miércoles, 13 de septiembre de 2023

De aquí y de allá: comentarios impresentables; Erre que erre, etc.

 

Comentarios impresentables

Lamento no publicar algunos comentarios que me llegan al blog; lo siento, pero sus autores -anónimos casi siempre- dicen cosas tan simplonas -y a menudo con tan mala redacción- que llego a sentir a veces algo así como vergüenza ajena. Algunos son para felicitarme o darme la razón, otros para lo contrario: el anonimato sirve muy bien para zarandear. Yo, la verdad, esperaría un nivel más alto, que es el que a priori imaginaría para lectores de un blog especializado ¡en música clásica!

Pero no; hay lectores que lo que quieren es o bien enredar o bien pontificar (cuando no lo uno y lo otro). Por ejemplo (no es reciente, sino de hace tiempo; así, probablemente, no ofendo a quien me lo envió. Dudo que siga consultando este blog): “metes veinti tantas versiones de esta obra, todas les pones notas muy altas, pero no está la mejor de todas, que es la de Fulanito con la Orquesta Menganita” (no quiero humillar a ese director y a “su” orquesta. Pero es una versión antigua, olvidada y totalmente inencontrable, de la que no creo que pueda esperarse nada muy allá). No hace falta decir que esa seguridad infalible en el gusto propio dice poco a favor de quien hace ese tipo de afirmaciones.

En otros blogs, sin embargo, no parecen descartarse comentarios de un nivel ciertamente impresentable; pongo solo un par de ejemplos leídos hace algún tiempo: a propósito de una foto en la que están juntas Joan Sutherland, Renata Tebaldi, Elisabeth Schwarzkopf y Lisa della Casa, se preguntaba el comentarista: “¿Cuál era la mejor? Carrascosa lo tendría claro: ¡Barenboim, claro!”. Y yo digo al autor de tan gracioso y ocurrente comentario, y a quien le ha permitido que pueda ser leído: ¡¡qué nivelazo para denigrarme!!

Otro ejemplo: “Quien no guste del canto de Pavarotti pasa a ser un sospechoso. De qué, no lo sé, pero de algo grave, sin duda” (he corregido la redacción, torpe en el original). A la persona autora de este comentario le voy a poner un solo ejemplo de “sospechoso de algo sin duda grave”, que no es precisamente a quien apunta, sino ¡Sir Georg Solti! Que trató a Pavarotti, le dirigió y grabó con él algunas veces (y hasta consiguió extraer de él mucho más de lo habitual). Pero de su última grabación con él, Otello, “no quería ni oír hablar”. Esto lo sé de primerísima mano. Vamos, dicho por el propio Solti (en Londres, octubre de 1992, por más señas).  

 

Erre que erre

Yo fui, modestamente, de los primeros críticos musicales (si es que puedo considerarme así) que en España se percataron de que Daniel Barenboim era, aún muy joven, un músico fuera de serie. Mi “revelación” fue con su Sonata “Patética” de Beethoven para EMI de su primer ciclo (tenía 23 años cuando la grabó) y con la Sonata K 330 de Mozart para Westminster (tenía 22). Y pronto lo escribí. Eso me acarreó desdeñosos comentarios y hasta reprimendas de otros críticos más veteranos, quienes me tomaron sin disimularlo por un fanático del de Buenos Aires. A quien yo entonces no conocía, y no tenía razón alguna para que me cayera bien o mal. No fui el único que advirtió en él un talento formidable, y ya no como pianista, sino también ¡como director!: José Luis Pérez de Arteaga escribió a raíz de la publicación de su disco con la Música para cuerda, percusión y celesta y el Divertimento de Bartók (grabados cuando contaba 26 años) que -no recuerdo las palabras exactas- “estaba llamado a ser el sucesor de Karajan”. 

Muy poco después se supo que, tras grabar con él (a los 23 años) el Concierto No. 25, K 503 de Mozart, el más grande director vivo de entonces, Otto Klemperer, declaró haber encontrado, por fin, al pianista con el que grabar los cinco Conciertos (más la Fantasía coral) de Beethoven.

