegar al campo’, sino el de un vigoroso footing […] En resumen, no hallamos solidez en las indicaciones metronómicas de Beethoven […] Como el propio compositor reconoció, el tempo tiene que ver con la sensibilidad y con la musicalidad del intérprete. No se puede aplicar una marca de metrónomo a los sentimientos; o a la acústica y la resonancia de los diferentes espacios [en los que se toca], siendo cada uno diferente de los otros, y afectando por tanto al tempo de una interpretación”.  

Los directores -y otros intérpretes- que, contra toda lógica, tomaron al pie de la letra esas indicaciones y dirigieron o tocaron a toda pastilla han quedado en evidencia. Sus grabaciones son un testimonio de que no era conveniente, no era aceptable, tomarlas como dogmas de fe. Y, después de poner de vuelta y media a quienes, desde Furtwängler hasta Barenboim, no cayeron en la trampa (porque esas indicaciones son para ellos absolutamente ilógicas), ahora han quedado con el culo al aire, si me permiten la expresión. ¿Volverán a la sensatez? De algunos, lo dudo…


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15 comentarios:

  1. Lo del metrónomo es para mí un notición. Ese asunto me lleva a la cuestión de si el compositor tiene las dotes del intérprete necesariamente. Es decir, si al componer puede imaginar el jugo que le puede sacar luego un intérprete. Incluso si hay composiciones que admiten perfectamente enfoques interpretativos "literalmente" diferentes. No he visto muchas opiniones de compositores sobre ello. Y me temo que nunca sabremos lo que opinaban los compositores hasta Debussy sobre los intérpretes. ¿Interpretaba Mengelberg a Mahler al gusto o como pensó Mahler al componer? ¿Acierta siempre el compositor al escribir? En fin...

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  2. Gracias por su magnífico artículo, Ángel. Por las razones expuestas en su artículo (acústica de las salas; los sonidos oídos en nuestra cabeza son, en comparación con los producidos por un músico en una cierta sala, "unidimensionales") también pensaba que era una cuestión de sentido común. Ya sólo nos faltaba saber lo del metrónomo.
    Parece mentira, pues, que por algo en principio tan evidente lleven décadas dándonos la vara con esta cuestión: desde Toscanini a Chailly, desde Leibowitz a Gardiner. Su Beethoven era el correcto, el fiel al compositor, el auténtico. Y el resto eran subjetivismos arbitrarios!

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  3. Respecto a los tiempos del metrónomo, el citado estudio advierte que Beethoven tuvo un problema de usabilidad; confundió la señalización de la flecha marcando abajo y no arriba, lo que derivó en la notación de tempis tan veloces. En las interpretaciones nadie llegó a ajustarse exactamente a esas velocidades tan rápidas, los que más se acercaron fueron los historicistas, los más ponderados ( Klemperer, Furt, Bohn..) parece que reprodujeron los tiempos que Beethoven quiso señalar como correctos según dicho estudio.

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  4. La verdad, Ángel, es que dudo mucho que los intérpretes que han tomado la determinación de dirigir las obras de Beethoven a los tempi acelerados que él indicó se vuelvan atrás…, salvo que recuperen las reorquestaciones que hizo Mahler de las sinfonías de Beethoven, en cuyo caso la plantilla más numerosa les obligaría a ello…
    Y en cuanto a La flauta mágica, no he escuchado la grabación que comentas, pero lo que dices no me anima nada. Creo que Klemperer no equilibra tan bien como dices las dos facetas seria y cómica de la ópera, (la vertiente más profunda se impone, al menos en estudio). Me seguiré quedando con las versiones que dices…, e incluso con la de Szell en vivo en Salzburgo, que sonará peor pero, puestos a buscar una versión enérgica, parece mejor opción.
    Por cierto, me sorprende que valores tan poco a Klaus Florian Vogt. Parecería que en Tamino debería manejarse mejor que en Lohengrin o Parsifal…

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    1. Puede que Klemperer se incline más por lo serio de La flauta mágica, que es lo predominante, pero no he escuchado nunca con tanto "cachondeo" el dúo entre Papageno y Papagena: ¡atento a la introducción orquestal! Hay voces que producen rechazo visceral: en Wagner, Vogt me parece de risa. Pero tampoco vale para Tamino: es blandurrio y absolutamente plano. Para mí, insoportable. (No tiene que serlo para todo el mundo, por supuesto...)

