viernes, 17 de enero de 2025

Sobre la llamada "música de vanguardia"

 

Música contemporánea y de vanguardia

Muchos, muchos melómanos le dan de lado, y si hay una obra que se pueda adscribir a la denominación "música de vanguardia", la pueden sobrellevar en el concierto al que acuden a cambio de escuchar las enésimas Séptima de Beethoven o Primera de Brahms. Suelen ser las obras de vanguardia difíciles para el melómano medio: requieren mayor atención y dedicación que las composiciones de los siglos XVIII o XIX. Y a menudo hay mucha pereza intelectual, y tampoco es fácil tener criterios, parámetros con los que juzgarlas.

No es correcto llamarla música contemporánea, no se trata de las partituras de un período concreto, pues bien entrado el siglo XX sigue habiendo piezas nada vanguardistas: el Concierto de Aranjuez de Rodrigo (que, dicho sea de paso, no me parece música desdeñable) es de 1939, el mismo año del Divertimento de Bartók, solo un año anterior al Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen, mientras que el Canto a Sevilla de Turina (1927) es estrictamente contemporáneo de Arcana de Varèse. Etc.

Por supuesto, entre las muchas obras vanguardistas hay no poca paja, como en la pintura abstracta, y a menudo no es fácil discernir acerca de su verdadera valía.

Pero quienes desdeñan sin más la música de vanguardia, porque no les gusta o hasta les molesta, deberían tener presente que muchas obras maestras de todos los tiempos (ya con los últimos Cuartetos de Beethoven) sufrieron la incomprensión y hasta las burlas de sus contemporáneos. Y no hace falta que sean obras de compositores especialmente innovadores: Schumann, Verdi, Brahms, Franck, Tchaikovsky, Saint-Saëns, Rachmaninov, Puccini o Richard Strauss también recibieron muy duras críticas en su tiempo. Solo por este motivo quienes frivolizan con la música de vanguardia deberían ser más prudentes antes de reírse de lo que no entienden (o no hacen el menor esfuerzo para comprenderlo).

A mí personalmente me ha costado bastante apreciar muchas obras vanguardistas que se consideran ya indiscutibles, o casi. Pero lo que sí puedo decir es que he dedicado y dedico bastante tiempo a intentar asimilarlas. Y lo cierto es que la insistencia en la escucha acaba en muchos casos “abriendo” los oídos. 

Al menos provisionalmente, divido para mí las composiciones vanguardistas en tres categorías. 1ª: las que me gustan; 2ª: las que no (a menudo con la sensación de que valen poco o poquísimo), y 3ª: aquellas con las que no sé a qué atenerme. Algunas veces -pocas- las de la categoría 2ª pasan con el tiempo a la 1ª, o también -más raramente- a la 3ª.

Termino con una anécdota: a la salida, en el Teatro Real, de la Elektra de Strauss dirigida por Barenboim, allá por 2002, escuché a una señora que le preguntaba a su acompañante: “¿Te ha gustado esta ópera?”-“A mí es que la música contemporánea no me gusta”, le respondió, y se quedó tan ancha. No pude evitar decir (menos mal que no me oyó): “¡Contemporánea de su abuela, señora!”

4 comentarios:

  1. En la música, como en la pintura, el tiempo es un decantador casi infalible. Es muy posible que aparezca una obra desconocida del pasado, que hubiera pasado desapercibida y que tenga hoy gran aprecio, pero es prácticamente imposible que descubramos un Mozart o un Wagner ocultos, que en su día quedaron orillados. Algo de esa magnitud no habría pasado desapercibido. Otra cosa son las modas, sobre material que ya se conoce perfectamente.

    Por tanto, comparto lo que dice. Es cierto que insistir ayuda a asimilar. La Gioconda de Da Vinci se hizo famosa simplemente porque robaron el cuadro, y se divulgó muchísimo su imagen en una época en que los periódicos con fotografías circulaban ya masivamente. También creo que muchas de las audacias de los compositores que fueron vanguardistas en su día se han incorporado a la cultura, y que han permeado y están en el jazz o la música pop incluso, por lo que algo que causó escándalo hace 100 años hoy no resulta tan raro al oído o a la vista.

    También hay castañas, hamparte, como dice un paisano mío, y auténticos fraudes y tomaduras de pelo, además de montañas de mediocridad, y que no todo ello está correctamente "filtrado", pero poco a poco lo que un día llamó la atención o gustó (siempre hay gente sin gusto, quizás la mayoría), y carece de calidad, se va perdiendo en la apreciación del público, por mucho que haya poderosísimos intereses detrás de algunos "artistas", tomados como símbolo de algo o cuyas obras han sido objeto de inversión de los listos de turno.

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  2. Totalmente de acuerdo con éste comentario.

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  3. Mucho me temo que si realizáramos un muestreo entre el aficionado medio, - no entre profesionales -, derivado a conocer la realidad musical de las tendencias musicales de vanguardia en la actualidad, el resultado sería de una ignorancia casi total. Lo que se traduce en la escasa demanda e interés de una música en la que el compositor parece desentenderse del público con el mero fin de especular con el sonido en un angustioso sprint de la novedad por la novedad. Pierre Boulez ya advirtió de la avidez por la novedad de sistemas y estructuras y sus paulatinas modas: las series cifradas, los tempos coordenados, los timbres, los procedimientos estereofónicos, etc. Tal es el grado de eclecticismo en dichas corrientes, que algunas de ellas mantienen una estética efímera, extravagante e inconsistente en el que los sistemas de ordenación y estructuración del sonido están en el orden de lo provisional y lo perecedero. En definitiva corrientes que demandan una nueva forma de entender la música y nuevas exigencias en la escucha.

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  4. Respecto a esto, recuerdo perfectamente la última vez que se escucharon en Pamplona las Tres piezas para orquesta, Op. 6 de Berg. Era la Joven Orquesta Gustav Mahler la que tocaba, con Jonathan Nott, y la recepción fue realmente fría. No pude evitar recordar que esa obra se había escrito más de cien años antes del concierto en cuestión…
    Pero creo que la clave es que hay un repertorio bastante sustancial de la primera mitad del siglo XX que se escucha poco. Entiendo que la única manera de entender el repertorio “de vanguardia” es conocer bien las obras de la Segunda Escuela de Viena, Bartok, el Stravinsky posterior a La consagración de la primavera, (porque el anterior de 1914 sí está más difundido), el Grupo de los Seis, Hindemith, el Strauss de Salomé y Electra… Y buena parte de ese repertorio no se encuentra fácilmente en vivo, sobre todo en según qué lugares…

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