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viernes, 2 de junio de 2023

Los cantantes de hace algún tiempo y de hoy

 

En la entrada anterior, Observador se pronunciaba sobre el estado actual de directores, instrumentistas y cantantes. Me gustaría, por mi parte, dar mi opinión sobre estos últimos en relación con etapas anteriores.  

En lo que se refiere a los cantantes, tengo la impresión de que Observador le otorga la mayor importancia a la calidad de la voz -y a su cantidad, o volumen- que al canto propiamente dicho (técnica, línea, legato, etc.) y que a la interpretación (expresión del carácter de los personajes, atención a lo que dice el texto, etc.).

De entrada, yo diría que Franco Corelli -dotado de una voz formidable, tan bella como brillante- que en principio puede parecer muy apasionado, lo que hacía era sobreactuar mucho, exagerando casi siempre un temperamento que a otros nos suena postizo. Mario del Monaco poseía una magnífica voz de gran potencia, pero no era ni muy buen cantante ni muy buen intérprete, en general. De Giuseppe di Stefano solo se pueden salvar los primeros años; pronto arruinó su voz y cantó francamente regular, y hasta mal. Creo que Franco Bonisolli (por lo poco que le he escuchado) no merece estar en esa lista. Y en cuanto a Luciano Pavarotti, más de lo mismo: timbre privilegiado, técnica deficiente, interpretaciones y estlos poco diferenciados. A Ettore Bastianini le ocurría algo similar a su tantas veces compañero discográfico Del Monaco.

Sin embargo, después de todos estos famosos hemos contado y contamos con otros cantantes muy completos en todos los aspectos: la más inteligente soprano-mezzo wagneriana desde que hay memoria, Waltraud Meier, la mejor Brunilda desde que hay discos, Nina Stemme (más creíble y expresiva que Kirsten Flagstad, de voz excelsa, y mejor cantante e intérprete que la poderosísima Birgit Nilsson), al mejor Tristán y Sigfrido desde hace décadas, Andreas Schager (tan buen cantante como Wolfgang Windgassen o Siegfried Jerusalem, pero más propiamente dramático o heroico). En cuanto a mezzos y contraltos wagnerianas, ¿las ha habido antes mejores que Hanna Schwarz, Anna Larsson o Ekaterina Gubanova? Y no son los únicos ejemplos…

¿Y los Wotan? Falk Struckmann o Michael Volle no poseen una voz tan extraordinaria como la de George London, pero en los demás aspectos tienen poco que envidiarle. Para Alberich, Telramund o Klingsor, me parece que Günter von Kannen y Johannes-Martin Kränzle son mejores cantantes y no sobreactúan como Gustav Neidlinger; lo mismo diría los Mimes y compañía de los últimos tiempos -Graham Clark, Peter Bronder, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, entre otros- son mucho más equilibrados que sus antecesores -salvo, quizá, Gerhard Stolze- como los bastante insufribles Paul Kuen, Erwin Wohlfahrt y compañía.

Por no hablar de los bajos: en la supuesta “edad de oro del canto wagneriano” había que soportar a Ludwig Weber o a Josef Greindl. Poco después hizo su aparición otro claramente superior, Gottlob Frick, al que siguieron magníficos continuadores como Martti Talvela, Kurt Moll, Matti Salminen, hasta llegar a René Pape.

En otros terrenos: ¿a quién tiene que envidiar hoy la mezzo dramática Anita Rachvelishvili, a qué anteriores cantantes rossinianos Juan Diego Flórez, Javier Camarena o Joyce DiDonato, etc.? No hay más que escuchar antes a los “insignes” Luigi Alva, Nicola Monti o Giulietta Simionato, hoy intragables en Rossini.  

Y en cuanto a sopranos líricas y lírico-ligeras, el plantel actual es soberbio: Lisette Oropesa, Nadine Sierra, Diana Damrau, Olga Peretyatko, Aida Garifullina o Pretty Yende. Menos o nada ligeras: Anna Netrebko, Anja Harteros, Ermonela Jaho, Sonja Yoncheva… No creo que en ningún otro momento haya habido un grupo de sopranos esta calidad. Para terminar, hay que mencionar a Jonas Kaufmann como quizá el único tenor alemán que ha conseguido ser también universalmente respetado en los repertorios francés e italiano.


miércoles, 26 de mayo de 2021

Un reciente "Wozzeck" en DVD y Blu-ray: Goerne y Jurowski

 

