viernes, 20 de noviembre de 2020

Richard Strauss en sesenta años de historia de la música (IV)

 

Strauss y el nazismo

Su siguiente ópera, Intermezzo, volvió a ser presentada en Dresde: el 4 de noviembre de 1924 con Fritz Busch como director. Ese año, con motivo de su sexagésimo cumpleaños, Viena y Múnich le habían nombrado ciudadano de honor, interpretándose en esta última buena parte de su obra. El 6 de junio de 1928 Dresde conoció también la primera representación de La Helena Egipcíaca, dirigida nuevamente por Busch. Cuando tuvo lugar el estreno de su siguiente ópera, Arabella, el 1 de julio de 1933, Adolf Hitler ya estaba en el poder.

Las relaciones de Strauss con el régimen nazi siguen suscitando controversias: se acusa con frecuencia al músico de colaboracionismo, pero es difícil evaluar hasta qué punto fue conscientemente culpable o si sólo pecó de debilidad en algunos asuntos que le vincularon con el poder nazi, máxime si se tiene en cuenta la variabilidad de la actitud y del comportamiento público de Strauss. Cuando en 1933 se le prohibió a Bruno Walter dirigir en el Festival de Bayreuth, se llamó a Arturo Toscanini (anteriormente muy comprometido con el fascismo de Mussolini), pero éste rehusó sustituirle en protesta por la actuación del régimen nazi contra los músicos alemanes no arios. Strauss, en cambio, consideró que tenía el deber de cubrir el vacío producido, y dirigió Parsifal, así como Fidelio en Salzburgo.

Al aceptar el nombramiento, el 15 de noviembre de 1933, de presidente de la Cámara Musical del Tercer Reich, debió de pensar ingenuamente que podría contribuir a moderar la situación; al menos, esto parece desprenderse de una carta suya enviada en junio de 1935 al escritor de origen judío Stefan Zweig: “He aceptado la presidencia de la Cámara Musical sólo para evitar males mayores”. Más adelante escribiría: “Se me había dicho que la Cámara requería un presidente y que yo debería desempeñar esa función. ¿No era yo acaso el primer músico de Alemania? Pensaba poder servir desde ese puesto no sólo a los amigos del nuevo régimen. Habría aceptado ese cargo bajo cualquier tipo de gobierno”.

En cuanto a su actuación en ese puesto, parece que no llegó a comprender el feroz alcance de las medidas que el régimen de Hitler adoptó. Frente a la pavorosa realidad, imaginó poder continuar separando el arte de la política. Si bien esto se considera hoy un grave error, no puede hacérsele directamente responsable de los atropellos musicales que ocurrieron durante su presidencia. Strauss fue, ciertamente, apolítico y, en su edad madura, también inequívocamente conservador; sin embargo, nunca fue antisemita, y ni siquiera burdamente nacionalista. Poco antes de iniciarse la guerra, no quiso suscribir el manifiesto de los artistas e intelectuales alemanes “contra la barbarie francesa”, que habían firmado, entre otros músicos, Hans Pfitzner y Weingartner, además de escritores como Gerhard Hauptmann y Thomas Mann. Tal vez Strauss actuó así creyendo que lo más indicado era capear el temporal con la esperanza de un pronto retorno de las aguas a su cauce. En definitiva, no es fácil saber si su actitud estuvo determinada por debilidad y falta de realismo o por egoísmo personal e indiferencia. Zweig escribió de él que “a causa de su egoísmo artístico, del que en todo momento hacía profesión fría y consciente, todo régimen político le resultaba en el fondo indiferente”.

