EMI, a la que pertenecen prácticamente todas las grabaciones de Jacqueline du Pré (1945-1987), fue editando disco a disco el legado de la genial (¡qué pocas veces se puede utilizar este adjetivo con tal propiedad!) violonchelista de Oxford, y luego agrupándolos en cajas cada vez más completas. Por fin, reagrupadas las grabaciones para optimizar la duración de los CDs, esta caja de 17 CDs (0919342) reúne todo lo que grabó para la firma británica.
Fuera quedan muy pocas cosas: el Concierto de Elgar con su esposo, Daniel Barenboim, y la Orquesta de Filadelfia (Sony), el Primero de Saint-Saëns con los mismos intérpretes (Teldec) y, acoplado con este último, el de Dvorák con Celibidache y la Sinfónica de la Radio Sueca. A esto hay que añadir los documentos videográficos: el Concierto de Elgar con Barenboim y la New Philharmonia, el Trío “Espectro” de Beethoven con su esposo y Zukerman, el Quinteto “La Trucha” de Schubert con ellos dos más Perlman (violín; Zukerman empuña aquí la viola) y Zubin Mehta (contrabajo), así como los documentales de Christopher Nupen.
No hay vuelta de hoja: todo melómano que se precie debe, tiene que, conocer todos estos documentos, pues siempre reconoceremos en ellos a uno de los intérpretes –de cualquier instrumento– más fascinantes y arrebatadores de la historia del disco. No hay otro caso igual al de la Du Pré. Yo recuerdo cuando, en una de las primeras entrevistas que le hice a Barenboim, me dijo muy serio: “Mi mujer tiene mucho más talento que yo”. En aquel momento lo tomé como el cumplido de un esposo enamorado, pero, conforme he ido conociendo mejor a la chelista, me he ido dando cuenta de hasta qué punto el pianista y director argentino-israelí-palestino-español (no sé si se me olvida alguna nacionalidad más) tenía razón. ¡Y no es precisamente porque él tenga un talento cualquiera, claro, ya que posee, para mí, el más grande de entre todos los intérpretes vivos, sino porque ella es ciertamente descomunal!
En efecto, ningún pianista, violinista o lo que sea que yo haya escuchado, es capaz de transmitir a través de su instrumento sus vivencias, su alma misma, con tal inmediatez y fuerza comunicativa. Nadie. Realmente habla a través de su instrumento. Hay que veces que esta forma de hablar es tan directa y tan descarnada que hace daño: ese daño inefable y maravilloso (¡qué misterio!) que nos produce la música más dolorosa.
Me he vuelto a repasar, poco a poco, todo el contenido del álbum, y tengo que decir que a veces no he podido soportar tan tremenda experiencia: he tenido que parar el tocadiscos y respirar hondo para seguir escuchando su Concierto de Elgar, su Concierto de Dvorák o su Concierto de Schumann, su Sonata de César Franck, su Kol Nidrei de Bruch, su Trío “Archiduque” de Beethoven... y tantas otras cosas. Mstislav Rostropovich o Paul Tortelier (sus maestros de perfeccionamiento, además de Pablo Casals) pueden aquí o allá poseer sonidos más redondos y perfectos, ser más canónicos o equilibrados, pero jamás me han emocionado hasta el punto alcanzado por la du Pré: la experiencia de escuchar a esta mujer es única, no tiene parangón posible.
Su obligado retiro, a causa de la esclerosis múltiple, a los 27 años de edad, nos lleva a fantasear sobre lo que podría haber llegado a ser de haber podido seguir tocando treinta años más. Es inimaginable lo que podría haber hecho con todas las Suites de Bach, con los Tríos de piano de Brahms o Schubert, con el Quinteto de cuerda de este último... ¡Qué sé yo! Como decíamos hace años, cuando estaba retirada pero aún vivía, un amigo mío y yo, su enfermedad es una prueba más de la NO existencia de Dios.
Bueno, este álbum EMI, con grabaciones que abarcan desde 1961 hasta 1972 (¡qué poco tiempo!), repite algunas obras e incorpora algunas piezas hasta ahora inéditas. Prácticamente todo suena bien o muy bien, y se ha echado mano siempre de los últimos reprocesados, casi siempre hechos con verdadero primor. En suma, un álbum absolutamente in-dis-pen-sa-ble.