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  5. Esto de la velocidad está en inmerso en todas las facetas: ver youtube y como hablan de rápido algunos, la velocidad de lis más jóvenes con el móvil… falta paseo a ritmo lento y humanidades para comprender el mensaje que hay que dar y como darlo. Y se nota en las interpretaciones: a correr, que se nos aburre el personal.

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  6. ¿Piensa usted que cada pieza musical debe tener un tempo bien determinado?
    Rodrigo G.H.

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    1. No, nadie -ni el compositor mismo- puede, o mejor dicho, debe dar una indicación exacta del tempo o de la duración de una composición, sino dar, si quiere, una orientación del mismo.
      Como se ve bien claro, el mismo lugar donde se hace música, por sus dimensiones y características acústicas, influye claramente en cómo, a qué velocidad se toca.
      Y luego está la personalidad del intérprete, que rompe -y hace bien- toda la exactitud que intente imponérsele. Además, la inmensa mayoría de las piezas no requieren -o no les conviene- un tempo todo el tiempo fijo, inalterable del principio al final.
      Esto no quiere decir que para una pieza musical valga cualquier tempo; es de sentido común que no. Hay un abanico que permite una notable oscilación, pero todo tiene sus límites: aquí debe imperar la lógica.
      No solo los ejemplos de Beethoven está visto que no hay que tenerlos como dogmas de fe; Béla Bartók anotó las duraciones que quería para algunas de sus obras, pero prácticamente nadie las respeta; en algunos casos resultaría muy inconveniente.
      Para quienes piensan que si existe una grabación interpretada por el compositor, los demás intérpretes deben acatarla al pie de la letra, también les espera un buen chasco: ¿quién imita los tempi de los Conciertos de Rachmaninov tocados por él?
      ¿Y qué pasa cuando Stravinsky, que descalificaba a todos los directores, alegando que debían limitarse a ser simples "campaneros", graba con unos años de diferencia una misma obra suya y entre ambas varía apreciablemente su duración?... En fin...

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    2. Yo creo que debería publicar esta contestación suya como un articulito más, porque me da pena que pase desapercibida. Encuentro muy interesante, y cierto, todo lo que dice. Gracias.
      Rodrigo G.H.

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  7. En los pocos minutos que escucho Radio Clásica cada día -suele ser en concreto Música a la carta- rara es la vez en que no me encuentro con algo que objetar.
    Esta mañana: alguien ha vuelto a pedir La canción de la tierra, de Mahler, y Amaya ha vuelto a poner la misma versión (¡magnífica, sin que sirva de precedente!) que hace pocas semanas, y ha vuelto a cometer el mismo error: en el segundo movimiento NO canta Fritz Wunderlich. ¿No sabe, Amaya, que el tenor canta los números impares y la mezzo (o el barítono) los pares?
    Y a continuación ha vuelto a "deleitar" los oyentes con una flojísima, empalagosa versión, de nuevo (la emitió también hace poco), de Joshua Bell tocando (¡y dirigiendo! Es un decir) el Primer Concierto de Max Bruch.

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    1. La versión de La canción de la tierra es, claro está, la de Klemperer, con Ludwig y Wunderlich.

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  8. A propósito de lo que dice usted de que la interpretación de Papageno por Rolando Villazón le ha parecido muy inteligente, eso mismo acabo de descubrir en él como escritor: su novela Amadeus en bicicleta me ha parecido excelente, una enorme y grata sorpresa. SOFÍA

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  9. No me resisto a colocar en esta entrada un percance que me he encontrado de casualidad: (2 Minutos. Christa y Bernstein)
    https://www.youtube.com/watch?v=f32bhICi-zI

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    1. El tempo que lleva Bernstein en ese pasaje es insensato, no me extraña que Christa Ludwig se queje de que no puede respirar a esa velocidad... En La flauta mágica de Nézet hay varios números en que cantantes experimentados "van de culo". Aparte del sentido común... musical, esa es una prueba de que esos tempi son inadecuados.

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  10. Completamente de acuerdo. Entre las sopranos ligeras que han grabado la Reina de la noche ha sido quizá Lucia Popp la más perfecta. Pero lo ideal para ese papel es una soprano dramática de agilidad, y la que más se acerca a esa cualidad es, en mi opinión, Diana Damrau (blu-rays con Colin Davis, 2002, y con Muti, 2006), que poseía entonces ya una voz de bastante fuste. No es una dramática de agilidad al estilo de lo que pide Abigaille de Nabucco, claro, pero consigue darle mayor fuerza y dramatismo a la Reina de la noche que los "pajaritos" que son las ligeras, por muy bien que éstas dibujen toda la coloratura y emitan los sobreagudos. A.C.A.

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