 

Actitudes contradictorias

Tras la muerte de Hofmannsthal, encargó el libreto de su siguiente ópera, La mujer callada, precisamente a Zweig, escritor de sangre judía. Para el estreno de esta ópera, en Dresde el 24 de junio de 1935, Strauss exigió que se mantuviese en los carteles el nombre del libretista; parece que el régimen nazi lo aceptó y permitió el estreno sólo para evitar un escándalo internacional. Pero tras la tercera representación, la ópera fue retirada y Strauss cayó en desgracia ante el régimen. Por otra parte, la Gestapo había descubierto una carta en la que el compositor escribía al libretista que “no permitía que nadie interviniera en sus asuntos artísticos”, pidiéndole que le escribiese también el texto para su siguiente ópera, ya que, “cuando estuviese terminada, habrían pasado al menos dos años, y para entonces los nazis ya no estarían en el poder”; esto motivó que Strauss fuese obligado a dimitir “por razones de salud” y se prohibiera la ejecución de sus obras. El compositor debió de atemorizarse ante esta reacción, teniendo en cuenta además que la mujer de su único hijo era de ascendencia judía; para acercarse de nuevo al poder, compuso el Himno para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y renunció a sus honorarios y derechos de autor. Aun en el caso de que Zweig no se hubiese exiliado, es de suponer que Strauss no habría osado volver a colaborar con él. Como es sabido, Zweig y su joven esposa se suicidarían en Brasil el 22 de febrero de 1942.

Para sus siguientes óperas contó, pues, con nuevos libretistas: Josef Gregor le escribió Día de paz, inspirada en La rendición de Breda de Velázquez y estrenada en Múnich el 24 de julio de 1938; Dafne, cuya primera representación tuvo lugar en Dresde el 15 de octubre del mismo año, y El amor de Danae; el estreno de ésta estuvo previsto para el Festival de Salzburgo de 1944, pero, debido al desastroso curso de la guerra, tras el ensayo general, el 16 de agosto, dirigido por Clemens Krauss, el compositor habló a los intérpretes con lágrimas en los ojos dándoles las gracias y despidiéndose: “Hasta que volvamos a vernos en un mundo mejor”. Ese importante director, amigo y excelente intérprete de la música de Strauss, tuvo a su cargo la redacción del libreto y la dirección en el estreno de su última ópera, Capriccio, el 28 de octubre de 1942 en la capital bávara. La penúltima (El amor de Danae) fue presentada póstumamente, el 14 de agosto de 1952 en Salzburgo.

15 comentarios:

  1. Buenos días,
    Muy interesante su perfil sobre Strauss. Aunque para mi gusto hay en su aproximación demasiados paños calientes en el modo de tratar la connivencia de Strauss con el nazismo, mi pregunta es sobre ese manifiesto firmado por Thomas Mann al que se refiere en esta entrega. No soy un absoluto experto, pero creo que frente al nacionalismo que Mann asumió en la IGM, su posición en la IIGM fue muy diferente, participando en revistas antifascistas y escribiendo algunos de los textos más lúcidos y críticos sobre lo que suponía el nazismo para la identidad alemana. Le agradeceré enormemente la respuesta. Un saludo muy cordial

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    1. A mí me llamó la atención enterarme de la postura de Thomas Mann en el manifiesto "contra la barbarie francesa", pues es mucho más conocida su firme postura antinazi posterior.
      Es como en el caso de Toscanini, que durante muchos años fue un entusiasta seguidor, y activo colaborador, de Mussolini. Luego se volvió antifascista, y yo solo había oído hablar de esta última posición; nunca de la anterior.
      No creo haber sido tolerante con Strauss; me parece claro que hay tanto de arena como de cal en lo que digo, y no tomo postura. El "caso Furtwängler" es también no menos ambiguo.

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    2. Estimados:

      Sólo especificar que Toscanini fue un defensor del partido fascismo durante los primeros años de existencia política, cuando los seguidores de Mussolini no se definían ideológicamente mucha más allá de un odio a la política tradicional, resentimiento por los resultados de la primera guerra mundial y cooptación de ideas socialistas. Para la "marcha de Roma" de 1922 Toscanini ya se encontraba en el polo ideológico opuesto, postura que mantuvo por el resto de su vida y que es por la cual se le recuerda (¡afortunadamente!).

      En ese sentido, si bien uno puede establecer paralelos con Furtwängler o Strauss por haber apoyado a la extrema derecha de sus respectivos países, en el caso de Toscanini tal situación fue (i) muchísimo más breve, (ii) en un momento histórico sustancialmente distinto (no es lo mismo el fascismo de 1919 al de 1940) y (iii) finalmente refutada por un abierto y sostenido activismo antifascista desde los años 20.

