Schubert y música en torno a Granada
Anoche ofreció Perianes para
la Fundación Scherzo un interesantísimo recital en el Auditorio Nacional sobre
un programa tan comprometido como inteligentemente planteado: la primera parte
estuvo dedicada a Schubert, del que tocó la Sonata
en La mayor, D 664 y las Drei
Klavierstücke D 946. Tras un primer movimiento, "Allegro
moderato" cuyo excelso tema inicial pudo (y debió, para mi gusto) ser un
poco más paladeado, todo discurrió con extraordinaria clarividencia y elevación:
los momentos más turbulentos, el increíble intimismo del "Andante" y
la fluidez y naturalidad con que fraseó el "Allegro" final,
resaltando el papel clave que juegan sus modulaciones. Las Tres Piezas para piano, páginas difíciles de servir donde las haya,
y me temo que también de escuchar y seguir, alcanzaron en los dedos del
pianista onubense una lógica constructiva y una naturalidad en su discurso de
difícil parangón con cualquier versión que recuerde. Solo en la tercera,
"Allegro", creo que se dejó embriagar en algunas frases por su extraordinaria
facilidad, resintiéndose por ello la nitidez expositiva. Pocos pianistas hay
hoy, y no solo de su generación, capaces de lograr un Schubert tan, en líneas
generales, maduro y admirable.
La segunda parte fue un
modelo de programación: el Homenaje a Debussy
de Falla, memorablente entendido, seguido de tres piezas de Debussy de inspiración granadina (la primera de
ellos, La soirée dans Grenade,
de Estampes, contiene una cita el Homenaje
fallesco), en las que Perianes demostró de nuevo una extraordinaria afinidad con
el mundo sonoro y estilístico del autor de La
Mer; las otras dos fueron los preludios La Puerta
del vino y La sérénade interrompue.
A continuación El Albaicín de Albéniz
-bellísima página que cuajó de frases memorables, pero que no siempre sonó todo
lo limpiamente expuesta que uno espera de semejante instrumentista-. Y concluyó
con una suite de El amor brujo
repleta de sugerencias, maravillosamente cantada y en la que, por poner algún pero, volvió a entregarse a un
virtuosismo quizá excesivo en las dos danzas más veloces. ¿Podría afirmarse que
lo más extraordinario de la velada fue la propina, la para mí más hermosa de
las cincuenta y tantas Mazurcas de
Chopin, la op. 17/4 en La menor?
Probablemente: sin duda, nunca la he escuchado interpretada con tal belleza
melódica, tal concentración, tal delicadeza y poesía del más alto rango. Sí,
Perianes es uno de los mejores pianistas de nuestros días.