Goerne, Grigorian, Jurowski y Kentridge en Salzburgo

Tenía mucha curiosidad por ver y escuchar el Wozzeck representado en Salzburgo el año 2017, producción de Unitel distribuida en DVD y Blu-ray por Harmonia Mundi, de soberbia calidad técnica. Me ha satisfecho algo menos de lo que esperaba. Porque sinceramente creía que Matthias Goerne me iba a convencer más en el rol protagonista. Es un gran, muy gran cantante, pero no sé si ha penetrado lo suficiente en el personaje, uno de los más complejos del repertorio de todos los tiempos. Talento no le falta, pero sí quizá rodarlo un poco más… y trabajarlo con un director de escena -en este caso William Kentridge- más sensato y escudriñador del maltratado soldado. Está muy bien cantado y bastante bien expresado a través de la voz, que aun así muestra algunas debilidades puramente vocales para su parte. He comparado algunas escenas suyas con Franz Grundheber (en la versión de Barenboim y Chéreau) y, la verdad, le falta bastante para alcanzar la angustia, fragilidad y tormento de Wozzeck, así como también su fiereza. De los intérpretes de este papel a los que he podido ver (a Fischer-Dieskau solo lo he podido escuchar) es, con diferencia, Grundheber (también con Abbado) quien más me ha convencido y conmovido.  

Intérpretes en parte ¿desaprovechados?

Marie está encarnada por la soprano Asmik Grigorian (Vilna, 1981), una lírica ancha de hermoso centro, pero algo tasada tanto por arriba como, más aún, por abajo. No es capaz de expresar con intensidad la gran fuerza interior del personaje, sensual y patético, y, como actriz, tiende a sobreactuar. O sea, a cierta distancia de Waltraud Meier, intérprete y actriz consumada. Muy bien el Capitán de Gerhard Siegel, si bien como actuación escénica se queda un poco corto. Más aún le ocurre algo así al Doctor de Jens Larsen, bastante plano y sin embargo pasado de rosca. Bien el Tambor mayor de Jens Daszak, y algo pálido el Andres de Mauro Peter. E irrelevante Heinz Görig en el corto pero decisivo papel del Idiota. Me da la impresión de que todos ellos tienen cualidades para hacerlo mejor con un régisseur más trabajador y convincente… y quizá también con una batuta que no se limite a atender a la orquesta. Se desarrolla en un escenario caótico, sobrecargado de chismes y de proyecciones, muchas innecesarias cuando no inadecuadas y que casi siempre distraen. Quienes no conozcan bien la trama, probablemente no entenderán bastantes situaciones. Absurdamente, el hijito de Wozzeck y Marie es un muñeco… incluso cuando canta/habla en el demoledor final de la ópera.

La dirección musical de Vladmir Jurowski es analítica, nítida y potente, a veces hasta un cierto exceso decibélico (algo más de ruido que de nueces…). Muy bien tanto el Coro de la Ópera Estatal como el de niños. Pero ¿qué ha sido para mí, con mucho, lo que más me ha hecho disfrutar? La actuación de una memorable Filarmónica de Viena, orquesta que ya ostentaba la primacía absoluta en la grabación de audio para Decca de Christoph von Dohnányi.

martes, 28 de abril de 2020

Gran "Elektra" en el Met; Schumann memorable


“Elektra” de Strauss en el Met con Stemme, Pieczonka, Meier y Owens, Salonen y Chéreau

La misma producción de esta representación de abril de 2016 en el Met neoyorkino había sido vista en el DVD/Blu-ray del sello BelAir, que recoge una función del Festival de Aix-en-Provence de julio de 2013. Una memorable produción de Patrice Chéreau, de escenografía sencilla y geométrica, cuya iluminación es crucial para su resultado y en la que la actuación y la interacción de los personajes constituye un acierto excepcional. Aquella función de Aix la comenté ya el 8 de octubre de 2016 y comparte con esta del Met la batuta de Esa-Pekka Salonen y dos de las cantantes protagonistas: Adrianne Pieczonka como Crisotemis y Waltraud Meier como Clitemnestra. Puedo repetir lo que dije de ellas entonces: “la notable soprano dramática Adrianne Pieczonka, de voz timbradísima, lidia con bastante éxito con su tremenda parte, más corta pero no mucho menos terriblemente difícil que la de Electra. Waltraud Meier, en un estado vocal sorprendentemente bueno a sus 57 años [ahora 60] -¡menuda técnica la suya!-, se aparta por completo de las Clitemnestras viejas zorronas (perdón por la expresión) sobreactuadas (que a veces son formidables, como Astrid Varnay con Karl Böhm), revelando un personaje mucho más complejo e interesante, creo que más creíble ya que también muestra palpablemente su vulnerabilidad, según el magnífico texto de Hofmannsthal para su largo monólogo/dúo con Electra”. 