A los críticos que me habían menospreciado por mi admiración hacia Barenboim esto parece que no les sentó nada bien, y vaya si yo se lo noté: un pardillo como yo se había dado cuenta de la excepcionalidad de Barenboim ¡antes que ellos! No me lo iban a perdonar. Son, ellos y varios de sus discípulos, algunos de los que nunca han reconocido las inmensas capacidades del pianista (y, para colmo, del director). No hace falta insistir: datos objetivos como su nombramiento en París para suceder a Karajan y a Solti, y más adelante a este último en Chicago les sentaron como el culo (perdón por la expresión). ¡Erre que erre!, han pasado junto a ellos multitud de discos (y conciertos) memorables, y no han querido dar su brazo a torcer. Eso justificaría lo que alguien ha señalado: que yo he hecho más daño a Barenboim que nadie en España. Pero, seamos serios, ¿quién es, quiénes son los que se lo han hecho?... ¿Yo, o ellos por reacción, por llevar la contraria?

Casualmente, leyendo el magnífico prólogo de Sebastián Juan Arbó a una edición de Le Père Goriot de Balzac, me he encontrado con unas interesantísimas citas, que voy a reproducir aquí: dado que ciertos críticos literarios elogiaban sin medida algunas piezas de su época, en Conversaciones con Eckermann, Goethe le decía a su amigo: “Son obras muy buenas, revelan talentos notables, autores que han sabido aprender y hacer propios el arte y el buen gusto, pero les falta una cosa: el vigor. Tome nota de esta palabra, y guárdela en su mente”. Y seguía el autor de Faust: “Entre los críticos de arte y literatura de nuestro tiempo existen seres tan infelices como para negarse a confesar esta verdad y considerar la presencia de una poderosa personalidad en una obra de poesía o de arte como un hecho sin importancia. Y es que para sentir esta poderosa personalidad y para saber honrarla, es preciso que uno mismo sea importante”. O se niegan a confesarla o es que simplemente son incapaces de percibirla, puntualiza Arbó. “Las doctrinas falsas [que esos críticos difunden] -continúa Goethe- van siguiendo entretanto su camino, provocan su efecto y van creciendo como cizaña entre los trigos”.

Vamos, que esta situación no ha cambiado mucho desde hace dos siglos: críticos musicales musicalmente sordos, incapaces de apreciar lo extraordinario, mientras ponen por los cuernos de la luna auténticas ridiculeces y estupideces carentes plenamente de personalidad, de verdadero arte. Pero, eso sí, puede que muy atentas a la letra. O históricamente muy bien informadas...

8 comentarios:

  1. No hay que darle muchas vueltas a este asunto de los críticos. Eso existe también entre los autores en cualquier rama del arte y entre los respectivos críticos y/o comentaristas.
    Una obra de arte tiene tantas facetas que siempre permite concentrar, voluntaria o involuntariamente, con objetividad o maliciosamente, desinteresada o interesadamente, la atención y la cualificación sobre determinados aspectos olvidando los otros. Y cada crítico tiene sus maneras.
    Pero no olvidemos que, en todos los casos, los oyentes, lectores, etc. tienen cada uno el suyo. Cosa que se suele olvidar pero donde reside la madre del cordero..
    Uno se orienta leyendo reseñas y se instruye conociendo la obra elegida.
    Y los oyentes, en este caso, juzgan tanto a los compositores como a los críticos.
    Indudablemente reseñar obras es un arte/oficio difícil y comprometido también que tiene su papel imprescindible.
    No le de vueltas a todo ese asunto. Ud. es muy libre de escribir según su entender.
    Leí en su momento a Arteaga sobre ese disco de Bartok. Y el caso es que lo compré por Bartok y no por Arteaga al que aún no había leído. Siempre he considerado a Arteaga como un crítico fiel a sí mismo... y a sus lectores tratandoles como adultos. Por ejemplo hizo campaña de Chostakovich cuando aún era menospreciado. O de Nielsen. Etc. Iba a su bola tranquilamente.
    Tengo de casualidad, era barato, ese disco de sonatas de Mozart, impresionante. Ya no lo he vuelto a ver en el mercado.
    Y como anécdota sobre la independencia del crítico le traigo de nuevo a Rosendo Llates que, en el disco Belter de la Canción de la Tierra con Klemperer, declaraba modestamente que era una obra, a pesar de la mala fama de Mahler por entonces, que merecía la pena escuchar y que, mas o menos, igual resultaba que en el futuro fuera muchísimo mas apreciada. Seguramente temía que se le echaran encima los sabiondos de su época pero, a pesar de todo, recomendó la obra.

