miércoles, 7 de octubre de 2020

Schubert y Tchaikovsky por Argerich y Barenboim (sin Lutoslawski)


En agosto de 2019 tuvo lugar en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo un concierto de la West-Eastern Divan Orchestra que ahora acaba de publicar el sello Unitel en colaboración con los Salzburger Festspiele. El blu-ray que lo recoge posee una calidad de sonido (Friedemann Engelbrecht, del Estudio Teldex de Berlín) y de imagen absolutamente superlativas. Pero tiene una deficiencia imperdonable: la supresión del Concierto para orquesta de Lutoslawski, que también estuvo en el programa y que contó con una interpretación excepcional (que fue divulgada en una retransmisión televisiva). Supongo que se ha debido a una cuestión de derechos de autor. Al menos, han incluido la propina que tocaron Martha Argeich y Barenboim a cuatro manos: el Rondó en La mayor, D 951 de Schubert, en interpretación más excelsa aún que la que ellos mismos ofrecieron en los Proms de 2016 (blu-ray EuroArts). A aquella le asigné aun 9,5, y a esta un rotundo diez. Estamos hablando de una composición de doce minutos y pico -la última de su autor para piano a cuatro manos- apenas conocida pero de tan extraordinaria belleza que para mí bastaría para justificar este disco.

La Sinfonía “Inacabada” de Schubert con la que comienza el programa es probablemente la que más me ha gustado de las no sé cuantas que, en disco o en concierto, le he escuchado a Barenboim. Aun así, esta sublime y dificilísima obra casi nunca me deja plenamente satisfecho; tampoco aquí. Con decir que ninguna de las que conozco de Furtwängler (intérprete insuperado de la Novena “Grande”) me termina de convencer está todo dicho. Mis grabaciones favoritas son la de Klemperer con la Filarmónica de Viena en público (DG 1968), Böhm con la misma orquesta (DG 1980) y, sobre todo, la de Günter Wand con la Sinfónica NDR de Hamburgo (DVD TDK 1995). Bueno, ¿y cómo es la presente versión de la “Inacabada”? Es una visión mayormente hermosa y humanista, que no carga las tintas en el (hiper)dramatismo, equilibrando con bastante acierto ambos ingredientes tan difíciles de casar. Muy introspectivo, misterioso y lleno de desazón el Allegro moderato, en el que -sin hacer la repetición- acierta de lleno a modificar las secciones que se repiten: así, la celestial melodía enunciada por los violonchelos suena bien diferente en ambas ocasiones, la primera casi susurrada y la segunda con una inmensa ternura y a la vez con inusual belleza sensorial. El Andante con moto, asimismo muy reflexivo e intimista, calladamente desolado, se queda a medio camino entre los más contemplativos y los más trágicos. Maravillosa la orquesta, con mención especial para el clarinete principal.

En el Primer Concierto de Tchaikovsky asombra cómo se conserva de dedos la pianista de Buenos Aires, aquí con 78 años cumplidos: es casi milagroso. Pero, pese a que derrocha por doquier su extraordinaria musicalidad, para mi gusto en algún que otro momento se deja llevar por esa fabulosa facilidad y corre un poco más de la cuenta, en detrimento del calado musical. En todo caso, Argerich solo cede un poco -en mi opinión- frente a Andrei Gavrilov (con Muti, EMI 1980), Evgeny Kissin (con Karajan, CD DG y DVD Sony 1989) y el propio Barenboim (con Celibidache, CD EMI y DVD EuroArts), las tres versiones que más me gustan globalmente. En su grabación dirigiendo a Lang Lang en Chicago (DG 2003), otra de las mejores, ya Barenboim se mostró, por enésima vez, como un director tchaikovskiano sensacional, y aquí repite rotundamente ese acierto, tanto en la planificación general como en los menores detalles. Fantástica la orquesta.  

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