En la entrada anterior, Observador se pronunciaba sobre el estado actual de directores, instrumentistas y cantantes. Me gustaría, por mi parte, dar mi opinión sobre estos últimos en relación con etapas anteriores.
En lo que se refiere a los cantantes, tengo la impresión de que Observador le otorga la mayor importancia a la calidad de la voz -y a su cantidad, o volumen- que al canto propiamente dicho (técnica, línea, legato, etc.) y que a la interpretación (expresión del carácter de los personajes, atención a lo que dice el texto, etc.).
De entrada, yo diría que Franco Corelli -dotado de una voz formidable, tan bella como brillante- que en principio puede parecer muy apasionado, lo que hacía era sobreactuar mucho, exagerando casi siempre un temperamento que a otros nos suena postizo. Mario del Monaco poseía una magnífica voz de gran potencia, pero no era ni muy buen cantante ni muy buen intérprete, en general. De Giuseppe di Stefano solo se pueden salvar los primeros años; pronto arruinó su voz y cantó francamente regular, y hasta mal. Creo que Franco Bonisolli (por lo poco que le he escuchado) no merece estar en esa lista. Y en cuanto a Luciano Pavarotti, más de lo mismo: timbre privilegiado, técnica deficiente, interpretaciones y estlos poco diferenciados. A Ettore Bastianini le ocurría algo similar a su tantas veces compañero discográfico Del Monaco.
Sin embargo, después de todos estos famosos hemos contado y contamos con otros cantantes muy completos en todos los aspectos: la más inteligente soprano-mezzo wagneriana desde que hay memoria, Waltraud Meier, la mejor Brunilda desde que hay discos, Nina Stemme (más creíble y expresiva que Kirsten Flagstad, de voz excelsa, y mejor cantante e intérprete que la poderosísima Birgit Nilsson), al mejor Tristán y Sigfrido desde hace décadas, Andreas Schager (tan buen cantante como Wolfgang Windgassen o Siegfried Jerusalem, pero más propiamente dramático o heroico). En cuanto a mezzos y contraltos wagnerianas, ¿las ha habido antes mejores que Hanna Schwarz, Anna Larsson o Ekaterina Gubanova? Y no son los únicos ejemplos…
¿Y los Wotan? Falk Struckmann o Michael Volle no poseen una voz tan extraordinaria como la de George London, pero en los demás aspectos tienen poco que envidiarle. Para Alberich, Telramund o Klingsor, me parece que Günter von Kannen y Johannes-Martin Kränzle son mejores cantantes y no sobreactúan como Gustav Neidlinger; lo mismo diría los Mimes y compañía de los últimos tiempos -Graham Clark, Peter Bronder, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, entre otros- son mucho más equilibrados que sus antecesores -salvo, quizá, Gerhard Stolze- como los bastante insufribles Paul Kuen, Erwin Wohlfahrt y compañía.
Por no hablar de los bajos: en la supuesta “edad de oro del canto wagneriano” había que soportar a Ludwig Weber o a Josef Greindl. Poco después hizo su aparición otro claramente superior, Gottlob Frick, al que siguieron magníficos continuadores como Martti Talvela, Kurt Moll, Matti Salminen, hasta llegar a René Pape.
En otros terrenos: ¿a quién tiene que envidiar hoy la mezzo dramática Anita Rachvelishvili, a qué anteriores cantantes rossinianos Juan Diego Flórez, Javier Camarena o Joyce DiDonato, etc.? No hay más que escuchar antes a los “insignes” Luigi Alva, Nicola Monti o Giulietta Simionato, hoy intragables en Rossini.
Y en cuanto a
sopranos líricas y lírico-ligeras, el plantel actual es soberbio: Lisette
Oropesa, Nadine Sierra, Diana Damrau, Olga Peretyatko, Aida Garifullina o Pretty
Yende. Menos o nada ligeras: Anna Netrebko, Anja Harteros, Ermonela Jaho,
Sonja Yoncheva… No creo que en ningún otro momento haya habido un grupo de
sopranos esta calidad. Para terminar, hay que mencionar a Jonas Kaufmann
como quizá el único tenor alemán que ha conseguido ser también universalmente
respetado en los repertorios francés e italiano.