Accentus Music inicia la publicación de “las Sinfonías de madurez de Bruckner” (es decir, de la Cuarta a la Novena) en DVD y Blu-ray. A España, por cierto, la primera de ellas, la “Romántica”, ha llegado sólo (¿?) en ese último soporte. Lo siento por quienes no dispongan de un lector para ese tipo de discos. No he visto ni escuchado el DVD, pero desde luego el Blu-ray la reproduce con una perfección de imagen y de sonido sencillamente extraordinarias.
Ahora bien: una advertencia: el menú del Blu-ray selecciona por defecto la opción 5.1, en lugar de, como es lo habitual, la de stereo. Por lo cual la primera vez que la escuché lo hice en malas condiciones, pues si el equipo de música es stereo y está seleccionada la opción 5.1, suena mucho peor, no sólo con menos volumen. Bueno, por suerte, una vez escogida la opción correcta, el sonido es absolutamente esplendoroso (¡bravo al ingeniero Toine Mertens!).
Lo que me parece absurdo es que vayan publicándose estas versiones (filmadas en la Philharmonie de Berlín entre el 20 y el 27 de junio de 2010: ¡seis Sinfonías en ocho días!) en discos separados, con escaso aprovechamiento de la capacidad de almacenamiento de los Blu-rays, y que haya que esperar tal vez seis meses para que estén editadas las seis. Quizá más adelante hagan un álbum con todas ellas, que podría salir bastante más barato que los discos sueltos. Es de suponer.
¿Y la interpretación? Me ha parecido magistral. En mi discoteca tengo en DVD otras tres versiones: la de Kubelik con la Filarmónica de Viena (D.G., 1971), hermosa, apolínea; la de Günter Wand con la Sinfónica NDR de Hamburgo (TDK 1990), un poco decepcionante (poco que ver con su imponente grabación de audio para RCA, 1998, con la Filarmónica de Berlín), y la de Celibidache con la Filarmónica de Múnich (Arthaus, 1983), versión genial pero que, como suele ocurrir con el Bruckner de este director, es tan personal (y tan morosa) que no se puede poner como modelo, sino como algo bien aparte de cualquier otro director. En cuanto a la versión de Thielemann con la Filarmónica de Múnich (DVD C Major, 2010) la encontré un tanto plúmbea y retórica: no la conservo en mi discoteca; la verdad, le he escuchado bruckners mucho mejores.
Pues bien, esta interpretación de Barenboim, bastante más equilibrada que la que grabase hace ya 31 años con la Sinfónica de Chicago (comienzo y punto más bajo de su primera integral) y algo más dinámica y caliente que la serena y apolínea versión de su segundo ciclo (Filarmónica de Berlín, Teldec 1993), sólo cede un poco, para mi gusto, frente a su poco conocida grabación editada por la propia Staatskapelle de Berlín, registrada también en público en la Philharmonie, el 15 de octubre de 2008. Ésta constituye, probablemente, la cota más alta alcanzada por este director en esta Sinfonía.
Siguiendo de cerca sus pasos, ésta que ahora se publica en imágenes comparte con la de dos años antes una especial fluidez y naturalidad narrativa, una arquitectura de una pieza y esa incontestable lógica de la mayor parte de las interpretaciones recientes del de Buenos Aires. Si la de 2008 me convence algo algo más en el primer movimiento (en ambos aparece bien escogido un momento especialmente apasionado: 9’20” y ss.), la de 2010 posee el mejor scherzo de los que le haya escuchado, tan enérgico y vital y casi tan fabulosamente diáfano como el de Klemperer en su célebre grabación con la Philharmonia (EMI 1965). Una y otra (2008, 2010) se hallan para mí entre las más admirables “Románticas” de la discografía.
Finalmente, unas palabras sobre la Staatskapelle Berlin. Una única actuación en público, sin posibilidad de retoques, que prueba la imponente perfección y la enorme seguridad en la ejecución alcanzadas por un conjunto que, parece, es cada vez mejor (nada que ver con la pesadilla de un primer trompa –un instrumentista diferente– en Madrid, en su último concierto para Ibermúsica, que echó por tierra la velada). Un sonido muy germánico, de magnífico empaste pero al tiempo muy estratificado, y con unos metales que, curiosamente, me han recordado en algo (sobre todo trompetas y trombones) la particular sonoridad de, más que la Filarmónica de Berlín –¡curioso!– la Sinfónica de Chicago.