Mostrando entradas con la etiqueta Grosvenor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Grosvenor. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de abril de 2023

Cuatro discos nuevos: Grosvenor, John Wilson, F.X.Roth y Martin Fröst

 

Robert y Clara Schumann y Brahms por Benjamin Grosvenor

Prosigue la maduración de Benjamin Grosvenor, quien en sus primeros discos parecía ocuparse ante todo en demostrar cuánto era capaz de correr (y con qué limpieza). Ahora, en un precioso CD de Decca une a los Schumann (Robert y Clara) con el gran compositor que éstos descubrieron tempranamente, o sea Johannes Brahms, y el pianista británico (n. 1992) vuelve a dejar claro que ya se ha sentado y centrado y es capaz de expresar sentimientos, y no solo de suscitar admiración por la destreza de sus dedos.

La gran novedad de este disco son las Variaciones sobre un tema de Robert Schumann, op. 20 de su esposa Clara: una composición de 1853 (de unos 12 minutos) ciertamente bellísima, casi indistinguible del estilo de Robert, pero de tamaña elevación poética que podría pertenecerle. Amigos: sí, en algunos casos, ha habido compositoras muy injustamente olvidadas, o casi ignoradas, y Clara Schumann parece ser una de ellas. La interpretación de Grosvenor me ha parecido una pura maravilla de delicadeza y ternura, sin el menor atisbo de sacarina.

De Robert se incluye en el disco la Kreisleriana en una de las versiones más hermosas que recuerdo. De las 3 Romanzas op. 28 se ha escogido la segunda, y también el tercer movimiento, “Quasi variazioni”, de la Sonata No. 3, op. 14, también conocida como Concierto sin orquesta: todo muy en su sitio. El disco se cierra con una intimista y bella versión de los 3 Intermedios op. 117 de Brahms (¡extraño que no lo haya hecho con las Variaciones sobre Schumann, op. 9!), que, poniéndose en plan quisquilloso, diría que la sonoridad que extrae es más schumanniana que brahmsiana. Estupendamente bien grabado, esperamos más discos de este pianista.

 

Dos nuevos discos orquestales: Rachmaninov por John Wilson y R. Strauss por Roth

El director británico John Wilson (n. 1972) ha grabado para Chandos, con la notable Sinfonia of London, una Segunda Sinfonía de Rachmaninov, a la que acompaña una desafortunada orquestación del Preludio op. 3/2. Se trata de una versión irrelevante: bien hecha, muy bien grabada, pero superficial y tendente a la blandura melosa. Nada aporta a la discografía existente.

Mucho peor que este disco es el del programa Strauss y Debussy (por cierto: no pega nada un autor con el otro) lanzado por el sello de la London Symphony Orchestra con dirección de François-Xavier Roth. Me van a perdonar, pero lo cierto es que Jeux es una obra de mi admiradísimo Debussy que no acabo comprender, de cogerle el punto. Aun así, creo que la versión de Roth es un tanto desmadejada y más bien pedestre. Pero sí creo saber de qué va el magnífico poema sinfónico straussiano Así habló Zaratustra. Pues créanme si les digo que es la versión grabada más lamentable que recuerdo: bruta, zafia, y hasta dirigida con evidentes deficiencias (escúchense De las alegrías y las pasiones, De la ciencia, El convaleciente o La canción de la danza). A este director francés (n. 1971) no le he escuchado hasta ahora nada que me haya gustado, pero este Strauss puede que sea lo peor. El hecho de que la Orquesta le suene muy por debajo de lo que suele (compárese con el rendimiento que últimamente le extrae Rattle) nada bueno dice de esta batuta, que algunos -no solo franceses- se empeñan en encumbrar.

 

Zapatero, a tus zapatos: el clarinetista Martin Fröst dirigiendo

La introducción de la Sinfonía No. 38 “Praga” de Mozart, un pasaje sencillamente genial, es un serio despropósito en manos del excelente clarinetista sueco (n. Uppsala, 1970), quien, al frente de la notable Orquesta de Cámara Sueca (a la que no recuerdo haber escuchado antes) no sabe muy bien a qué carta quedarse, si en plan historicista -golpetazos a la Harnoncourt- o tradicional, aunque aséptico. Con el título de “Ecstasy & Abyss”, este disco del sello Sony contiene asimismo el aria “Parto, parto” de La clemenza di Tito (con importante solo de clarinete), en la voz, no muy afortunada, de Ann Hallenberg- y el Concierto para clarinete, al que la “batuta” desprovee en buena medida de su aura otoñal y melancólica, y además salpicándolo de adornos casi siempre fuera de lugar. Son bastantes los solistas relevantes que se han empañado en dirigir, pero se cuentan con los dedos de una mano los que triunfan batuta en mano. Estos intérpretes tienen otro disco con la Sinfonía 41 “Júpiter” y el Concierto para piano No. 25, pero me apetece poco seguir aburriéndome.

