jueves, 8 de octubre de 2020

Argumento de "La Walkyria". Breves de aquí y de allá

 Wagner: La Walkiria. Argumento                                                          

Acto I. Interior de una vivienda, en cuyo centro se yergue un fresno. Huyendo de una tormenta, entra Siegmund y cae al suelo, agotado. Sieglinde lo acoge y le da de beber. Pero el joven quiere seguir su camino, pues lo persiguen sus enemigos y no quiere que éstos puedan hacer daño a la joven. Llega Hunding, el esposo de Sieglinde, y pregunta a Siegmund quién es. Éste le contesta que es hijo de Wolfe y que tiene una hermana gemela que fue raptada por el clan de los Neidinge. Éstos mataron a su madre y ahora huye de ellos. Hunding, que pertenece a los Neidinge, se da cuenta de que Siegmund es un enemigo mortal; le ofrece hospitalidad sólo hasta el siguiente amanecer. Al quedarse solo, el joven recuerda que su padre (el dios supremo Wotan, aunque él lo ignora) le prometió que, cuando se hallase en gran peligro, encontraría una espada que le permitiría salvarse. Vuelve Sieglinde, que ha dado a su esposo un somnífero y le cuenta a Siegmund que un día, un anciano tuerto (Wotan) hundió en el fresno de la casa una espada que nadie ha podido arrancar, por estar destinada sólo al más fuerte de los héroes. Siegmund la saca sin esfuerzo y descubre que Sieglinde es su hermana gemela perdida, a la que debe librar de Hunding. Siegmund y Sieglinde descubren con pasión su mutuo amor y se funden en un abrazo mucho más que fraterno.

Acto II. En las montañas. Wotan ordena a su hija preferida, la walkiria Brünnhilde, que preste ayuda a Siegmund en su combate contra Hunding. Pero llega Fricka, esposa de Wotan y diosa del Matrimonio, y exige a Wotan que castigue el adulterio de Sieglinde y el incesto entre ésta y Siegmund. Reprocha a su esposo sus numerosas infidelidades y acaba haciéndole jurar que hará morir a Siegmund. Sale Fricka y vuelve Brünnhilde, con la que Wotan se desahoga: si él mismo engendró a la estirpe Wälse (Wolfe), a la que pertenecen Sieglinde y Siegmund, fue para que un héroe libre pudiera recobrar el anillo que custodia el gigante Fafner, y así librar a los dioses y al mundo de la maldición del oro del Rin y de las malvadas maquinaciones del enano Alberich. Pero tras el juramento que ha tenido que hacer a Fricka, ordena ahora a Brünnhilde que haga morir a Siegmund y lleve su cuerpo al Walhalla.

Pero Brünnhilde, conmovida al comprobar el inmenso amor que se profesan los fugitivos Siegmund y Sieglinde, desobedece a su padre, de modo que éste tiene que intervenir en el combate, rompiendo con su lanza la espada de Siegmund y permitiendo así que muera a manos de Hunding. Brünnhilde recoge los dos trozos de la espada de Siegmund y salva a Sieglinde. Wotan ordena con desprecio a Hunding que se presente ante Fricka; con sólo recibir la orden, Hunding muere fulminado.

Acto III. En las cumbres de las montañas. Las walkirias vuelven cabalgando de sus correrías. Llega Brünnhilde llevando sobre la grupa de su caballo a Sieglinde. La walkiria, atemorizada ante la previsible cólera de Wotan, pide a sus hermanas que la protejan. Momentos antes de que el dios supremo se presente, entrega a Sieglinde los trozos de la espada pidiéndole que huya y se refugie para salvar al hijo de Siegmund que lleva en su seno. Le llamará Siegfried y llegará a ser el más noble de los héroes.

Llega Wotan encolerizado y prohíbe a sus hijas que protejan a Brünnhilde, a la que expulsa del grupo, privándola de su divinidad y condenándola a un profundo sueño del que sólo podrá ser despertada por el primer hombre que la encuentre, quien la desposará. Brünnhilde, apelando a la predilección que su padre sentía por ella, le ruega que se apiade, pues con su desobediencia ella no hizo sino obedecer los más íntimos deseos de Wotan. Éste no puede evitar ablandarse y suaviza su castigo: Brünnhilde dormirá, pero rodeada de llamas que sólo el hombre más valeroso podrá traspasar. Wotan convoca a Loge, dios del Fuego, y hace que un círculo de llamas circunde a la walkiria.

