Este joven director nacido en Granada el año 1977 está desarrollando ya una deslumbrante carrera internacional. A punto de escucharle Mahagonny de Kurt Weill en el Teatro Real, mi amigo Fernando López-Vargas Machuca me ha pasado varias grabaciones suyas tomadas de conciertos aquí y de allá, todas las cuales me han encantado.
Dos palabras acerca de cada una de ellas: un Segundo Concierto de Beethoven con la Orquesta de la Radio Neerlandesa y Stephen Kovacevich (un poco mal de dedos y algo más ligero de la cuenta, a excepción de un espléndido “Adagio”) dirigido perfectamente dentro de los cánones, con un gusto impecable y sin la menor pretensión de descubrir América.
Una Quinta de Schubert con la misma orquesta (ignoro si es del mismo concierto) muestra más a un director con ideas: sin salirse gran cosa del modelo mozartiano que la inspira, la dota de una especial ternura y la salpica de hallazgos –si se quiere aislados, menores– muy acertados y de los que es difícil discrepar. El “Andante con moto”, algo más movido de lo habitual (Böhm, Barenboim, Davis...), es muy sentido, con rasgos de perceptible melancolía. El minueto, algo anguloso, mira más hacia el scherzo que hacia la danza galante que le da título. Y en el finale logra con acierto un equilibrio entre la apariencia de alegría y ciertos amagos de dramatismo. Una Quinta que se aparta de la rutina y que me parece de sumo interés.
El Segundo Concierto de Chopin (con la Sinfónica de la Radio Danesa) está maravillosamente planteado y realizado: nada liviano, sino viril y profundo, exhibe una extraordinariamente sutil atención al solista; la orquesta no se limita a los tutti; nunca está ausente, sino todo lo contrario. Punto y aparte es la interpretación de Hussein Sermet (Turquía, 1955), que no dudo un instante en calificar de genial: siguiendo la estela de Arrau (¡y acaso superándolo!), desgrana un Chopin inspiradísimo, profundo y de una cantabilidad excelsa (creo que el maravilloso Larghetto nunca lo he escuchado tocado con tal emoción y belleza). ¡Asombroso!
La Sinfonía “Clásica” de Prokofiev, también con la orquesta holandesa, me recuerda sobre todo a la colosal interpretación de Giulini en Chicago (D.G.): está llevada sin precipitación, con más elegancia que electricidad: es de una claridad extrema, con un leve deje de melancolía en el lento y chispa sin desenfreno en el finale: espléndida, en suma.
Estupendos Los Planetas de Holst (con la orquesta danesa), versión cabal y equilibrada donde las haya, muy atenta a los aspectos tímbricos –tan importantes aquí– y a la que sólo le achacaría cierta precipitación en el primer número, “Marte”, lo que le merma algo de su carácter implacable e inexorable.
De Pan y Syrinx de Nielsen (al parecer del mismo concierto que Chopin y Holst), sólo decir que me parece una realización tan atinada como perfecta; para entendernos, me ha gustado más aún que la de Salonen y la Radio Sueca (Sony) con la que la he comparado.
Creo, en definitiva, que estamos ante un joven director no sólo muy dotado técnicamente, sino sobre todo de gran musicalidad, y con no poco que decir y aportar. Ojalá que estas impresiones se vayan confirmando.