lunes, 7 de febrero de 2022

Discos: de aciertos a horrores

 

La música del Beethoven más elogiado que no me ha gustado un pelo

“He escuchado una de las páginas más universalmente admiradas del mejor Beethoven y la he encontrado una música insustancial, frívola, totalmente inexpresiva y esquelética, sin carne ni sangre -hasta lo obsesivamente enfermizo- y sin embargo con destellos de blandura empalagosa. Se trata del tercer movimiento de la Novena Sinfonía: todo cristo dice que es sublime, pero a mí me ha parecido irrelevante”. Esto habría pensado si no conociera ese Adagio y lo hubiera escuchado por primera vez. Porque lo tocaba Le Concert des Nations y lo dirigía (por decir algo) Jordi Savall. Lo ha dado Radio Clásica (¡bravo por vuestra divulgación cultural!). Si yo no fuera melómano y no conociera decenas de interpretaciones diferentes es lo que habría pensado y sentido. Me ha aterrado darme cuenta de golpe de que habrá personas que escuchen por primera vez ese excelso movimiento en esta versión y lleguen a esa tristísima conclusión. ¡Deberá estar orgulloso Savall de haber logrado semejante hazaña: convertir un episodio sublime en una auténtica nulidad! Y esto está ocurriendo mucho, con muchas obras excelentes, que son masacradas por gente que quiere llamar la atención. Y, a mí me parece, que desprecia ciertas obras maestras.

Por cierto, ese movimiento, que en las mejores interpretaciones que conozco se acerca a los 20 minutos, Savall se lo despacha en 11’23”, superando las terroríficas marcas de 12’51” de Chailly y Brüggen II, y los 12’28” de Herreweghe. Una sugerencia: ¡Sr. Savall, debe volverla a grabar; a lo mejor no lo sabe, pero Hogwood le superó en locura, con sus inalcanzables 10’44”! ¡No lo debe permitir!...

Pero bueno, Hogwood no sabía en 1989 lo de que Beethoven leía mal su metrónomo, pero ya sí se sabe, así que… no, no tiene excusa. De todos modos no, usted y sus similares no conseguirán cargarse, hundir al mayor genio de la historia de la música con sus pedantes estupideces, frivolidades y barrabasadas. La memoria de lo verdaderamente respetuoso y valioso la conservaremos algunos y lograremos transmitirla. Aunque haya muchos a los que usted y otros les habrán enmerdado los cerebros y fosilizado los corazones.

 

La Segunda Sinfonía de Bruckner por Thielemann

Sony continúa su ciclo sinfónico Bruckner con Christian Thielemann y la Filarmónica de Viena. Curiosamente, esta orquesta, que tiene en su haber multitud de grabaciones de Sinfonías de Bruckner, varias de ellas auténticos hitos fonográficos, no tenía en su haber ningún ciclo grabado por un solo director. La Segunda, que acaba de aparecer, es una versión ortodoxa, sensata y seria, pero quizá esto último: demasiado seria. Carece -salvo, por fin, secciones del movimiento final- de entusiasmo y fuego, resultando en conjunto un tanto apática y demasiado comedida. La coda de los movimientos extremos no está muy bien resuelta, perdiendo fuelle y tensión. Versión, pues, no mucho más que notable, lejos de los hitos de Giulini/Sinfónica de Viena (EMI 1975) y de los tres de Barenboim, sobre todo el de Chicago (DG 1981). La toma de sonido podría ser un poco mejor, teniendo en cuenta los tiempos que corren.

