La obra que más fama ha otorgado hasta el momento a Christian Thielemann, aquélla por la que muchos le consideran el más digno heredero de los grandes directores alemanes del pasado, es Los maestros cantores de Nuremberg, pues, al dirigirlos en Bayreuth (creo que en 2000) en sustitución de Barenboim, despertó el entusiasmo –en algunos delirante– que lo catapultó a la fama.
Sin embargo, no los había grabado ni entonces ni más tarde, a diferencia de otros títulos, wagnerianos o no. Ahora Medici Arts ha publicado un DVD filmado en enero de 2008 en la Ópera Estatal de Viena. Aunque en su día escuché aquellos Maestros de Bayreuth, tenía mucho interés en conocer su primera grabación oficial de ese título wagneriano. Tras escucharlo, voy a resumir mis impresiones.
El trabajo de Thielemann es, en mi opinión, muy destacado: la afinidad con la obra es indudable, la orquesta le suena estupendamente y con un indiscutiblemente apropiado “sonido Wagner” y, más en concreto, “sonido Maestros cantores” –que no es el mismo de El Anillo o de Tristán, claro está–. Su concepción está muy bien enraizada en la tradición, de Knappertsbusch, Rudolf Kempe, Kubelik o Sawallisch, sin desdeñar las aportaciones de Karajan. De éste tiene sobre todo su propensión a la amplitud, a la grandiosidad y al efectismo, que se notan sobre todo en el cuadro final del Acto III: la danza de los aprendices y la siguiente llegada de los maestros tiene algo de militar por su excesiva rotundidad. En general me ha gustado mucho toda su labor, incluyendo la mayor parte de las aportaciones personales en el fraseo que le gusta incorporar –sólo algún detalle aislado me suena un pelín forzado o poco natural–. Tan sólo señalaría como no del todo de mi gusto algún momento casi demasiado sentimental: creo que el lirismo, el maravilloso lirismo, de la obra no debería lindar con el sentimentalismo, pero está visto que hay también otros paladares.
De todos modos, me parece que el entusiasmo delirante por este señor no está del todo justificado, tampoco por esta versión de Meistersinger, y sólo me la explico por las ganas desatadas de encontrar de una vez un director germano que se sitúe al nivel de los grandes del pasado –un pasado en el que los directores de esta procedencia geográfica dominaban de una manera impresionante–. Lo lamento, pero en mi opinión el más grande intérprete actual de la gran música alemana, Wagner incluido, es... ¡un judío! Algo que a muchos les resulta intolerable. Y este judío (Daniel Barenboim, claro está) sí que ha tenido algo nuevo y personal que decir en Los maestros cantores, una obra sin la que –confiesa– “no podría vivir”. Pero ese “algo” al que me refiero ha disgustado a algunos de quienes más lo admiran en Tristán, en El Anillo o en Parsifal. Pero eso sería asunto a tratar en otra ocasión.
Como he dicho, en Los maestros de Thielemann la orquesta está estupenda, casi como la de Bayreuth, mientras que el coro, sin flojear, se sitúa más nítidamente por debajo. Y el elenco ha sido uno de los mejores que se han reunido en años: Falk Struckmann, sin llegar al grado de identificación de su antecesor reciente más destacado, Robert Holl, es un musical y más que buen Sachs, vocalmente suficiente. Johan Botha está sencillamente excelente como Walther: la voz puede no seducir, pero ¡qué bien la maneja, qué excelente línea de canto, próxima a “lo italiano” aun sin violentar el estilo! ¡Qué musicalidad y qué adecuación al personaje! Sólo correcto –un poco impersonal– Adrian Eröd como Beckmesser, mientras que Ricarda Merbeth (Eva), Michaela Selinger (Magdalene), Ain Anger (Kothner) y Michael Schade (David) son todos tan competentes como convincentes. Y buena parte de los papeles menores.
Otra cuestión muy diferente es la escena: no dudo que la labor de Otto Schenk fue muy sólida y acertada... en su tiempo (1975). Escenografía (salvo el cuadro final, con un feo e incómodo templete cubierto) e iluminación no merecen sino elogios, pero el anónimo realizador de la dirección escénica en 2008 deja mucho que desear: se desentiende o yerra en la dirección de actores (casi todos mal; Struckmann de gesticulación poco creíble, y Schade, intentando parecer un muchacho, patético) y exagera los elementos cómicos en la peor línea de un teatro alemán de provincias... de hace medio siglo. ¡Lástima!
¿Cómo es posible que el DVD, de imagen y sonido espléndidos, no incluya subtítulos en castellano, si los tiene otra publicación anterior de los mismos distribuidores, la referida versión de Barenboim y Wolfgang Wagner? ¿Tan complicado habría sido cederlos?