viernes, 10 de junio de 2016

Perahia toca con la Academy of St. Martin y ¿la dirige?



Britten, Schubert, Beethoven

La famosa Academy of St Martin in the Fields sigue siendo una de las mejores orquestas de cámara del mundo. Pero últimamente tiene como director titular a una batuta tan dudosa como la del violinista Joshua Bell. Ayer el pianista Murray Perahia ha hecho bueno a Bell como director, con una Sinfonía Inacabada de Schubert sencillamente lamentable, casi penosa. ¿No se había dado cuenta, nadie le ha hecho saber al pianista neoyorkino que se trata de una de las composiciones más comprometidas de interpretar de la historia de la música? Ríanse de las complicadísimas sinfonías de Mahler o de Shostakovich. Es la sublime composición schubertiana una de esas partituras con las que se han topado -quiero decir que de algún modo se les ha resistido- varios de los mayores directores de orquesta. 

De entrada, no es la mejor idea situar frente a todo el viento prescrito (incluyendo tres trombones) una cuerda escasa: ocho más ocho violines, cinco violas, cuatro cellos y tres contrabajos. Y, sobre todo, no controlar las dinámicas de unos con respecto a otros, sino dejarlos tocar a su aire, todos tirando a fuerte: el desequilibrio estaba servido. Añádase a ello un timbalero descontrolado (esto está ocurriendo bastante últimamente), que a veces atacaba como un cafre (el timbal más pequeño de los tres nunca dejó de sonar mal y demasiado) ante la completa indiferencia del director, quien además parece carecer de sentido estructural, de sentido de la progresión dramática, del manejo de las tensiones, de enlazar con coherencia las transiciones... Resulta desolador comprobar que tras esa pobre ejecución -ni rastro de interpretación- buena parte del público aplauda con calor (¿será porque reconocen la obra y en el fondo se aplauden por ello a sí mismos?) ¡Años y años yendo a conciertos y se han enterado de bien poco!

Dudo que sin director hubiera resultado tan decepcionante, pues antes habían tocado sin él las Variaciones sobre un tema de Frank Bridge de Britten: salvo algún desajuste en la fuga y algún envaramiento y falta de flexibilidad agógica, sobre todo en el Vals vienés, la ejecución de las cuerdas de la Academy, lideradas desde el primer violín por Tomo Keller, fue magnífica. 

En la segunda parte, Perahia tocó y dirigió -esto último es un decir- el Cuarto Concierto de Beethoven. Lo previsible: tempo expeditivo, orquesta autómata, y en el piano puro trámite, entrega frecuente al virtuosismo vacío, gama dinámica muy estrecha, de vez en cuando una frase bonita (para que no se nos olvide que ha sido a veces un artista) y efectismo barato con una loca stretta en la coda. Ni rastro de la maravillosa poesía que envuelve este Concierto, acaso el más hermoso de la historia en su género. 

Este ha sido el último concierto de la serie Arriaga en la temporada 2015-16 de Ibermúsica; en el primero de la próxima, que esta vez es el 26 de este mes de junio, volverá a sonar este Op. 58 beethoveniano. Espero, estoy seguro de que Javier Perianes, la Filarmónica de Viena (es su debut con ella) y Andrés Orozco Estrada nos desagraviarán.

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