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BREVES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Me he encontrado con una curiosa y graciosa anécdota de Camille Saint-Saëns. En 1859 Émile Lemoine, fundador de una Sociedad de Amigos de la Trompeta, pidió a Saint-Saëns que le compusiera para las veladas de su sociedad una obra para trompeta, piano y cuerdas, los instrumentos de que disponían y con los que solían tocar música en sus reuniones. El compositor le contestó que le parecía una combinación instrumental absurda: ¡añadir la ruidosa trompeta a esos instrumentos camerísticos! “¡Antes compondría una obra para guitarra y trece trombones!”… Pero veinte años después Saint-Saëns le remitió una breve pieza, Preámbulo, para trompeta, dos violines, viola, violonchelo, contrabajo y piano, que enseguida los miembros de la Sociedad se aprestaron a tocar. Saint-Saëns la escuchó con agrado, hasta el punto de prometerle a Lemoine: “Tendrás la obra completa; el Preámbulo será el primer movimiento”. Y cumplió su palabra, compuso su Septeto en Mi bemol mayor, op. 65.  

[La Quinta Sinfonía de Beethoven] es “una orgía de estruendo y vulgaridad” (Louis Spohr)

[En la Primera Sinfonía de Beethoven] no cabe duda de que el influjo democrático y progresista de Haydn aparece decididamente con mayor que el de Mozart, más aristocrático y tradicionalista” (Amedeo Poggi y Edgar Vallora)

[A propósito de la Romanza No. 2 para violín y orquesta de Beethoven]: “En estos casos la costumbre crítica parece obligar a emplear el adjetivo mozartiano como sinónimo de levedad, gracia y cantable limpidez. Pero ya no es de recibo encerrar la creatividad de Mozart en  semejantes categorías, limitadoras como las barras de una celda” (Sandro Cappelletto)  

El gran (y bastante desconocido) pianista y compositor Ferruccio Busoni era invitado con frecuencia a mansiones de personajes importantes. Pero cuando, tras el ágape, le pedían que se santase al piano y tocase algo, se negaba tajantemente. En una ocasión los anfitriones fueron tan insistentes que se sentó ante el teclado y tocó, sin descanso -y sin permitir que los oyentes se quejasen o se fuesen- las Sonatas 28, 29 “Hammerklavier”, 30, 31 y 32 de Beethoven. ¡Menuda dosis! Más de uno y de dos se arrepentirían de haberle pedido que tocase. Debieron de ser unas dos horas largas de música, seguro que nada fácil para la mayoría de los asistentes (que esperarían la Marcha turca de Mozart, la Para Elisa de Beethoven, el Sueño de amor [nº 3] de Liszt o un Vals de Chopin…) 

He leído estupefacto lo que Debussy le confesó en una ocasión a la gran pianista Marguerite Long: “Detesto los Conciertos para piano de Mozart, pero no tanto como los de Beethoven” (¿¡Será verdad!?...)

 

3 comentarios:

  1. Te agradezco estas sinopsis. Este mes la revista La aventura de la historia trae un dossier Beethoven que no está nada mal, la revista es muy buena, la pena es la línea editorial, muy de derechas.

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  2. Cuando se acaben de publicar todos los argumentos del Anillo, para quien este mas interesado en el fascinante mundo de esa maravilla wagneriana y se plantee su interpretación, les recomendaría la lectura del libro El perfecto wagnerita, donde se recoge la interpretación de GEORGE BERNARD SHAW.
    Se puede estar de acuerdo con esa interpretación o no, pero a mi me parece que es la mas próxima a lo que debía pensar Wagner al respecto.
    Lo importante es al final hacerse su propia interpretación con mentalidad plural.

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    1. Al hilo de su comentario, permítame recomendar también a los interesados la traducción española del texto de Roger Scruton The Ring of Truth, aparecida en la editorial Acantilado en el año 2019 bajo el título El Anillo de la verdad.

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