viernes, 15 de abril de 2011

Thomas Hampson y Philippe Jordan interpretan Mahler

Ayer acudí al concierto de Ibermúsica del 14 de abril con no muchas ganas, porque el programa se componía de dos de las obras que menos me gustan (¡perdón!) de Mahler: Des Knaben Wunderhorn (seis de sus lieder, que con la propina aumentaron a siete) y la Primera Sinfonía. Pero salí encantado, gracias al alto, altísimo nivel de las interpretaciones.

Thomas Hampson sigue en plenitud de facultades, y su madurez artística supera la de los años en que grabó otros lieder mahlerianos con Leonard Bernstein (D.G., finales de los 80 y principios de los 90). La voz, imponente por el volumen y la rotunda proyección (pese a que sigue teniendo el color de un barítono lírico), se mantiene esplendorosamente, y su expresividad es rica en matices e intencionalidad; en el Lied des Verfolgten im Turm la distinción entre las voces del preso y la doncella fue certera. Sólo alguna aislada mota canora podría apuntarse, pero esto me parece de escasa importancia.

Aun así, no exagero diciendo que lo que más me impresionó de estos lieder fue la dirección del joven Philippe Jordan (hijo de Armin), extremadamente atenta, clara, precisa e incisiva. Tampoco exagero si afirmo que nunca he escuchado estos lieder mejor dirigidos.

Su Mahler es como el que a mí más me gusta: irónico, ácido, bien perfilado, sin el menor rastro de la dulzonería tan en boga últimamente. Además, como tan bien le cuadra a la Primera de sus sinfonías, es juvenil, extravertida, impetuosa, excesiva, rabiosa, brillantísima hasta casi pasarse en algún momento (bombo y platillos en el último movimiento).

La orquesta, sin una personalidad muy definida pero con con un alto nivel de individualidades (formidables el primer flauta y las dos chicas fagotistas, entre otros, pero muy pasado de rosca en todas sus intervenciones el primer clarinete, quien sin embargo posee un gran dominio del instrumento), es tan disciplinada y brillante como entusiasta y entregada.

Atentos, muy atentos, a este joven Jordan, director desde hace poco de la Ópera Nacional de París, en posesión de una técnica excepcional y con una gestualidad desprejuiciada y extraordinariamente gráfica para comunicarse con la orquesta (y con el público). Éxito rotundo (aunque la hiperefectista y numerera Primera de Mahler rara vez deja de tenerlo).

2 comentarios:

  1. Don Ángel, he leído en la Revista Ritmo de este mes, en su crítica del Requiem de Verdi por Muti, que usted comenta el extraordinario sonido de la Tercera de Mahler por Haitink. Lo cual me da pie a preguntarle su opinión de esta sinfonía, mi favorita del compositor (el primer movimiento me encanta), y si vale la pena adquirir esta versión teniendo ya la de Abbado y la de Bernstein (ambas DG).

    Alberto Ayas Linde

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  2. Bien, Don Alberto: la Tercera no es mi favorita de Mahler (lo son la Novena y la Sexta, por ese orden), de la que me gustan muchísimo los movimientos extremos, sobre todo.
    En cuanto a las grabaciones, yo creo que sí le merecerá la pena la última de las grabaciones de Haitink, que me parece una de las más grandes, y probablemente la mejor grabada de todas. También me gustan especialmente (además de las de Bernstein en D.G. y Abbado en el mismo sello) las de Horenstein con la Sinfónica de Londres y Norma Procter (Unicorn 1968), la de Chailly con la Concertgebouw y Petra Lang (Decca 2004) y la de Boulez con la Filarmónica de Viena y Anne Sofie von Otter (D.G. 2008).

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