      Saludos a todos!

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    3. Mientras Toscanini apoyaba a Mussolini -no tan poco tiempo- numerosos políticos, periodistas, intelectuales y artistas se habían percatado con toda claridad del matonismo de los "camisas negras" de Mussolini. Su posterior cambio de bando le honra, pero también es preciso reconocer su "culpa" anterior.

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  2. Desde el exilio, Thomas Mann -quien fuera muy amigo de Bruno Walter- sostuvo sobre el genial Furtwängler que era "una inmoralidad dirigir Fidelio en la Alemania de Heinrich Himmler". Y Furtwängler le contestó desde una elevación suprema:

    "CON MÚSICA ENTRAMOS EN UN NUEVO MUNDO Y SOMOS LIBERADOS DEL OTRO."

    Recordemos que Furtwängler odiaba el Nazismo, pero también la Democracia de Weimar.

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  3. Mucha gente muy inteligente, como sabéis, ha apoyado los totalitarismos fascista y comunista, y lo que es peor, lo sigue haciendo.

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  4. Barenboim sobre Beethoven | Episodio 1: Genio y Destino

    https://www.youtube.com/watch?v=krKDap2Purc&t=1031s

    Barenboim sobre Beethoven | Episodio 2: Nuevas Dimensiones (del Minueto al Scherzo)

    https://www.youtube.com/watch?v=nZYRV6kQPGI

    Barenboim sobre Beethoven | Episodio 3: Sonata “Waldstein” (Piano Sonata No. 53)

    https://www.youtube.com/watch?v=XtJ4BfqdJHk&t=687s

    Los siguientes capítulos los seguirá subiendo Film & Arts en Youtube.

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  5. Cristiandelicia:

    Tú dices: "[...] si bien uno puede establecer paralelos con Furtwängler o Strauss por haber apoyado a la extrema derecha de sus respectivos países [...]."

    Furtwängler jamás apoyó las derechas ni las izquierdas de su país. Tampoco la República de Weimar. Si colaboró con el Nazismo, fue a regañadientes y a disgustos. Él era guillermino, ya que nació en el II Reich. Es IMPRESCINDIBLE leer: "ABOUT WILHELM FURTWÄNGLER" de Elisabeth Furtwängler.

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    1. Sr. Observador:

      Créame que estoy al tanto de que Furtwängler no fue un nazi y que tenía sus razones/excusas para justificar en su fuero interno sus decisiones relativas a quedarse en Alemania (a diferencia de sus colegas Klemperer, Kleiber padre, Walter, Fried, Steinberg y un largo etcétera) o dirigir conciertos para la oficialidad nazi, etc.

      Sin embargo, tal como ud. mismo señala, el hecho es que por muy apolítico que se definiese, Furtwängler sí fue un colaborador, y poco o nada importa a quienes sufrieron las consecuencias del régimen al cual se prestó sus servicios si fue "a regañadientes" o "con disgusto".

      Eso no quita que fuese un músico genial, pero si vamos a hablar de las consecuencias prácticas de sus actos, hay que ser tan riguroso como cuando discutimos su Beethoven.

      Saludos!

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    2. Cristiandelicia:

      Desde su elevadísima posición, a Furtwängler no le quedó otra opción que colaborar. Lo hizo con trampas. Su moralidad le indicaba que tenía que hacer frente a las realidades desde adentro de su país. Y siendo alemán, ¿por qué tendría que abandonar su tierra natal? Se hace muy complicado juzgar a un artista como él, que tenía que mantener a muchos hijos y que su suerte sólo pendía de un hilo. Sin embargo, jamás tuvo la conciencia anestesiada como otros artistas que trabajaron sin problemas bajo el Nazismo.

