jueves, 28 de septiembre de 2023

La Octava Sinfonía de Shostakovich

 

SHOSTAKOVICH: Sinfonía No. 8

Segunda sinfonía de la llamada «trilogía de la Guerra» (7ª, 8ª y ), mientras la primera de ellas, la n° 7 “Leningrado”, es una afirmación “positiva” y épica que alentó el fervor patriótico en la lucha contra el nazismo, la Octava es una sombría reflexión y una pavorosa vivencia personal sobre los horrores de la guerra. Por ello ha sido, no sin acierto, comparada con las pinturas negras de Goya sobre este tema, e incluso con el Guernica de Picasso.

Fue compuesta en Ivanovo (al noroeste de Moscú) el verano de 1943, durante la terrible batalla de Stalingrado, dos años después de que los nazis atacasen la Unión Soviética y poco más de un año después de que el ejército alemán llegase hasta Stalingrado, circunstancia que movió a Shostakovich a escribir la Séptima hasta el momento en que fue evacuado a Kyuibishev, donde la completó.

El 4 de noviembre del mismo año 1943 fue estrenada en Moscú la Octava Sinfonía bajo la dirección de Yevgeni Mravinsky, a quien había sido dedicada. Pese al desconcierto que causó, obtuvo un considerable éxito. Pero pocos años después, ya abiertamente desde 1948, empezó a ser duramente criticada por la jerarquía soviética, que poco después llegaba a declararla oficialmente “formalista y derrotista”, “contrarrevolucionaria y antisoviética”, “que insiste demasiado en los aspectos sombríos y trágicos de la realidad y muestra un inveterado pesimismo”. Frase esta última absolutamente cierta. Según confesó el compositor a Solomon Volkov (Testimonio, Aguilar 1991): “Dijeron ¿por qué escribió Shostakovich una sinfonía optimista al principio de la guerra y ahora escribe una trágica? Al comienzo de la guerra estábamos en retirada y ahora estamos contraatacando, destruyendo a los fascistas. Y Shostakovich se muestra trágico; eso significa que está del lado de los fascistas” (¡!)

Caer la obra oficialmente en desgracia significaba de hecho la prohibición de ser interpretada en la URSS así como el arrinconamiento de su primera grabación, realizada por Mravinsky en 1947. Para ese momento, la Octava Sinfonía ya había sido interpretada en algunas ocasiones fuera de Rusia: el año 1944 en Nueva York, bajo la dirección de Arthur Rodzinsky, la cadena CBS pagó al Gobierno soviético diez mil dólares por los derechos de la primera transmisión radiofónica; en Boston dirigida por Sergei Kussevitzky; en México por Carlos Chávez y en Londres por Sir Henry Wood. Pero pronto cayó en un casi completo olvido, hasta 1961 en que apareció su segunda grabación discográfica, dirigida por Kyril Kondrashin. Durante bastantes años y pese al aprecio de muchos conocedores, no ha sido tan interpretada ni tan grabada como harían esperar sus merecimientos. Sólo a partir de los años 80 se le está haciendo justicia tanto en las salas de concierto como en los estudios de grabación.

Si el día mismo del estreno suscitó incomprensión hasta en personalidades tan relevantes como Prokofiev (quien manifestó que “le sobraban al menos dos tercios” de su extensión), pocos años después se llegó hasta la condena más furiosa en la Unión Soviética. En “Testimonio”, Shostakovich declaraba a Volkov: “Un musicólogo de Moscú me contó la siguiente historia: estaba él dando una conferencia sobre compositores soviéticos y en el curso de la misma alabó mi Octava Sinfonía. Tras la conferencia, T. N. Khrennikov (uno de los compositores más influyentes del régimen) se acercó a verle, rugiendo de rabia: ‘¿Sabe usted a quién ha estado elogiando? ¿Lo sabe? ¡Tan pronto como nos libremos de los Aliados aplastaremos a Shostakovich con el pulgar!’”

Si en algunas ocasiones Shostakovich siguió los dictados del régimen soviético (la música debía ser optimista, “positiva”, fácil para llegar al pueblo, etc.) y en otras aparentó seguirlos, burlándose con un sarcasmo que en muchos casos ni siquiera barruntaron las autoridades de su país, en la Octava Sinfonía no debió de intentar siquiera seguirlos, ni aparentarlo, sino que se sumergió directamente y de lleno en un pesimismo radical, en una depresión sin el menor asidero de esperanza, yendo hasta más allá de toda emoción, hasta un nihilismo absoluto.

