sábado, 21 de diciembre de 2013

“Il Trovatore” muniqués con Jonas Kaufmann y Anja Harteros

 

El pasado 6 de julio se representó en la Ópera Estatal de Baviera un Trovatore con dos de los cantantes más importantes de nuestro tiempo. Una oportuna retransmisión ha permitido ver y escuchar esta interesante función, de la que algunos aspectos han sido altamente disfrutables. Pero no todo lo fue, sino todo lo contrario: el irresponsable (de responsable, nada) de la producción, Olivier Py, es en mi opinión un verdadero terrorista escénico. Quien me haya leído unas cuantas veces sabrá que no estoy en contra de puestas en escena creativas, por principio, ni mucho menos. Pero de ahí a tragar con cualquier cosa que se le ocurra a un pretencioso pedante sin ideas que se crea un genio va un buen trecho.

No voy a entrar en detalles ni a perder tiempo –me niego– tratando de entender lo que ese señor haya querido decir: creo que nada que valga un ápice; hacer un esfuerzo, que seguramente no llevará a parte alguna, para intentar comprenderlo sería hacerle un favor que no se merece. Es una producción horrorosa, repugnante incluso, sin pies ni cabeza, plagada de ocurrencias o estupideces caprichosas e incoherentes. Y para colmo, seguro que muy cara (¡qué forma de tirar el dinero para nada!). Fíjense sólo en un par de detalles: Leonora es ciega, y todo lo que se ve en el escenario, todo, es gris o negro. ¡Qué grandes aportaciones, qué gran originalidad! Desconozco si Py ha hecho alguna vez algo que merezca la pena, pero este Trovador basta para que lo incluya en un lugar destacado de mi lista negra.

La dirección musical de Paolo Carignani me pareció bastante desigual: a ratos con pulso y garra, otros decaída y desvaída. Apenas se excita de veras salvo en los finales de acto (efectismo le llamo a esto); el sonido orquestal en los f o ff sólo a veces suena genuinamente verdiano (la presencia de las trompetas suele ser demasiado parca).

De los cinco cantantes principales, dos son excepcionales, dos más que buenos y uno deficiente. Este último es el Conde de Luna de Alexei Markov, voz baritonal robusta pero de técnica primaria y nulo estilo verdiano, que naufraga por completo en “Il balen del suo sorriso”. Francamente bien, en cambio, el Ferrando de Kwangchul Youn. Voz importante la de Elena Manistina, Azucena de grandes altibajos, pues no siempre la domina o la controla; a los cambios de color se le ha de sumar una dudosa sintonía con Verdi.
De Jonas Kaufmann sólo me ha disgustado el recitativo “Quale d’armi fragor”, en el que apiana en exceso produciendo unos sonidos poco canónicos; el aria “Ah! sì ben mio” que le sigue es, sin embargo, admirable desde todo punto de vista. También “Di quella pira”, valiente, en la que repite la estrofa, es excelente, pese a que el agudo final no es todo lo rutilante que uno esperaría. Pero todo su largo y duro papel lo borda por acierto en la caracterización, entrega, inteligencia, pasión y fuerza (de seguir así, creo que no tardará en abordar Otello sin mayor peligro).

Lo más extraordinario de la función fue, aun así, la Leonora de Anja Harteros. Tanto tiempo quejándonos (con razón) de que no había grandes sopranos verdianas; pues bien, ahora hay una capaz de dar completa réplica a uno de los papeles más exigentes de su autor: dramatismo vocal suficiente, agilidad, belleza de timbre, línea de canto magnífica por legato y capacidad de apianar, musicalidad excelsa, conmovedora expresividad... Por favor, que esta señora grabe (o filme) cuanto antes todo lo que pueda y le dé tiempo, para que no ocurra lo que con su última gran predecesora, Julia Varady, que apenas ha dejado testimonios de su arte en óperas completas de Verdi o Puccini. De Harteros tenemos por ahora sólo, en estos autores (es decir, además de su sensacional Elsa, de la Alcina haendeliana, de la Elettra de Idomeneo), Violetta de La Traviata, Maria/Amelia en Simon Boccanegra y sus dos Requiem verdianos (Pappano y, mejor aún, Barenboim). ¿A qué se espera, diantres?



1 comentario:

  1. Comparto su opinión. Mi desconocimiento en la materia me hizo dudar. En búsqueda de información arrivé a esta crítica... las voces eran trinar de pájaros... la puesta: una verdadera y repugnante jaula...

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