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viernes, 14 de abril de 2023

Tres nuevos discos: Mahler/Payare, Vivaldi/Chloe Chua y Berlioz/DiDonato, Nelson

  

Rafael Payare graba la Quinta Sinfonía de Mahler

 Payare es un director venezolano (n. 1980) del que había oído hablar, porque está casado con la sensacional violonchelista Alisa Weilerstein. Tras ser asistente de Abbado y de Barenboim, ha sido director, sucesivamente, de la Orquesta del Ulster, de la Sinfónica de San Diego, de la Sinfónica de Montreal, y ya ha sido designado para suceder en la Filarmónica de Los Angeles a su compatriota Gustavo Dudamel: no está nada mal cómo va ganando posiciones. Le he escuchado un disco del sello Pentatone aparecido hace muy poco, y me ha gustado mucho. Una interpretación nada decadente de la famosa Quinta Sinfonía de Mahler, de la que respeta los curiosos portamentos de una sección del “Scherzo”, pero no inventa ningún otro. Es una versión bastante expeditiva -12’05+14’05+17’46+8’56+15’06, nada de estirar hasta el límite, lo que algunos maestros han hecho últimamente-, bastante rebelde y hasta rabiosa. Me convence mucho este enfoque, y no me carga como sí lo hacen esos otros que, además, suelen resultar empalagosos. Logra un “Adagietto” sobrio, pero intenso, y una reveladora transparencia instrumental en el complicado “Rondo-finale”. Francamente bien la Orquesta de Montreal, y excelente la toma de sonido. 

 

La muy valiente -y excelente- violinista Chloe Chua

Valiente por olvidarse de los historicismos -que son hoy para casi todos la única verdad- y grabar, sin temor a ser puesta de vuelta y media, unas Cuatro Estaciones de Vivaldi más Il labirinto armónico, op. 3/12 de Locatelli, junto a la más que notable Orquesta Sinfónica de Singapur, para el sello Pentatone (CD publicado en marzo de este año). Escucharlos es como reencontrarse con la época dorada de I Musici o de I Solisti Italiani, o incluso con la formidable interpretación de Las Estaciones por Gil Shaham y la Orpheus Chamber Orchestra (DG 1994, ¡hace ya casi 30 años!). Chloe Chua (Singapur, 2007: ¡sí, 16 añitos!) fue la ganadora del Concurso Yehudi Menuhin para jóvenes violinistas de Ginebra, ya en 2018, es decir a los 11 años de edad.

No tengo claro si es ella también quien dirige en este disco, o si es la Orquesta la que actúa sin director (con la más o menos decisiva opinión del concertino, más o menos consensuada con los demás instrumentistas, como tantas veces es norma en las orquestas de cámara). En todo caso, sea quien sea, la dirección tiene la cabeza bien en su sitio. Chua posee un sonido deslumbrante, un mecanismo de llamar la atención y una musicalidad a prueba de bombas. ¿Que no aporta nada nuevo a lo ya habitual hace cuatro o cinco décadas? Así es. Pero para mí es preferible eso, hacer las cosas rotundamente bien, antes que aportar descubrimientos con frecuencia estrafalarios, cuando no de un gusto infame. Y recordar que los 12 Conciertos op. 3 “L’arte del violino”, publicados en 1733, de Pietro Locatelli (1695-1764) son de una gran importancia histórica en el desarrollo de la técnica violinística. El último de estos 12 Conciertos requiere un virtuosismo de primer orden, y la adolescente que nos ocupa lo posee en grado superlativo. Espléndida la toma de sonido. Deseando conocer más grabaciones de Chloe Chua.

 

Romeo y Julieta y Cleopatra de Berlioz por John Nelson

En esta ocasión John Nelson ha pinchado en hueso. El Coro Gulbenkian (de Lisboa) está muy bien, pero la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo no da la talla; culpa, en buena parte, de la batuta. Aunque no hay que olvidar que esta partitura es extremadamente difícil para la orquesta. Ya la introducción deja bastante que desear, y no es el único momento. Muy bien la mezzo Joyce DiDonato, y bien tanto el tenor Cirylle Dubois como el barítono Christopher Maltman. El álbum de 2 CDs del sello Erato se completa con La Muerte de Cleopatra, donde DiDonato vuelve a hacer ostentación de sus cualidades vocales y -no todo el tiempo por igual- de su intuitivo talento como intérprete. Quedando, en todo caso, por debajo de Janet Baker y Jessye Norman, voces además menos líricas y por tanto más adecuadas. Pero la batuta de Nelson vuelve a decepcionar, naufragando frente a quienes dirigen a sus dos colegas citadas, Colin Davis y Barenboim. Un álbum por completo innecesario.

lunes, 12 de abril de 2021

Otros discos recientes

 

Lise Davidsen canta Beethoven, Cherubini, Mascagni, Verdi y Wagner

Un recién publicado disco de Decca quiere presentar las diversas capacidades de Lise Davidsen (Noruega, 1987). Se trata de una soprano dramática, de voz poderosa con mucho squillo y de trémolo bastante acusado. Había leído grandes elogios por parte de un crítico que cree saber de todo, pero me temo que el fuerte de este crítico no está precisamente en la apreciación de las voces. Lo cierto es que me he llevado una cierta decepción. Se trata de una voz con grandes posibilidades, pero que debe pulir aún bastante su técnica… y su expresión. Me explico: aparte de que el timbre es un tanto agrio, sobre todo en la zona del paso, su legato no está lo suficientemente trabajado, y un tanto descuidada su diferenciación de los estilos.