Pero la gran baza de esta versión es, para mí, la de la mayor cantante/intérprete del papel titular que haya escuchado hasta la fecha: Nina Stemme en una actuación sencillamente asombrosa. No solo su voz dramática es tan bella como potente, sino que canta con su apabullante técnica que le permite, aparte de sus restallantes agudos, de pasmosa seguridad, hacer gala de una increíble maleabilidad y apianar como ninguna intérprete de este temible papel que yo recuerde. Solo por ella ya merecería la pena conocer esta versión. En su breve intervención, Burkhard Ulrich muestra una idónea voz para Egisto, la de un tenor aún lírico pero con un cierto squillo que quizá anuncia un futuro dramático. En cuanto a Eric Owens, Orestes, el barítono-bajo de color posee una materia prima sólida y redonda, pero acusa ciertas limitaciones, distando de alcanzar la capacidad canora y los matices expresivos de Fischer-Dieskau (Böhm) o René Pape (Gatti). 

La dirección de Esa-Pekka Salonen me ha vuelto a desconcertar algo: “a veces carente de toda la debida fuerza, otras se pasa un poco en contundencia, sonando efectista. Pero siempre o casi siempre me produce la impresión de no estar muy familiarizado con Strauss”. Notable la Orquesta del Metropolitan, que, en todo caso, como es natural, no hace olvidar a las grandes formaciones germánicas, de sonido más apropiado. Esta relativa carencia no carece de importancia, pues como es bien sabido la dificilísima parte orquestal de esta ópera es determinante. En todo caso, y pese a sus ciertas debilidades, es un pena que esta versión no esté comercializada, para poder disfrutar de la intérprete prácticamente ideal del rol de Elektra. En mi opinión, ni Inge Borkh, ni Astrid Varnay, Birgit Nilsson, Leonie Rysanek, Eva Marton, Deborah Polaski, Alessandra Marc, Evelyn Herlitzius o Irene Theorin (¡ahí es nada!) la alcanzan.

Nota a pie de página: antológico Schumann
El 24 de este mes de abril Deutsche Grammophon, en colaboración con Medici TV, retransmitieron en abierto, gratis, desde la Sala Pierre Boulez de Berlín sin público, la quinta (y parece que última) actuación de ese músico incansable que es Daniel Barenboim (tras unas gloriosas Variaciones Diabelli, un programa Chopin y dos sesiones de Sonatas para violín y piano de Mozart). Ese día tocó magistralmente dos piezas de las Piezas fantásticas op. 12 y el Quinteto para piano y cuerda, cumbre de la música camerística de Schumann. Para este contó con el Cuarteto de cuerda de la Staatskapelle (de Berlín), ofreciendo la interpretación más bella, más honda y trabajada hasta en los menores detalles que he escuchado hasta hoy. Los componentes del Cuarteto -Wolfram Brandl y Krzysztof Specjal, violines, Yulia Deyneka, viola, y Claudius Popp, cello- estuvieron al nivel del pianista, con actuaciones de enjundia musical asombrosa. No exagero: parece difícil que músicos pertenecientes a una orquesta puedan llegar más lejos. Fue una velada inolvidable que debería ver la luz como DVD/Blu-ray, pues no se ha escuchado nada igual. A ver si DG cae en la cuenta de que, juntas estas actuaciones, sería un documento videográfico interesantísimo al que podría llamar: “Conciertos desde el confinamiento” o algo así. Porque fue filmado con gran acierto, y registrado con un sonido que tampoco exagero si lo califico con un 10.

domingo, 16 de febrero de 2020

"Salomé", el "Requiem" de Berlioz y la "Segunda" de Brahms


Salome en Viena (2019) con Lindstrom, Volle, W.Meier, Boder y Barlog

Variable versión de esta Salome de la Ópera Estatal de Viena, con varios puntos muy fuertes y algunos débiles. Entre los primeros, el imponente, impresionante Jochanaán del barítono-bajo Michael Volle, un cantante espléndido dotado de una voz excepcional, parece que hallándose ahora mismo en un momento de absoluta madurez. Como me comentó Ignacio Fernández Bargues, su Wotan el pasado año en Berlín con Barenboim fue sensacional: es fácil comprenderlo tras escucharlo aquí. En cuanto a la Herodías de Waltraud Meier, constatar que su interpretación es tan destacada como la de sus recientes Clitemnestras, hallándose su voz aún en un estado bastante bueno para personajes de esa tipología. Y una gran sorpresa: el tenor mexicano Carlos Osuna (n. 1984) ha redondeado un magnífico Narraboth; posee una voz bastante dramática de gran calidad muy bien manejada. Hasta aquí lo más positivo, pues el Herodes de Herwig Pecoraro, de bello timbre, resulta bastante plano, y es además un actor muy limitado. Pero lo que menos me ha gustado es nada más y nada menos que la protagonista, la soprano estadounidense de origen noruego Lise Lindstrom, voz lírica aunque con mucho metal, de color monocorde, gritona y de afinación a veces dudosa. El éxito que obtuvo me resulta incomprensible.