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    3. Estimado Observador:

      Nuevamente vuelve sobre el mismo punto: por muy "tramposo" que fuese y por mucho que su ética profesional le impulsasen a quedarse en Alemania para resguardar el legado musical de su país, el hecho incontestable es que Furtwängler fue un colaborador del régimen y se prestó desde su elevadísima posición para legitimar públicamente al nazismo, a pesar de que en su fuero interno sabemos que toda esa pandilla de matones le parecían unos bárbaros.
      Por otro lado, dudo que Furtwängler haya sido un caso excepcional cuando Ud. señala que tenía que mantener hijos y que eso permitiría justificar o atenuar sus decisiones en este orden de cosas.
      En Alemania hay un dicho que dice algo así: "si en una mesa hay un nazi y otras diez personas sentadas y compartiendo junto a él, en la práctica lo que hay es una mesa con once nazis". En mi opinión, tal dicho popular nació como respuesta precisamente a los millares de personas que actuaron como Furtwängler, cuya apatía práctica facilitó la consolidación de las mismas ideas que en su fuero interno despreciaban.
      Todo lo anterior, como dije, sin perjuicio de la enorme talla artística del genial director.

      Espero que Ángel no se tome a mal esta digresión, tan cercana y lejana al mismo tiempo sobre Richard Strauss. Por mi parte doy por cerrado el tema.

      Saludos a todos!

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    4. Cristian:

      Disculpa que no coincida contigo. Con dicho criterio, y elevando el dedo acusador de los que "no cometemos errores", ¿condenaremos a los grandes artistas que se quedaron bajo el franquismo; el procesimo; el fascismo; el rexismo, etc.?, ¿condenaremos a Mravinski, Shostakóvich y Prokófiev por quedarse bajo el barbárico, perverso e inhumano Comunismo?

      Grandes artistas estadounidenses como Bernstein, Fleisher, etc., ¿se convirtieron, automáticamente, en cómplices o colaboradores del gobierno "democrático" de Truman que arrojó las genocidas bombas atómicas?

      Si Furtwängler hubiera decidido no "colaborar" con el Nazismo, ¿habría podido alimentar a todos sus hijos al no tener trabajo?, ¿habría vivido con más miedo de ser arrestado por acusaciones, reales o imaginarias, de actividades antinazis?

      Seguro que es más fácil vislumbrar, desde la distancia histórica, con el diario matutino del Lunes (1). Lo cierto es que sólo ésos genios saben los momentos duros y peligrosos que vivieron. Y yo, como ciudadano común y corriente, no estoy a la altura de señalarlos.

      (1) La verdad absoluta no existe, sino que existen interpretaciones múltiples de los hechos. Foucault se apoya en la tesis de Nietzsche: "No hay hechos, hay interpretaciones", para decir que el poder crea la verdad, por lo que ante un hecho, cada individuo crea su interpretación del mismo, esto es, su propia verdad.

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  6. Furtwängler fue exhonerado del cargo de colaboracionismo con el régimen nazi, oficialmente, en abril de 1947; y ello por el tribunal que lo juzgó a tal fin, siendo las vistas del proceso en diciembre de 1946. Por lo tanto, si Furtwängler fue un colaboracionista, lo fue en la misma medida que lo fueron la inmensa mayoría de sus conciudadanos que decidieron permanecer en Alemania y seguir trabajando bajo el nuevo régimen político. Y por otro lado, a toro pasado, todos somos manolete, como se dice en nuestra tierra, y es muy fácil untar de moralina la historia y exigir ser héroe en tiempos difíciles a todo el que se nos antoje. Ni Furtwängler fue un malvado, ni Mann un santo. Reducir la historia de la alta cultura alemana de la primera mitad del siglo xx a las categorias de buenos y malos, a una pueril pugna entre "demócratas" puros contra "totalitarios" declarados, es de una simpleza enternecedora.

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    1. Solo una puntualización: "exonerado" no lleva h intercalada (como tampoco "exuberante", otro error frecuente cuando se le pone h antes de la u).

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    2. Gracias Ángel por la corrección, y aprovecho para felicitarte por el tono asertivo de tu exposición al narrar las vicisitudes de R.Strauss, un logro no siempre fácil en la divulgación cuando se tratan las turbulentas y trágicas circunstancias que rodearon a los intelectuales, artistas y científicos del área germánica hasta la primera mitad del siglo pasado.

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