De Beethoven ha incluido la escena de Leonore en Fidelio “Abscheulicher!” y el aria de concierto Ah! Perfido. Están cantadas con bastante corrección, pero las interpretaciones resultan un tanto planas. Lo peor del disco me ha parecido el aria de Medea “Di tuoi figli la madre”, que suena no poco ladrada. La corrección un poco insípida vuelve a hacer acto de presencia en “Dite, mamma Lucia” de Cavalleria rusticana, en el aria final de La forza del destino (“Pace, pace, nio Dio”) y en el “Ave Maria” de Otello, donde emite el pianissimo con gran limpieza. Con los Wesendonck-Lieder que cierran el disco vuelve a confirmar que en la música alemana tiene muchas posibilidades… si afina en transmitir mejor el sentido de las palabras. Atentos, pues, a su evolución. Pero es probable que parte de la culpa de estas deficiencias se deban a la batuta de Mark Elder (¡otro Sir!) al frente de la espléndida Filarmónica de Londres: brocha gorda o bien pinceles demasiado delicados, y escasa diferenciación de estilos.

 

Los Poetic Tone Pictures de Dvorák

¿Cómo debería traducirse el título de esta Op. 85 de Dvorák, la colección de piezas más destacada de su producción pianística? Algo así como Estampas musicales poéticas, se me ocurre. Admito desconocer esta parcela de mi admirado autor de la Sinfonía “del Nuevo Mundo”, pero afirmo que la Op. 85 (1889) es una obra de verdadera importancia, casi desconocida. De las 13 piezas que la componen (un total de poco más de una hora) destacaría la primera (Nocturno), la tercera (El viejo castillo), cuarta (Canción de primavera), quinta (Balada campesina), sexta (Ensueño), octava (Danza del duende), undécima (Chismorreo) y la última (En la montaña sagrada). En ocasiones recuerda algo a Chopin o a Brahms, incluso a Grieg, pero hay mucho de Dvorák reconocible en estas piezas.

El disco que contiene esta colección es del sello Avi Music -estupenda toma de sonido- y está interpretado maravillosamente por una pianista infravalorada: Elena Bashkirova, hija del hace poco fallecido (en Madrid) Dimitri Bashkirov, uno de los pedagogos más prestigiosos del orbe. Baskhirova es la segunda esposa de Barenboim (después de la tristemente malograda Jacqueline Du Pré), pero no tengo constancia de que hayan actuado juntos en público en alguna ocasión.

  

Otro que fue grande y sucumbe a la destructiva moda del historicismo

Gil Shaham. Ha salido en el sello Canary un CD con los Conciertos para violín de Beethoven y Brahms. –“¿Cómo? ¿Han cabido esos dos Conciertos en un disco?”-“Sí, y hasta habría cabido además una de las Romanzas de Beethoven, por ejemplo. Pues el CD dura menos de 75’: menos de 40’ el Beethoven y 35’ raspados el de Brahms”-“¡Pues qué disparate!”-“¡Exacto!”. 

Gil Shaham fue un violinista sensato, cabal… y excelente: ahí están sus numerosas grabaciones para DG, sobre todo con Sinopoli y Previn. ¿Cómo es que ha caído ahora en este pozo, quién le ha engañado (¿o ha sido él solito?) para mezclarse con una orquestina de instrumentos originales -The Knights (¿no tiene mujeres?)- y un director -Eric Jacobsen- que se limita a marcar, arrasando con dos obras capitales de la historia de la música hasta dejarlas reducidas a sendos tostones? Lo triste es que Shaham, que aquí casi todo el tiempo toca rápido, sin sentido y sin matizar, se nota que aún es, o mejor dicho, que podría seguir siendo, un gran violinista: da la impresión, además, de que a veces quiere alejarse de los modos de esa inane batuta.

Insisto, por enésima vez: el supuesto historicismo está tomando el pelo a muchos aficionados, haciéndoles creer que ello es la verdad. Pero su legado sigue y sigue aumentando, prostituyendo en muchos casos (ya sé, no en todos) las músicas, ofreciendo gato por liebre, y siendo refugio de músicos insignificantes, que se disfrazan de historicistas para ocultar su falta de talento, de musicalidad, y hasta de buen gusto. Aquí, Jacobsen no tiene absolutamente nada que decir: encefalograma plano. Abbado y Chailly, entre muchos otros, ya cayeron; ahora le ha tocado el turno a Shaham.