Me pasó un amigo la filmación, de la BBC, de los “Proms” del verano de 2012 (entre el 20 y 27 de julio), en los que Daniel Barenboim dirigió a la West-Eastern Divan Orchestra las 9
Sinfonías de Beethoven, e intercaladas entre ellas, varias composiciones de Pierre Boulez. La transmisión fue buena, pero en todo caso muy inferior (en sonido y, sobre todo, en imagen) a la que semanas más tarde hizo la cadena francoalemana Arte en alta definición (Arte HD), que sólo adolece de cierta compresión dinámica en los fortísimos (una auténtica
cruz en las transmisiones de música clásica). La problemática acústica del enorme Royal Albert Hall ha sido sorprendentemente obviada por los ingenieros de sonido.
Vista y escuchada atentamente esta última retransmisión, varios amigos melómanos y yo hemos llegado, todos a una, a la conclusión de que se trata, en conjunto, de la interpretación más admirable que recordamos del referido ciclo. Sigue, evidentemente, los pasos de la interpretación grabada por Decca (“Beethoven for all”) en Colonia el verano anterior, igualmente en público (conciertos en los que estuve presente), pero no publicada más que en audio (la previamente anunciada filmación no se produjo, salvo en el caso de la
Novena, que tampoco ha sido comercializada). Sí, la sigue, pero, en general, la interpretación está aún más pulida y cuidada, los detalles son más aquilatados (en la dinámica y en la agógica), la claridad instrumental está aún más iluminada, la ejecución es aún más rica en matices.
La sabiduría barenboimiana en Beethoven no tiene igual, su conocimiento es exhaustivo, su profundización asombra. Y su entrega y su fuego no han hecho sino avivarse; ahora bien, no hay excesos de ningún tipo, ni exhibicionismo o brillanteces superfluas.
Sobre la versión de los CDs de Decca ya hablé en este blog. Sólo voy, por tanto, ahora a señalar algunas apreciables (aunque casi siempre leves) diferencias que pueden apuntarse. Gracias sobre todo a un
finale irresistible, esta
Primera es quizá mi versión predilecta de cuantas conozco. La
Segunda vuelve a resentirse por un Larghetto algo apresurado, en el que se cuela un cierto espíritu
biedermeier que no me satisface. Si se sustituyera este movimiento por el de su grabación de Teldec (con la Staatskapelle Berlin) se redondearía una versión formidable. La
“Heroica” es, milagrosamente, una interpretación tan de una pieza, tan esencial y, pese a su ausencia de efectismo, tan demoledora como la del disco Decca.
Si la
Cuarta discográfica es una maravilla, es posible que ésta vaya un poco más lejos todavía. Increíbles la introducción y el paladeado y poético Adagio, en el que la clarinete solista (Shirley Brill) da una lección de musicalidad más allá de todo lo escuchado en cualquier otra interpretación. Muy similares ambas
Quintas: una versión de gran
pathos y potencia sin la menor exageración, sin abusos dinámicos. Asombrosos los contrabajos en el scherzo, capaz de matices impensables.
Muy en la línea, también, de la del disco, la
“Pastoral” es igualmente cálida y sensual (más bien que contemplativamente giuliniana, para entendernos), con una Escena junto al arroyo más depurada aún. De no dar crédito las maderas (el flauta Guy Eshed, el oboe Ramón Ortega, el clarinete y el fagot principales): sobre ellos tengo que decir que nunca, en ninguna grabación de ninguna de las mejores orquestas, he escuchado tal entrega, devoción y belleza. ¿Son instrumentistas mejores que los de Viena, Berlín o Chicago? Tal vez no; me cuesta creerlo. Pero tocan con un fervor literalmente incomparable. El entusiasmo de los músicos del Diván, lo mismo que su su energía, son algo que llama la atención y que emociona profundamente. Eso hace que no echemos de menos aquí a ninguna de nuestras orquestas favoritas.
En la
Séptima de los Proms el finale es quizá aún más volcánico (tanto como en el concierto tras la caída del Muro de Berlín: Barenboim con la Filarmónica de Berlín, CD y DVD Sony). La
Octava es particularmente robusta y rotunda: compagina elegancia y pasión. Me ha gustado un poquito más que en el disco el Allegretto scherzando.
Y en la
Novena destacaría una introducción del último movimiento absolutamente genial, con unos contrabajos que no sólo suenan y tocan de escándalo (¡nunca he escuchado algo así!), sino que (como dice mi amigo José Sánchez) parecen
hablar, contar una historia. René Pape, de voz dominadora e inteligencia superlativa, es el mejor bajo que haya escuchado en esta dificilísima parte. Buena voz la del tenor Michael König, con alguna apretura al final de su primer solo y en el último cuarteto. Algo tremolante ya (¡lástima!) la gran Waltraud Meier, y segura, pero de timbre afilado algo desagradable en el agudo Anna Samuil. El Coro, “National Youth Choir of Great Britain”, muy nutrido, estuvo realmente sensacional (bastante mejor que el de la Catedral de Colonia): cantaron todos ellos sin partitura y en ningún momento gritaron en la inclemente, castigadísima por Beethoven, zona alta.