jueves, 7 de junio de 2012

Otra ocasión perdida para “La mujer sin sombra” en DVD: Thielemann y Loy

 
La versión que acaba de aparecer en DVD/Blu-Ray Opus Arte de la más grandiosa ópera de Strauss aporta frente a los dos principales anteriores en DVD una superior calidad técnica. Aquéllas (Sir Georg Solti con la Filarmónica de Viena y Götz Friedrich, Decca, y Wolfgang Sawallisch con la Ópera de Baviera y Ennosuke Ichikawa, Arthaus, ambas de 1992) cuentan con elencos sobresalientes (Thomas Moser, Studer, Hale, Marton y Lipovsek la primera, y Seiffert, DeVol, Titus, Janis Martin y Lipovsek) y dos cabales y espléndidas concepciones escénicas tradicionales, además, por supuesto, de batutas de gran altura. Esta que ahora se publica goza de un buen reparto, con reparos, una estupenda dirección musical (también con reparos) y una escena nada convencional, totalmente moderna y, para mí, bastante confusa. O sea que, resumiendo, las dos interpretaciones en DVD más destacadas no suenan ni se ven tan bien como ésta, que es muy reciente (Salzburgo, 29-VII-2011) pero no es tan redonda. Las tres tienen subtítulos en castellano.
La escena transcurre siempre en una recreación de la famosa Sophiensaal de Viena, donde se grabaron discos memorables, y la acción figura ser una grabación más, con un técnico que va colocando a los cantantes frente a los micrófonos en los lugares idóneos en cada momento, un equipo técnico en el control de sonido que sigue el resultado de las tomas, etc. Pero dado que la acción de La mujer sin sombra es ya bastante abstrusa, difícil de entender en una concepción tradicional, su significado se vuelve aquí más intrincado aún: de no conocerse bien la ópera, no es fácil saber quién es cada personaje. No quiero opinar sobre la lucidez y la imaginación de Christof Loy, pero lo cierto es que exige mucho a los espectadores (muchos de los cuales le abuchearon).
Christian Thielemann, aplaudidísimo en cambio (¡nació en Alemania, claro, de pie!), podría haber firmado aquí la mejor dirección operística de su carrera, de no ser por pasajes en los que cae en lo empalagoso a base de vibrato o portamentos excesivos en las cuerdas (final del Acto I: 67’ y 69’; Acto III: 78’, 79’, 120’-122’, 127’, 131’, 136’). Tampoco logra que levitemos en el cierre de la ópera. Y es una pena, porque su labor es admirable por su exuberancia sonora y su acertada creación de atmósferas y de tensiones. Sería otra cosa sin la maravillosa Filarmónica de Viena, inalcanzable aquí.
Reunir un elenco sin fisuras en este título es arduo, pero quizá podría haberse afinado un poco más: si Solti hubo de conformarse con T. Moser (en lugar de Domingo, como en su álbum de CDs) o con Hale, y Sawallisch con Martin, aquí hemos de sufrir un poco con un Emperador tan limitado (tremolante, de emisión nada canónica y línea de canto pedestre) como Stephen Gould, y con Evelyn Herlitzius como la Mujer de Barak, de estridencia casi permanente. El resto está realmente muy bien, incluso el tremendo papel de Barak, a cargo del barítono-bajo Wolfgang Koch, más que notable. Pero el sobresaliente hay que reservarlo para la Emperatriz de Anne Schwanewilms y la Nodriza de Michaela Schuster.
[Si pudiera hacer una mezcla entre los elementos de estas tres versiones videográficas, me compondría el siguiente reparto: Peter Seiffert, Luana DeVol, Alan Titus, no sé qué Mujer de Barak (para tener una a pedir de boca habría que irse a grabaciones de audio: la Nilsson con Böhm o la Behrens con Solti), y Lipovsek. La Orquesta, la Filarmónica de Viena; repartiría la batuta entre Solti y Sawallisch y escogería a Ennosuke Ichikawa como director de escena]

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