 

Liszt por Benjamin Grosvenor

Los ingleses suelen, de vez en cuando, encumbrar antes de tiempo a algunos talentos que surgen entre sus compatriotas (no hay más que recordar el caso del violinista Nigel Kennedy, que iba a ser, que era ya desde sus comienzos, según algunos, poco más o menos que el gran violinista de finales del siglo XX). Decca sacó en 2014 un disco de Benjamin Grosvenor (n. 1992) titulado “Dances” -un batiburrillo de Bach, Chopin, Scriabin, Granados, Schulz-Evler, Albéniz y Gould- que algunos pusieron por las nubes (no solo en Gran Bretaña: aquí tenemos críticos que parecen creerse a pie juntillas lo que dicen los de allí). Pues bien, ese disco me defraudó tanto -me pareció un vano y superficial ejercicio de virtuosismo con precaria diferenciación de los estilos- que me desinteresé de Grosvenor. Pero hete aquí que he tenido la buena idea de volver a él con su reciente disco Liszt de Decca (2021). El cambiazo que ha dado este pianista es llamativo: aunque a su Sonata en Si menor le falta elocuencia, grandeza y locura bien entendida, no deja de ser una versión considerable, y apenas entregada al exhibicionismo. Y el resto del disco es mucho mejor: la rara y preciosa Berceuse, los tres Sonetos de Petrarca, las Reminiscencias de Norma de Bellini y la transcripción del Ave Maria de Schubert. En todas estas piezas Grosvenor se muestra cabal a tope, e incluso muy poético. ¡A seguir así!

martes, 30 de abril de 2019

Krzysztof Urbanski, un director a seguir



El 28 de abril ha transmitido Radio Clásica, en diferido del día anterior, el concierto nº 19 de la actual temporada de la OCNE. El programa constaba del Concierto No. 1 de Brahms con Benjamin Grosvenor (pianista británico nacido en 1992) como solista y la Quinta Sinfonía de Beethoven, dirigiendo Krzysztof Urbanski (Polonia, 1982). El concierto me ha interesado mucho, pues mi amigo Juan Ignacio de la Peña me había advertido de que Urbanski había dirigido una estupenda Quinta de Beethoven en la línea de la gran tradición centroeuropea. Así ha sido, en efecto.

Ya la introducción orquestal del Concierto en Re menor de Brahms me pareció estupenda. Aunque no pude escuchar los minutos centrales de esa obra, por lo que pude oír, la batuta y el solista -demasiado nervioso y tendente a correr- no se entendieron del todo bien. Aun así Grosvenor, de poderoso mecanismo, me ha parecido más maduro que en un disco suyo Decca de piezas en el que se preocupaba mayormente de demostrar velocidad y poderío, sin apenas reparar en las características y los valores musicales de lo que tocaba. Aquí ha estado algo más calmado, si bien de vez en cuando le entraban las prisas en un Concierto que, aunque es dificilísimo, no es obra de exhibición, sino sobre todo meditativa y a ratos muy apasionada. Pero, insisto, por lo que he escuchado, la dirección parece haber sido muy buena, y más lo habría sido, con seguridad, de haber contado con un pianista más maduro.

Pero la Quinta Sinfonía de Beethoven ha sido extraordinaria. No solo por su altura, sino por lo inhabitual hoy. Urbanski, director de las Orquestas Sinfónicas de Trondheim e Indianápolis, rema contracorriente, al margen o en contra de la moda, ese supuesto historicismo que lo más que consigue es empequeñecer en todos los aspectos a Beethoven. Hace falta mucho valor para -sobre todo siendo joven- plantear una Quinta así, imponente, llena de fuego y tensión, poderosa y extremadamente dramática, en todo caso mejor planteada que resuelta. Debido esto último en parte a alguna limitación de la -en todo caso espléndida- ONE (la entrada misma fue un poco imprecisa) y a algún que que otro desliz de esta o aquella trompa o trompeta. Urbanski sin duda exigió a la orquesta mucho, muchísimo, y no pudieron dar de sí todo lo exigido.

Pero, pese a estos reproches menores, esta interpretación -que se interesó de lleno por el significado de la música- le da, en mi opinión, sopas con honda a los mamarrachos que escuchamos últimamente en Beethoven a casi todos los directores jóvenes, que parecen temer como al diablo que se les tache de anticuados. Se empeñan en intentar que las obras suenen como en la época en que fueron compuestas, y lo peor no es que posiblemente se acerquen a ese sonido ratonero, sino que además parecen comprender el contenido de las obras tan poco como aquellos pobres directores e instrumentistas que no entendían un pimiento de lo que el genio de Beethoven les endosaba, dejándolos atónitos, perplejos, desconcertados. En fin: creo que conviene seguir de cerca la trayectoria de este talentoso y valiente director apellidado Urbanski, recién nombrado director de la Orquesta Filarmónica (Elbphilharmonie) de Hamburgo.