Barenboim tiene ya en su haber tres "Parsifales"
de bandera. Los tres cuentan con grandes repartos y los tres están dirigidos
con impresionante clarividencia. Pero son apreciablemente diferentes: muchas
veces se ha dicho que el primero, grabado en audio por Teldec en 1991, es el
que más se acerca a la rompedora propuesta de Solti de hacerlo menos místico (la línea de Knappertsbusch,
sobre todo) y más terrenal, más profano
y hasta con tintes demoníacos. Básicamente creo que esos comentarios son
ciertos, aun con matices. Pero en las sucesivas versiones filmadas (no así en
la escenografiada en Sevilla) Barenboim se ha apartado algo de esa concepción,
volviéndose más equilibrado: dando mayor protagonismo a la sensualidad en el
segundo (DVD EuroArts 1993) y mayor espiritualidad (yo creo que no exactamente mística a lo Kna) en el tercero
(DVD/Blu-ray BelAir, de abril de 2015). Pero insisto, no hay que exagerar: las
diferencias no son demasiado notables. Creo que el más logrado por la batuta
es este último, pues se ha alcanzado una una sensación de fluida naturalidad, una
asombrosa sabiduría y sobre todo una hondura especialmente conmovedora.
Escucharlo es toda una experiencia, que lo deja a uno con el corazón en un
puño. (Hay un pasaje, a los 15'45" minutos del comienzo del Acto III, que
realmente sobrecoge por su belleza y, a la vez, su inmensa profundidad
expresiva).
Yo -¡y me consta, no soy el único!- tengo un problema con Parsifal: su argumento no me interesa,
incluso me repele. Pero la música me enloquece, me parece una de las obras más
hermosas, fascinantes y emotivas de la historia de la música; creo que me gusta
no menos que Tristán o que El ocaso, mis tres óperas favoritas de
Wagner.
Voy a intentar una sucinta comparación entre los tres
elencos: Siegfried Jerusalem es el mejor de los protagonistas, pues se hallaba
en un momento vocal óptimo y era un cantante consumado. Poul Elming es el menos
bueno, aunque está francamente bien. Andreas Schager es el que posee el timbre
más atractivo, penetrante y de fuerte squillo,
y posee una cuidada línea de canto que no envidia gran cosa a Jerusalem. Creo
que puede ser el tenor wagneriano más destacado de la actualidad, compartiendo
podio con el (por ahora) más lírico Jonas Kaufmann, ideal como Lohengrin y
quizá como Walther, e incluso como Parsifal. (Es una lástima que Barenboim no
llegase a tiempo de contar con Schager, por solo un año o dos, para Siegfried
en su filmación de la Tetralogía de
La Scala: en los Proms estuvo sensacional, y Lance Ryan no le llega a la suela
del zapato).
Como Kundry, Waltraud Meier es insustituible, no tanto por
su voz como por su canto y su personalidad interpretativa: creo que es, sin
duda, la más grande intérprete de este papel desde que existen discos. Puede
que la voz de Anja Kampe guste aún más, es una pura maravilla, pero, pese a su
enorme perfección, no llega a hacérmela olvidar; los distintos registros expresivos de esta extraña
mujer no logra diferenciarlos tan convincemente como aquella.
Los dos primeros Gurnemanz -Matthias Hölle y John Tomlinson-
son estupendos, pero René Pape es el rey; solo, creo, Matti Salminen (y no tanto
en sus grabaciones: me refiero a su interpretación en el Teatro Real) puede
compartir el trono. Ninguno posee a la vez la hermosísima voz de Pape, su arte
canoro absolutamente consumado y su capacidad para dar sentido a sus palabras:
menos noble y paternal que Salminen, ahora en su madurez lo encuentro más
humano, capaz de sentir y transmitir un mayor abanico de pasiones.
De los tres Amfortas, el de 2016 es el que menos me
convence: mientras José Van Dam y Falk Struckmann eran agónicos, Wolfgang Koch,
dotado de una soberbia, rotunda voz de barítono-bajo, es un intérprete
sensiblemente menos expresivo, o al menos bastante más contenido, lo que no
considero un acierto (hubiera sido muy preferible la presencia de Peter Mattei,
quien, claro, ha intervenido hace poco en la filmación del Met con Gatti). La verdad es que Günter Von Kannen y Tómas Tómasson son muy
parecidos como Klingsor, en su voz y en su histrionismo (mucho más moderado que
el de los cantantes del pasado). Por poca diferencia, me quedo con el Kannen de
1991.
Y en cuanto a Titurel, tres voces profundas -John Tomlinson
y Fritz Hübner- sobresalientes. Pensé que Hölle (Gurnemanz en 1991) sería muy
mayor, pero no lo es demasiado: tiene 64 años. El Coro es el mismo en las tres
grabaciones; sin llegar al nivel del insuperable de Bayreuth, siempre da la
talla. Impactante, claro, la Filarmónica de Berlín. La Staatskapelle de 1993 no
flojea, por supuesto, pero se halla lejos del nivel, increíble, de la actualidad.
Dudo que haya hoy en el mundo una sola orquesta claramente preferible para
Wagner. Estoy seguro de que quienes lo escuchen se darán cuenta de que no
exagero.
Las dos puestas en escena son modernas y audaces; lo digo como información, no voy a juzgarlas
más que por encima, pues no soy un conocedor. A mí la de Kupfer me resultó muy interesante
y sugerente, y la del irregular pero inteligente Tcherniakov me ha gustado
mucho en el primer acto, y quizá se desmadra en ciertos aspectos de los dos
siguientes. Aun así, creo que acierta en la caracterización y la evolución de
los personajes. No pienso desvelar el inesperado desenlace, para no chafárselo
a los compradores del blu-ray (por favor, no se conformen con el DVD). A cargo
de los Estudios Teldex de Berlín, en esta toma de abril de 2015 han llegado a
dominar como nunca hasta ahora la acústica del Teatro Schiller, pues nunca he
visto un blu-ray de ópera mejor grabado que este: ¡qué disfrute, qué barbaridad!
La filmación de Andy Sommer, tan personal en sus comienzos, se ha vuelto aquí totalmente
canónica. No hay subtítulos en español. En esta ocasión a mí me importa un
bledo: ya prefiero no seguir el texto de Parsifal.
Pero no será el caso de la mayoría. El éxito de la función fue delirante.