En cuanto a la batuta de Michael Boder, fue sólida pero un tanto efectista y de brocha gorda; no pareció interesado en dejar que se pudiese oír a los cantantes en varios momentos (recuerdo, a propósito, una anécdota que se cuenta de la grabación de Karajan: una persona de su confianza que se hallaba presente le comentó al mestro: “Me parece que la orquesta está sonando demasiado fuerte, apenas si se puede oír a los cantantes”. A lo que Karajan se dirigió a la orquesta: “¡Toquen más fuerte, que aún se puede oír a los cantantes!”). Formidable, como suele, la Orquesta de la Ópera Estatal vienesa. Sí me ha gustado la reposición de la puesta en escena firmada por Boleslaw Barlog (1906-1999), tradicional y sensata, con preciosos decorados modernistas -que me parecen muy en sintonía con el texto de Oscar Wilde y con la música- del bien conocido y eminente Jürgen Rose. La dirección de actores y el movimiento escénico no han sido, en cambio, muy cuidados. 

Requiem de Berlioz en París con Dudamel

En recuerdo del fallecido, el 20 de enero de 2014, Claudio Abbado, solo tres días después pudo escucharse en el templo Saint-Louis des Invalides de París la Grande Messe des Morts de Hector Berlioz a cargo de Gustavo Dudamel al frente de dos coros: el de Radio France y el de la Catedral de Notre Dame, y de las Orquestas Simón Bolívar de Venezuela y Filarmónica de Radio France, con el tenor Andrew Staples como solista. Sorprende la rapidez con que se hizo preparó el homenaje, sobre todo teniendo en cuenta la perfección de los resultados: apenas tres días para reunir a unos 200 coristas y otros tantos instrumentistas y ensayar una obra de tal magnitud y complejidad. Evidentemente, al margen de la organización, lo escuchado demuestra palpablemente la extraordinaria técnica director del maestro venezolano (a no ser que estuviera previsto el concierto y se aprovechase la circunstancia de la muerte de Abbado). La cadena Arte transmitió el concierto, que yo he conocido ahora, con buen sonido, pero con un poco de compresión dinámica -algo comprensible teniendo en cuenta los tremebundos picos dinámicos de la obra-. Incluso la reverberación del gran templo, relativamente controlada, resulta natural y hasta un inconveniente aquí favorable.

En la interpretación, admirable, me ha llamado la atención la gran clase de la masa coral y la soberbia respuesta de la masa orquestal resultante de la suma de las formaciones de dos continentes. Pero, sobre todo, me ha parecido formidable el recogimiento con que el (aún) joven director desgranó esta música, más íntima y reflexiva de lo que se suele pensar, en una composición que se asocia habitualmente al estruendo, por la enormidad del aparato requerido... estruendo de solo contados momentos. Versión muy honda, sentida y emotiva, seria y madura, que destaca las no pocas bellezas de la partitura, sin excesos ni fáciles concesiones a la galería. Especialmente oscuro, inquietante, desesperanzado, el Agnus Dei conclusivo. No es poco mérito de la batuta que reconozcamos como genuino el tan particular sonido Berlioz, algo que no está al alcance de todos los directores importantes (¿quién sostiene aún que Dudamel no es uno de los grandes directores actuales?). En cuanto al tenor, Andrew Staples (n. 1979), muy lírico, canta francamente bien, aunque está un poco apurado -como casi todos- a causa de la muy incómoda tesitura a que le somete Berlioz en este Sanctus. 

Y un reciente Brahms de Lahav Shani

En diciembre de 2019 el nuevo director de la Filarmónica de Israel, y tras una impecable labor en el Segundo Concierto de Beethoven con Martha Argerich, hizo una espléndida Segunda Sinfonía de Brahms -apartándose decididamente de la tan extendida visión pastoral de la obra (Walter, Barbirolli, Giulini…) y siguiendo más bien la línea de Furtwängler y Barenboim entre otros- en la que resulta convincente con su enfoque intensamente dramático del movimiento inicial y muy sombrío del Adagio non troppo. Resultó tan coherente y fue tan redonda su plasmación en sonidos que Shani demostró una vez más ser un intérprete de calado, con verdadera fuerza y personalidad. A un director que le preguntó a Brahms qué le había parecido su particular visión de una sinfonía suya (no recuerdo si fue precisamente la Segunda), el compositor le respondió: “sí, me ha gustado; también puede hacerse así”…