La Octava Sinfonía tiene un número de movimientos, cinco, no muy frecuente en su autor; lo había adoptado, por ejemplo, en el Quinteto para piano y cuerda (1940) y lo volvería a seguir en la Novena Sinfonía (1945) y en los Cuartetos Tercero (1946) y Octavo (1960). Comienza con un extenso Adagio que puede traer a la mente el Moderato inicial de la Quinta Sinfonía o el Largo con que comienza la Sexta, pero el de la Octava es aún más sombrío y desolador. La célula temática de toda la Sinfonía es una nota que se oye en primer y tercer lugar, y entre ambas otra que es siempre un tono o un semitono más alta o más baja. Su primera aparición es, por ejemplo, Do-Si bemol-Do y, más tarde, Do-Re-Do y Si-Do-Si. El moroso desarrollo conduce a una suave y progresiva aceleración del tempo (allegro non troppo y luego allegro) y culmina en un clímax terrorífico que prescribe ffff y que es el comienzo de la recapitulación, con el tempo lento del comienzo y que concluye con una engañosa quietud. Este movimiento, el único que la muerte permitió grabar a Kussevitzky (en 1951) fue descrito por el gran director en estos términos: “El poder de su emoción humana sobrepasa a todo lo compuesto en nuestro tiempo”.

Es de insólita audacia continuar, como hace Shostakovich, con dos scherzi de aire marcial igualmente agresivos y burlescos, incluso similares en el tempo (Allegretto y Allegro non troppo). Más grotesco el primero (se ha afirmado que describe los triunfalistas y ridículos desfiles nazis), más salvaje el segundo, que repite de principio a fin un machacón y mecánico ritmo hasta desembocar en un paroxístico clímax de brutalidad sin precedentes, enlazándose sin pausa con un originalísimo y genial Largo en forma de passacaglia (una estructura empleada en varias ocasiones por el compositor en aquellos años), que parece simbolizar la plena devastación y desolación del campo tras la batalla. De nuevo sin pausa se enlaza mediante una modulación con el movimiento final, un Allegretto que parece va a traer la paz, o al menos el olvido de la tragedia, en los sucesivos episodios a cargo del fagot, los violines, la flauta, los chelos, el oboe, etc. Pero no se trata más que de un engañoso espejismo: poco a poco la calma va encrespándose hasta prorrumpir en un clímax que repite el del primer movimiento, remachado por unos trombones que no dejan lugar a dudas. Clarinete bajo, violín, chelo y fagot retornan, pero nada convence de que la paz se haya alcanzado al fin. Por el contrario, el movimiento y la Sinfonía concluyen en un clima de disolución terminal, sin el menor resquicio de salida. “Desaparecida toda emoción, el horror permanece” (Timothy Day).

La Octava de Shostakovich, seguramente una de la Sinfonías más sinceras de su autor y de las más prominentes del siglo XX, es dudoso que llegue a gozar del favor del público tanto como la Quinta, la Séptima o la Décima; éstas son más efectistas y no sacuden como la Octava la conciencia del oyente hasta casi el dolor físico.

 

Sinfonía 8, en Do menor, op. 65 (1943)

