jueves, 29 de octubre de 2020

Un nuevo disco Bruckner y cuatro anécdotas de Rossini

 

La nueva Octava de Bruckner por Thielemann

No es la primera ni la segunda grabación que Christian Thielemann hace de esta obra; ahora es en CD para el sello Sony, con la Filarmónica de Viena. Quizá he perdido la cuenta, pero las anteriores que le conozco, tanto en estudio como en público,  me habían gustado más que esta. Evidentemente, este director se entiende bien con Bruckner y conoce a fondo su lenguaje; sin embargo, en varias de sus grabaciones de sinfonías de este compositor saca los pies del plato en algún pasaje, supongo que pensando que aporta algo de interés. Lo que resulta, cuando menos, discutible (es, desde luego, muy difícil de explicar por qué algunos hallazgos nos pueden parecer atinados y otros suenan como forzados; es cuestión subjetiva, pero que puede fundamentarse en el buen gusto y en la jurisprudencia interpretativa). En esta ocasión no es exactamente eso lo que ha hecho en este o aquel pasaje; la apariencia es normal y correcta. Pero ocurren cosas quizá peores: sentimentalismo tirando a llorón cada vez que hay la remota -e indebida- tentación de caer en ello; las indicaciones p convertidas sistemáticamente en pp o ppp, hasta el punto que hay dibujos de, sobre todo los violines, que cuesta percibir.

Los tempi son moderadamente lentos, sin llegar a morosos (15’41+15’35+26’25+23’44), pero aun así, a la batuta le cuesta mantener la tensión, cayendo a menudo en una relajación que deja paso al desinterés, al aburrimiento. En general, a la versión le falta fuerza y exaltación, pero solo encontramos algunos momentos de excentricidad: el último acorde la Sinfonía no creo que convenga alargarlo un poco en un diminuendo; la coda parece pedir sin duda lo que hacen los grandes directores: una descarga más bien breve y contundente, una afirmación rotunda. Por si fuera poco, la toma de sonido (¡a estas alturas!) es un poco turbia y escasa de verdadera pegada.

Algunas anécdotas de Rossini

Es bien conocido el sentido del humor del autor de La italiana en Argel. He aquí algunas de las muchas anécdotas que se le atribuyen.

Su asombrosa facilidad para componer era comparable a su enorme pereza. A veces componía en la cama. En una ocasión, se le cayó al suelo la página de papel pautado con un aria que acababa de escribir. Llamó a un criado para que se la recogiera, pero al no aparecer, en lugar de levantarse a recoger la hoja, compuso de nuevo el aria, otra aria.

Cuando vivía, en su edad madura, en París, solía frecuentar mansiones de la alta sociedad a cuyas recepciones era invitado. En una casa a la que acudía por primera vez, una vez acabada la cena y la reunión, la anfitriona le dijo al despedirlo que estaba encantada de que hubiese aceptado su invitación y acudido a su humilde morada, que sería bien recibido y un honor para ella siempre que quisiese venir a cenar. “Pues ahora mismo, si no le importa”, fue su respuesta.

Por esos años en París llegó a oídos de Rossini que una asociación de admiradores suyos estaba recaudando dinero para erigirle un monumento. Averiguó quién estaba al frente de dicho grupo de amigos de Rossini y se presentó ante él: “¿Es cierto que estáis recogiendo dinero para erigirme una estatua?”-“Así es”-“¿Y cuánto habéis reunido ya?”-“Lo suficiente para el pedestal”-“Muy bien, pues os propongo que los francos que faltan para la escultura me los deis a mí y yo mismo me subo al pedestal”.

En una ocasión le pidieron a Rossini que tuviera a bien escuchar a una joven soprano que al parecer tenía un gran talento canoro. Accedió a escucharla y se encontró con que era una mujer sumamente obesa. “¿Qué le ha parecido?”-“¡Es como una elefanta que se hubiera tragado un ruiseñor!”, contestó.

5 comentarios:

  1. En Radio clásica no dan una: anteayer por la tarde oí cómo terminaba una sonata para violín y piano de Beethoven (no me dio tiempo a identificarla) y el comentarista aseguró que acabábamos de escuchar el Concierto triple, por los tres famosos solistas rusos y Karajan (versión fallida, por cierto).
    Esta misma mañana en Música a la carta una señora ha pedido una sección de la Sinfonía nº 2 de Mendelssohn y han puesto algo no identificado cantado en inglés, que no pertenece a esa sinfonía.
    A continuación un señor ha pedido el segundo movimiento de la Sinfonía nº 1 de Brahms y... no, no se han equivocado de música, pero no han tenido mejor idea que poner la birriosa versión de Chailly con la orquesta de Leipzig.
    MOSCÓN COXONERO.

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  2. Sobre la 8ª que comenta. Suscribo todo lo que dice. Aburrida, sin alma, lo peor que le puede pasar a una música. El acorde final es un acto fallido. Esperaba esa coda a ver qué pasaba pero...
    Ignoro lo que pone la partitura pero ese diminuendo enlas últimas notas y desacostumbradamente acentuadas... Desde luego no es la lectura de todos los directores.

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  3. Lo de Música a la carta no tiene nombre. En otro día pusieron el Ave María de Schubert. Sonó por chelo y piano, y entre los intérpretes mencionó a Jessye Norman. xD Definitivamente la gente que confecciona ese programa no tiene ni idea de música clásica.

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    1. Más: últimamente cortan antes de que terminen las músicas que acaban en piano... esta mañana lo han hecho con la Danza macabra de Saint-Saëns. No es, ni mucho menos, la primera vez que pasa algo así. ¡Me parece el colmo!

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  4. Es que la chica que conduce el programa es una periodista de Radio uno sin estudios musicales, lo cual por parte de la dirección es un dislate.

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