lunes, 2 de diciembre de 2019

Excelso Ravel de Javier Perianes


Piano, orquesta y piano y orquesta

El sello discográfico que le viene siendo fiel al pianista onubense, Harmonia Mundi, acaba de publicar un CD (de generosa duración: más de 81’) dedicado a Maurice Ravel en el, que por una vez y sin que sirva de precedente, el título tiene mucha justificación: Jeux de miroirs, Juegos de espejos. Un disco de programa tan inteligente como interesante, que repite una misma obra, la Alborada del gracioso (cuarta pieza de las cinco de Miroirs) y Le tombeau de Couperin, en las versiones pianísticas y orquestales, estas últimas del propio compositor. Lo más llamativo de la escucha de este disco, que suena maravillosamente (¡Estudios Teldex, cómo no!) es constatar la incesante subida hacia el Olimpo de Perianes, que sigue sumando compositores con los que se entiende a las mil maravillas. Como ya lo he escrito más de una vez podría -pero no debería- perder fuerza lo que voy a decir: ¡es uno de sus mejores discos! ¿Acaso el mejor? Quizá no sea una exageración, porque en las dos obras para piano solo Perianes se eleva por encima de todos los colegas suyos a los que lo he comparado: desde Robert Casadesus a Jean-Yves Thibaudet, pasando por Monique Haas, Pascal Rogé, Werner Haas, Jean-Philippe Collard o Louis Lortie, reconocidos intérpretes todos ellos del compositor francés. 

Pero vayamos por partes, siguiendo el programa del disco: en la versión de la Alborada del gracioso, Josep Pons y la Orquesta de París ofrecen una versión de libro, irreprochable, de extremada transparencia orquestal, sin ninguna aportación o sesgo particular. Lo mismo podría decirse de Le tombeau de Couperin, versión de la que resaltaría la pulquérrima realización de la Forlane y el Menuet (como se sabe, Ravel omite en la orquestación el nº 2 de la colección pianística, Fugue, y el nº 6, Toccata). Espléndida la Orquesta de París, en especial sus famosas maderas, ideales además para estas músicas. Tras la primera pieza del disco viene Le tombeau en piano: en el Prélude nos capta el magistral legato en piano que los dedos de Perianes consiguen. En la Fugue logra que, por encima del rigor formal de la pieza, nos introduzcamos en el mundo delicadamente fantástico de Mi madre la oca y El niño y los sortilegios. La Forlane está dicha con ternura, pudor expresivo imbuido de una leve melancolía: Ravel en estado puro. Estado de ánimo similar se alcanzará en el Menuet, si bien aquí se nos conduce casi imperceptiblemente a un clímax que contiene una velada amenaza. En las piezas más movidas, el Rigaudon es saludablemente lúdico, mientras en la Toccata final no es el virtuosismo per se lo que prima. Las sonoridades extraídas del instrumento alcanzan en esta obra un grado de depuración, belleza y aquilatamiento realmente sin parangón. 

Sigue el Concierto en Sol. En el Allegramente inicial el piano no se deja llevar por las prisas y la exhibición mecanicista de tantas ocasiones, mereciendo señalarse la magia del pasaje intimísimo sobre el fondo del arpa (minutos 4’45”-5’35”). El maravilloso Adagio assai nunca lo ha sido más. Comienza con una especial sensación de abandono. La larga cantilena en diálogo con el corno inglés (¡estupendo instrumentista!) es una pura maravilla, lo mismo que el etéreo sonido pp en el extremo derecho del teclado; la larga serie de trinos con que acaba el solista es de una belleza, naturalidad y delicadeza extremas. Tras Le tombeau orquestal, ya referido, el programa se cierra con la Alborada pianística: no exagero afirmando que no he escuchado una ejecución tan limpia, elegante y fluida, sin excesos, atendiendo a las diferentes perspectivas de la página sin cargar quizá las tintas en alguna en particular. (Para que quede bien claro en cifras, mis calificaciones serían: 9 para las dos piezas solo orquestales, 9,5 para el Concierto y rotundo 10 para las dos de piano solo).  

...Y MARISS JANSONS, ¡DESCANSE EN PAZ! 

6 comentarios:

  1. Usted se queja mucho de Radio Clásica. Yo me apunto: hay un programa sobre cantantes, casi siempre antiguos, en el que el comentarista, muy apasionado, se fija siempre en calidad de las voces propiamente dichas, pero no dice ni pío sobre las interpretaciones o encarnaciones de los personajes, o sea muy siguiendo la estela de Arturo Pérez Reverter. Es una pena que no se adiestre a los oyentes en ese último punto de vista, tan importante como el de las voces. ROSA.

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    1. Sí, yo también he escuchado varias ese programa al que te refieres, y me parece cierto lo que dices: me gusta, y aprendo de él... pero solo de cuestiones vocales. Lo principal para ese comentarista, lo mismo que para Arturo Reverter (ojo ¡sin Pérez!), parecen ser las cuestiones meramanente "vocales". En efecto, los oyentes de los programas de uno y otro van a fijarse muy poco en lo que no sea eso. Que no lo es todo, ni mucho menos; ni siquiera, para mí, lo más importante.

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    2. No son solamente esos programas de radio, pues cuando hablo con aficionados a la ópera veo que practicamente todos ellos tienen en cuenta solo la voz, la voz y la voz. Es un mal, o llamémosla una miopía, muy muy extendida.
      Leonardo.

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  2. ¿ese programa es maestros cantores?..hay uno muy bueno de música coral los domingos a las seis de la tarde, lo presenta Javier Corcuera, que es o era director del coro de RTVE o algo así si no recuerdo mal...

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    1. Creo que tanto Rosa como yo nos referimos a "Maestros cantores", sí. El de los domingos a las 18 h. creo no haberlo escuchado nunca.

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