1961 Melodiya   Kondrashin/OFilMoscú                   23’57+5’44+6’04+08’28+12’13    7,5/5

1973 EMI            Previn/OSinfLondres                       25’08+5’51+5’34+11’16+13’23     9/7,5

1976 BerlinClassics  Kurt Sanderling/OSinfBerlín    27’10+6’37+6’46+10’32+15’27     9,5/7,5

1982 Philips        Mravinsky/OFilLeningrado            24’33+6’07+6’17+09’37+15’28    8,5/7

1983 Decca         Haitink/OConcertgebouw               25’55+6’14+5’57+08’49+14’47    9/8,5

1988 Melodiya   Rozhdestvensky/OSMinCultURSS 24’37+6’30+7’49+09’37+13’35    8/4

1989 Chandos     Neeme Järvi/ONacionalEscocia     26’28+6’42+5’54+09’54+14’28    6/8

1989 RCA           Slatkin/OSinfStLouis                      26’35+6’14+5’54+09’43+13’05    7/8,5     

1989 Decca         Solti/OSinfChicago                         25’44+6’30+6’27+09’42+14’31    10/9

1992 Philips        Bychkov/OFilBerlín                        25’03+6’00+6’24+10’24+14’50    6/8

1993 Teldec         Rostropovich/OSinfNacWashington     22’52+6’16+6’58+10’23+14’45    9/8

1994 Denon        Inbal/OSinfViena                              28’05+6’37+6’52+10’00+15’59    8/8,5

1994 Decca         Ashkenazy/ORoyalPhilharmonic   24’58+5’57+6’11+09’35+13’44     7/8,5

1994 DG              Previn/OSinfLondres                       27’47+6’14+6’08+13’17+14’16    9,5/9

2001 EMI            Jansons/OSinfPittsburgh                 24’28+6’27+6’20+10’01+15’09    7,5/8

2005 LSO            Rostropovich/OSinfLondres           26’35+6’45+7’07+12’01+16’14    8/8

2005 Pentatone   Berglund/ONacionalRusa               27’44+6’34+6’48+09’39+15’33    7/8,5

2006 Arts             Oleg Caetani/OSinfVerdiMilán      20’44+5’52+6’01+07’40+13’19    6/8

*2012 C Major   Nelsons/OConcertgebouw               25’20+6’42+7’02+11’12+16’25     9/9

2016 DG              Nelsons/OSinfBoston                      26’44+6’31+6’37+10’33+16’11     9/9

2019 Sony           MichaelSanderling/OFilDresde      28’34+6’27+5’53+10’01+16’37    7,5/8,5

2020 Warner       Tugan Sokhiev/OCapitolioToulouse    28’22+6’19+6’10+10’35+14’57    7,5/8,5

8 comentarios:

  1. Muy buen artículo.
    Sólo echo en falta al gran Kurt Sanderling, del que tengo dos grabaciones, una con la Sinfónica de la Radio Sueca (en vivo, muy lenta) y otra, anterior, con la Berliner-Sinfonie-Orchester.
    Esta sinfonía es desoladora, pero en lo formal es muy larga (Prokofiev exageraba, pero algo hay), tiene una estructura descabalada y resulta muy fría. En una palabra, es hermética.
    La Decimoquinta, siendo igual de fría y desoladora, es mucho más comprensible, por ejemplo.
    La de Solti es la más brillante. Previn está muy bien. Pero quizás Sanderling (en vivo) es la que más y mejor comunica "lo que hay detrás de las notas", que aquí es fundamental.

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    1. Muchas gracias por alertarme sobre Kurt Sanderling, un director al que admiro muchísimo. Solo he encontrado su grabación con la Sinfónica de Berlín. Magnífica. Le habría puesto un 10 si la orquesta fuese mejor.

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  2. Kurt Sanderling es uno de esos directores que últimamente parecen algo apartados del imaginario de los aficionados clásicos, yo creo que injustamente. Incluso aunque no tomáramos en cuenta su Beethoven, (que los seguidores del historicismo condenarán sin detenerse a escucharlo de verdad), sus grabaciones de Brahms, Bruckner, Sibelius, el Mahler final y algunos de los principales compositores rusos le sitúan entre los grandes, sobre todo en la etapa final de su carrera. Concretamente, su versión de la Quinta de Shostakovich también es muy buena, también con la Sinfónica de la Radio de Berlín. Y en YouTube circula, creo, una Octava con la Filarmónica de Berlín, con un Sanderling al borde de la retirada.


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    1. Sí, a mí también me parece Kurt Sanderling (al que llegué a escuchar en concierto: excelentes Haydn y Bruckner) uno de los grandes. Escucharé esa Quinta de Shostakovich.

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  3. En youtb se puede ver una versión de Sanderling con la Filarmónica de Berlín. Desconozco si está en el DCH.

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  4. De Sanderling y la Filarmónica de Berlín sí se publicó en CD una Sinfonía Decimoquinta, aunque la grabación con la Orquesta de Cleveland es sensacional.

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  5. magnifico articulo. la unica pega que le pondria es que se hace corto. escriba mas '!!!!!

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