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    1. Muchas gracias, Bruno, por tus sensatas opiniones.
      En cuanto a las Sonatas de Mozart por el joven Mozart, el álbum de DG "Barenboim. The solo recordings" las recoge en los siete últimos CDs de los 39 de que consta, junto a música de Beethoven, J.C.Bach, Pergolesi, Mendelssohn, Brahms, Kabalevsky y Shostakovich. Grabaciones de 1955, 58, 62, 64 y 1965 (estas, las Variaciones Diabelli).

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  2. que opina sobre el box de DG baremboim-orchestre de paris
    he leido de todo....

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    1. Siempre podrá leer de todo de ese o de cualquier álbum.
      En este caso, hay, en mi opinión, algunos pocos fiascos y no pocas maravillas. Miraré el contenido completo para puntualizar mejor.

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    2. En la próxima entrada haré un recorrido sobre esas grabaciones

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  3. Tal y como me imaginaba, unos cuantos aludidos -directa o indirectamente- han reaccionado a lo que aquí he escrito con una tromba de insultos y descalificaciones hacia mí, sin la menor argumentación, sin explicar en qué y por qué no están de acuerdo. Sí, me lo esperaba: no les ha gustado nada reconocerse en algunas de las cosas que digo. Me querían completamente callado. Por el hecho de esperármelo, y porque sé (y ellos también lo saben) que llevo razón, no me ha afectado en absoluto. Sí les diré es que la catarata de vituperios -recurriendo a todos los términos más virulentos que se les han ocurrido- es una nimiedad comparada con las cosas que se dicen en las redes. Que yo no sigo, pero de vez en cuando me entero del odio que suele circular por ellas en los artículos de la interesante serie “Anatomía de Twitter” (ahora “X”) en “El País”.
    Por ejemplo: ¡cómo me van a molestar con lo que me dirigen a este blog si lo comparo con las repugnantes monstruosidades que el día 11 recogía este artículo, titulado “Celebrar la muerte”, de Rebeca Carranco, a propósito del terremoto de Marruecos!: “¡Pocos muertos me parecen!”, “Que la fiesta no pare”, “Empezaré una pata de jamón de cerdo para cerebrarlo”, “En España hoy se brinda”, “Justicia divina”…
    Sí, es eso: he puesto el dedo en la llaga. Seguramente aquellos a los que una misma versión les parecía muy mala y al día siguiente magnífica -como aquella en la que un día era gélida y al siguiente ardiente- no quieran recordar su falta de criterios para juzgarlas.
    A quien me pide que visite urgentemente a un psiquiatra, le pido que me recomiende uno; seguro que él ha visitado muchos.
    No tengo por qué defenderme de acusaciones falsas, motivadas únicamente por un odio irracional. ¿Entrar al trapo? No: a palabras necias, oídos sordos.

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  4. Me suena que Barenboim tenía alrededor de 30 años, y no 23, cuando grabó la Música para cuerdas de Bartok. (Mi referencia es mi propia edad respecto a 1942, su nacimiento) Pero debió empezar con la ECO varios años antes con el repertorio Mozart. Todo un hito ser aceptado a esa edad por una orquesta de virtuosos.

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  5. En el CD con el Divertimento (que salió en un LP junto a la Música para cuerda...) pone que la grabación tuvo lugar en el estudio de Abbey Road de Londres en marzo de 1969. Tenía, entonces, 26 años. Gracias por la advertirme del error (ya lo he corregido).

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